Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 28 de enero de 2010

Un ejemplo (entre muchos) de autocensura

La dictadura de lo políticamente correcto ha llegado (no es que esté llegando, no..., es que ha llegado ya) a unos niveles tan espantosos que demasiado a menudo la inmensa mayoría de los periodistas que sobreviven en los medios de comunicación tradicionales lo pasan realmente mal durante su trabajo. Por un lado está el hecho de tener que escoger la palabra adecuada, extraída del diccionario de lo permitido. Por ejemplo, por alguna extraña razón ya no se pueden utilizar palabras que nunca fueron ofensivas sino descriptivas como "minusválido", "negro", "preso" o "enano", sino que deben ser sustituidas por acepciones que cuenten con el nihil obstat del nuevo régimen mental que padecemos como "persona discapacitada", "persona de color", "recluso penitenciario" o "persona de tamaño claramente inferior a la media por razones genéticas". Y por otro lado está el asunto de la autocensura a la hora de decidir qué noticias se pueden dar y qué noticias no se pueden dar, en función no del interés que poseen en sí mismas sino de si es o no correcto divulgarlas. Cualquiera que trabaje en un medio de comunicación y lo haga además con los ojos abiertos sabe de lo que estoy hablando.

Y el caso es que eso es, de hecho, lo apasionante del oficio del periodista: poseer información que nadie más posee en ese momento y ser el primero en difundirla al resto de la población. Pero para ello necesita un medio lo bastante potente como para que su información llegue a la sociedad y, en ese medio, hay diversos mandos intermedios. Uno puede tener superada su autocensura personal y su miedo a lo políticamente correcto..., y encontrarse con que el mando inmediatamente superior (un redactor jefe, por ejemplo) ni una cosa ni otra, con lo que la información muere en su mesa de trabajo. "¿Cómo vamos a publicar esto? ¿Tú estás loco? ¡Y aunque fuera verdad, más vale que esperemos a que lo dé otro primero no sea que nos llevemos el guantazo!" ¿Algún periodista en la sala reconoce estas frases u otras similares?

Hoy contamos de todas formas con un potente e incontrolable aliado: Internet. Todo lo que antes fallecía de inanición mental por falta de difusión, acaba ahora en la Red, convertida así en un auténtico sumidero de informaciones. Muchas son una basura pero muchas otras son oro puro para el que las sabe valorar y rescatar. Gracias a Internet, por ejemplo, algunos periodistas con buena información y realmente concienciados han sido capaces de plantar cara a conocidas bandas de caraduras y manipuladores que, en los medios de comunicación "serios" (y amordazados por lo políticamente correcto), aún gozan de impunidad para seguir difundiendo su peculiar interpretación de la realidad y engañando así a los mortales corrientes, atontados con el conocido y falaz eslógan de "si lo ha dicho la tele será verdad". Sin duda el ejemplo más claro de esto es el grupito de jetas encabezado por la "simpática" directora de la OMS Margaret Chan(taje) que, gracias a Internet se está demostrando ahora, no sólo utilizaron la presunta "pandemia" de la Gripe A para meter miedo al mundo y permitir que las farmacéuticas hicieran el negocio de su vida con millones de vacunas inservibles (porque no se las pone nadie y porque, aunque se las pusieran, no servirían de nada en caso de que el famoso virus realmente mutara), sino que ellos mismos recibieron suculentas comisiones con las que construirse su chalecito particular en las Islas Barbados o cualquier otra playita.

¿Qué tiene que ver todo lo anterior con las fotografías del nuevo Airbus 340-600 que ilustran este artículo? Las imágenes son un ejemplo de información censurada en el mun
do libre en el que vivimos. Me las envió un amigo ingeniero que trabaja en un país árabe y me explicó sucintamente la siguiente historia: este aparato es el avión de pasajeros más grande que se ha construido hasta el momento (primo hermano del Airbus 380, cuyos problemas de desarrollo -algunos de ellos- han sido aireados últimamente por la prensa europea) y uno de los clientes que lo adquirió fue Tecnologías Aéreas de Abu Dhabi, ADAT (Abu Dhabi Aircrafts Technologies) para sus lujosas líneas aéreas, ETIHAD, que comenzaron a operar en noviembre de 2003. Como se puede apreciar en las imágenes superiores, se trata de un aparato concebido para viajar a todo trapo y mejor si es pagando en petrodólares. Costó unos 200 millones de dólares.

A finales de 2007, justo antes de que el avión fuera entregado a las autorid
ades aéreas del Emirato, un equipo de ADAT se desplazó a las instalaciones de Airbus en la ciudad francesa de Toulouse para familiarizarse con el aparato e incluso realizar unas pruebas en tierra incluyendo el comportamiento de los motores, ya que no habían tenido oportunidad de volar en él. La tripulación árabe condujo el avión hasta el área de pruebas y allí colocó los cuatro motores al nivel de potencia necesaria para despegar, sin darse cuenta de que a pesar de su tamaño (y también precisamente por ello, a fin de poder volar con el pasaje y la carga) este modelo es muy ligero..., y muy sensible.

