Hablando con Mac Namara acerca del notable impulso que en los últimos años ha registrado el proceso de deshumanización del ser humano, llegamos a la conclusión de que aquí, como en otras estrategias de los Amos, se está empleando con increíble eficacia la táctica de la pinza. Se fija el objetivo, se marcan sus límites y se lanza una ofensiva por delante y por detrás para inmovilizarlo, hostilizarlo y drenarlo poco a poco. Cuando el objetivo haya sido suficientemente desmenuzado y debilitado, llegará el momento de barrerlo por completo. Es un método lento, pero a los Amos eso no les preocupa: llevan metidos en la conquista del mundo desde tiempos inmemoriales y conocen perfectamente la fábula de la tortuga y la liebre. Paso a paso, asegurando cada uno de esos pasos, siempre se llega más lejos que corriendo con la lengua fuera, como en esas ridículas escenas de las películas bélicas en las que dos ejércitos de infantes cargan armados el uno contra el otro corriendo y gritando como locos (lo cual es completamente irreal porque llegarían desfondados al cuerpo a cuerpo).
Uno de los extremos de la pinza está integrado por los fanáticos de la tecnología (ya ni siquiera de la ciencia) que están deseando implantarse todo tipo de "cacharros" dentro del cuerpo para convertirse en idealizados seres biónicos, dotados de prestaciones físicas similares a los superhéroes y rozando la inmortalidad, para "superar y mejorar al hombre gracias a la tecnología" según las declaraciones de varios iluminados que he leído por ahí.
- ¿Te acuerdas cuando todos los conspiranoicos bramaban contra los chips injertables, asegurando que plantearían resistencia para no recibir lo que los apocalípticos directamente calificaron en su día como "la marca de la bestia"? -me pregunta Mac Namara, con gesto irónico- Pues ya no hace falta plantear resistencia alguna porque, sencillamente, no habrá ninguna imposición: no hará falta obligar a nadie porque las gentes acabarán rogando que les coloquen el chip, como han terminado exigiendo tener su teléfono móvil de última generación, aunque no lo necesiten. Y cuando el 90 % de las personas lleven chip, el 10 % restante se habrá marginado solo..., y desaparecerá en una generación más.
Lo que resulta increíble es que toda esa banda de ingenuos que realmente está convencida de que va a ser mejor gracias a los implantes informáticos no se dé cuenta de lo que sucede con todo tipo de artilugios electrónicos a su alrededor: que se quedan obsoletos con una rapidez asombrosa. Cualquier ordenador de ultimísima generación deja de serlo a los 3 ó 4 meses de salir al mercado, cualquier smartphone es "antiguo" un año después de salir a la venta, los sistemas operativos se suceden uno tras otro con mecánica regularidad dejando anticuados y a menudo inoperantes los programas que funcionaban a la perfección hasta el día de ayer... Podría ser hasta divertido, si no fuera patético, ver cómo pasa de poderoso androide a muñeco reumático una persona injertada tecnológicamente que se quedara atrasada en las actualizaciones de sus programas.
El otro extremo de la pinza es el de los fanáticos del relativismo animal, empeñados en reducir el ser humano a mera categoría de animal dominante del gigantesco corral planetario. Siendo cierto que ningún ser humano es digno de ese nombre si maltrata, tortura o mata animales sin necesidad, defender que el hombre no está en un plano superior al de un cangrejo, un caballo o una ballena porque, después de todo, "no es más que un tipo de mono más evolucionado" en el que tampoco es tan relevante su contenido cultural -¡ya no digamos el espiritual!- demuestra un nivel intelectual y de comprensión francamente corto, además de una enorme inexperiencia acerca de lo que es la vida. Está por ver que un animal -un animal salvaje, que no haya tenido contacto con humanos ni, por tanto, oportunidad de aprender o imitar sus comportamientos- sea capaz de desarrollar una conciencia de sí mismo, fijar leyes y responsabilidades, establecer derechos, desarrollar un código ético y moral, crear arte, vivir un sentido de la trascendencia.
