Mac Namara tiene la teoría de que no todas las personas con las que nos cruzamos por la calle son tales.
- Mírame a mí, por ejemplo, parezco un simple gato pero tú sabes que no lo soy. Es decir, que no soy simplemente un gato -aclara, con su voz ronroneante pero perfectamente inteligible que, ya de por sí, constituye una clara prueba de su singularidad.
- En efecto. La duda que me queda es lo que eres exactamente. Pero si no te conociera y te viera por ahí no dudaría de que no eres otra cosa que un felino corriente -reconocí, aunque lo que luego me contó ya lo sabía porque mi tutor en la Universidad de Dios, Thoth, nos ha hablado de ello en más de una ocasión.
Mi gato conspiranoico sonrió y continuó con su conspiranoico tema de conversación:
- Pues has de saber, mi querido e ingenuo amigo, que muchas de las aparentes personas que has visto hoy no lo son. La gente en general es tan ignorante que piensa que lo que les hace humanos es el aspecto humano: tener dos piernas, dos brazos, ir vestidos correctamente, saludar y todas esas pequeñas minucias. Sólo se asustan y dudan ante la identidad cuando el ser que tienen ante sí posee algún defecto físico llamativo o es directamente deforme y entonces le tratan como un monstruo. Estos ciegos no han aprendido la lección de algunos textos bien conocidos de su literatura universal como "Notre Dame de París" o "La Bella y la Bestia". Lo que hace humano a alguien nada tiene que ver con lo externo sino más bien con lo interno.
- ¿Quieres decir que estamos rodeados de alienígenas disfrazados de gente normal? -enarqué visiblemente las cejas.
- Sin duda si yo fuera el comandante de una invasión alienígena y hubiera estudiado previamente a la humanidad mi primera medida sería aprender a camuflar a mis efectivos como tal. Hay un par de películas "de humor" sobre el tema, genéricamente llamadas "Men in Black" que esconden algunos datos interesantes al respecto. Hay incluso una secuencia en la primera de ellas donde se parodia esto, cuando el jefe del duo protagonista busca información relevante en las típicas revistas de noticias falseadas que abundan en tantas ciudades norteamericanas y que la gente sólo compra para reírse... Pero no, me refiero en este caso al nivel de animalidad que padece tan alto porcentaje de la así llamada "humanidad".
- ¿Estás diciendo que hay personas medio hombres medio animales?
- ¡La duda ofende! -chistó Mac Namara- No hay más que echar un vistazo alrededor. ¿Tú crees que si el ser humano fuera verdaderamente humano existirían tantas guerras, tanta corrupción, tanto despilfarro de recursos...? Es algo generalizado, no de un solo país.
- Bien, el hombre no es la cúspide de la creación. Eso ya lo sabemos pero...
- El hombre llega a este mundo a medio hacer. Eso lo sabes, porque es de primero de carrera en la Universidad de Dios. Llega a medio hacer..., o, dicho de otro modo, nace como un híbrido medio humano, medio animal. El Gran Juego, mientras duren sus años, consiste en hacerse del todo a sí mismo. Pulir sus características bestiales y eliminar su parte animal de forma progresiva hasta humanizarse por completo. El problema es que la mayoría de las personas cree que ya es humana por el simple hecho de nacer como humana y que no necesita trabajarse a sí misma. Se deja ganar por su pereza, por su brutalidad, por su codicia..., por esa parte animal, y pierde la vida en vano.
Sí, como bien decía mi gato conspiranoico, ese concepto no me resultaba nuevo. Por ello sospeché que quería comentarme algo más, pues la especialidad de Mac Namara es sorprenderme con informaciones realmente raras.
- Por cierto, ¿sabes lo que es un humancé?
- ¿Un qué? -"Ahí vamos", pensé, cuando me preguntó eso.
- A finales de los años ochenta, un catedrático de antropología de la Universidad de Florencia llamado Brunetto Chiarelli, el señor de la barbita aquí a la izquierda, denunció públicamente que no sólo era posible realizar un cruce entre humanos y simios sino que semejante aberración experimental ya se había llevado a cabo en los Estados Unidos insertando esperma de un hombre en una hembra de chimpancé que quedó embarazada. Ya sabes que la genética ha demostrado en los últimos años que el humano y el chimpancé comparten en torno al 90 % de su material genético. Pues bien, según Chiarelli, los científicos norteamericanos interrumpieron el embarazo antes de que llegara a término..., en este caso.
- Pero, ¿por qué? ¿Para qué crear semejante híbrido?
