Mi película favorita de John Carpenter es, por muchas razones, Ellos Viven. Data de 1988 y ha envejecido no del todo bien, pero es un referente imprescindible del cine de Ciencia Ficción por un lado y del Filosófico por otro. He hablado en alguna otra parte sobre ella así que no me voy a extender mucho, aunque recomiendo encarecidamente a todo aquél que aún no la haya disfrutado que la busque, la vea y reflexione sobre lo que cuenta. Ahora simplemente lo que me interesa es recordar una secuencia concreta del largometraje, cuando el despistado protagonista descubre por azar (el inexistente azar) una emisión pirata de televisión en la que un desconocido advierte a los ciudadanos acerca de una silenciosa invasión de unos seres de origen desconocido y aspecto horrendo que, mezclándose poco a poco con los verdaderos humanos, se han apoderado de los resortes del poder. “Ellos viven, nosotros dormimos...”
Me acuerdo de esta escena cada vez que trato de encontrar algo interesante en el amplio abanico de vulgaridades, repeticiones y pérdidas-de-tiempo-variadas-televisivas a la que podemos acceder diariamente a través de la nunca antes tan bien definida como “caja tonta”. Sobre todo desde que en lugar de televisión analógica disfrutamos de la maravillosa TDT o Televisión Digital Terrestre: el mayor timo encajado por la sociedad española desde que nos vendieron el cuento del euro (ese fracaso de moneda única gracias a la cual hemos terminado por destrozar nuestra economía, especialmente la familiar).
La TDT procede a la transmisión de una señal digital a través de una red de repetidores terrestres y se supone que implica varias ventajas. La primera de ellas es la compresión de la señal, lo que significa que necesita menos espacio para llegar hasta nosotros al precisar de un ancho de banda menor. Hablando en plata: permite transmitir mayor número de canales utilizando el mismo espacio de antes. ¡Hey, qué bueno! Eso significa que tendré la posibilidad de elegir entre muchos más proveedores. Es decir, no sólo los canales de RTVE y las autonómicas, A3 y Tele 5, las pequeñitas de Cuatro y la Sexta y alguna que otra local que pillara en mi ciudad...
.ERROR.ERROR.ERROR.ERROR.ERROR.ERROR.ERROR.
La realidad es que no se puede elegir entre muchos más proveedores sino entre muchos más canales de prácticamente los mismos proveedores, que no es lo mismo. Es decir, ahora podemos ver las mismas series (y sobre todo la repetición de las series antiguas) y programas que antes veíamos en un solo canal pero en dos, tres o cuatro canales. Algunos casos son especialmente patéticos como los de la Sexta, cadena que hasta ahora a duras penas era capaz de mantener una programación medianamente coherente en un canal y que, gracias a sus amistades en el poder que todos conocemos bien, han conseguido ¡dos canales más! ¿Y para llenarlos con qué? Con más repeticiones..., y con teletiendas. Es increíble el número de teletiendas, de "concursos facilísimos" y de adivinas fraudulentas que proliferan en los nuevos canales de la TDT, esa televisión de calidad como la vendió (a quien quiso comprarle la publicidad) el gobierno.
También resulta bastante absurdo el empeño de las cadenas digitales por copiarse unas a otras emitiendo el mismo tipo de programas a la misma hora. Por ejemplo, esos debates políticos que proliferan ahora por la noche (en obvia imitación de los que existen en las cadenas de radio) en Intereconomía, Veo7, la 10..., que no interesan lo más mínimo al espectador de televisión. Alguien que se pone delante de la pantalla a las once de la noche no lo hace para ver a un montón de señores encorbatados y señoras trajeadas, sentados todos a una mesa, para debatir sobre "los grandes temas del día" o para criticar al gobierno. No hay nada más aburrido. La fórmula, por su propia naturaleza, funciona en la radio pero no en la televisión. Lo más sorprendente es que los ejecutivillos que están al frente de estos canales se sorprendan luego de que su audiencia sea una porquería mientras que la de otros canales como Nitro arrasen a base de programar películas o series de acción (por cierto, casi siempre repetidas).
