Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 11 de enero de 2011

El cambio según Joe Dispenza

Un viejo chiste cuenta cómo un paciente se presenta ante el médico y le explica que cuando se toca la cabeza con el dedo le duele, pero si luego se toca el pecho le duele también y si se trata de un brazo o una pierna también le duele. El paciente pregunta por qué le duele todo el cuerpo y cómo es posible que se le haya "roto" todo a la vez..., y el médico le revela que lo único que se le ha roto y en consecuencia le duele es el dedo con el que se está tocando las diversas partes de su físico. Es un poco como la historia aquella del sufí señalando a la Luna..., y nos habla también de hasta qué punto nos pueden engañar nuestros sentidos haciendo que juzguemos una situación a partir de una perspectiva determinada que puede ser la real..., o no.

Para ser sinceros, no apreciamos absolutamente nada con ninguno de nuestros sentidos, que por cierto son muy fáciles de engañar (por ejemplo, cada vez que nos aplican anestesia en una intervención quirúrgica, el sentido del tacto desaparece temporalmente y ya nos pueden cortar, sajar y triturar que no vamos a notar gran cosa), sino con el cerebro. Ninguna de las cosas o personas que vemos, olemos, oímos, gustamos o tocamos podemos apreciarla directamente sino a través de la interpretación que la nuez gigante que tenemos bajo la bóveda craneal elabora a partir de los estímulos que envían esos sentidos. Es el cerebro quien decodifica y confiere el significado que considera más adecuado a los datos remitidos desde los distintos receptores sensoriales hasta transformarlos en una realidad inteligible y (esto es sumamente importante) consensuada con el resto de seres humanos, de acuerdo con los condicionamientos educativos recibidos por la persona desde pequeñita. Lo cierto es que las cosas son como son y el mundo es como es no porque tenga que ser así necesariamente sino porque nosotros decidimos mantenerlo todo ordenado de esta manera.

Ahora bien, ¿qué ocurriría si esa misma persona hubiera sido educada de una forma diferente, con otras limitaciones educativas (o, mejor, sin ellas) y con una mente completamente abierta a una percepción sin fronteras? ¿Qué interpretación de lo que nos rodea podría ofrecernos una sociedad ordenada de un modo distinto? ¿Sería mejor o peor que la actual? ¿Más feliz o más desgraciada? Ciertas sociedades antiguas, por ejemplo, poseían otra manera de consensuar la realidad, y ésta era mágica, no racional. Este hecho basta para que la mayoría de los historiadores, antropólogos, sociólogos y ciudadanos en general (sobre todo los profesionales que utilizan tecnologías modernas) miren hacia nuestros antepasados con una arrogancia del género bobo, considerándolos poco menos que como una masa de analfabetos supersticiosos fáciles de manipular y esclavizar mentalmente.

En contraposición, sacan pecho de nuestra realidad consensuada contemporánea, que algunos tratan de vendernos como una especie de nueva "edad de oro" (con términos tan poco coherentes como New Age) basada en un inmenso desarrollo tecnológico..., acompañado de un patético subdesarrollo interno. Si comparamos los tiempos antiguos con los modernos, no son tan diferentes. Cualquiera que haya recorrido Pompeya, por ejemplo, se habrá dado cuenta de que no hemos inventado absolutamente nada: los antiguos romanos tenían pasos de cebra y ascensores, cloacas, bomberos, tiendas y políticos corruptos. Tenían exactamente lo mismo que nosotros. La única diferencia es la tecnología: nosotros empleamos la electricidad donde ellos usaban la fuerza bruta de los esclavos. Por lo demás, las personas hoy, como ayer, siguen siendo dramáticamente igual de analfabetas, supersticiosas y fáciles de manipular y esclavizar mentalmente. Quizá más, porque muchas de ellas piensan que están a salvo de esos riesgos, al vivir en esta época... No, no estoy nada seguro de que en nuestros días vivamos mejor bajo el paradigma racional de lo que se vivía en la antigüedad bajo el paradigma mágico: más bien tiendo a pensar en lo contrario (¡con perdón!). 

Pero volviendo a la cuestión planteada: ¿qué pasaría si pudiéramos educarnos de otra manera, re-educarnos mentalmente para tener otra manera de acceder a la realidad? Y, por cierto, ¿es posible esto? Hay algunos gurúes de la mente por ahí sueltos que dan pistas interesantes. Por ejemplo, Joe Dispenza, un tipo que conocemos por su coautoría en la interesante película What the bleep do we know!? (que en español pudimos ver con el título de ¿¡Y tú qué sabes!?) y que ha dedicado bastantes años a estudiar lo que califica como neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para, adaptándose a los cambios, modificar los circuitos que conectan las neuronas.

