Uno de los temas de conversación favoritos de los aficionados a la conspiranoia durante los años noventa del siglo pasado fueron las misteriosas mutilaciones de ganado que se produjeron en diversos puntos del mundo y con especial incidencia en los EE.UU.: ovejas, caballos y, sobre todo, vacas y toros aparecían muertos y /o mutilados en circunstancias verdaderamente extrañas. Alguien o algo les había cortado la lengua y los labios, o las ubres, o los ojos, o los órganos sexuales, les había recortado las orejas, les había extraído los órganos blandos de la parte inferior del cuerpo e incluso extraído el ano. En la mayoría de los casos aparecían incisiones o cortes practicados según todas las apariencias con algún tipo de instrumento quirúrgico..., y además no se apreciaba signos de depredadores alrededor del cuerpo (lo cual descartaba que hubieran sido víctimas de algún carnívoro salvaje). Lo más llamativo e inquietante de los casos era la constatación de que la sangre de los cuerpos había sido drenada y que no existían residuos orgánicos en las inmediaciones. Sea quien fuere el responsable de las mutilaciones, su trabajo era limpio y eficaz.
En realidad, la insólita casuística de las mutilaciones (que fue objeto de al menos dos investigaciones federales independientes en los EE.UU.) se remonta al decenio de los años sesenta, cuando se informó de los primeros casos en los Estados de Kansas y Pensilvania. Un caso concreto en Colorado trascendió a la prensa nacional y a partir de entonces empezaron a registrarse en todo el país y se sugirió por primera vez la posible implicación de extraterrestres operando en secreto, quizá con el objeto de realizar experimentos concretos con el ganado norteamericano. Para 1975, un senador llamado Floyd K. Haskell solicitó ayuda formal al FBI ante la creciente preocupación pública: sólo en Colorado, aseguró, había contabilizado hasta 130 mutilaciones. No obstante, como digo fue en los noventa cuando el asunto se popularizó, en parte gracias al éxito de una serie televisiva de culto, Expediente X, creada por Chris Carter y protagonizada por Dave Duchovny (con ese apellido, Duch-OVNI, estaba el hombre predestinado...) como el popular y torturado agente Fox Mulder y Gillian Anderson en el papel de la primero escéptica y progresivamente creyente Dana Scully.
Aunque hoy día no se oiga hablar mucho del asunto, lo cierto es que las mutilaciones de ganado continúan produciéndose (y también los avistamientos masivos de ovnis, sean éstos lo que sean..., aunque la prensa "normal" no suele hacerse eco de ello y actúa como si estas extrañas apariciones celestes fueran una simple moda del pasado que hubiéramos superado definitivamente). Además, estos enigmáticos hechos han generado algunas variantes curiosas, dignas de las películas de terror, como el caso del chupacabras. El origen del chupacabras parece estar en Puerto Rico (Estado libre asociado de los EE.UU.) aunque su presencia se extiende a toda la América hispana, como una especie de versión rural y menos culta de los malvados alienígenas responsables de hechos similares en territorio yankee. De hecho, algunas de las descripciones populares de este ser lo representan de manera muy similar al tipo de extraterrestres conocido como "grises": una criatura de un metro de altura como mucho, gran cabeza ovalada, ojos grandes y saltones y piel verduzca y en ocasiones escamosa... Otros testigos de sus fechorías le adjudican un rostro más animalesco, parecido a un perro salvaje con colmillos desmesurados pero también con ojos grandes. Lo interesante es que, como en el caso de las mutilaciones "normales" de ganado, en las del chupacabras los animales aparecen también desangrados, generalmente a partir de un único agujero. Además, nadie sabe exactamente cuándo ni cómo se produce el ataque porque los animales afectados no suelen reaccionar con alarma ni llamar la atención.
Estas historias de mutilaciones molestan y atemorizan al hombre corriente porque es cierto que hay cosas peores que la muerte y una de ellas es verse mermado de forma brutal de alguna parte de nuestro cuerpo. Las mafias de mendigos que controlan la pobreza de las grandes ciudades lo saben y por eso se "cotizan" a buen precio los menesterosos que pueden mostrar muñones mondos y lirondos como prueba de que no fingen, de que realmente les falta algún pedazo precioso de su envoltura física, y con ello pueden mover más fácilmente a la compasión a los impresionados ciudadanos que, por un instante, se ponen en su lugar y sienten pavor de imaginarse en la misma circunstancia.
