El doctor Dan Kiley escribió, hace ya unos añitos, un libro llamado El síndrome de Peter Pan: hombres que nunca crecieron. Un título que lo sugiere todo y que se hizo enseguida muy popular, pese a que el susodicho síndrome no haya sido formalmente reconocido como una enfermedad psicológica específica y diferente de otras alteraciones, ni figure en consecuencia en los textos más serios sobre el diagnóstico y tratamiento de las dolencias mentales. Sin embargo, Kiley acertó al echar mano del famoso y antipático personaje creado a principios del siglo XX por el escritor escocés James M. Barrie, inicialmente para el teatro y posteriormente una novela, en un relato bastante más cruel y siniestro de lo que la edulcorada versión Disney reinterpretaría y depositaría años más tarde en el imaginario común de la sociedad.
La característica básica de las personas afectadas por este síndrome (puesto que hoy sabemos que no sólo se manifiesta en hombres, sino también en mujeres) es la inmadurez. A pesar de la edad del sujeto, su personalidad se revela narcisista, irresponsable, rebelde, muy poco empática, manipuladora y con problemas sexuales, ya que el tipo se ha quedado psicológicamente instalado en un idealizado paradigma de su infancia, que pretende mantener si es posible (que no lo es) eternamente. El ejemplo usualmente más citado de un famoso que haya sufrido esta neurosis es el del finado Michael Jackson. No sólo coincidían tantos rasgos de su personalidad con el problema descrito por Kiley sino que además sufrió una infancia terrible, que es una razón que suele citarse como determinante para su desencadenamiento. Muchos (pésimos) padres que a día de hoy pretenden que sus hijos les hagan millonarios y por ello se empeñan en someterles a extenuantes entrenamientos deportivos futbolísticos o tenísticos o bien promocionarles en los programas de "pequeños grandes cantantes" televisivos deberían examinar de cerca este caso para darse cuenta de que lo que están haciendo es arruinar el futuro de sus vástagos como personas sanas y equilibradas.
Jackson era el pequeño de sus hermanos y comenzó a trabajar a los cinco años cantando con su grupo ("qué mono y qué simpático ese negrito y qué bien lo hace", era el comentario de moda en España cuando el grupo empezó a salir la vieja tele en blanco y negro y se convirtió en un gran éxito de la noche a la mañana) en un marco de explotación infantil protagonizado por su padre Joseph, que les lanzó a la fama pero les cobró un altísimo precio por ello (a base de machacarles física, psicológica e incluso sexualmente, según denuncias de sus propios hijos, empezando por el propio Michael). Según los psicólogos que estuciaron su caso, los rasgos característicos del síndrome de Peter Pan se apreciaban en él al menos desde los 19 años y, curiosamente, uno de sus entretenimientos favoritos eran las películas de Walt Disney. Entre sus favoritas, por supuesto,
su versión de Peter Pan. Y no olvidemos el nombre de su rancho: Neverland, la tierra de Nunca Jamás de la obra de Barrie. La obsesión por mantener la juventud eterna le condujo a una degeneración física que, primero, le transformó progresivamente en un monstruo y, a continuación, deterioró y debilitó su cuerpo (convirtiéndole de paso en una persona dependiente de la medicación: técnicamente, un drogadicto) hasta destruirle definitivamente a la edad de 50 años.
Amigos y seguidores del cantante (como de otras personas que han padecido este síndrome) se han negado a ver la parte oscura, oscurísima, de este trastorno mental y tratan de justificarlo desde un punto de vista muy diferente. Según ellos, esta actitud no es un problema sino justo lo contrario: una valiente resistencia, porque los peterpanes lo único que están haciendo es aferrarse a su parte presuntamente más inocente, incluso más pura, de la personalidad ubicada en la infancia, en lugar de "dejarse corromper" como los demás en el tránsito hacia el mundo adulto. Puestos a tirar de argumentos, hasta manipulan el famoso y simbólico episodio neotestamentario del "Dejad que los niños se acerquen a mí porque sólo los que son como niños entrarán en el Reino de los Cielos".