Circulan por ahí varias entrevistas con él en las que explica su forma de ver las cosas. Éstas son algunas de sus ideas, que nos recuerdan las líneas de pensamiento de las viejas Escuelas de Misterios:

* "Somos los creadores de nuestra propia realidad y vivimos lo que nosotros mismos hemos creado con nuestros pensamientos. El problema es que la mayor parte del tiempo son nuestros pensamientos inconscientes los que crean esa realidad. Programas que funcionan justo bajo nuestra conciencia y memorizan comportamientos, pensamientos y reacciones emocionales. Ellos crean esa química que nos hace reaccionar siempre de la misma manera."

* "Las reacciones emocionales son profundamente adictivas. Puedes decirte a ti mismo que no te gusta tu trabajo, tu relación de pareja, tu vida..., pero eso no es más que una emoción que tu mente memorizó para reafirmar su identidad. (...) Para cambiar es necesario romper esa emoción."

* "Es preciso olvidar esa idea de que el cerebro es un órgano estático, rígido e inmutable. Podemos cambiar de manera de ser simplemente cambiando de pensamientos. El interruptor que activa ese cambio es la voluntad (...) cambiar es pensar de forma más amplia y trascender el propio entorno. Lo primero que hay que hacer es observar nuestros pensamientos habituales y comprobar los efectos que cada uno de ellos tiene en nuestro día a día cotidiano."

* "La dificultad de cambiar, el miedo a hacerlo, se debe a que pasamos de una situación cómoda y predecible a otra desconocida. La mayoría de la gente sueña con emprender cosas nuevas pero nunca llega a pasar a la acción, se queda en el plano intelectual, por ese miedo. (...) Para experimentar lo nuevo tenemos que arriesgar, dejar el terreno de lo predecible y movernos en el de la incertidumbre. (...) Y hay que cambiar no sólo lo que pensamos y hacemos sino cómo nos sentimos. ¡No podemos esperar que nos pasen cosas diferentes en nuestra vida si tenemos los mismos pensamientos, hacemos las mismas cosas y abrazamos las mismas emociones de cada día! Si somos capaces de cambiar la interpretación de nuestra realidad, el cerebro asumirá que puede trabajar con nuevas secuencias y patrones. Y eso cambiará nuestra mente: el cerebro en acción."

* "Los hijos pueden ser educados a vivir en el cambio si se les enseña a controlar las emociones. En segundo lugar no podemos enseñarles nada que nosotros no seamos capaces de hacer: ellos tienen más activas un tipo de neuronas, las llamadas 'espejo', que les permite fijarse más en lo que hacemos que en lo que decimos y copiar nuestra mnaera de comportarnos. En tercer lugar, no se puede intentar razonar con ellos durante una reacción emocional porque te dejarán solo: hay que permitirles la libertad de tener esa reacción y hacerles saber que se les observa y, al cabo de un rato, hablar ya sobre lo que uno quiere cambiar de sí mismo y que se observen ellos a sí mismos preguntándose qué harían de diferente si vivieran otra vez la misma experiencia."

* "Uno mismo no crea los accidentes o las enfermedades que padece de forma consciente, pero inconscientemente ha estado concentrándose en lo terrible que es su vida, en lo que sufre, lo triste que se siente, el dolor que tiene dentro... Y de esta manera crea en su subconsciente un poderoso refuerzo de las emociones de dolor y sufrimiento que luego se refleja inevitablemente fuer, en su vida (...) Entre un 75 y un 90 por ciento de los occidentales acude al médico debido al estrés emocional. Emociones que se esconden tras el estrés y tienen que ver con el odio, la frustración, el sufrimiento, la culpa, el enfado, la desesperanza, el miedo, la ansiedad... El cuerpo crea un montón de reacciones químicas, de forma que los pensamientos y las emociones acaban por hacernos enfermar. Lo bueno es que de la misma forma nos pueden también ayudar a sanar."

* "Hay que creer de verdad en el futuro más allá de nuestros sentidos y mantenerlo vivo en nuestra mente hasta que el acontecimiento realmente sucede. ¡No creamos más cosas sólo porque no creemos que somos capaces de hacerlo! (...) Y hay que ser constante. Puede que una persona tenga la emoción y el pensamiento adecuado durante 15 minutos al día y se pregunte '¿por qué no sucede el cambio todavía?' ¡Es porque las otras 23 horas y 45 minutos del día su mente no está en la situación adecuada sino vagando, enfadada, negativa, juzgando... Para actuar sobre la realidad hay que alcanzar estados elevados de conciencia y dejar entrar en nosotros emociones tan nutritivas como la gratidud o la alegría (...) Lo único que sé es que no puedes esperar a que el cambio se produzca. Tienes que actuar sobre él. Dios no te elige: tú le eliges a Él."


Interesante, ¿no? Los antiguos sabios chinos solían decir que lo único que nunca cambia en el Universo es, precisamente..., la existencia del mismo cambio.



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