Ouspensky fue a Gurdjieff lo que Platón a Sócrates: tal vez hoy no conoceríamos al gran maestro de los eslavos sin la obra escrita de uno de sus discípulos más sagaces que fue además el encargado de recopilar y más o menos ordenar sus enseñanzas para la posteridad, de la misma forma que no conoceríamos al gran maestro de los griegos sin la de su propio discípulo que vino a hacer lo propio. O quizás Ouspensky no fuera, en el fondo, más que la reencarnación de Platón, como Gurdjieff la de Sócrates. Sea como fuere, para acceder al primer curso de la carrera de Dios es imprescindible conocer a estos cuatro (¿o dos, en realidad?) personajes y, más que recomendable, haber leído alguno de los textos de mi homónimo ruso (Ouspensky se llamaba..., vaya, vaya... ¡Piotr!, o sea, Pedro...) en tanto en cuanto vivió en una época próxima a la nuestra y por tanto podemos reconocer en sus libros algunas de las claves de la existencia aún con mayor facilidad que retrotrayendo la mirada hasta la antigua Atenas.
El texto más recomendado, profundamente contemporáneo a pesar de que llegó a Occidente justo tras la mayor carnicería energética de la Historia que conocemos, la Segunda Guerra Mundial, es naturalmente Fragmentos de una enseñanza desconocida que, en algunos países se conoce más por su subtítulo de En busca de lo milagroso. Este libro es tan revelador que llegó, un tanto "milagrosamente", a mis manos incluso antes de que Mac Namara me lo pudiera recomendar. Según mi gato conspiranoico, no es extraño, porque contiene algunas informaciones o, mejor dicho, algunas perlas de sabiduría, imantadas con la chispa interior que cada uno lleva dentro (bien, de aquéllos que la llevan, porque parece que tampoco es tan común: como decían los alquimistas, "sólo el que ya tiene oro puede producir más oro"..., pero ésa es otra y complicada historia) y capaces de hacerla despertar por vibración. El caso es que allí recoge Ouspensky, entre otras, una disertación concreta de Gurdjieff que, si es bien comprendida por aquél que tenga acceso a ella, perturbará profundamente a todo ser humano..., digo..., a toda oveja, que la lea. Y le impulsará a buscar la Universidad de Dios, o algo equivalente, para aprender cómo zafarse de semejante engaño. Éstas son las palabras de Gurdjieff:
Una historia oriental habla sobre un brujo muy rico pero a la vez muy avaro. Poseía un gran rebaño de ovejas pero, en su mezquindad suprema, se negaba a contratar pastores para cuidarlas. Ni siquiera quería gastarse el dinero para construir una simple valla alrededor del prado donde pastaban sus animales. En consecuencia, a menudo las ovejas acababan perdidas en un bosque próximo o se caían por un precipicio que había cerca. Aunque el motivo principal por el que solía perderlas era que huían, pues sabían que el brujo acabaría matándolas para hacerse con su lana, su carne y su piel.
Con el tiempo, el brujo encontró la mejor solución: hipnotizó a todas las ovejas. En primer lugar, les hizo creer que eran inmortales y que, aunque fueran despellejadas, esto no les dolería. Todo lo contrario: sería algo muy placentero para ellas y además les haría bien para su propio desarrollo personal. Después, les convenció de que él era un gran y buen maestro que amaba tanto a su rebaño que haría lo que fuera por él, así que nunca podrían encontrar un sitio mejor para estar que en el prado de su propiedad. Y en tercer lugar, convenció a sus ovejas de que no eran ovejas: a algunas les dijo que eran leones; a otras, que eran águilas; a otras, que eran hombres; y a otras, que eran brujos.
Una vez consumado su plan, desaparecieron todas sus preocupaciones por las ovejas. Nunca volvieron a huir, sino que esperaban tranquilamente el momento en el que el brujo necesitara su lana, su carne y su piel.
Esta historia es una buena ilustración acerca de la posición en la que nos hallamos los seres humanos.
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