Sin embargo, están profundamente equivocados: la inocencia, la candidez y la pureza son una cosa y el infantilismo caprichoso otra muy diferente. Y el Peterpan es, antes que nada, lo que toda la vida hemos conocido con el término de niñato. En otras palabras que quizá suenen muy duras pero desde luego también describen el asunto de manera eficaz, un afectado por el síndrome de Peter Pan no es un adulto infantilizado sino un adulto corrupto, vago y cobarde, incapaz de asumir la responsabilidad sobre sí mismo. Tengo la impresión de que los protagonistas de todos esos sucesos, tan yankees, en los que uno o varios tipos armados entran en una hamburguesería o un instituto y se ponen a disparar como bellacos contra todo lo que se mueve son en su mayor parte casos claros de peterpanes que prefieren destruir el mundo que les rodea (y a sí mismos, puesto que suelen acabar suicidándose o tiroteados por la Policía tras enfrentarse con los agentes) antes de aceptar el paso del tiempo.
Por desgracia, el peterpanismo es una amenaza creciente en nuestra decadente sociedad, en la que los estúpidos modelos televisivos que nos presenta la telebasura incitan a los jóvenes a perpetuar el estado de "¡Fiesta, fiesta, fiesta!" rechazando la asunción de cualquier responsabilidad y de todo tipo de perspectiva de crecimiento personal (no sólo en lo interior, sino en lo referido al trabajo, las relaciones interpersonales, etc.) con la mente puesta en el único objetivo de "pasarlo bien". Esto sucede también con las mujeres que, azuzadas por los delirantes postulados del feminismo (tan detestable y deplorable como el machismo, puesto que es exactamente la misma doctrina pero aplicada al sexo contrario), compiten con los hombres en la carrera por el descalabro definitivo.
Los especialistas conocen los métodos de tratar este trastorno (y han de ser métodos proactivos y contundentes, según he leído), aunque el mejor es el de la prevención a través de una educación seria y comprometida por parte de los padres. No es precisamente lo que tenemos hoy, cuando padecemos una creciente dejadez de éstos para con sus hijos porque "quien tiene que educarlos es la escuela, que para eso me cuesta un dineral". Los analfabetos emocionales que emplean este argumento son incapaces de comprender que los colegios sólo sirven para socializar y que la educación sólo se puede aprender en casa. Tengo varios amigos profesores que me cuentan periódicamente casos reales y dramáticos de chavales cuya carrera se tuerce más y más, sin posibilidad de enderezarles, porque los modelos familiares que encuentran en sus casas son desoladores. Y no porque sus padres sean criminales o drogadictos, sino porque desde el primer momento abdicaron de sus obligaciones como progenitores. Tuvieron hijos como quien se compra un acuario y lo llena de neones.
La inmadurez está ya tan extendida por nuestra sociedad contemporánea que, en lugar de plantearse en serio enfrentarse a ella y superarla, son varios los equipos científicos que se han dedicado a plantear hipótesis para justificarla, estudiando si se puede culpar de la misma a algún gen defectuoso o a alguna tendencia familiar de la personalidad. La última que he visto por ahí es la investigación de un equipo del Instituto de Neurociencia Cognitiva del University College de Londres, según la cual el cerebro humano no detiene su desarrollo en la infancia, como estaba comúnmente aceptado por la comunidad de especialistas, sino que sigue haciéndolo durante los años siguientes y no alcanza su madurez completa, en algunos casos, hasta los cuarenta años de edad. En especial, la corteza prefrontal, donde se supone que se desarrollan cosas como la planificación y toma de decisiones, la empatía, la conciencia social o la comprensión, entre otros rasgos de la personalidad. Según la neurocientífica Sarah Jayne Blackmore, esto explicaría el comportamiento inmaduro de gente que ya peina canas y sigue actuando como un adolescente.
