Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 13 de abril de 2010

Un discurso estremecedor, pero muy clarificador

Es una extraña sensación discutir de política (como de cualquier otra cosa) con Mac Namara, pero es lo que tiene convivir con un gato conspiranoico. Siempre tiene razones para todo, aunque la mayor parte de las veces no finaliza sus argumentos sino que los deja pendientes de un hilo, en la frontera entre la luz y la oscuridad, sin terminar de aclarar los puntos más interesantes. Entonces, muestra una de sus gestos particulares, del tipo de hasta-aquí-puedo-leer, se da media vuelta y se va. ¿Por qué haces eso?, le pregunto irritado. Para que uses tu cabezón y llegues a conclusiones por ti mismo, me responde con suficiencia. Y, claro, cualquiera le dice algo.

Esta mañana discutíamos acerca del porqué de que los políticos actuales (no sólo los españoles sino todos los contemporáneos, si es que uno tiene oportunidad de echar un vistazo a lo que está pasando en otros países) padezcan una alarmante y generalizada falta de nivel personal y humano, y se hayan convertido en simples máquinas de recaudar dinero, prebendas y privilegios, envueltos muchos de ellos en la corrupción, la prevaricación y la traición y muchos otros con ganas de caer en las mismas miserias pero sin oportunidad para ello. Mac Namara decía que es como la telebasura: no es que a la gente le guste, sino que si se la echan a todas horas por la tele la consume alegremente, como podría consumir alegremente cualquier otro tipo de programación si alguien prohibiera las vomitivas comparecencias de ese tipo de programas. Según él, con la política sucede igual y todo se debe a una estrategia bien diseñada por ellos (los famosos ellos a los que se refiere tan a menudo pero que nunca me explica quiénes son) destinada a desencantar y confundir a la población para que ésta acabara desinteresándose de la actividad política. La democracia, según él, evolucionará en breve hacia un sistema de políticos total y completamente profesionalizados que no necesitarán someterse a elección ninguna para perpetuarse en el poder pues el ciudadano medio acabará abdicando de su responsabilidad como zoon politikon (que diría Aristóteles) hastiado del hedor. Formalmente, seguiremos estando en una democracia pero en la práctica será una dictadura en toda regla.

- No puede ser así -me negué a asumirlo-, tiene que haber algún político que merezca la pena, que sea capaz de sacar esto adelante de alguna forma.

- ¿Conoces a JFK, John Fitzgerald Kennedy? -me interrumpió.

- ¿Cómo que si lo conozco? Naturalmente que lo conozco: es una figura contemporánea. Camelot, el sueño americano, ich bin ein berliner, Dallas y etcétera. Le asesinaron poco después de nacer yo en esta reencarnación.

Mac Namara asintió.

- ¿Sabes quién y por qué? -añadió- Oh, no me digas la estupidez ésa de Lee Harvey Oswald y la bala mágica. Oliver Stone ya explicó perfectamente en su película JFK

algunos detalle acerca de las mentirosas y escandalosas conclusiones del informe elaborado por la comisión oficial, presidida por el sinvergüenza de Earl Warren (entre cuyos miembros, ¡oh, sorpresa!, se encontraban el congresista y posterior presidente Gerald Ford, el exdirector de la CIA Allen Dulles y el ex presidente del Banco Mundial Richard Russell Junior). No, le mataron porque se plantó, decidió luchar e intentar arrebatarles el poder, parte de su poder. Kennedy les conocía perfectamente, sabía quiénes eran, había sido informado por ciertos asesores especiales y desconocidos del gran público y había escogido la opción de enfrentarse a ellos. El Rey Arturo y sus caballeros de nuevo contra el malvado dragón... Por eso fue "necesario" asesinarle y no sólo eso sino, casi medio siglo después, destruir su memoria llenándola de inmundicias y presentándole en sesudas "biografías actualizadas" como un alegre vividor interesado sólo en coleccionar amantes y tomar cocaína.

Quise replicar algo, pero Mac Namara no me dejó.

