Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mitos y Xibalbá

Suele definirse el Mito como una narración de corte tradicional, un fragmento del sistema de creencias de una comunidad o incluso de una cultura completa, en la que aparecen seres extraordinarios como dioses, monstruos y héroes, protagonizando todo tipo de acontecimientos prodigiosos. Para entender el Mito, hay que formar parte del entorno que lo modeló (aunque sólo sea por afinidad mística o espiritual, en el caso de que nos quede demasiado lejos desde el punto de vista geográfico y/o temporal). Si uno no se integra en su, digamos, vibración básica, si no se funde con él, será incapaz de desentrañar las enseñanzas ocultas en las aventuras de sus protagonistas y por tanto de obtener provecho más allá de pasar un simple rato entretenido... Porque la diferencia básica respecto a otro tipo de relatos como el Cuento o la Leyenda es el significado profundo detrás de lo evidente e incluso de lo alegórico que pueda aparecer en primer plano.

Aquél que es incapaz de mantener la conciencia consigo como un preciado triunfo más allá de las aguas del Leteo estará, pues, condenado a olvidar. No verá otra cosa que una especie de historieta más o menos divertida, siempre prescindible, y por tanto no podrá apoderarse de la olla de oro enterrada justo al lado del Arco Iris. En el caso de los talibanes del racionalismo, aún será peor: tratarán de darle un sentido intelectual ("se trata de un discurso metafórico que describe cómo debe constituirse una sociedad ideal y aquéllos que la integran, y lo que sucede cuando alguien se sale de este guión y etc.") y lo reducirán en cuanto puedan a la categoría de patraña. 

Pero el Mito es bastante más que eso... Es la Historia antes de que existiera la Historia, la que explica los porqués del mundo: desde el origen de cuanto nos rodea hasta la razón de nuestra misma existencia en medio de este sospechoso campo de batalla. Y está forjado no en los telares de la mente sino del corazón: por eso es la base de la Weltanschauung o cosmovisión de un grupo humano determinado, cuya sangre (y sólo la suya) hierve de emoción al releer o, sobre todo (debido a su origen oral), al volver a escuchar los hechos fabulosos que atesora.


Existen mitos de diversos tipos: desde las teogonías que explican cómo, cuándo y por qué nacen los dioses de los diversos panteones religiosos hasta los de la creación (del universo, del mundo, de una ciudad concreta...), pasando por los del origen del propio ser humano y, naturalmente, los de la escatología que explican con todo lujo de catastróficos detalles cómo será el temido Fin del Mundo (temido, no porque se pierda el cuerpo al morir en él, sino porque también se puede perder el espíritu para toda la eternidad si el dios de turno decide castigarnos por nuestro proceder impuro o pecaminoso). Esto abre un inmenso abanico de relatos e historias que en teoría debería conducirnos hasta un número casi infinito de explicaciones de la vida. Y sin embargo...

Sin embargo, hay muchísimos aspectos en los mitos de pueblos muy alejados física y (en teoría) culturalmente unos de otros que, para sorpresa del estudioso, parecen calcados unos de otros, como si fueran adaptaciones particulares de un único Mito original que en cierto momento se hubiera desparramado por el planeta. Dioses que residen en el aire (en los cielos o en naves asombrosas) o bajo el agua (porque los dioses que lo hacen bajo la tierra suelen ser demonios)..., héroes, monstruos y/o gigantes como resultado de las cópulas entre dioses y hombres..., grandes catástrofes protagonizadas por el fuego o bien las inundaciones para destruir una sociedad malvada o incluso humanidades de una época muy anterior en el tiempo..., una edad de oro maravillosa en el comienzo de los tiempos y otra degenerada al final de los mismos... Y tantas otras.


A veces el Mito se muestra en lo que llamamos el mundo real. En agosto de 2008, un equipo de arqueólogos encontró en México la "entrada a Xibalbá", al temible inframundo maya. O, al menos, una buena imitación. Se trataba de un conjunto de templos subterráneos junto a cenotes o lagos sagrados, algunos de ellos ubicados en espacios verdaderamente incómodos como por ejemplo algunos agujeros de hasta cuarenta metros de profundidad. En una de estas grutas subterráneas encontraron una calzada bien pavimentada de casi cien metros de largo que fue comparada con la del enclave de Chichén Itzá. Esta misteriosa calzada finaliza en tres plataformas que llegan al agua subterránea tras pasar junto a una columna de estalactitas y estalagmitas que dicen se asemeja al ceiba, el árbol de la vida en las creencias mayas. En algunas de estas grutas los expertos hallaron un portal natural tapiado con piedras labradas y un acceso de menos de un metro de altura en cuyo interior aparecieron restos óseos de seres humanos junto con ofrendas funerarias.


Cuando surgió la noticia, se anunció que las investigaciones se ampliarían "próximamente" para explorar "los vestigios del culto subterráneo" pero no he sabido más acerca de esta campaña. En las crónicas del siglo XVI, los conquistadores españoles citan casi una veintena de cuevas de este tipo, o de cenotes, donde se desarrollaban diversos rituales mayas. Una decena de ellos ya han sido localizados por los arqueólogos. Todavía hay mucho por desenterrar en la zona del Yucatán donde se cree que la enorme selva que ocupa buena parte del Estado oculta muchos más restos aún por descubrir.

En cuanto a Xibalbá, qué curioso que el Infierno se halle siempre bajo tierra. En el caso de los mayas, en las cuevas de allí abajo viven los Señores Malignos. Llegar hasta sus dominios es harto peligroso pues se hace necesario recorrer un camino largo, escarpado y lleno de trampas. Y aún si se consigue alcanzar indemne el oscuro reino bajo tierra, difícil sería escapar a la ira de los trece (¡trece!) peligrosos seres demoníacos que lo habitan. Gobernados por Vucub Camé y Hun Camé, el resto de los diablos son Xiquiripat, Chuchumaquic, Ahalpuh, Ahalcaná, Chamiabac, Chamiaholom, Quicxic, Patán, Quicré y Quicrixcac. Menuda alineación...


Pero insisto: ¿por qué allí abajo, profundo en el interior de la Tierra? Igual que el Hades de los romanos, la Tierra de Hel de los nórdicos, la sala de calderas de Pedro Botero de los católicos, el inframundo que debía atravesar durante la noche la barca solar de los egipcios, y tantos otros. ¿Es realmente tan terrible lo que se esconde abajo, a nuestros pies?


¿O es todo lo contrario? ¿Tal vez haya en realidad un paraíso en lugar de un infierno, y la manera de protegerlo yevitar que se llene de gente es metiéndole miedo a todo el mundo sobre lo que podrían encontrar? Quién sabe...

 


1 comentario:

  1. ¿Por qué bajo tierra?: Jim morrison lo dijo ya en uno de sus versos: escondemos nuestros locos, no nos gusta ver los gusanos bajo nuestras piedras.
    F.
    fascination_127@hotmail.com

    ResponderEliminar