- Oh, tendría diversas aplicaciones. Si los impulsores de este tipo de experimento lograran vencer las fuertes trabas morales, filósoficas y también legales de la sociedad ante esa idea, podrían crear toda una raza de auténticos subhumanos que carecerían de todo tipo de derechos como humanos aunque pudieran ser empleados como tales. De hecho, esa raza híbrida sería rentabilizada de manera espectacular en dos sentidos principales. El primero de ellos, destinando a sus miembros a los trabajos duros, desagradables o rutinarios que la gente no quiere hacer. Imagínate por ejemplo un ejército compuesto por humancés: con la agresividad de los animales pero la inteligencia humana, implacables ante el enemigo, mucho menos quejicas que los soldados corrientes, fáciles de sustituir porque los mandos no tendrían que responder ante sus familias si resultaran heridos, mutilados o muertos. En cuanto al segundo principio, semejante raza constituiría el perfecto banco de órganos vivo, como una piscifactoría de la que se podría tomar en cualquier momento el ejemplar que se necesitara para extraerle el corazón, el hígado, el riñón... Sin esperas dramáticas, sin temor a rechazos por su propio carácter híbrido.
- No estás hablando en serio -dije, asombrado.
- Completamente. Chiarelli ya explicó en su día que se puede tener éxito en este experimento gracias al mismo procedimiento usado para la producción de niños en probeta. Y advirtió de que se necesitaría una nueva ética que regule la nueva ciencia de la biogenética. Lo grande del caso es que todo esto sucedió, ya te dije, hace unos 25 años. ¿Qué habrá pasado desde entonces? Pues te lo cuento enseguida: un comité de científicos británicos acaba de advertir hace pocas semanas de lo mismo que en su día dijo Chiarelli tras tener conocimiento de que hoy día se están llevado experimentos de hibridación entre humanos y simios gracias a una ley que el gobierno británico del siniestro Gordon Brown, heredero político del no menos siniestro Tony Blair, aprobó en 2008 . En concreto son tres las universidades que están llevando a cabo este programa "de investigación": Newcastle, Warwick y el King's College. Entre todas han creado unos 150 híbridos de humano y animal, especialmente simios. Se supone que estos trabajos científicos están orientados hacia el descubrimiento de la cura de diversas enfermedades. Ésa es una de las excusas favoritas para traspasar todos los límites de la ética. Según la ley británica, los embriones así conseguidos deben ser destruidos como mucho a los 14 días y en ningún caso se puede permitir que lleguen al estado adulto pero corren rumores de que tal vez no se ha hecho así en todos los casos.
- Esto es espantoso -reconocí, con consternación.
- Viene de lejos. Poco después de la Revolución Soviética un científico ruso de nombre Ilya Ivanovich Ivanov ya experimentaba con semen humano y hembras de chimpancés y, más tarde, con chimpancés machos y voluntarias humanas. Dada la época, puedes imaginar qué tipo de "voluntad" podían tener las pobres infortunadas. No se sabe cuáles fueron los resultados de sus experiencias pues fue exiliado a Kazajistán y su trabajo clasificado. Y sigue estándolo hoy día. Y, antes de Chiarelli, un psicólogo norteamericano, Gordon Gallup de la universidad de Albany, ya dijo públicamente que un laboratorio de Florida había tenido éxito en lograr el híbrido, aunque al poco tiempo de nacer, había sido destruido. O sea, asesinado. Por cierto, no sé si recuerdas que tu adorado H. P. Lovecraft también tocó el tema de la mezcla entre humanos y simios en uno de sus relatos: "Hechos relativos al difunto Arthur Jermyn y su familia".
- Es decir, que tienes razón. Hoy día podrían existir humancés entre nosotros y, convenientemente vestidos y educados, pasearse por nuestras calles y no nos llamarían mucho la atención: sólo veríamos hombres un poco más animalescos, pero hombres...
- Tengo una guinda final. En los años 70 del siglo XX se hizo muy popular en EE.UU. un simio de especie indeterminada, aunque se aseguraba que relacionada con los chimpancés, que se dijo había sido capturado en el Congo. Oliver, que así fue bautizado y al que tienes inmortalizado en la foto de al lado, no era como los demás chimpancés ya que presentaba algunos rasgos faciales similares a los humanos y además caminaba siempre erguido como éstos e incluso se sentaba en sillas de la misma forma que hacéis vosotros. Disfrutaba de una inteligencia notable y podía entender y ejecutar órdenes complejas. Prefería la compañía humana a la de los chimpancés que, por otra parte le rechazaban, y se sentía sexualmente atraído por las mujeres. Nadie ha conseguido saber qué era exactamente Oliver, aunque se propusieron diversas hipótesis: un simio afectado por una mutación natural, una nueva especie de primate desconocido hasta entonces o..., un híbrido natural o bien producto de algún de tipo de investigación secreta. Los estudios que se llevaron a cabo en la Universidad de Chicago pretendieron descartar esta teoría pero hay muchos puntos oscuros en toda su historia y a día de hoy sigue sin saberse exactamente qué era.
- Lo más tremendo de todo esto -concluí- es que los seres humanos se empeñen en ir al revés. En lugar de mejorarse a sí mismos, humanizarse y dejar atrás su parte bestial, dedicamos esfuerzo, tiempo y dinero a embrutecernos e involucionar.
- Por eso los gatos somos una raza superior, querido amigo.
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