En su vida mortal Epicteto nació en el año 50 d.C. en Roma y fue liberto de otro liberto, Epafrodito, a su vez secretario de Nerón.
Una vez alcanzada la divinidad, asumió el cargo de Profesor de Filosofía para el Curso Segundo de la Facultad de Dios. Sus clases son de las mejores a las que he asistido y en ellas no sólo aprendo sino que disfruto aprendiendo. Hombre austero y discreto, no demasiado dado a las bromas, resulta extremadamente certero a la hora de definir una situación. O a una persona: es como si fuera capaz de leer en el alma de los alumnos.
Dice Epicteto: De todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros y otras no. De nosotros dependen nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones... Todas nuestras acciones.
Las cosas que no dependen de nosotros son el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra... Todo lo que no es nuestra propia acción.
Lo que depende de nosotros es por naturaleza libre, nada puede detenerlo ni obstaculizarlo. Lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, dependiente, sujeto a mil obstáculos e inconvenientes: enteramente ajeno a nosotros.
Puesto que sólo nos compete lo que de nosotros depende, resulta que no sólo somos libres por naturaleza sino que nada que no sea nuestro nos atañe en realidad. Si consideramos a lo que depende de nosotros como propio y a lo que no depende de nosotros como ajeno, nunca nadie podrá forzarnos a hacer lo que no queramos hacer ni nos impedirá hacer lo que queramos. No haremos ni la más pequeña cosa que no deseemos. Nadie podrá hacernos mal alguno. Nada aceptaremos que pueda sernos perjudicial.
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