¿Puede un gato caer en la melancolía? Mac Namara sí. Le he sorprendido esta tarde cuando regresaba del laboratorio de Alquimia donde he vuelto a fracasar una vez más en mi objetivo de convertir un pedazo de plomo en polvo de oro (pero no desisto: o resuelvo el ejercicio o me catean otra vez y así no paso a Tercero de la carrera de Dios ni queriendo) observando con ojos acuosos las imágenes de la celebración de la caída del Muro de la Vergüenza, hace hoy 20 años.
- Eh, pensé que te interesarías por las culturas del sur de Asia (es un gato siamés), no por las del centro de Europa.
- No sabes nada -me bufó-. Antes de ser un gato, tuve otra identidad en Berlín.
- ¿Fuiste un pastor alemán? -no me contestó, pero vi asomar sus afiladas uñas entre las almohadillas de sus patas y maldije mi inoportuno sentido del humor- Perdón..., quería decir: ¿te interesa la historia de Alemania?
- Digamos que me interesa la historia de toda Europa...
- ¿Y estás contento con esto de la reunificación alemana? Imagino que estabas emocionado por ese motivo, ¿no? Hace veinte años que la RFA y la RDA...
- Se han reunificado a medias -me cortó-. Reunieron a unos berlineses con otros, a unos alemanes de un lado con otros, pero aún quedan alemanes sin reunificar...
No entendí lo que quería decir, pero opté por un prudente silencio. No es una buena idea llevarle la contraria a un gato dos veces en menos de un minuto. Sobre todo a uno como Mac Namara. Además, él seguía hablando.
- Todo el mundo recuerda que Alemania invadió Polonia por el oeste en 1939 y por eso le declararon la guerra Francia y el Reino Unido y comenzó la Segunda Guerra Mundial propiamente dicha. Sin embargo, nadie se acuerda de que pocos días después, la URSS también invadió Polonia por el este y a los soviéticos nadie les declaró la guerra por ello. Es más, casi les felicitaron, y los servicios secretos occidentales ocultaron durante decenios los crímenes de Moscú en Polonia o se los achacaron a los alemanes, como la masacre de Katyn, de la que nadie quiere oír hablar todavía hoy... Pues bien, cuando el conflicto finalizó en 1945, la URSS no se retiró de los territorios polacos conquistados y los Aliados, que se supone habían comenzado el conflicto para defender la libertad e integridad de Polonia decidieron no molestar a los soviéticos exigiendo que los devolvieran. En lugar de ello y para que el nuevo gobierno de Varsovia no protestara, se inventaron otra solución y ésta fue robar a Alemania su provincia del Este: Prusia Oriental, que era uno de los pilares germanos desde los tiempos de la colonización medieval impulsada por la Orden Teutónica. Los Aliados y los polacos echaron a patadas de sus casas y de sus tierras a unos 10 millones de alemanes, ¿sabes cuántos son 10 millones de personas?, en un éxodo genocida hacia el oeste, a pie, sin alimentos y en pleno invierno, en el curso del cual se calcula que murieron unos 2 millones. Después, Polonia le cambió el nombre a la zona y la incluyó bajo su control.
- No sabía eso.
- No suele contarse. Deberías haber aprendido ya que la Historia la escriben los vencedores. Vaya..., la escriben incluso con antelación.
- ¿Qué quieres decir?
Mac Namara me observó con una mirada de conmiseración antes de añadir:
- Hay muchas cosas que no sabes. En los años 40 vivía en los Estados Unidos un hombre llamado Maurice Gomberg, conocido sionista: es decir, partidario de la creación del Estado de Israel, que por aquél entonces no existía. Seguro que no has oído hablar de él -negué con la cabeza-. Muy poca gente lo ha hecho, no tiene ni un solo renglón en los miles de libros formales escritos desde 1945 sobre la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en 1941, es decir cuatro años antes de que terminara la peor guerra del siglo XX y en un momento en el que el Tercer Reich parecía imparable y futuro vencedor del conflicto, justo entonces, él mismo publicó un libro muy interesante llamado A new moral order por permanent peace and freedom, o sea Un nuevo orden moral para la paz y la libertad permanentes.
- O sea que lo del nuevo orden no se lo inventó George Bush padre...
- No. El libro de Gomberg contenía un gran mapamundi en el que mostraba, con increíble exactitud, cómo quedaría el mundo después de la victoria, que por supuesto daba como segura, de los Aliados. Y lo hizo, insisto, cuatro años antes del final del conflicto. El mapamundi contenía, al pie, una lista de 41 puntos explicando el futuro de todos los territorios del planeta..., excepto de la Antártida, que no aparece. En el mapa, podemos ver cómo la Unión Soviética se extiende desde Alemania hasta la península de Kamchatka y las islas Kuriles. Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, la República Checa, Eslovaquia, Yugoslavia, Albania y las repúblicas bálticas aparecen englobadas en el imperio soviético, como "estados asociados". Se prevé la división de Alemania en dos zonas, incluso partiendo Berlín en dos. Alemania, como Italia y Japón, miembros del Eje, serían sometidos a una severísima "cuarentena" que incluiría el despojo de derechos y posesiones de sus ciudadanos y un control demográfico destinado a reducir sensiblemente su población así como reeducar a la que quedara. También se prevé un reparto de influencia en Corea, como de hecho sucedió pocos años más tarde. Se diseñaba la creación de unos Estados Unidos de Europa, profetizando la desaparición tanto del imperio británico como el francés, una vez concluida la guerra. Y los países escandinavos se integraban en un todo. También se fijaban unos Estados Unidos de América del Sur. Y Canadá, México y Centroamérica quedaban asociados directamente al poderío norteamericano. Incluso se establecían las fronteras de un entonces inexistente Estado de Israel que en el mapa de 1941 son muy parecidas a las actuales.
- ¡Pero eso es increíble! O bien Gomberg era un profeta...
- O bien formaba parte de cierto grupo de personas que nunca aparecen en primer plano y que son las que realmente organizan la fiesta. ¿No te digo yo siempre que las cosas nunca son lo que parecen?
Llevo toda la tarde estudiando el dichoso mapa.
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