Se cuenta que en cierta ocasión el rey de Francia Luis XI el Prudente descubrió a uno de sus criados observando una de sus casacas. Intentaba limpiar o tal vez coger algo pequeño depositado en el cuello de la prenda, así que al monarca le picó la curiosidad, se acercó hasta él y le preguntó qué hacía exactamente. De inmediato el sirviente se puso colorado y trató de esconder la casaca detrás de su espalda asegurando que no era nada importante y que no debía preocuparse en absoluto.
- No tengas miedo -rió el rey, de buen humor-, he visto que te aplicabas en la limpieza y eso me gusta. Es difícil encontrar hombres diligentes en estos tiempos (y eso que el rey francés vivía en el siglo XV: a saber lo que hubiera dicho hoy día).
- Pues bien, señor, ya que insistís... Era un piojo, que ha debido caer de vuestra cabeza -reconoció bajando los ojos y temiendo el castigo del monarca por haber hallado la prueba de su falta de higiene personal.
- Ja, ja, ja, estupendo, estupendo... Es un buen presagio pues todo el mundo sabe que los piojos muerden especialmente a los hombres cuando son jóvenes y su sangre es buena y poderosa. Así que un piojo sólo prueba que soy un hombre, joven y de buena sangre...
A continuación, ordenó a su tesorero, que se hallaba por allí, que le entregara cincuenta coronas de recompensa al criado: por eficiente y por haberle facilitado semejante presagio.
Otro sirviente, envidioso de la buena fortuna de su compañero, decidió proceder de la misma manera para ganarse el favor real e inmediatamente empezó a sacudir con estrépito unos pantalones de Luis XI. Éste, alertado por el escándalo, se acercó preguntándole qué ocurría y se encontró con la siguiente respuesta dada sin titubear.
- Señor, no me hace gracia decíroslo pero es mi obligación. He tenido que tratar así vuestros pantalones porque me he encontrado en ellos una pulga. Y muy gorda -y se quedó a la espera de las felicitaciones y la recompensa, conteniendo una inmensa sonrisa de satisfacción.
Sin embargo, el rey reaccionó con verdadera cólera:
- ¿Cómo te atreves? ¿Acaso supones que soy un perro para tener pulgas?
A continuación, ordenó al capitán de su guardia, que también se hallaba por allí, que le propinara cincuenta bastonazos al segundo criado: por maltratar su ropa y por insultarle.
Parecido no significa lo mismo.
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