Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 1 de abril de 2016

Parientes evolutivos

Cualquier ser humano que tuviera la oportunidad de contemplar el interior de la nave lenticular en la que evolucionaba la tripulación de alienígenas de Rigel 4 probablemente hubiera enloquecido de inmediato. Por lo general, los autores de historias populares habían presentado a los extraterrestres como monstruos o como humanoides de color verde con antenas y una nariz de trompetilla. O como algo situado entre ambos extremos. Los científicos habían preferido especular con la vida bacteriana, invisible al ojo humano...

 Unos y otros se habrían sorprendido muy mucho al ver a aquellos seres procedentes de un sistema solar ubicado a casi 900 años luz de la Tierra y cuya constitución física era la de sorprendentes y gigantescos cerebros aposentados sobre cascarones metálicos, que les servían de reposo y que tenían incorporados, entre otros, los sistemas de comunicación y transporte para flotar y desplazarse en medio de la acuosa solución salina que saturaba el interior de la nave.

- El sujeto se encuentra en estado de shock, comandante. Parece vivo, pero no responde a ningún estímulo -explicaba uno de los extravagantes marines cerebrales de Rigel 4, expresándose con el suave murmullo metálico a través de los altavoces de su cascarón.

- No es nada extraño, teniendo en cuenta como lo hemos encontrado... -le contesta su superior, observando al pequeño ser depositado en la plataforma de descanso delante de ellos, con un murmullo equivalente.

- Sí, su depredador ya había mutilado su caparazón con un arma..., bastante pintoresca, por así decir. Y estaba a punto de destrozarlo. Nuestro especialista en exoespecies todavía no tiene claro si pretendía devorar al sujeto o sacrificarlo a alguna deidad de su primitiva cultura. Pero hemos encontrado restos de otros caparazones cerca, así que lo más probable es que su destino fuera servir de alimento para el depredador.

- Este es un planeta salvaje... -si el comandante hubiera tenido pulmones para hacerlo, habría suspirado, pero al poseer sólo un inmenso cerebro se limitó a hacer una pausa valorativa-  La verdad, había visto muchos planetas salvajes en mis expediciones por el cosmos, pero no tan refinados en su crueldad como éste. Resulta irónico que sea el único mundo en el que hayamos encontrado a algunos parientes evolutivos, aunque su tamaño sea tan reducido.

- ¿Cree que nuestra raza pudo originarse aquí? No sé... Tal vez se desarrollaron lo suficiente como para saltar al espacio y luego algún tipo de cataclismo destruyó su civilización e involucionaron. O quizá son los descendientes de la tripulación de alguna de nuestra naves que cayera, perdida e incomunicada, hace miles de años.

- Quizá el Gran Pensador lo sepa... No tengo ni idea. Sólo sé que tenemos que fijar bien las coordenadas de este planeta en nuestras cartas de viaje y regresar luego con el sujeto y sus familiares al nuestro para que las autoridades tomen las decisiones que consideren más oportunas. Es probable que nos ordenen regresar junto a una flota de transporte y otra de combate. La primera, para salvar a todos estos parientes evolutivos y, la segunda, para arrasar este mundo si es necesario. Por cierto, ¿cómo están los familiares del sujeto?

Por toda respuesta, el marine cerebral flotó con suavidad hacia el compartimento gemelo y el comandante cerebral le siguió. Allí los encontraron, amontonados y silenciosos unos encima de otros, sin moverse.

- Yo diría que no se encuentran mejor que el sujeto -apuntó el comandante con cierta preocupación.

- Desde luego, parecen tan absortos o tan anonadados como él... Deben estar aterrorizados porque ninguno de ellos se ha atrevido a abandonar el caparazón, a pesar de que hemos programado una combinación de luminosidad y densidad especialmente agradable en este compartimento para hacerles sentir mejor.

Si hubiera dispuesto de un rostro para expresarse, el comandante cerebral habría dejado ver un gesto de preocupada perplejidad, pero no era el caso. Tras permanecer unos instantes más en silencio, preguntó:

- ¿Y el depredador?

- Lo tenemos en el centro de la nave, para vigilarlo constantemente, aunque no puede abandonar el tubo prisión de cristal donde está encerrado puesto que sólo es capaz de respirar aire. Aun en el caso de que fuera lo suficiente fuerte para destruir su prisión, que no lo es, moriría en nuestro medio ambiente natural. Fue sencillo capturarle con nuestro rayo tractor, pero desde que despegamos ha entrado en un estado de apatía.

Los dos cerebros abandonaron el compartimento a bordo de sus respectivos cascarones y se aproximaron al centro de la nave. Allí estaba el depredador, cazado con tanta facilidad a pesar de todo. Lo habían capturado junto a su arma de tortura, que yacía ahora a sus pies sin que le hiciera caso alguno.

- Es repugnante -comentó el comandante cerebral-. A veces el universo puede ser muy cruel. No entiendo cómo puede dar tanto poder a un ser tan monstruoso y no proteger mejor a seres verdaderamente inteligentes...

Al marine cerebral le hubiera gustado asentir, pero no tenía cabeza para hacerlo, así que se limitó a guardar silencio.

Dentro del tubo de cristal, el viejo Anselmo Gutiérrez se acurrucaba en posición fetal, con el pequeño martillo ahora inútil a sus pies. Sus ojos fuera de órbita, sus temblores y su sudor frío denotaban que, en efecto, había enloquecido. Musitaba una letanía completamente incomprensible para los alienígenas de Rigel 4:

- Sólo estaba comiendo nueces, sólo estaba comiendo nueces...




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