Uno de los libros más sugerentes que he leído este verano se titula El exilio de Hitler (Destino Patagonia) y está firmado por el periodista argentino Abel Basti, de conocida trayectoria en su país (donde ha escrito en diversos medios, desde el diario Clarín hasta la agencia de noticias DyN -Diarios y Noticias- o su actual puesto en el Periódico del Sur). En realidad, éste es el más inflado y menos interesante de los que componen la trilogía que el autor ha publicado hasta el momento (Bariloche nazi apareció en 2004 y ya va por la quinta edición, mientras que Hitler en Argentina se publicó en 2006 y ha alcanzado ya la tercera) pero también es el primero que cruza el charco y llega al mercado español. Y ojalá tenga éxito y se venda bien porque ello permitiría que llegaran aquí también sus otras dos obras que, paradójicamente, son continuación de la última que ha escrito por el momento.
La tesis central de Basti no es en absoluto original, pero tiene el mérito de plantear con argumentos contundentes y alguna que otra prueba inédita, además de un estilo ameno y divulgativo, lo que cualquier estudioso serio de la Segunda Guerra Mundial puede deducir por sí mismo a poco que investigue mínimamente con las abundantes fuentes disponibles el hecho más relevante de lo que ocurrió durante la caída de Berlín en la primavera de 1945... Y ese hecho es que, en contra de la versión generalmente aceptada, Adolf Hitler no murió por suicidio en la cancillería del Reich sino que escapó hacia un destino desconocido. Cuál haya sido ese destino y qué le ocurrió en él varía muy mucho según las distintas hipótesis de aquellos intérpretes de lo acontecido que se han atrevido a publicar una versión diferente a la que desde entonces defiende la Historia oficial (ya sabemos lo mentirosa que suele ser la Historia oficial...). En el caso del libro de este periodista argentino, se suma a las filas de cuantos apuestan porque escapó hacia América del Sur, donde halló refugio y vivió tranquilamente hasta el final de sus días bajo la protección de alguno de los regímenes autoritarios de la zona, cuyos dirigentes todos habían sido grandes admiradores del Tercer Reich.
El exilio de Hitler se divide en dos partes de siete capítulos cada una. En la primera se explica punto por punto la versión oficial de los últimos días de la Alemania nazi aceptada como tal por los Aliados desde hace decenios. Una versión que ha sido principalmente popularizada (y casi siempre deformada) por el cine y la televisión abusando de los arquetipos y la versión subjetiva que todos conocemos. Tal vez la película que más fielmente ha reproducido esta versión es justo de origen alemán: se estrenó en 2005 con el título de Der Untergang (en español, El Hundimiento, aunque en algunos países americanos tradujeron el título como La Caída). Dirigida por Oliver Hirschbiegel a partir del libro homónimo de Joachin Fest y las memorias autobiográficas firmadas por Traudl Junge y Melisa Müller, cuenta con el mejor Hitler cinematográfico de la historia: el actor suizo Bruno Ganz. Sólo por ver su encarnación del Führer (arriba a la derecha) merece la pena ver el largometraje.
Sin embargo, la parte interesante del libro es la segunda, donde desmonta muchos de los detalles aceptados formalmente por todo el mundo y reflejados en la primera parte. Citaré sólo dos de los argumentos más interesantes. El primero es un hecho asombroso: la versión oficial sobre el destino de Hitler se basa en numerosos libros y películas confeccionados todos ellos a partir de la copia y repetición de un único informe, el que el mayor Hugh Trevor Roper elaboró deprisa y corriendo nada más terminar la guerra para las autoridades angloamericanas (y que posteriormente publicaría con más detalle en el mercado literario) titulado Los últimos días de Hitler, un clásico de la materia. Ahora bien, este texto está basado en deducciones del propio Trevor Roper y no en pruebas tangibles. Durante su investigación que duró unas pocas semanas en el Berlín destrozado de la postguerra, el militar no pudo encontrar ninguna prueba de la muerte de Hitler o Eva Braun, ni de ninguno de sus principales lugartenientes. Ni siquiera pudo investigar a fondo el bunker, que por entonces estaba inundado, lleno de escombros y prácticamente inaccesible. Sus étereas conclusiones se basan en las confusas respuestas que pudo sonsacar a los pocos militares alemanes de baja graduación a los que consiguió entrevistar en las prisiones anglonorteamericanas pues no pudo hacer lo mismo con aquéllos que estaban en poder de los soviéticos.
