Periódicamente proyectan en alguno de los miles de canales de televisión ahora mismo a disposición del entontecido usuario alguna película o telefilme que cuenta los experimentos llevados a cabo en los campos de concentración nazis por "doctores locos" dispuestos a transgredir todas las fronteras de la ciencia aprovechando que tenían a su disposición una cantidad indefinida y gratuita de cobayas humanas. No hubo un solo Mengele, desde luego, y las víctimas sufrieron todo tipo de brutales experiencias para descubrir los límites del ser humano: desde la inoculación de virus de diversas enfermedades o la quemadura con fósforo para ensayar posibles remedios contra las plagas y las armas enemigas que azotaban a la población civil alemana hasta el sometimiento a temperaturas y presiones extremas para aprender a mejorar la supervivencia del personal militar en condiciones adversas. Los abusos fueron de tal calibre que después de la guerra, en abril de 1947, se creó el llamado Código de Nüremberg, que recogía una decena de puntos relacionados con la ética médica que a partir de entonces debía regir en el mundo.
Los puntos son, resumidamente: 1º) resulta imprescindible el consentimiento voluntario y legal del sujeto que participa en el experimento, quien debe conocer la naturaleza, la duración y los fines de aquello en lo que va a participar; 2º) el experimento debe ofrecer resultados provechosos para el beneficio de toda la sociedad y que no puedan ser obtenidos o comprobados de otra manera; 3º) se podrá llevar a cabo cuando existan resultados previos, por ejemplo de experimentación animal, que justifiquen su planteamiento; 4º) deberá evitarse cualquier sufrimiento físico y mental innecesario; 5º) no se realizará si existe alguna razón que permita prever la muerte o incapacitación del sujeto experimental; 6º) no se asumirá jamás un grado de riesgo que exceda el determinado por la importancia humanitaria del problema que se quiere resolver; 7º) hay que prever todo tipo de situaciones a fin de proteger al sujeto contra la más remota posibilidad de recibir algún daño, y no digamos ya de fallecer en el curso de la experiencia; 8º) sólo personas científicamente cualificadas y con el mayor grado de experiencia posible pueden proceder a desarrollar el experimento; 9º) el sujeto debe ser libre de interrumpir el experimento en cualquier momento, sobre todo si se siente física o mentalmente incapacitado para seguir adelante; 10º) el científico responsable debe estar preparado para ponerle fin en cualquier momento si tiene razones para pensar que algo está yendo mal o que no va a obtener los resultados que está buscando por falta de medios o experiencia para ello.
Se supone que esta ética médica sirve de base para regir desde entonces las investigaciones científicas, al menos en el "mundo civilizado"...
- Eso no te lo crees ni tú -interviene Mac Namara, que aparece como un rayo cada vez que hablo por aquí de experimentos extraños- ¿Has oído hablar del Escuadrón 731?
- Vagamente... -reconozco-, pertenecía al Ejército Imperial Japonés. Era un equipo encargado de pruebas similares a las de los nazis, pero con sus propios prisioneros en el frente del Pacífico.
- La información relacionada con este grupo es escasa y la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existió porque el gobierno de EE.UU. lo ocultó hasta hace muy poco tiempo -me explica-. Es más, los yankees indultaron a la mayoría de los médicos implicados, pese a que podían haber sido perseguidos y condenados igual que lo fueron los alemanes. ¿Por qué? ¿Y por qué se publicitó tanto la experimentación ilegal de los nazis mientras que la de los japoneses ha sido ocultada sistemáticamente? No conozco ninguna película sobre este asunto. De hecho, hay poquísimos largometrajes sobre la intervención nipona durante la guerra, fuera de 'El puente sobre el río Kwai' o las cuarenta versiones de lo de Pearl Harbour, cuando resulta que el Imperio del Sol Naciente fue un enemigo mucho más encarnizado que el Tercer Reich.
