Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 26 de enero de 2011

El secreto del japonés

Japón acaba de perder el segundo puesto como superpotencia de la economía mundial tras más de cuarenta años sólo por detrás de EE.UU. (aupada en lo más alto de la tabla gracias a ese arma formidable que es el billetito verde llamado dólar, más que por su competitividad o su productividad reales) y lo ha hecho en favor de la que se supone acabará siendo a no mucho tardar la primera de las superpotencias: China, el gigante de moda (gracias a su masiva población, más que a otra cosa, ya que 1 de cada 5 humanos son en la actualidad de origen chino). Sin embargo, el modelo empresarial y de producción del país del Lejano Oriente no ha dejado de ser válido. Es más, resulta interesante estudiarlo de cerca para aprender algunos principios interesantes que podríamos aplicar en diversos proyectos de la vida diaria que queramos ver realizados. 

Precisamente estaba dándole vueltas a este asunto (serendipias...) cuando me llegó el correo de un amigo en el que se resumían magistralmente varios de esos principios a través de una conferencia que ofreció Carlos Kasuga Osaka (aquí a la derecha en pleno mítin), el mandamás de la división mexicana de la empresa Yakult, en la primera convención nacional de emprendedores universitarios que se desarrolló en México. En esa conferencia, Kasuga Osaka reconocía ser hijo de inmigrantes japoneses que se instalaron allá por los años treinta en la tierra de Pancho Villa. Como él resumía brillantemente: "Soy de fabricantes japoneses pero ensamblado en México".

Por cierto, que tuvieron muy buen ojo sus padres instalándose allí, porque si se les hubiera ocurrido hacerlo un poco más al norte, en Estados Unidos, pocos años más tarde lo habrían pasado realmente mal. Igual que les sucedió a tantos y tantos nipones o descendientes de nipones que, siendo ciudadanos norteamericanos de pleno derecho, fueron rebajados por el gobierno norteamericano a la categoría de Untermenschen en cuanto se desataron las hostilidades entre Washington y Tokio. Y no he utilizado alegremente la palabra, puesto que el democrático gobierno estadounidense trató a sus ciudadanos estadounidenses de origen japonés en forma similar a como el III Reich alemán lo hizo en un primer momento con sus ciudadanos alemanes de origen judío. Éste es un asunto poco conocido porque, después de todo, EE.UU. fue uno de los países que ganó la II Guerra Mundial y por tanto era de los "buenos" y todo lo que hiciera estaba bien hecho. Pero...

Pero se calcula que al menos 120.000 personas, la mayor parte de etnia japonesa y más de la mitad oficialmente ciudadanos de EE.UU. fueron internados de manera preventiva y sin cometer delito alguno en severos campos de concentración instalados en el interior del país entre 1942 y 1948 (hasta tres años después de finalizada la guerra). Los campos estaban cerrados con alambradas, vigilados por guardias armados y en parajes alejados de cualquier población. Los intentos de huida de estos "centros de reubicación" fueron castigados en la mayoría de ocasiones con la muerte. Nos suena el paisaje, ¿no? Para apreciar hasta dónde llegaron las cosas en la época (y hasta dónde se ha echado tierra por encima de este asunto para que se olvidara cuanto antes), leamos atentamente esta frase extraída de un artículo del democrático Los Angeles Times de la época: "Una serpiente es una serpiente, sin que importe dónde se haya abierto el huevo. Un norteamericano-japonés, hijo de padres japoneses, equivale a un japonés, no a un norteamericano". Cambiemos los términos norteamericano y japonés por alemán y judío y tendremos un titular muy muy muy parecido a los del, digamos, Volkischer Beobachter.

El responsable de internar a todos los japoneses en campos de concentración fue el teniente general John L. DeWitt, comandante de la Defensa Oeste de los EE.UU., ese hombre que recomendaba actuar contra "japoneses y otras personas subversivas de la costa del Pacífico" y que, al ordenar el comienzo de las detenciones de la población de origen oriental, decía con mucha seriedad que "el hecho de que todavía no haya ocurrido ningún sabotaje (organizado por estos ciudadanos orientales) es una perturbadora señal de que dicha acción va a ocurrir de un momento a otro". Lástima que no tuviera nadie al lado para recordarle que los elefantes africanos tienen una habilidad excepcional para camuflarse en los campos de margaritas de Europa Occidental y la mejor prueba de ello es que todavía nadie ha logrado descubrir a un elefante africano escondido en uno de esos campos.

El caso es que los norteamericanos japoneses fueron obligados a vender sus viviendas y negocios en apenas una semana (en algunos lugares incluso se rebajó ese tiempo a cuatro días), lo que les llevó a malvender sus propiedades. Uno de ellos pidió unos pocos días más para poder recolectar su cosecha antes de vender sus tierras. Como las autoridades le negaron el permiso, el enfadado campesino optó por destruirla..., y fue arrestado acusado de sabotaje. Éste es el único caso documentado de sabotaje japonés en EE.UU. durante toda la guerra. Ya lo decía DeWitt...

Aquellos nipones que colocaron sus bienes en almacenes alquilados con la idea de recuperarlos tras la guerra se encontraron años después con que sus posesiones fueron saqueadas o destrozadas. Otros que decidieron alquilar sus bienes inmuebles descubrieron al salir de los campos de concentración que los ciudadanos norteamericanos "de verdad" no habían pagado un solo recibo de alquiler, con el apoyo de las autoridades locales, o bien que habían vendido las propiedades como si fueran suyas. Otros se encontraron sin casa porque el gobierno las había expropiado porque durante sus años de prisión no habían pagado impuestos. 
  
   De acuerdo con ese estilo criminal y egoísta de los gobiernos contemporáneos (y de sus ciudadanos, como demuestra el éxito de una de las frases más cínicas que he oído nunca y que hoy está muy de moda: ésa de "prefiero pedir perdón a pedir permiso", que confiere a su usuario una máscara de audaz y valiente emprendedor con la que esconder una actitud rastrera e insolidaria dispuesta a lo que sea con tal de conseguir un beneficio propio), muchos años después el gobierno estadounidense intentó congraciarse con los supervivientes y sus descendientes con la manida ceremonia de pedir perdón y compensar con una cantidad económica insuficiente. Sucedió en 1988, en la época de Ronald Reagan, el presidente más sincero de los EE.UU. ya que llegó al puesto sin abandonar su profesión, en un claro reconocimiento de que todos aquéllos que se han sentado en el Despacho Oval fueron y siguen siendo, igual que él, unos simples actores, ejerciendo el papel de hombre-más-poderoso-de-la-Tierra.

Existe una grandísima película (confeccionada además con un bajo presupuesto) que nos permite acercarnos al ambientazo antijaponés aquí descrito, aunque generalmente se presenta como un simple largometraje anti-racista y anti-xenófobo para disimular un poco el verdadero mensaje de la historia. Se trata de Bad day at Black Rock (Un mal día en Roca Negra), traducida en español como Conspiración de silencio, protagonizada por un fenomenal Spencer Tracy, y que debería ser de visión obligada en Occidente en general y en EE.UU. en particular.
 
Toda esta digresión parecería habernos apartado bastante del que se suponía el asunto principal de este comentario pero en realidad no es así. Los japoneses, como los alemanes, son pueblos especialmente admirables pues no sólo perdieron el mayor conflicto bélico del siglo XX sino que sus respectivos países fueron arrasados y literalmente esclavizados por las potencias vencedoras durante muchos años..., y a pesar de ello el espíritu y la fortaleza de sus gentes les permitió, no ya salir adelante, sino auparse en muy poco tiempo de nuevo a los primeros puestos del desarrollo mundial, donde aún continúan. ¿Por qué?
 
En este caso, nos ceñiremos al caso de Japón, por el discurso de Kasuga Osaka. Voy a resumir brevemente sus palabras, porque merecen la pena ya que, insisto, se pueden aplicar más allá del mundo empresarial:
 
* "...Japón es un país del tamaño de Chihuahua y Aguascalientes (regiones mexicanas) juntos pero posee 124 millones de habitantes, los 10 bancos más grandes del mundo, el índice educativo y de longevidad mayor del mundo, el índice de criminalidad más bajo del mundo y un producto nacional equivalente a los que producen Francia, Inglaterra y Alemania juntos. ¿A qué se debe esta gran productividad? (...) existen cuatro puntos importantes: la educación, la actitud ante la Naturaleza, la religión y la actitud ante la vida misma..."
 
* "...en México a los padres les preocupa que sus hijos saquen un 5, un 6, un 8..., la educación instructiva y de conocimientos, pero ¿y la educación formativa? ¿Qué valores se inculcan en colegios y universidades? Entre los valores que deberíamos tener en cuenta figuran la honestidad, la puntualidad y la limpieza (...) Para un empresario de éxito existen cuatro pasos concretos: el bien ser, el bien hacer, el bien estar y el bien tener...".
 
