Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 2 de octubre de 2015

Cuando éramos invencibles

Todo el mundo ha oído hablar en alguna ocasión de la tremebunda derrota de la Armada Invencible, supuestamente la más grande y poderosa flota reunida en su época, que intentó la invasión de Inglaterra durante el siglo XVI y fracasó en buena medida por las adversas condiciones meteorológicas que se encontró durante su navegación por el Atlántico y la posterior y valerosa defensa de los barcos británicos que remataron la jugada con los restos de la flota española. La frase que popularmente se cree dijo Felipe II en agosto de 1588 al tener noticia del desastre fue: "No he mandado a mis naves a luchar contra los elementos". En realidad, estas palabras son un breve resumen, acaso un titular, de lo que se supone que comentó según Modesto Lafuente. Este periodista e historiador del siglo XIX asegura en uno de sus libros que las palabras reales del emperador español fueron: "Yo envié mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades. Doy gracias a Dios de que me haya dejado recursos para soportar tal pérdida; y no creo importe mucho que nos hayan cortado las ramas con tal de que quede el árbol de donde han salido y puedan salir otras". Lo cierto es que aparte de estos pocos datos, muy pocos españoles saben hoy (ni les preocupa lo más mínimo) gran cosa acerca del marco histórico en el que se produjo esta derrota sobre la cual los anglosajones y otros europeos han escrito tanto en su afán por alimentar esa imagen de una España eternamente derrotada, eternamente desastrosa, de la que disfrutan enormemente los en general masoquistas y/o acomplejados habitantes contemporáneos de la piel de toro (y no sólo los fanatizados independentistas y traidores a su propia estirpe que tan bien sabemos producir por estos pagos..., no en vano somos la tierra de Caín).

Sin embargo, desde que conocí esta historia empecé a preguntarme: si la victoria británica fue tan rotunda, si la armada española quedó reducida a la nada, ¿por qué no aprovechó Isabel I de Inglaterra para devolver el golpe? Podía entender que no enviara un gran ejército a combatir por tierra a los españoles que, al fin y al cabo, disponían de la mejor infantería del mundo en aquel momento: los Tercios. Pero..., ¿y la costa? ¿Por qué no aprovecharon su superioridad naval en aquel crucial momento para arrasar el litoral español o el de sus posesiones en América, para atacar los convoyes de las Indias también, como de hecho lo intentarían en otros momentos (por cierto, sin mucho éxito, pese a las leyendas actuales acerca de los temidos piratas ingleses)? Buscando, buscando, encontré la solución a mi duda: resulta que los ingleses sí quisieron aprovecharse de la situación, pero su contragolpe terminó con una de las mayores catástrofes navales en toda la historia del Reino Unido..., sobre la cual no sólo no han rodado jamás una película o una serie, sino que apenas existen en aquel país textos populares o de divulgación sobre lo sucedido. Y por supuesto en España tampoco hablamos de ello. Al fin y al cabo tenemos una memoria más corta que un hobbit enclenque y, además, es bien sabido que sólo estudiamos y nos creemos la Historia que nos cuentan los de fuera. Véase el hecho de que sean precisamente ¡británicos! los historiadores que más libros han vendido a los propios españoles interpretándoles su pasado, desde Raymond Carr hasta Paul Preston, pasando por Ian Gibson, Hugh Thomas, Geoffrey Parker y tantos otros.

He recordado este episodio porque estos días estoy leyendo, entre otra docena de textos de muy diverso pelaje (hay tanto que leer y tan poco tiempo para hacerlo, que es preciso aprovechar hasta el último minuto), el texto de Jesús A. Rojo Pinilla Cuando éramos invencibles (El Gran Capitán Ediciones), que recoge precisamente este suceso junto con otra serie de victorias militares y políticas españolas sobre las que no suele hablarse mucho, porque estropean la trabajada imagen de país incompetente y bueno para nada en cuya construcción han colaborado (y siguen colaborando) tantas malas personas desde fuera de sus fronteras y tantos ignorantes desde el interior de las mismas. De hecho, el libro en sí tiene poco mérito literario pues más parece un libro de Historia (de la que, insisto, no se enseña hoy) con un sucinto resumen de lo ocurrido en cada ocasión. O acaso una especie de catálogo ideal de deslumbrantes triunfos nacionales que, aunque a más de uno le cueste creerlo, sucedieron de verdad. Eso es justamente lo importante del texto pues, como advierte el propio Rojo Pinilla: "La manipulación de la Historia, para servir al partido de turno y la propaganda, es una práctica tan vieja como abominable (...) los historiadores anglosajones ocultaron sus derrotas haciendo que éstas desaparecieran directamente de sus libros de Historia (...) nuestra Historia no vende ni en los medios de comunicación ni en la sociedad en general (...) es necesario recuperar el orgullo de ser español y dejar atrás el pesimismo tradicional de cuando España perdió Cuba en 1898 (...) este libro muestra cómo una pequeña nación que no llegaba a los 8 millones de habitantes dominó el mundo durante cerca de dos siglos y cuyo imperio, aunque reducido en los últimos años, se extendió desde el siglo XVI hasta 1898..." 