De hecho, jamás se encontró el cadáver de Hitler. El año pasado se desveló gracias al ADN que el famoso fragmento de su presunta calavera que se encuentra guardada bajo siete llaves en poder de los militares rusos ¡en realidad pertenecía a una mujer desconocida de treinta y tantos años! Hoy esto se ha olvidado pero Basti nos recuerda que los propios militares soviéticos siguieron diciendo durante mucho tiempo, incluso en ruedas de prensa con periodistas internacionales, que el líder nazi había huído. Stalin mismo decía a quien quisiera oírle, por ejemplo al presidente Truman en la cumbre de Postdam, que se le había escapado "entre los dedos, seguramente hacia España o Argentina"
El segundo argumento hace referencia a un documento nazi del servicio de seguridad personal de Hitler, una comunicación oficial secreta, que publica el libro y en el que se detalla el viaje de un avión desde el aeropuerto austríaco de Hörching (adonde habría conseguido escapar desde Berlín en el último momento) a Barcelona el 26 de abril de 1945. El documento se titula Viaje especial del Führer a Barcelona y detalla la lista de pasajeros que le acompañarían: el doctor Goebbels y su familia (aunque los nombres aparecen tachados..., porque sabemos que al final ellos sí se quedaron en Berlín, donde todos murieron), Eva Braun y algunos altos oficiales nazis como el SS Gruppenführer Müller, jefe de la Gestapo, e incluso Frau Manzialy, la cocinera personal de Hitler desde 1937. La idea es que una vez en territorio amigo (pues aunque Franco se había ido desligando oficialmente en los últimos meses de la guerra del régimen nazi en secreto seguía manteniendo relaciones intensas) pudo trasladarse por España con relativa seguridad y embarcarse probablemente en las costas gallegas en un submarino rumbo a Argentina.
Y para la reflexión, queda esta foto de la izquierda. Está tomada el 21 de abril de 1945 en el bunker de Berlín, pocos días antes del presunto suicidio, y en ella aparece junto al Generalfeldmarschall Schorner. Es la última imagen oficial que existe de él. Resulta interesante fijarse en el aspecto de Hitler: no parece el líder envejecido, encorvado, titubeante, tembloroso y definitivamente acabado que normalmente se nos presenta en la versión oficial. El día anterior, el comandante naval Luedde-Neurath dejó escrito en su diario personal que durante la conferencia militar del 20 de abril "los discursos y los ojos de Hitler eran expresivos como siempre. Su elasticiad espiritual aparecía preservada, él no estaba enfermo".
La conclusión de Basti es que todo fue una farsa en la que participó al menos uno de los dobles conocidos del líder del nacionalsocialismo (opino igual) y en la que colaboró activamente (discutible...; personalmente no la comparto pero es la idea del autor) la cúpula gobernante de los propios EE.UU. donde Hitler tenía simpatizantes del calibre de Henry Ford, Joseph Kennedy o la familia Harriman. Todos ellos contarían con la idea de poder tal vez recuperarle en el conflicto que los analistas de la época ya auguraban sucedería a la Segunda Guerra Mundial: la Guerra Fría entre el Capitalismo y el Comunismo. Conocemos alguna frase premonitoria del propio Hitler en ese sentido, como la que emplea el periodista e investigador argentino al comienzo del libro cuando, en los últimos días en el bunker, dijo textualmente: "mientras yo viva no habrá conflicto entre Rusia, América e Inglaterra..., porque están unidos para destruirme. Sin embargo, si yo estoy muerto, no permanecerán juntos, debe venir el conflicto. Y cuando éste llegue, yo debo estar vivo para guiar a los alemanes, para que se levanten de la derrota y lleguen a la victoria final. Alemania sólo puede pensar en la victoria si primero la gente piensa que yo estoy muerto".
Éstos y otros enigmas sobre la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo la posible descendencia del propio Hitler y Eva Braun (es una de las leyendas más peculiares de la época: se dice que tuvieron dos hijos, niño y niña, que fueron enviados a España donde se criaron protegidos por sendas familias de nuestro país), son los que merece la pena estudiar e investigar, en lugar de perder el tiempo en debates estúpidos como el generado estas últimas semanas en Berlín por culpa de las piezas expuestas (uniformes, bustos, propaganda nazi...) en una simple exposición titulada Hitler y los alemanes. Nación y crimen, cuyo único mérito es el hecho de haber sido organizada en territorio alemán, porque la acomplejada casta política germana contemporánea tiene prohibido hablar de su pasado y obedece bovinamente a quienes le mandan.
es una muy mala copia de El escape de Hitler (ver website con copyrigth de 1999 !! www.hitlers-escape.com ) de Patrick Burnside y editado en varias ediciones y editores desde el año 2000 y hasta 2004 en español.
ResponderEliminarQuién copió a quién?. Basti asegura que el inglés se contactó con él, prometió que iba a hacer una película con su material y terminó publicando lo que el mismo Basti le compartió, en forma de libro sin pagarle nada de sus derechos de autor. Creo que el video donde lo dice es este: http://www.youtube.com/watch?v=6D3nviUrC14
Eliminar(Si no, buscar en videos de ese tipo, porque allí Basti lo afirma)