Históricamente, las mutilaciones se han empleado de dos formas: como arma de guerra y como arma de dominación religiosa. Como arma de guerra, tal vez el mayor entusiasta de las mutilaciones (ajenas) y difusor de sus ventajas en el mundo antiguo fue el Imperio Romano: ese modélico ejemplo de pacificación..., por la vía del genocidio de otros pueblos. Por ejemplo, Julio César adquirió la costumbre de cortar las dos manos a los guerreros celtas que se atrevían a rebelarse contra su guerra de conquista en las Galias y, tras ser derrotados, resultaban capturados. Luego los dejaba en libertad. Si los guerreros lograban sobrevivir a tan horribles heridas, su destino era peor que la muerte ya que entonces no existía Seguridad Social ni nada parecido y un hombre dependía de su propia fuerza e ingenio para sobrevivir, bien solo, bien en sociedad. Sin manos, era difícil encontrar una ocupación que le diera de comer más allá de una mendicidad a la que los galos no estaban acostumbrados (ni comprendían, culturalmente). Muchos mutilados acababan suicidándose. Luego los neófitos se extrañan de que los guerreros hispanos, que amaban aún más que los galos su libertad y su independencia, prefirieran inmolarse a sí mismos cuando se sabían derrotados que caer en manos de las crueles legiones romanas...
En cuanto a la mutilación religiosa, sólo cabe decir que cuando una persona es troceada en honor a una presunta divinidad, sobre todo si el ritual se desarrolla sobre un menor de edad incapaz de decidir sobre su propio cuerpo, nos hallamos en el 99 por ciento de los casos ante una barbarie digna de esclavos espirituales (o de gentes con apariencia humana pero alma de orco) sometidos a dioses demoníacos. Es este tipo de mutilación, en nombre de la "inferioridad femenina" y su obligada inclinación ante las aberrantes creencias impuestas por los enloquecidos servidores de dioses extremadamente "machos", el origen de una brutalidad repugnante: la ablación o mutilación genital femenina. Este domingo se conmemora el Día Mundial de Tolerancia Cero contra ella (la ONU tiene vendido prácticamente todo el almanaque, día por día, para conmemorar algo en cada momento del año: así consigue interesantes subvenciones de todo tipo de asociaciones interesadas; en este caso, sin embargo, es bueno recordar lo que ocurre en el mundo con tantas mujeres). Según la Organización Mundial de la Salud, unos tres millones de niñas cada año sufrirán esta bestial humillación que es, además, un atentado no sólo físico sino psíquico (e incluso energético dado que afecta a la parte del cuerpo que alberga la pila atómica gracias a la cual nos manifestamos en este mundo: la vitalidad, que nace de nuestra fuerza sexual). La misma OMS cifra en 140 millones de mujeres el número de las que han padecido semejante barbarie que se practica en muchos países. En algunos de ellos, ya incluso con el concurso del personal sanitario para "evitar consecuencias perniciosas" (es decir, para evitar que se les mueran las niñas por una infección, porque el resto de consecuencias siguen estando ahí: según el especialistas de la OMS Elis Johansson, son perjuicios "para el equilibro físico, psíquico y sexual además dee riesgos en el embarazo y el parto").
Sin embargo, muchos de los que levantan la voz contra la ablación en la misma OMS guardan un atronador y cómplice silencio ante otra mutilación igual de brutal que se practica quizás en mayor número de países, sólo que en este caso a los niños en lugar de a las niñas, y también originalmente como muestra de sumisión a un dios que, visto lo visto, no tiene otro calificativo que el de diabólico: la circuncisión. Que yo sepa, la circuncisión carece de su Día de Tolerancia Cero..., y ello a pesar de que, si elevada nos parece la cifra de 140 millones de mujeres sometidas a la ablación, más debería parecernos el que, según estimaciones de la misma OMS, nada menos que ¡el 30 por ciento! de todos los hombres del planeta han sufrido esta mutilación genital (la mayoría a los pocos días de vida y sin necesidad alguna) que, hoy sabemos, no es imprescindible ni especialmente beneficiosa (más bien al contrario) según la versión sostenida por algunos médicos influyentes durante mucho tiempo.
Estas historias de mutilaciones molestan y atemorizan al hombre corriente porque es cierto que hay cosas peores que la muerte y una de ellas es verse mermado de forma brutal de alguna parte de nuestro cuerpo. Las mafias de mendigos que controlan la pobreza de las grandes ciudades lo saben y por eso se "cotizan" a buen precio los menesterosos que pueden mostrar muñones mondos y lirondos como prueba de que no fingen, de que realmente les falta algún pedazo precioso de su envoltura física, y con ello pueden mover más fácilmente a la compasión a los impresionados ciudadanos que, por un instante, se ponen en su lugar y sienten pavor de imaginarse en la misma circunstancia.