Así que comenzó a sonar la señal de alarma de despegue en la cabina, ya que el ordenador de a bordo pensaba que el avión estaba intentando despegar pero la tripulación no había configurado
adecuadamente los parámetros técnicos como por ejemplo la disposición de los alerones. En ese momento, a uno de los miembros de ADAT se le ocurrió desconectar el fusible del circuito del Sensor de Aproximación a Tierra para silenciar la molesta alarma mientras el resto de sus compañeros examinaban el funcionamiento de los instrumentos y quizá trataban de orientarse con un manual de instrucciones. La desconexión del fusible engañó al ordenador, que dedujo que el avión estaba ya en el aire, volando, así que automáticamente soltó los frenos (el autor de esa desconexión no tenía ni idea de que acababa de eliminar un mecanismo de seguridad para evitar que un avión de este tipo pueda aterrizar con los frenos puestos). Resultado: el 340-600 salió disparado hacia delante.

Sorprendidos por lo ocurrido y, probablemente, rodando por el suelo a estas alturas, ninguno de los técnicos de ADAT fue lo bastante rápido ni lo bastante hábil como para quitar de inmediato la aceleración de los motores, así que el avión acabó empotrado contra una barrera.


Diez personas resultaron heridas, al menos tres de ellas de gravedad, durante el incidente..., y gracias, porque el aparato podría haber causado una auténtica catástrofe, si hubiera superado el parapeto de contención.

Esta noticia se produjo hace ya más de tres años. Mi corresponsal se preguntaba: ¿cuántas personas han oído hablar de ella, sobre todo fuera de Francia? ¿Por qué no se ha informado más ampliamente, con el tiempo transcurrido? Las autoridades francesas impusieron la ley del silencio por dos motivos. Primero, por la buena imagen de la compañía Airbus: aunque los técnicos europeos no tuvieran culpa del incidente, todas las informaciones relativas a errores, fallos o insuficiencias de un producto cualquiera en una compañía que cotiza en Bolsa pueden redundar en una bajada de acciones y prestigio, además de pérdida de credibilidad profesional y, por tanto, de negocio. Segundo, por evitar la difusión de una noticia que sería considerada por los árabes como insultante y como posible munición para todo tipo de chistes racistas del estilo "es que sólo saben conducir camellos".

Sin embargo, como vemos más arriba, las fotos acabaron filtrándose. Y, con ellas, la duda: ¿qué pasó con los periodistas que tuvieron conocimiento de lo ocurrido? ¿Sus jefes les impidieron publicar la noticia o callaron por propia voluntad? ¿Se autocensuraron? ¿Fueron comprados de alguna manera (no sé: se me ocurre por ejemplo con un pase para volar en aviones Airbus gratuitamente durante el resto de su vida)?

Antes de criticarlos, sería conveniente de todas maneras hacer examen de conciencia. Estoy convencido de que no existe un solo periodista que sea digno de ese nombre y que haya leído este texto que no guarde su propio Airbus estrellado en el armario de su dormitorio... Pero en todo caso la situación es la que es. La censura existe, la autocensura también.

No podemos escribir todo lo que sabemos. Y no será por falta de ganas.


2 comentarios:

  1. Efectivamente, no hay peor censura que la autocensura, y peor falta de libertad que la de los que se creen libres sin serlo.

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  2. Como leía hoy mismo en el lúcido comentario de un lector, en respuesta a un "artículo" publicado por una reportera en cierto diario digital sobre la situación actual en Libia (y que estaba caracterizada por la misma sarta de censuras, autocensuras, subjetividades, manipulaciones y abiertas mentiras de siempre), en los medios convencionales difícil será que un periodista pueda informar de verdad. Pero este lúcido lector anónimo, como digo, le recordaba a la reportera que justamente para eso está internet. Que cumpliera su labor como periodista (limitada por la línea editorial que le marca su periódico) pero que después, a título personal, por ejemplo a través de un blog personal, se atreviera a informar libremente, a contar todo lo que estuviera viendo durante su estancia en Libia y no solo "lo que le dejan contar" en su redacción, a publicar todo lo que en un diario convencional sería considerado "políticamente incorrecto".

    Me parece una muy buena alternativa (muestra de ello es esta misma entrada que aquí publicas sobre el incidente con el Airbus, y otras que se encuentran en este blog) que por algún motivo no muchos periodistas escogen. Si algún periodista lo lee, ahí queda la sugerencia.

    Saludos.

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