- No, los animales no saben hacer nada de eso -certifica Mac Namara-. Ellos se mueven sólo por instinto, obedeciendo las normas establecidas por su especie, sin salirse del programa general. Los humanos también, ésa es su parte animal, pero en cada uno de ellos existe además la posibilidad de ir más allá, gracias a cierto contenido interno que sólo existe en ellos y que, en el fondo, es lo que les hace superiores al resto de criaturas.
- Resulta irónico que digas tú eso, siendo un gato -le apunto a Mac Namara.
- Tú sabes que soy algo más que un gato conspiranoico... -me contesta enigmáticamente pero, antes de que pueda preguntarle al respecto, continúa:- Y también sabes que los animalistas tienen poco de ecologistas, aunque muchos de sus militantes de a pie nunca se hayan parado a pensarlo. Los ecologistas de verdad quieren mantener los ecosistemas, incluyendo su forma tradicional de desarrollo en la que el pez grande se come al chico. A los animalistas no les interesa tanto el bienestar animal como eliminar a los animales de la cadena alimenticia humana, lo cual es una barbaridad. La ciencia ha demostrado que el hombre llegó a ser lo que es, desarrollando un cerebro medio de 1.450 centímetros cúbicos, gracias a su ingesta de carne. Hay determinados elementos como la vitamina B12 que proceden única y exclusivamente de las proteínas animales y, a ciertas edades como en el caso de la infancia, no son sustituibles.
- ¿Vinculas el animalismo con el vegetarianismo y el veganismo?
- Yo no. Ellos mismos. Tómate la molestia de estudiar sus propias páginas web, más allá de los cuatro titulares, y observa cuál es su "misión" declarada y qué grupos internacionales financian estas organizaciones...
Tras una larga discusión, Mac Namara y yo llegamos a la conclusión de que el fanatismo tanto en temas de tecnología como en el de animalismo prende mejor en gente de menos de 40 años de edad pues, como dice mi gato, "han sido manipulados y atornillados desde pequeños a través de la televisión y las películas..., en el primer caso han comprendido mal ciertas historias de Ciencia Ficción y, en el segundo, han sido sobresaturados de animales parlantes humanizados en las producciones Disney y otras de dibujos animados". En consecuencia, en su opinión "están siendo impulsados inconscientemente por mecanismos neuronales implantados en sus cerebros cuando eran todavía unos niños impresionables", mecanismos a los cuales "se aferran porque les dan seguridad en un mundo en el que todo se desmorona a su alrededor y no saben a dónde agarrarse..."
Que el mundo se desmorone no es nada nuevo. Lleva haciéndolo toda la vida. Pensamos pisar sobre roca pero en realidad caminamos sobre guijarros que, en un momento, se amontonan y, al momento siguiente, se deshacen con la misma rapidez. En otras épocas, la gente encontraba el valor y la fuerza para enfrentarse al mundo en las ideologías políticas, morales o religiosas. Pero, en nuestros días, donde no hay líderes políticos honestos ni valientes, donde la moralidad es cada vez más una cuestión tan relativa que ni siquiera los villanos de las películas son verdaderamente malos sino seres "atormentados" que "reaccionan mal", donde las religiones muestran la peor cara de sí mismas un día sí y otro también..., ¿dónde asirse?
De esta forma, se va degradando la esencia de lo humano, entre los que sueñan un futuro ideal de androides Robocops y los que anhelan un futuro ideal donde los simios tengan los mismos derechos que los hombres porque, al fin y al cabo son nuestros "primos" (ay, cuánto daño hizo Darwin con sus tonterías..., cuando todas las antiguas tradiciones de las viejas culturas nos dicen lo mismo: que el hombre no desciende del mono sino que el mono es un hombre degenerado tras la destrucción de civilizaciones tan antiguas que ni siquiera las tenemos registradas en nuestros libros de Historia).