Históricamente, las mutilaciones se han empleado de dos formas: como arma de guerra y como arma de dominación religiosa. Como arma de guerra, tal vez el mayor entusiasta de las mutilaciones (ajenas) y difusor de sus ventajas en el mundo antiguo fue el Imperio Romano: ese modélico ejemplo de pacificación..., por la vía del genocidio de otros pueblos. Por ejemplo, Julio César adquirió la costumbre de cortar las dos manos a los guerreros celtas que se atrevían a rebelarse contra su guerra de conquista en las Galias y, tras ser derrotados, resultaban capturados. Luego los dejaba en libertad. Si los guerreros lograban sobrevivir a tan horribles heridas, su destino era peor que la muerte ya que entonces no existía Seguridad Social ni nada parecido y un hombre dependía de su propia fuerza e ingenio para sobrevivir, bien solo, bien en sociedad. Sin manos, era difícil encontrar una ocupación que le diera de comer más allá de una mendicidad a la que los galos no estaban acostumbrados (ni comprendían, culturalmente). Muchos mutilados acababan suicidándose. Luego los neófitos se extrañan de que los guerreros hispanos, que amaban aún más que los galos su libertad y su independencia, prefirieran inmolarse a sí mismos cuando se sabían derrotados que caer en manos de las crueles legiones romanas...
En cuanto a la mutilación religiosa, sólo cabe decir que cuando una persona es troceada en honor a una presunta divinidad, sobre todo si el ritual se desarrolla sobre un menor de edad incapaz de decidir sobre su propio cuerpo, nos hallamos en el 99 por ciento de los casos ante una barbarie digna de esclavos espirituales (o de gentes con apariencia humana pero alma de orco) sometidos a dioses demoníacos. Es este tipo de mutilación, en nombre de la "inferioridad femenina" y su obligada inclinación ante las aberrantes creencias impuestas por los enloquecidos servidores de dioses extremadamente "machos", el origen de una brutalidad repugnante: la ablación o mutilación genital femenina. Este domingo se conmemora el Día Mundial de Tolerancia Cero contra ella (la ONU tiene vendido prácticamente todo el almanaque, día por día, para conmemorar algo en cada momento del año: así consigue interesantes subvenciones de todo tipo de asociaciones interesadas; en este caso, sin embargo, es bueno recordar lo que ocurre en el mundo con tantas mujeres). Según la Organización Mundial de la Salud, unos tres millones de niñas cada año sufrirán esta bestial humillación que es, además, un atentado no sólo físico sino psíquico (e incluso energético dado que afecta a la parte del cuerpo que alberga la pila atómica gracias a la cual nos manifestamos en este mundo: la vitalidad, que nace de nuestra fuerza sexual). La misma OMS cifra en 140 millones de mujeres el número de las que han padecido semejante barbarie que se practica en muchos países. En algunos de ellos, ya incluso con el concurso del personal sanitario para "evitar consecuencias perniciosas" (es decir, para evitar que se les mueran las niñas por una infección, porque el resto de consecuencias siguen estando ahí: según el especialistas de la OMS Elis Johansson, son perjuicios "para el equilibro físico, psíquico y sexual además dee riesgos en el embarazo y el parto").
Sin embargo, muchos de los que levantan la voz contra la ablación en la misma OMS guardan un atronador y cómplice silencio ante otra mutilación igual de brutal que se practica quizás en mayor número de países, sólo que en este caso a los niños en lugar de a las niñas, y también originalmente como muestra de sumisión a un dios que, visto lo visto, no tiene otro calificativo que el de diabólico: la circuncisión. Que yo sepa, la circuncisión carece de su Día de Tolerancia Cero..., y ello a pesar de que, si elevada nos parece la cifra de 140 millones de mujeres sometidas a la ablación, más debería parecernos el que, según estimaciones de la misma OMS, nada menos que ¡el 30 por ciento! de todos los hombres del planeta han sufrido esta mutilación genital (la mayoría a los pocos días de vida y sin necesidad alguna) que, hoy sabemos, no es imprescindible ni especialmente beneficiosa (más bien al contrario) según la versión sostenida por algunos médicos influyentes durante mucho tiempo.
"hoy sabemos, no es imprescindible ni especialmente beneficiosa (más bien al contrario) según la versión sostenida por algunos médicos influyentes durante mucho tiempo".
ResponderEliminarBuffff, que frase tan rebuscada para concluir:
Según la versión mantenida por "algunos médicos" "influyentes" "durante mucho tiempo" es conforme a mi humilde parecer poco relevante si la comparamos con la opinión de "la mayor parte de los médicos" "relevantes" a "raíz de los últimos estudios ciéntíficos".
La realidad es que hoy se sabe que la circuncisión, si bien no es a priori imprescindible, resulta muy beneficiosa,pues entre otras cosas reduce las probabilidades de contagio de enfermedades de transmisión sexual.
Basta con informarse para saberlo.
Rahamanicus, no flipes, que a mi cuñado le tuvieron que hacer la fimosis por una cuestión de fertilización y el médico le puso sobre la mesa los inconvenientes y no son pocos.
ResponderEliminarDesde dolores y roces (el glande deja de estar protegido) hasta disminución del apetito sexual e incluso impotencia (por pérdida progresiva de sensibilidad y endurecimiento del miembro) pasando por todo tipo de riesgos de infecciones y hemorragias.
Como dice el autor en realidad la circuncisión en sí es una mutilación y una agresión a los niños pequeños cuando se hace sin razón médica alguna.