Buen intento, Blackmore pero entonces... ¿Qué pasa con nuestros antepasados? Sí, ésos que empezaban a trabajar para ayudar a su familia a los pocos años de edad, se casaban y/o iban a la guerra a los dieciséis, ya tenían una prole abundante a los veintitantos y morían en torno a los treinta y tantos años de edad... Todos esos ancestros que nos precedieron y levantaron la civilización que hoy nosotros nos ocupamos en roer y destruir, tantos de los cuales murieron antes de los cuarenta años, cuando se supone que todavía no estaban "maduros" para hacer las cosas. ¿Qué pasa con ellos? ¿Acaso padecían una alteración mental que les hacía madurar antes? ¿O acaso las alteraciones (la comodidad, la irresponsabilidad, el egoísmo y tantas otras) las padecemos nosotros ahora y hay que ocultarlas como sea para no avergonzarnos de nosotros mismos?
A veces dudo sobre si lo que hizo el doctor Dan Kiley fue describir un tipo de trastorno o simplemente describir la evolución (degeneración) del espíritu humano.
UN DROGADICTO?
ResponderEliminarAbuso de medicamentos recetados afecta el hígado y se mostrará en el . A continuación se presentan dos enlaces que según los planes de El Dr. Oz en esta página muestra una foto de un hígado sano y uno afectado por el abuso de medicamentos recetados, y también menciona los siguientes:
"Un hígado sano es esponjoso y flexible, pero si usted toma una gran cantidad de pastillas a la vez, el hígado adquiere un matiz verdoso y se vuelve más suave de lo normal." El hígado esta tratando desesperadamente de mantenerse al día con todas las toxinas den su cuerpo ".
Después de muchos años de abuso de drogas o alcohol, un adicto desarrolla una enfermedad hepática crónica o cirrosis del hígado. "Con el tiempo, será una cicatriz y hará esta esta un hígado cirrótico,
El Dr. Oz
http://www.hepcnet.net/drugsandliverdamage.html
http://www.oprah.com/health/Dr-Oz-on-Prescription-Pill-Addiction/6
Los resultados de la autopsia sobre el hígado de MJ:
El hígado es de color rojo-marrón y la cápsula es delgada. La consistencia es blanda y la superficie del corte es liso.
El hígado es normal en la estructura. Http: / / en.wikipedia.org / wiki / hepatocitos hepatocitos no muestran inclusiones o gotas de lípidos. No hay necrosis del parénquima significativos o inflamación.
(necrosis significativa (muerte del tejido esencial) o inflamación!
EL resultado de la autopsia un hígado normal, y los órganos sanos y normales ,sin signos de abuso de drogas o alcoholismo!
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hasta destruirle definitivamente?
Autopcia,pag 11:
http://i2.cdn.turner.com/cnn/2010/images/02/09/mj_autopsy.pdf
Los estudios toxicológicos muestran una concentración alta de propofol en sangre, así como la presencia de benzodiacepinas como se indica en el informe de toxicología. La autopsia no mostró ningún trauma o enfermedad natural que pudiera causar la muerte.
La causa de muerte es intoxicación aguda por propofol. Un factor que contribuye a la muerte es el efecto de la benzodiazepina.
La forma de muerte es homicidio, basándose en lo siguiente:
1. Las circunstancias indican que el propofol y las benzodiazepinas fueron "administrados por otra persona."
2. El propofol se administró en un entorno no hospitalario sin ninguna indicación médica adecuada.
3. El tratamiento estándar para la administración de propofol no se cumplió (ver informe de anestesiología). No se encontraban presentes los equipos recomendados para monitorear al paciente, no se cumplió con la dosificación precisa y con las maniobras de reanimación.
4. Las circunstancias no respaldan la auto-administración de propofol.
Ahora si de todas formas sigue pensando lo mismo,no tengo más nada que decirle, seria inútil.