Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Amado hijo

Amado hijo:

Ruego a Apolo te encuentres bien de salud, pues conozco por experiencia la dureza de las campañas militares aunque figures con el rango de tribuno bajo el mando directo de mi querido hermano, tu tío el legado Máximo Áureo Emiliano. Sé bien que no eres hombre de acción sino de leyes y que nada más lejos de tu gusto que los sangrientos negocios de Marte. Sin embargo, de nuevo te pido paciencia pues Saturno corre a tu favor y gracias a este sacrificio podrás en un futuro no muy lejano dedicarte a tu objetivo de progresar en las más altas magistraturas del Estado. ¡Aunque también he de decirte que ellas se parecen mucho al campo de batalla, con sus aliados, sus enemigos y sobre todo sus traidores dispuestos siempre a apuñalarte por la espalda!

Te agradará saber que en Roma se sigue con sumo interés vuestra brillante ofensiva. Desde las termas (tendrías que ver la espectacular reforma de las isntalaciones de Caracalla que ha inaugurado el dictator in perpetuum Silvio Bilusco) hasta las orgías privadas pasando por el Foro, la capital entera aplaude las victorias de las legiones contra los rebeldes de las lejanas colonias occidentales, al otro lado del Mare Tenebrossum que los griegos llaman Atlántico. Quiera Neptuno que algún día poseamos esa inmensa masa de agua, que la dominemos igual que desde hace siglos mantenemos en nuestro poder el Mare Nostrum... A ello contribuirá, sin duda, la aplicación del vapor a la navegación, que ha permitido ya sustituir los siempre malolientes y poco fiables galeotes esclavos por una técnica cómoda eficiente que además impirme una velocidad nunca antes vista a nuestras trirremes.

Primo Antonino Galatea, un nuevo dramaturgo en la tradición de Publio Terencio, ha escrito una obra sobre vuestra expedición, que se ha puesto muy de moda. Tu madre, Claudia Lavinia, fue a verla las pasadas calendas y le encantó. Se titula El Golfo de Roma y relata la vida y aventuras de un imaginario centurión de vuestro ejército: Americo Vespasiano. El éxito del texto ha impulsado al populacho a poner de moda el nombre de América para designar las colonias occidentales.

A propósito de tu madre, sigue tan terca como de costumbre. Apoyada por tu joven e impulsiva hermana Julia se ha aficionado a unas reuniones organizadas por unas vestales de origen hispano que instruyen a las nobles patricias en todo tipo de tesis absurdas, como por ejemplo la presunta necesidad de equiparar los derechos políticos y sociales entre hombres y mujeres. ¡Por los senos de Venus! ¿Te imaginas una mater familias vistiendo una loriga y armada con un pilum para defender una villa?

Las extravagantes ideas de estas mujeres nos conducen a las más tontas discusiones. Verbi gratia, anoche durante la cena tu madre y Julia se pusieron a defender el argumento de que la existencia o no de una sola persona podía alterar no ya los asuntos de su familia sino de todo el pueblo al que perteneciera y dejar en manos del azar el curso general de los acontecimientos. ¡Fortuna imperatrix mundi! Imagina, por poner un ejemplo, que el divino Cayo Julio César, primer dictator in perpetuum de Roma, hubiera sido asesinado en la conjura senatorial de Bruto y Casio durante aquellos dramáticos idus de marzo, en lugar de permanecer en el cargo como lo hizo hasta morir en su propia cama a la longeva edad de 88 años. Según esta hipótesis, un César apuñalado y muerto antes de tiempo hubiera provocado un encadenamiento de sucesos históricos diferentes. Tal vez no habría sido sucedido por su fiel lugarteniente Marco Antonio, nuestras legiones no habrían plantado sus lábaros más allá de la India por el este y hasta las colonias de América por el oeste, Constantino no hubiera reprimido con éxito la amenaza de los judíos y cristianos que se aliaron para promover una colosal revuelta de esclavos peor que la de Espartaco...  ¡O la misma Roma no seguiría siendo la capital del mundo!

Como es lógico, en el curso del debate defendí la idea de que aunque César hubiera sido asesinado, nada de lo anterior se habría desvanecido como la niebla matinal en la Vía Apia y que hubiéramos visto los mismos sucesos si bien protagonizados por otros personajes. La Historia depende de los dioses, no de una tirada de dados ciega protagonizada por el azar.

No te canso más con discusiones domésticas. Escríbenos pronto y que los antepasados te guarden. Debes saber que todos en la familia rezamos por ti a los lares, manes y penates cada noche antes de ir a acostarnos.

Salve.


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