La compresión digital llega a ser técnicamente de tal calibre que incluso sobra espacio en el espectro de emisión para otros usos como por ejemplo esas informaciones extras que aparecen insertadas en pantalla explicando qué programa estamos viendo o cuál viene después..., siempre que no aparezca el multipresente cartelito de No hay info.de eventos, claro. Además, con la compresión se puede emitir en alta definición y hay canales ya que lo están haciendo como TVE, Telemadrid, A3 o Tele5, más o menos en pruebas o ya en marcha. Y, en efecto, se puede ver muy bien... ¡la repetición de los mismos programas que antes veíamos de manera normal! Y es que a la TDT le pasa un poco como a Internet: hay un continente muy atractivo, con presentaciones llamativas y técnicamente impecables, pero el contenido original y en verdad interesante brilla por su ausencia en la oferta disponible.
La televisión es un negocio caro, de todas formas, y el día de mañana muchos de los canales que tenemos a nuestra disposición habrán desaparecido porque simplemente no serán rentables. En un futuro más inmediato de lo que muchos de los que se han embarcado en estos proyectos piensan, la supervivencia sólo será posible a través de los canales especializados, un poco como se está definiendo en las plataformas de pago, donde hay emisiones especialmente dedicadas a lo que las gentes de marketing (o mercadotecnia) llaman targets (o blancos, nichos de audiencia) concretos. Un ejemplo fácil de entender es el Canal Historia, dedicado en exclusiva a reportajes y documentales sobre distintas épocas históricas.
La segunda gran ventaja teórica de la TDT es la mejoría de la calidad tanto en imagen como en sonido. Se supone que al estar ambos codificados de manera digital, si se produce alguna distorsión en la señal, el receptor (el propio televisor) puede corregirla y ofrecer una calidad incomparable. Se supone..., porque todos los que tenemos una TDT también tenemos la experiencia de esas pantallas pixeladas, mucho más molestas e infinitamente más indescifrables que la "nieve" que de vez en cuando interfería las emisiones analógicas o, directamente, el llamado efecto abismo que consiste en que no se ve nada más que la pantalla en negro porque la señal no puede interpretarse. Otra experiencia curiosa es la de no poder captar todos los canales que se ofrecen. Según la zona en la que se resida y el tipo de antena que se tenga, se pueden ver unos u otros... Además, resulta que existen distintos estándares tecnológicos (en el mapamundi de arriba a la derecha los vemos representados en distintos colores) y no es lo mismo el ATSC que se emplea en EE.UU. (y por zona de influencia en Canadá, México, El Salvador o Corea del Sur) que el DVB-T de Europa (que también utilizan países tan variados como Australia, Suráfrica, Cuba o Turquía), el ISDB-T japonés que es el más empleado en Iberoamérica o el DTMB que usan en China.
En el caso español, y después de unos tímidos experimentos que comenzaron en 2000 con la desaparecida plataforma Quiero TV, el apagón analógico (es decir, la sustitución de la antigua forma de hacer las cosas por la digitalización) arrancó en Lugo y concretamente en el municipio de Fonsagrada (y me gustaría saber por qué, ya que resulta curioso que fuera una localidad de nombre tan característico la elegida para ello). El exterminio de las emisiones analógicas se extendió gradualmente por distintas regiones españolas y hace prácticamente dos días, o sea el 30 de marzo de 2010, se produjo el apagón definitivo en toda España, a excepción de varios municipios donde por diversas dificultades no se llevó a cabo hasta el 2 de abril.
Ahora bien, queda una tercera gran ventaja de la TDT (aunque ésta no ha sido muy divulgada) y es el control estricto del negocio que las autoridades poseen a partir de ahora y que ayuda a imponer lo políticamente correcto y el pensamiento único. Ahí quiero volver a la película de Carpenter porque en ella se mostraba que es relativamente fácil interferir en una señal analógica y emitir a través de ella. De hecho, en las grandes ciudades españolas han estado funcionando hasta hace dos días multitud de pequeñas emisoras "piratas" (alegales o alternativas, según la definición empleada por muchas de ellas) con un alcance generalmente limitado a determinados barrios y un tipo de programación social y crítica con el statu quo que incluía contenidos interesantes. Algunas llevaban ya una cierta experiencia acumulada tras años de emisión. La digitalización las ha barrido del panorama. A partir de ahora, quien quiera dedicarse al arte de manipular las conciencias públicas deberá ceñirse estrictamente a las normas y fichar en los controles correspondientes.
Yo de todas formas paso (y pasaba) más tiempo viendo DVDs y navegando por Internet que malgastándolo con la tele.
Yo de todas formas paso (y pasaba) más tiempo viendo DVDs y navegando por Internet que malgastándolo con la tele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario