Hablando el otro día con Epicteto sobre la seguridad personal, nos preguntábamos asombrados cómo tantos mortales podían sacrificar las cosas verdaderamente importantes como su libertad a cambio de unas garantías de seguridad facilitadas por los Estados o por bandas organizadas tipo partidos políticos o mafias o en última instancia por la compra de un arma: unas garantías que a la hora de la verdad resultan inútiles por lo imposibles de cumplir ya que desde el mismo instante en el que una persona coloca su seguridad fuera de sí mismo, de su mundo interno, y la deposita en cualquier otro lugar se queda sin ella. ¿Qué Estado, qué banda organizada, qué arma..., le va a garantizar que el vecino de abajo no deje abierta la espita del gas sin querer y de repente todo el edificio haga BUM, o que su corazón cansado por el estrés, el sobrepeso y el sedentarismo decida de pronto dejar de hacer BUM-BUM?
En el momento en el que nos damos cuenta de que estamos completamente a merced de los dioses (los que rigen este planeta, yo sólo estoy en 2º de carrera, snif) y de que no somos dueños de lo que nos ocurre o deja de ocurrir deja uno de pensar en muchas tonterías y empieza a ocuparse de lo importante. Al final Epicteto y yo llegamos a la conclusión de que el problema, tal y como siempre han dicho los sabios, es que los mortales están dormidos. Parecen despiertos porque llevan los ojos abiertos, pero en el fondo son como esos sonámbulos de chiste, que caminan con el pijama puesto y las manos extendidas por encima de los tejados a las tantas de la madrugada. ¡Y no se despeñan!
Mi tutor de la Universidad de Dios me enseñó hace mucho tiempo que el sueño es como la temperatura o la altura. No hay un valor absoluto de estar despierto o estar dormido, como no lo hay de hacer calor o hacer frío o de ser alto o ser bajo. Todo es relativo y los grados son cuasi infinitos. Uno está echado en la cama y con los ojos cerrados pero ¿en qué estado realmente? Quizá sumido en un sopor tan profundo que ni siquiera pueda soñar o tan ligero que el más mínimo ruido le despierte como a un gato, no son el mismo nivel de dormir..., o puede estar realmente soñando mezclando en su experiencia onírica los ruidos reales que lleguen a su habitación o puede estar muy relajado e incapaz de mover el cuerpo de inmediato pero sin haber perdido la conciencia del todo, o puede haberse quedado en duermevela... De la misma forma, uno está de pie o sentado o caminando con los ojos abiertos pero eso no significa que esté completamente despierto y alerta: puede ir absorto pensando en un problema, o relajado sin fijarse por dónde camina, o angustiado con una situación personal que se le reproduce ante sus ojos una y otra vez, o seleccionando con la mirada un tipo físico de persona por alguna razón...
No suelen darse cuenta (ni comprender lo que eso significa de terrible para su vida) pero, en general, los mortales pasan la mayor parte de su día "despierto" en un estado de completa hipnosis. Eso explica muchas cosas, empezando por la cantidad de veces que nos tropezamos con gente torpe por la calle y terminando por la cantidad de insultos, peleas e incluso asesinatos y otras desgracias personales que suceden, en la mayoría de las ocasiones por una estupidez. Y es que resulta muy sencillo hipnotizar a una persona: eso también me lo enseñó mi tutor. Basta con atrapar su atención en algo que se encuentre fuera de sí mismo (como sucede con la seguridad). Y vale casi cualquier cosa: desde que se nos caiga al suelo nuestra cartera hasta que se cruce en nuestro camino un ejemplar despampanante del sexo opuesto, pasando por supuesto por la Caja Tonta o televisión, así llamada no porque sea tonta sino porque hace tontos a los que la utilizan, al sorberles la atención por completo.
Algunos científicos saben esto y tratan de aplicarlo correctamente. Por ejemplo, en el IX Congreso de la Sociedad Española de Odontología para el Minusválido y Pacientes Especiales que se desarrollaba a finales del mes pasado en San Sebastián, varios médicos explicaron la utilidad de la hipnosis aplicada a sus pacientes polimedicados o con fobias o ansiedad, en lugar de inyectarles anestesia en vena. Hoy, en España, y según reveló el vicepresidente del comité organizador del congreso, Santiago Pardo, se está usando ya la hipnosis en numerosas intervenciones relativamente "sencillas" como la colocación de empastes, pero también en otras de mayor complejidad.
Otros también lo saben, pero lo utilizan en su beneficio. En el caso de los políticos, distribuyendo Pizzas et Fútbol, que es la versión contemporánea de Panem et Circenses. Y es que esto es lo más interesante: cuanto más dormida está la persona, más fácil es manejarla, ergo cuantas más personas estén dormidas, mejor. Así se explica que nadie proteste por aberraciones como que un señor que desde que ha llegado al poder sólo ha tomado una decisión importante (mandar varias decenas de miles de sus compatriotas más a una guerra cuyos beneficios siguen embolsándose unos pocos) pueda recibir el que se supone es el mayor reconocimiento mundial a una labor de paz (!). O que otro señor que hizo de la retirada de los soldados de un país lejano llamado I el leit motiv para ganar unas elecciones haya metido a esos mismos soldados en el país de al lado llamado A (y más soldados y durante más tiempo) y de paso se esté forrando con la venta de armas al Tercer Mundo..., y no salgan a protestar todos los que chillaban cuando su predecesor decía que no pensaba mover a los soldados de I.
Como dice un reciente y cínico anuncio de videojuegos en el que se induce a los usuarios a dormir todavía más profundamente, pegados a cierta famosa wiideoconsola: ¡Vive la realidad!
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