Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 29 de octubre de 2009

Dan Brown y yo

Este jueves se ha publicado la traducción al español de El Símbolo Perdido, la quinta y de momento última novela del escritor norteamericano Dan Brown que sigue el mismo esquema de Ángeles y Demonios y, por supuesto, su archiconocida y polémica El Código Da Vinci. De nuevo encontramos a Tom Hanks..., digo a Robert Langdon, enfrentado con una serie de enigmas misteriosos (masónicos en este caso) en una ciudad concreta (Washington D.C.) a los que esta vez hará frente con ayuda de la encantadora investigadora Katherine Solomon, y con un enemigo que es un malo malísimo autodenominado Malak. Puro best seller. Gustará mucho a los que busquen la diversión pura y dura en los libros, y quizás a aquéllos que sientan alguna atracción por la Masonería pero nunca se hayan tomado el tiempo de investigar por su cuenta. Como todos los libros de este tipo será ferozmente criticado, sobre todo por parte de aquéllos a los que les gustaría estar en la piel del propio Dan Brown (o mejor dicho, a los que les gustaría contar con su cuenta bancaria). Sin embargo, los ataques gratuitos a los best sellers demuestran una profunda ignorancia del mercado editorial por parte de quienes lanzan los anatemas. Resumiendo mucho, estos libros son muy necesarios por dos motivos: 1º) Porque gracias a los beneficios que obtienen las editoriales con ellos pueden permitirse el lujo de publicar otros libros de mayor calidad literaria e inferiores ventas (aunque, seamos sinceros: ¿cuánta gente lee realmente para saborear una construcción literaria o en busca de un contenido mayor y cuánta lo hace simplemente para entretenerse?); personalmente, siento enorme respeto profesional por un colega que es capaz de vender un millón de ejemplares en 24 horas y que además no se siente superior al resto de la Humanidad por ello (interesante entrevista con él hoy en el diario El Mundo donde dice que él ni es el Nobel de Literatura William Faulkner, ni tampoco lo pretende y además advierte a los escritores noveles de que siempre habrá quien desvalorice y destruya sus libros mediante la crítica, lo cual no debería desanimarles). 2º) Porque un libro que se lee mucho, con independencia de que sea bueno, malo o regular, es un libro que crea afición, crea lectores: el autor "de culto" (normalmente, un tipo fracasado y con la autoestima más que desfasada al que le leen tres amigos y su mamá) que se queja de que los lectores no están a su "nivel" no se da cuenta de que todo se educa, incluyendo el gusto literario, y que es inútil intentar entender a Kant si antes no comprendemos la sencilla filosofía de las fábulas de Samaniego. Jamás habrá lectores que puedan llegar a su "excelso nivel" si antes no se han entrenado con lecturas mucho más accesibles. Dicho lo cual, ya puedo revelar el proyecto en el que he estado trabajando noche y día (literalmente) en las últimas semanas, que no es otra cosa que Las Claves de El Símbolo Perdido, un ensayo explicativo en el que después de leerme en inglés y contrarreloj una versión precomercial de la novela original, paso a explicar algunos puntos relacionados con la Masonería, sus símbolos y rituales, y cómo se reflejan en la arquitectura secreta de Washington D.C. que Dan Brown toca por encima o cuenta a su manera por "exigencias del guión". Mi ensayo saldrá en los próximos días: publicaré la portada en este blog en cuanto disponga de ella. No lo había hecho todavía a la espera de que me llegara el libro, pero me he llevado la sorpresa de que ya ha empezado la promoción con el número de noviembre, número 249, de la Revista Más Allá, que publica un recuadro en su página 32 (hmmm..., a sólo un grado de los 33, máxima categoría del Rito Escocés Antiguo y Aceptado..., ¿será esto una señal?). Lo reproduzco en esta entrada del blog y allí arriba se me ve, con el Cantábrico de fondo. Mañana por la noche tengo la segunda cita. Será en el programa De Costa a Costa de Punto Radio con la gran Pepa Sastre, después del boletín de noticias de las 22:00. Ah, y sobre el título de esta entrada...: sólo somos amigos.

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