- JFK fue un político de los pies a la cabeza y quiso implicar a sus ciudadanos, descubrirles lo que había tras las bambalinas, pero no le dejaron, naturalmente. Existe un discurso que ofreció hace ahora casi 49 años, el 27 de abril de 1961, que debería ser de conocimiento general para todo aquél que desee saber lo que ocurría entonces (y lo que sigue ocurriendo ahora) pero que curiosamente no es uno de los más reproducidos por los actuales medios de comunicación. Se titula El presidente y la prensa y Kennedy lo ofreció ante un montón de plumillas de la American Newspaper Publisher Association en Nueva York pocos días después de la frustrada invasión de Cuba en la operación de Bahía de Cochinos. La primera vez que lo leí, lloré, porque entendía perfectamente lo que estaba diciendo y sin embargo estaba seguro de que ni el diez por ciento de los que le escucharon aquella lejana jornada se enteraron de lo que estaba queriendo comunicarles. Te lo reproduzco a continuación, en inglés en el original y traducido luego al español:

Ésta es la traducción de Mac Namara, para quien no desee ver los casi ocho minutos que dura el video (mi gato se empeñó en subrayar en negrita lo que más le llamó la atención de las palabras de Kennedy):

"Damas y caballeros: les agradezco su generosa invitación para que yo pueda estar aquí esta noche. Ustedes se enfrentan a importantes responsabilidades estos días. Un artículo que leí hace algún tiempo me recordó de qué manera tan particular y tan dura les afecta en su profesión acontecimientos como los actuales. He escogido como título de mis comentarios para esta noche “El presidente y la prensa”, aunque algunos podrían sugerir que hubiera sido más natural haberlo titulado “El presidente contra la prensa”… Pero les aseguro que no son ésos mis sentimientos esta noche.

"De lo que quiero hablar esta noche es de algo más serio, que concierne tanto a los simples redactores como a los mismos editores de los diarios. Hoy quiero hablar de las responsabilidades comunes que tenemos ustedes y yo frente a un peligro común. Los sucesos de las últimas semanas podrían haber servido para iluminar a algunos sobre este desafío, pero las dimensiones reales de su amenaza se han podido ver durante muchos años en el horizonte. Cualquiera que pueda ser nuestra esperanza para el futuro de poder reducir esta amenaza o convivir con ella, lo cierto es que no hay escapatoria, tanto por su gravedad como por la inmensidad de su reto para nuestra propia supervivencia y nuestra seguridad.

"Es un desafío que nos enfrenta con un estilo de hacer las cosas al que no estamos acostumbrados y que se manifiesta en cualquier esfera de la actividad humana. Este mortal desafío impone sobre nuestra sociedad dos exigencias que deberían preocuparnos a ambos: tanto a la prensa como al presidente. Dos exigencias que pueden parecer contradictorias en su tono pero que se deben reconciliar y efectuar conjuntamente si tenemos que resolver este peligro de alcance nacional. Me refiero, en primer lugar, a la necesidad de una mayor información pública y, en segundo lugar, a la necesidad de un mayor secreto oficial. La misma palabra “secreto” me parece repugnante en una sociedad libre y abierta y nosotros, como personas, nos hemos opuesto intrínseca e históricamente a las sociedades secretas, a los juramentos secretos y a los procedimientos secretos.

"Por eso decidimos hace tiempo que los peligros de ocultar hechos pertinentes de manera excesiva e injustificable sobrepasan, de lejos, los peligros que suelen citarse para justificar dicha ocultación. Incluso a día de hoy, no resulta muy valioso enfrentarse a la amenaza de una sociedad cerrada, imitando sus restricciones arbitrarias. Incluso a día de hoy, no resulta muy valioso intentar asegurar la supervivencia de nuestra nación si nuestras tradiciones no logran sobrevivir con ella. Y existe un grave peligro de que una proclamada necesidad de incrementar nuestra seguridad nos sea arrebatada y utilizada por personas ansiosas e impacientes por hacer realidad sus intenciones llegando a los mismos límites de la censura y la ocultación oficiales. Lo que yo me propongo no permitir, al menos hasta el punto en que esté bajo mi control. Ningún funcionario de nuestra administración, sea de un rango alto o un rango bajo, sea civil o militar, debe interpretar mis palabras aquí esta noche como una excusa para censurar las noticias, para callar a los que disienten, para encubrir nuestros errores o para ocultar, a la prensa o al público, los hechos que ellos merecen conocer.