Da un poco de miedo responder a las preguntas de Mac Namara porque se supone que los "buenos" no deberían portarse como los "malos" y la respuesta que sugiere mi gato conspiranoico apunta en la dirección contraria a esa suposición. Pero, qué diablos, éste es un blog propio de herejes, así que no me extraña lo que me cuenta a continuación:
- El 16 de agosto de 1951 los tres médicos de la bella localidad francesa de Point-Saint-Esprit se vieron sorprendidos por la afluencia de vecinos que se quejaban de los mismos síntomas: dolores de cabeza y estómago, náuseas y vómitos, convulsiones..., que evolucionaron hacia la histeria, los delirios y todo tipo de alucinaciones. En pocos días, el número de afectados se elevó a varios cientos de personas: al menos cinco de ellas morirían y decenas serían internadas en psiquiátricos, a veces de por vida. Los afectados se movían como zombies asegurando que ya estaban muertos, o describían la aparición de flores rojas sobre sus cuerpos mientras sus cabezas se fundían como el plomo, o se espantaban ante la aparición de serpientes de fuego reptando enroscadas en sus brazos, o alertaban sobre los tigres que les perseguían por la calle y dentro de sus casas, o se quejaban de que su corazón se había escapado del interior del cuerpo a través de los pies para largarse a vivir su propia vida... Un tipo se arrojó desde una ventana porque creía que se había transformado en un avión mientras que un niño de 11 años presa de un miedo ingobernable trató de estrangular a su propia abuela... El pánico cundió en la localidad, porque nadie sabía qué era lo que estaba afectando a la gente ni quién sería el siguiente en caer en semejante trastorno...
Recuerdo el caso del que me habla Mac Namara. Buscando una explicación racional a lo sucedido, las autoridades barajaron todo tipo de teorías sobre lo que sucedía en Point-Saint-Esprit: la culpa podía ser de la contaminación accidental del agua de las fuentes, de potencias extranjeras que habían envenenado los suministros, de las batidoras modernas que por aquella época empezaban a usarse, de los trabajos de la Compañía Nacional de Ferrocarriles Franceses, del mismísimo Satanás que había decidido retar a Dios abriendo las puertas del Infierno durante un momento... Los médicos encargados de atender a las víctimas del suceso llegaron a la conclusión de que el efecto desencadenante debía estar en algún producto alimenticio de distribución masiva, por ejemplo el pan. Algunos investigadores propusieron que la intoxicación la había provocado el metilo de mercurio, hoy prohibido para el cultivo pero en aquella época empleado como agente fungicida con los cereales. Otros apuntaron hacia el Aspergillus fumigatus, un moho que ataca a este tipo de producción... Estrechando el círculo, se determinó que el problema radicaba sólo en una panadería: la de Roch Briand, la más popular del pueblo, cuya harina había sido accidentalmente contaminada con un hongo alucinógeno llamado cornezuelo. Seguro que a aquéllos de nuestros lectores más aficionados a divertirse los fines de semana asistiendo a un aquelarre les suena el nombre de este pariente de la belladona y la mandrágora...
El suceso adquirió el nombre popular de el misterio del "pan maldito" y así pasó a la historia de los sucesos locales. La mayoría de las víctimas de esta afección se recuperaron a las pocas semanas. Unos años más tarde ya nadie quería acordarse de este triste asunto (a excepción de los que habían perdido algún ser querido o no habían tenido más remedio que dejarlo con la camisa de fuerza puesta en un psiquiátrico).
- Hasta que... -provoqué a Mac Namara, y él entró al trapo de inmediato.