* "...Honestidad, puntualidad y disciplina. Por ejemplo, aquí estamos unas 600 personas. Si el conferenciante llega diez minutos tarde, estamos perdiendo 6.000 minutos para esta nación. No se puede jugar con el tiempo y menos con el tiempo de los demás. El principio fundamental del respeto es: si no es tuyo, debe de ser de alguien (...) Fabrico los juguetes Kay y en mi empresa, orgullosamente mexicana, no existen llaves. Les contaré cómo contraté a la gente de mi fábrica. Yo compraba el periódico a los muchachos que lo vendían por la tarde. Les daba cien pesos y me tenían que devolver ochenta. Muchos se quedaron con la vuelta y no me devolvieron lo que me correspondía. Pero los que lo hicieron tienen hoy un porvenir porque fue a quienes contraté: ellos son hoy mis ejecutivos y directores..."
 
* "...Haz las cosas bien. Si vas a nadar, nada bien. Si vas a estudiar, estudia bien. Si vas a hacer el amor esta noche, hazlo bien. Entrégate totalmente a lo que hagas (...) Respeta la Naturaleza. En cada acto importante de tu vida planta un árbol: cuando te cases, cuando nazca un hijo, antes de cualquier acontecimiento importante. Si tus padres plantaron un árbol cuando naciste, ese árbol que tiene ahora unos veinte años es muy querido por ti, significa algo para ti. Pero si aquel árbol lo hubiera sembrado el gobierno, te importaría un comino, no lo cuidarías, te daría igual lo que ocurriera con él. ¡Y es el mismo árbol! (...) Nos quejamos de la contaminación y de la erosión pero ¿qué hacemos cada uno de nosotros para luchar contra ello?"
 
* "... En cuanto a la actitud religiosa, iberoamericanos y japoneses somos iguales: nos gustan las peregrinaciones, los amuletos, etc. Pero la diferencia es que los primeros van a los templos cristianos a pedir y esperar, mientras que los segundos acuden a los templos shintoístas sólo a ofrecer. En las negociaciones sindicales, los sindicatos hispanos presentan un pliego de peticiones y los sindicatos japoneses un pliego de ofrecimientos. Es una diferencia pequeña pero grande al mismo tiempo (...) Por ejemplo, si fabricamos mil automóviles ofrecemos al año próximo fabricar 1.200. ¿Qué ofrece la empresa a cambio? (...) A base de ofrecer, las empresas japonesas han logrado un índice de error próximo a cero, calidad total y entrega de producción en el tiempo previsto. Sin embargo, los pliegos de peticiones hispanos piden: más días no laborables, más vacaciones veraniegas, más primas, más beneficios..., ¡y nunca ofrecen nada!" 
 
* "... muchos jóvenes ya con veinte años y adultos, 'no pueden'. ¿Por qué no? Porque desde pequeñitos estuvieron escuchando todos los días: 'Eres un bruto, un flojo, la vergüenza de la familia, un malcriado, siempre te suspenden...' Y cuando llega a ser mayor, como el elefante del cuento, se limita a ir a trabajar, da las vueltas que tiene que dar, ni una más ni una menos, mueve su trompa, termina y se lo llevan al establo, donde alguien le lleva de comer. Y así muchos empleados no hacen nada más que lo justo. ¿Qué hacer? El objetivo es ser felices y disfrutar con lo que uno hace. Prepárense para que su objetivo de vida no se limite a que den las cinco de la tarde para salir de su trabajo. ¡Que triste!" 
 
* "... ¿Por qué no crean sus propias empresas? No se imaginen su primera empresa con dos hectáreas de largo. Tampoco todos los empresarios empezaron con mucho capital, no es cierto. La clave es el trabajo. Conozco en México a muchos árabes, israelíes, españoles..., que llegaron con una mano delante y otra detrás, sin amigos, a veces sin conocer siquiera el idioma ni las costumbres. Pero tenían fe en sí mismos y en el país que les acogía y trabajaron mucho y..., ahora son los empresarios de este país (...) La obligación del empresario, de los que tuvimos la fortuna de haber estudiado, es hacer dinero, pero también y sobre todo trabajar. Y dar educación a sus empleados..."
 
Ahí queda eso.
 
    

1 comentario:

  1. Buen Blog. Mucho sentimiento. Buena recopilación. Buena data. Gracias

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