¿Orgullo por ser español? Esta frase desata una alergia terribilis en una inmensa masa de españoles actuales (mal)educados en el desconocimiento y el desprecio (y, a veces, en el odio más abyecto) de sus propios orígenes, de la espectacular, esforzadísima y sangrienta aventura con la que las generaciones que les precedieron forjaron la cultura más antigua del mundo. Probablemente, también la más importante... Por cierto, en este punto aprovecharé para aclarar algo porque sé que algunos lectores de este blog se han sorprendido más de una vez por la españolidad que luce de vez en cuando el abajo firmante cuando tantas veces he insistido también en que mi casa está en Walhalla y me encuentro de paso en el planeta Tierra. Estos lectores creen que para ser coherente yo no debería sacar pecho por haber nacido en la vieja Iberia, lo que consideran un mero accidente, sino declararme más bien "ciudadano del mundo" que es uno de esos estúpidos términos 
de la corrección política impuesto por la estrategia de la globalización. Sin embargo, mi posición no es en absoluto una contradicción y los jugadores de rol lo entenderán enseguida: uno es quien es, pero cuando comienza una partida debe asumir el personaje que le toca en suerte (o, mejor dicho, que ha elegido para jugar) y comportarse de acuerdo a ese papel. Debe usar las virtudes y habilidades que posee su personaje y sufrir sus defectos y limitaciones, moverse no según sus intereses o creencias personales sino de acuerdo a lo que le conviene a su personaje para sobrevivir y progresar, razonar no como un ser humano sino como el personaje..., y todo ello hasta que triunfe en la partida de rol. O le eliminen.

Y mis lectores saben que esta vida es poco más que un gran juego de rol.

  Respecto a la catástrofe post Armada Invencible, la reina Isabel I de Inglaterra organizó su propia flota que fue conocida como la Contra Armada o la Armada Invencible Inglesa. Su objetivo era exactamente aquél que yo me había imaginado cuando buscaba respuestas para explicar esta situación histórica: aprovechar el desmantelamiento de la marina española para asestarle un durísimo golpe al imperio español. Los tres objetivos concretos para conseguirlo, que recoge el libro de Rojo Pinilla, eran, primero, destruir los restos de los barcos españoles que se encontraban en reparación en los astilleros de Santander; segundo, conquistar Lisboa tomando su puerto y arrebatar el trono de Portugal a Felipe II (que acababa de heredarlo y de conseguir así el breve pero precioso sueño de una Iberia unida) para convertirlo en un protectorado británico; y tercero, apoderarse de las Azores y usarlas como base para apoderarse de la flota de Indias y, a continuación, de las rutas oceánicas españolas. Para conseguirlos, la dirección de los barcos de la Contra Armada fue puesta a las órdenes del pirata Francis Drake (para los británicos, Sir Francis Drake) y las tropas de tierra que transportaban consigo, a las de John Norris (un tipo hoy desconocido para la mayoría de la población pero que en aquella época era uno de sus generales más famosos y prestigiosos).

La expedición se convirtió en un fracaso desde el principio gracias, entre otras cosas, a la incompetencia de Drake, que decidió por su cuenta y riesgo aprovechar las pésimas defensas de La Coruña para atacar esta ciudad, de paso que iba hacia Lisboa. Los gallegos, especialmente los coruñeses, conocen mejor que nadie la historia de María Mayor Fernández de la Cámara y Pita o simplemente María Pita para los amigos, una de las valerosas defensoras de la población. Para no extendernos demasiado, digamos que el ataque inglés dejó 1.000 muertos españoles entre civiles y soldados, mientras que los ingleses perdieron 1.300 soldados, tres buques y cuatro barcazas. Tan frustrante fue el asalto a la en teoría "pieza fácil de cobrar" que, tras conocer sus estériles resultados, una decena de barcos ingleses con su tripulación (otro millar de hombres) desertó ya en aquel momento y se volvió a su país. Por cierto que los británicos empezaron a sufrir una epidemia que debilitaría progresivamente sus fuerzas en las semanas sucesivas.