- Hasta que alguien ha tenido las narices suficientes de contar en público lo que sucedió. El hombre se llama Hank Albarelli y hace un par de años publicó un libro del que seguramente ni habrás oído hablar que se titula 'A terrible mistake: the murder of Frank Olson and the CIA's secret Cold War experiments' (Un terrible error: el asesinato de Frank Olson y los experimentos secretos de la CIA durante la Guerra Fría). Un volumen muy documentado sobre las actividades de la Compañía en los años de la falsa guerra de nervios con la URSS, en el que se revela que el "pan maldito" lo fue porque contenía dietilamida de ácido lisérgido. Es decir, LSD. En aquella época los norteamericanos eran los dueños físicos de toda la Europa no ocupada por los soviéticos y utilizaban a la población local para sus experimentos igual que se habían acostumbrado a hacer con la suya propia en territorio americano: es decir, sin escrúpulos y por supuesto sin pedir permiso alguno. Los altos mandos estaban interesados en comprobar con exactitud los efectos de esta sustancia que el químico suizo Albert Hoffmann había sintetizado por vez primera precisamente a partir de los alcaloides del cornezuelo en 1938 y cuyos efectos distorsionantes de la realidad descubrió en 1943. Albarelli precisa que la CIA trató primero de introducir el LSD esparciéndolo desde el aire...
No puedo evitar estremecerme al recordar el espinoso asunto de los chemtrails.
- ... pero comprobaron que resultaba ineficaz. Así que probaron agregando el ácido a la harina del pan. Y ya sabes lo que sucedió. Albarelli presenta pruebas, como un documento de la Compañía redactado en 1949 donde ya se indicaba la intención de impulsar múltiples experimentos con el LSD en distintos lugares del mundo..., u otro informe dirigido a Frank Olson con una etiqueta que lleva el nombre de Pont-Saint-Esprit. Por cierto, el tal Olson era un científico de la CIA que justo en aquella época realizaba una investigación sobre el ácido lisérgico... También reproduce una conversación de varios agentes con unos colaboradores de la farmacéutica suiza Sandoz (la que hoy conoces con el nombre de Novartis), donde Hoffmann sintetizó la sustancia, en la que se habla de, literalmente, el "secreto de Pont-Saint-Esprit" y se reconoce que "aquello no tuvo nada que ver con el pan".
Ah, y ¿sabes qué científico visitó voluntariamente el pueblecito francés para "ver si podía echar una mano" en medio de la crisis? ¡El propio Albert Hoffmann! Ahí le tienes, en la foto de la derecha, tan "simpático", el abuelito de 100 años, dos antes de su fallecimiento.
- Resumiendo: estamos ante otro gravísimo caso de experimentación ilegal con población civil...
- Sí, y como en otros casos de los que ya hemos hablado y otros de los que aún hemos de hablar, las autoridades norteamericanas ni siquiera tenían la excusa de que había una guerra mundial en curso o que se experimentaba sólo con "enemigos de la patria", como sucedía en el caso de alemanes y japoneses. Sin embargo, no se ruedan películas ni se escriben 'best sellers' sobre esto, ni por supuesto se condena a nadie a duras penas de prisión o a una simple reprobación social...
- Sólo un detalle más: ¿por qué en esta pequeña localidad francesa? ¿Puro azar?
- No lo creo -juzgó Mac Namara-, Pont-Saint-Esprit significa 'El Puente del Espíritu Santo' y se le conoce popularmente como "la Puerta de Oro de la Provenza" porque está ubicada en la región de Languedoc-Rosellón...
- ¡Cátaros! -exclamé, sorprendido.
- Exacto. Han pasado tantos siglos de su matanza organizada..., y sin embargo en sus desquiciados y oscuros corazones siguen odiándolos hasta el punto de entregar sus descendientes a nuevas hogueras de locura.
El suceso adquirió el nombre popular de el misterio del "pan maldito" y así pasó a la historia de los sucesos locales. La mayoría de las víctimas de esta afección se recuperaron a las pocas semanas. Unos años más tarde ya nadie quería acordarse de este triste asunto (a excepción de los que habían perdido algún ser querido o no habían tenido más remedio que dejarlo con la camisa de fuerza puesta en un psiquiátrico).