(INTERRUMPIDO POR APLAUSOS)

"Enfrentamos la oposición en todo el mundo de una conspiración monolítica y despiadada que confía sobre todo en medios encubiertos para expandir su esfera de influencia a través de la infiltración en lugar de la invasión, a través de la subversión en lugar de los procesos electorales, a través de la intimidación en lugar de la libre elección de cada cual, a través del empleo de guerrillas nocturnas en lugar de ejércitos a plena luz del sol. Es un sistema que ha reclutado vastos recursos humanos y materiales en la construcción de una tela de araña, una máquina muy eficiente que combina operaciones militares, diplomáticas, de los servicios secretos, económicas, científicas y políticas. Sus preparativos son encubiertos, no se revelan públicamente. Sus errores se entierran, no aparecen en titulares. Sus disidentes son silenciados, no elogiados. Ninguno de sus gastos se cuestiona, ninguno de sus rumores se publica, ninguno de sus secretos se revela.

"Ningún presidente debería tener miedo del análisis público de su programa de acción pues de ese análisis surge la comprensión. Y de esa comprensión, el apoyo o la oposición: y ambos son necesarios. No estoy pidiendo a sus periódicos que apoyen a mi administración, sino que estoy pidiendo su ayuda en la enorme tarea de informar y alertar a los ciudadanos norteamericanos. Tengo plena confianza …

(INTERRUMPIDO POR APLAUSOS)

… en la respuesta y dedicación de nuestros ciudadanos si ellos están plenamente informados. Lo cierto es que no sólo no podría sofocar la polémica política entre sus lectores, sino que además le doy la bienvenida. Esta administración se propone ser sincera sobre sus errores pues, como dijo una vez un hombre sabio: “un error no se convierte en una equivocación, hasta que rechazas corregirlo”. Nos proponemos aceptar la completa responsabilidad de nuestros errores y esperamos que ustedes se den cuenta de ellos cuando nosotros nos descuidemos. Sin debate, sin crítica, ninguna administración, ningún país puede ser exitoso. Y ninguna república puede sobrevivir.

"Es por eso por lo que el legislador ateniense Solón consideró como un crimen que cualquier ciudadano decidiera desentenderse de la polémica política. Y es por eso también por lo que nuestra prensa fue protegida por la Primera Enmienda y es el único oficio en Norteamérica específicamente protegido por nuestra Constitución. Y no especialmente para servir de diversión o de entretención, no para destacar las cosas triviales o los asuntos amorosos, no para dar al público simplemente lo que desea…, sino para informar, despertar, reflejar... Para indicar tanto nuestros peligros como nuestras oportunidades, para señalar nuestras crisis y nuestras opciones, para conducir, moldear, educar e incluso a veces hasta para encolerizar a la opinión pública.

Esto implica la mayor cobertura y análisis posible de las noticias internacionales puesto que nunca más volverán a parecernos lejanas y carentes de interés por ocuparse de países extranjeros, sino cercanas y locales. Significa también una mayor atención para comprender mejor las noticias y una transmisión mejorada de las mismas. Y, finalmente, significa que el gobierno, en todos los niveles, debe cumplir su obligación de facilitarles a ustedes la maor información posible, disponible fuera de los estrechos límites de la seguridad nacional.

"Nosotros intentaremos hacerlo y por tanto es a la Prensa, como notaria de los hechos del ser humano, guardiana de su conciencia, mensajera de sus noticias, a la que buscamos para pedir su fuerza y su capacidad de resistencia, seguros de que con su ayuda el hombre podrá ser aquello que nació para ser: libre e independiente.

- Hasta aquí el discurso de Kennedy -interviene Mac Namara-. Ya no se hacen discursos así ¿no crees? Pero se equivocó: buscaba ayuda donde no podía encontrarla pues la Prensa, por desgracia, siempre ha sido uno de los principales objetivos de ellos. ¡Resulta un elemento muy eficiente en el control de las masas! Y para su época ya habían extendido sus tentáculos a los grandes medios. Es casi seguro que entre los que escucharon estas hermosas palabras aquel lejano 27 de abril de 1961 hubiera más de uno de sus enemigos tomando buena nota de este desafío a cara descubierta, que le costó la vida. Descansa en paz, viejo amigo JFK: otros seguimos tu lucha, ¡pero más astutamente que tú: desde el silencio!

Dicho lo cual, Mac Namara se estiró a la manera gatuna y con felina coquetería se dio la vuelta y se marchó de la habitación. Me dejó, como de costumbre, pensativo.

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