La Contra Armada prosiguió su camino y al llegar a Portugal desembarcó a los hombres de Norris. La idea era que su infantería avanzara hacia Lisboa y la tomara con relativa facilidad una vez que los barcos de Drake la hubieran ablandado a cañonazos. Lo que sucedió en realidad fue que las tropas hispanoportuguesas y la artillería de los barcos españoles vapulearon a los ingleses que iban por tierra mientras Drake (acostumbrado a atacar villas indefensas y barcos aislados sin posibilidad de recibir ayuda) se acobardaba y rehuía el combate... Fracasada también la toma de Lisboa, lo que quedaba de la Contra Armada se dirigió a las Azores. Drake sufrió numerosas pérdidas en sucesivos enfrentamientos con la flota española y, al llegar a las islas, fue repelido también sin demasiado problema por su guarnición hispanoportuguesa. Finalmente, los restos de la expedición inglesa, con tripulaciones deterioradas por la derrota, el hambre y las enfermedades no tuvieron más remedio que volver a casa.

Un par de cifras ayudarán a entender mejor lo ocurrido: la Armada Invencible de España contaba con 120 barcos y sufrió unas 11.000 bajas en la expedición hacia territorio británico, mientras que la Contra Armada de Inglaterra contaba con más de 150 barcos y sufrió más de 20.000 bajas en la expedición hacia territorio español. ¿Cuál derrota fue más grave? Además, los ingleses se vieron obligados a pedir la paz y así se firmó el tratado de Londres, que concedió grandes ventajas a España y consolidó su hegemonía marítima durante otro medio siglo, hasta que surgió la dura competencia naval de Holanda. Inglaterra tuvo que esperar aún un siglo más, hasta los primeros años del XVIII, para empezar a asumir el papel de gran potencia marítima que tantas personas creen que tuvo siempre...

Este interesante suceso no aparece en la inmensa mayoría de los libros de texto de los escolares ni del Reino Unido ni de España. Como tantos otros hechos históricos, que son como la vida misma: a menudo las cosas no suelen ser lo que parecen, ni lo que nos han enseñado que parecen.

Hoy día tenemos ejemplos similares de manipulación, y algunos de ellos muy próximos a nosotros, como el golpe de Estado civil disfrazado de nacionalismo que un grupo de facinerosos disfrazados de políticos están ejecutando en Cataluña con una buena parte de su población engañada (o que se ha dejado engañar..., porque es muy halagador sentirse diferente a los demás, cuando ese ser diferente se interpreta como ser superior) a base de manipular la Historia y reinventarla al gusto del consumidor. Aunque lo más grave no es la propia actuación de los caciques independentistas, sino la torpeza e incompetencia de que han hecho gala los sucesivos gobiernos españoles tanto del PP como del PSOE a la hora de proteger y educar al país que se supone prometieron gobernar, proteger y educar. Pero ésa es otra historia. 
Con minúscula.


----------


Postdata:
Francamente, tenía intención de quedarme en Walhalla y no regresar aquí tras las vacaciones de verano. Pero he recibido órdenes estrictas de "los de arriba" y he tenido que volver y matricularme un curso más en la Universidad de Dios. A estas alturas estoy empezando a dudar de que me dé tiempo a terminar la carrera en esta vida, habida cuenta que llevo casi 30 años como alumno y no he conseguido pasar de tercer curso. Sólo espero que me convaliden alguna asignatura para la próxima vida...








6 comentarios:

  1. La eterna propaganda engañosa y manipuladora al servicio de unos pocos... Mas vieja que el hambre, y como no, muy bien interpretada por los Anglosajones, tan bien que dominan hoy día el mundo y lo tienen a sus pies

    ResponderEliminar
  2. Que bueno poder leerte de nuevo! Gracias por bucear y sacar una vez mas de las profundidades del mar de la información o mejor dicho desinformación suculentas piezas para alimentar nuestra consciencia. Siempre aportando una visión diferente del juego de rol que vivimos, leerte te convierte en observador consciente por algún tiempo, antes de que los pensamientos, sentimientos, etc te atrapen y quedes de nuevo identificado con nuestro personaje. Mil gracias.

    ResponderEliminar
  3. Que bueno poder leerte de nuevo! Gracias por bucear y sacar una vez mas de las profundidades del mar de la información o mejor dicho desinformación suculentas piezas para alimentar nuestra consciencia. Siempre aportando una visión diferente del juego de rol que vivimos, leerte te convierte en observador consciente por algún tiempo, antes de que los pensamientos, sentimientos, etc te atrapen y quedes de nuevo identificado con nuestro personaje. Mil gracias.

    ResponderEliminar