- Hasta que... -provoqué a Mac Namara, y él entró al trapo de inmediato.
- Hasta que alguien ha tenido las narices suficientes de contar en público lo que sucedió. El hombre se llama Hank Albarelli y hace un par de años publicó un libro del que seguramente ni habrás oído hablar que se titula 'A terrible mistake: the murder of Frank Olson and the CIA's secret Cold War experiments' (Un terrible error: el asesinato de Frank Olson y los experimentos secretos de la CIA durante la Guerra Fría). Un volumen muy documentado sobre las actividades de la Compañía en los años de la falsa guerra de nervios con la URSS, en el que se revela que el "pan maldito" lo fue porque contenía dietilamida de ácido lisérgido. Es decir, LSD. En aquella época los norteamericanos eran los dueños físicos de toda la Europa no ocupada por los soviéticos y utilizaban a la población local para sus experimentos igual que se habían acostumbrado a hacer con la suya propia en territorio americano: es decir, sin escrúpulos y por supuesto sin pedir permiso alguno. Los altos mandos estaban interesados en comprobar con exactitud los efectos de esta sustancia que el químico suizo Albert Hoffmann había sintetizado por vez primera precisamente a partir de los alcaloides del cornezuelo en 1938 y cuyos efectos distorsionantes de la realidad descubrió en 1943. Albarelli precisa que la CIA trató primero de introducir el LSD esparciéndolo desde el aire...
No puedo evitar estremecerme al recordar el espinoso asunto de los chemtrails.
- ... pero comprobaron que resultaba ineficaz. Así que probaron agregando el ácido a la harina del pan. Y ya sabes lo que sucedió. Albarelli presenta pruebas, como un documento de la Compañía redactado en 1949 donde ya se indicaba la intención de impulsar múltiples experimentos con el LSD en distintos lugares del mundo..., u otro informe dirigido a Frank Olson con una etiqueta que lleva el nombre de Pont-Saint-Esprit. Por cierto, el tal Olson era un científico de la CIA que justo en aquella época realizaba una investigación sobre el ácido lisérgico... También reproduce una conversación de varios agentes con unos colaboradores de la farmacéutica suiza Sandoz (la que hoy conoces con el nombre de Novartis), donde Hoffmann sintetizó la sustancia, en la que se habla de, literalmente, el "secreto de Pont-Saint-Esprit" y se reconoce que "aquello no tuvo nada que ver con el pan".
Ah, y ¿sabes qué científico visitó voluntariamente el pueblecito francés para "ver si podía echar una mano" en medio de la crisis? ¡El propio Albert Hoffmann! Ahí le tienes, en la foto de la derecha, tan "simpático", el abuelito de 100 años, dos antes de su fallecimiento.
- Resumiendo: estamos ante otro gravísimo caso de experimentación ilegal con población civil...
- Sí, y como en otros casos de los que ya hemos hablado y otros de los que aún hemos de hablar, las autoridades norteamericanas ni siquiera tenían la excusa de que había una guerra mundial en curso o que se experimentaba sólo con "enemigos de la patria", como sucedía en el caso de alemanes y japoneses. Sin embargo, no se ruedan películas ni se escriben 'best sellers' sobre esto, ni por supuesto se condena a nadie a duras penas de prisión o a una simple reprobación social...
- Sólo un detalle más: ¿por qué en esta pequeña localidad francesa? ¿Puro azar?
- No lo creo -juzgó Mac Namara-, Pont-Saint-Esprit significa 'El Puente del Espíritu Santo' y se le conoce popularmente como "la Puerta de Oro de la Provenza" porque está ubicada en la región de Languedoc-Rosellón...
- ¡Cátaros! -exclamé, sorprendido.
- Exacto. Han pasado tantos siglos de su matanza organizada..., y sin embargo en sus desquiciados y oscuros corazones siguen odiándolos hasta el punto de entregar sus descendientes a nuevas hogueras de locura.
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