Sin embargo, la inmensa mayoría de aquéllos que repudian a la Humanidad afeándole la generación de las guerras, las violaciones, la corrupción, las estafas, la violencia gratuita, la pederastia, los abusos de poder, la contaminación..., no se han parado a pensar que las personas que protagonizan estos hechos criminales son, ¡precisamente!, las más robotizadas (no en lo físico, pero sí en sus mecanismos que les convierten en seres fríos, sin alma, ajenos al sufrimiento de sus semejantes) o las más animalescas (que se mueven sólo por satisfacer sus instintos egoístas, puramente salvajes, como si no fueran -lo son- otra cosa que animales pervertidos).
Pero la verdadera humanidad no está ahí, no reside en esos comportamientos. Hay que buscarla en otro lugar. Por ejemplo, fueron seres humanos los que compusieron la maravillosa Jesus bleibet meine Freude de la cantata BWV 147 o la embriagadora aria de la Reina de la Noche de Die Zauberflöte, los que tallaron la impresionante Pietá o la enigmática Dama de Elche, los que pintaron a la hermética Mona Lisa o a las imperiales Meninas, los que escribieron La Odisea o 1984, los que inventaron la penicilina o la anestesia, los que domaron el fuego y diseñaron la rueda, los que descubrieron que nuestro destino no es simplemente nacer, crecer, reproducirse y morir, sino que hay más, mucho más, cuando uno se dedica de verdad a investigar y descubre qué estamos haciendo en este planeta... Ésa es la verdadera herencia humana. Ninguna máquina, ningún animal, podrán hacer nunca coas como éstas, cosas como las que un ser humano de verdad puede llegar a hacer.
Y ahí está el meollo de la cuestión: no todos los homo sapiens son humanos (aunque podrían llegar a serlo si se plantearan un trabajo serio..., que por cierto nunca se plantean), pero todos los humanos sí son homo sapiens o se manifiestan como tales en este mundo. Robert Louis Stevenson lo explicó en una fábula hermosa publicada a finales del siglo XIX que, para las generaciones actuales, parece una simple historieta de terror con ribetes morales. Pero ahí se cuenta.
Todo está contado hace mucho tiempo, en realidad. Todo está a la vista. El Secreto nunca ha estado oculto: el problema radica en tener los ojos cerrados...
Hola! Pedro. Excelente, pero yo me pregunto si los seres humanos se comunican unos entre otros. Primero que todo porque no se sabe dónde están, y mejor que no se sepa, pero vas por ahí por el mundo y no sabes quienes son humanos y quienes no. Te topas con alguien, y bueno depronto piensas que hay algo humano, pero... te das cuenta que es solo un robot. Así y todo, damos gracias por las novelas de Philip k. Dick. y tantas otras novelas. Quisiera atreverme a escribir sobre "los no humanos", sobre lo que hacen, no habría mayor película de terror.
ResponderEliminarHace algún tiempo vi un documental sobre la banda de rock Guns and Roses, el bajista describía cómo sorprendido había encontrado un sello de imigración en su pasaporte de la republica checa. Parece que había olvidado por completo que había asistido y tocado en una gira mundial, en ese país (a las pocas semanas). Yo sé que la explicación común, como todo, es que el tipo de tanto alcohol y drogas había olvidado todo por una típica laguna etílica. Pero no puede haber otra explicación, bueno se me ocurre una volada, no sería posible que alguien alquiló su cuerpo. Escribo esto aquí, porque sé que estas ideas nadie las va a tomar en serio. Que tal que alguien, conocedor de ciertas prácticas mágicas, pudiera poseer los cuerpos de ciertas personas y alquilarlos. No sería la última experiencia poder por unos pocos días tomar la forma de un músico en una gira mundial de rock. quién no pagaría, bastante, por una experiencia así?