Para nadie será una sorpresa saber que gracias a este tipo de lúcidas reflexiones, Reich, uno de los más brillantes exploradores del alma humana durante el siglo XX (entre aquéllos cuyo trabajo se conoce públicamente) fue perseguido, encarcelado y muerto por causas "naturales" en prisión (oficialmente murió de un ataque al corazón, un día antes de apelar su sentencia) sólo dos años después de escritas esas palabras: el 3 de noviembre de 1957. No sufrió a manos de una dictadura, sino de nada más y nada menos que de una de las mayores democracias contemporáneas: los Estados Unidos. Para rematar su calvario personal, su obra fue posteriormente descuartizada, satirizada y ridiculizada por las autoridades académicas y su fama hundida en la ciénaga de los charlatanes y vividores.
Sin embargo, el amigo Wilhelm fue uno de los más brillantes discípulos de Sigmund Freud, participó en la Sociedad Psicoanalítica de Viena y desarrolló una de las mayores y más completas investigaciones sobre la sexualidad humana y los problemas generados de su incorrecta comprensión. Además, incorporó a la jerga científica un concepto básico del Misticismo de todos los tiempos y lugares: la energía vital básica que sostiene el universo. Lo que los hermetistas llamaban mente, los magos nórdicos identificaban con el vril y los sabios chinos conocían como chi o ki..., fue rebautizado por él como orgón, combinando las palabras orgasmo y organismo, que no en balde resultan tan homófonas. Wilhelm Reich comprobó que toda materia viva produce, y ha sido creada por, ese tipo de energía y, para refrendar su hipótesis, construyó ya en 1940 su primer Acumulador de Energía Orgónica. Buscaba acapararla para posteriormente proyectarla en los pacientes débiles o enfermos que necesitaran recuperarse.
Una prueba de la calidad de sus trabajos y de su independencia de criterio es que jamás pudo realizar su labor en paz puesto que fue perseguido por todo tipo de tendencias políticas: tanto por los círculos marxistas comunistas como por los fascistas y los nazis y finalmente por las autoridades democráticas norteamericanas que se permitieron el lujo, después de diagnosticarle como "esquizofrénico progresivo" (la vieja práctica totalitaria de declarar loco al que dice verdades), de ¡quemar sus libros! En efecto, hablamos del gobierno de ese presunto "paladín de la democracia" llamado David Dwight Eisenhower (un presidente con una faceta personal tan oscura como desconocida para el gran público), quien el 23 de octubre de 1956 arrojó las obras de Reich a la hoguera en el Incinerador Gansevoort de Nueva York. Y porque a esas alturas de la Historia ya no estaba bien visto quemar brujos en la hoguera que, si no, la Gran Manzana habría disfrutado de un inolvidable auto de fe "entregando a Dios" a un señor tan hereje.
Gracias a Internet, Wilhelm Reich no ha desaparecido de la memoria de la Humanidad y, además de sus seguidores, cualquiera puede informarse a fondo sobre su trabajo. Así que los interesados en profundizar en su obra lo tienen bastante fácil. En este comentario sólo deseo recordarle brevemente, rendirle un póstumo homenaje (un tanto alejado en el tiempo por razones obvias) y recordar algunos fragmentos de su pensamiento contenidos en un breve librito que escribió en 1945 y que resume el terrible drama en el que vive sumida la Humanidad y que él tan bien conoció (y padeció). El texto se titula ¡Escucha, pequeño hombrecito!, está dedicado a los seres humanos comunes y corrientes, a los que integran la sociedad en su mayor parte, y es una apasionante y emotiva reflexión de este científico incomprendido sobre el mayor problema al que se enfrentan: ellos mismos.
¡Escucha, pequeño hombrecito! advierte, entre otras cosas, de estas verdades:
* Te distingues de los hombres realmnete grandes sólo por un rasgo. El gran hombre ha sido como tú, un pequeño hombrecito, pero ha desarrollado una cualidad importante: ha aprendido a ver dónde era pequeño en su pensamiento y en sus acciones. En la realización de una tarea escogida por él mismo ha aprendido a darse cuenta de la amenaza que representaba su pequeñez y su mezquindad. Entonces el gran hombre sabe cuándo y en qué es pequeño. El Pequeño Hombrecito no sabe que es pequeño y tiene miedo de saberlo. Cubre su pequeñez y debilidad con fantasías de fuerza y grandeza -la fuerza y la grandeza de otros hombres-. Está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo. Admira las ideas que no tuvo y no las que sí pensó. Cree mucho más en las cosas que no comprende, y no cree en la veracidad de las ideas que entiende más fácilmente.
* El Pequeño Hombrecito no quiere oír la verdad sobre sí mismo. No quiere asumir la responsabilidad que le corresponde. Quiere seguir siendo un Pequeño Hombrecito o llegar a ser un pequeño gran hombre. Quiere enriquecerse o llegar a ser un líder político, o comandante de la legión o secretario de la sociedad' para la abolición de¡ vicio. Pero no quiere asumir la responsabilidad de su trabajo, del abastecimiento, de la construcción de viviendas, de los transportes, de la educación, de la investigación, de la administración... o de cualquier otra cosa.
* Te tengo miedo, Pequeño Hombrecito, un miedo mortal. Porque de ti depende el destino de la Humanidad. Te tengo miedo porque no hay nada de lo que huyas más que de ti mismo. Estás enfermo, ¡muy enfermo!, Pequeño Hombrecito. No es culpa tuya. Pero es tuya la responsabilidad de curarte. Desde hace tiempo te habrías liberado de tus opresores si no hubieras tolerado la opresión y no la hubieras apoyado tan activamente.
* No puedes comprender que existen hombres y mujeres que son incapaces de suprimirte o explotarte, que son los que realmente desean que seas libre, real y honesto. No 'te gustan estos hombres y mujeres porque son extraños para tu ser. Son sencillos y rectos; para ellos, la verdad es lo que para ti son las tácticas. Miran a través de ti, no con mofa sino dolidos ante el destino de los humanos; pero te sientes traspasado por su mirada y en peligro (...) Tienes miedo de los grandes hombres, de su proximidad a la vida y de su amor por la vida. El gran hombre te ama simplemente como a un animal viviente, como a un ser vivo. No quiere verte sufrir como has sufrido durante miles de años. No desea oír tu parloteo como has parloteado durante miles de años. No quiere verte como una bestia de carga, ya que él ama la vida y quisiera verla libre de sufrimiento e ignominia.
* Si acontece que tú, Pequeño Hombrecito, eres un psiquiatra, dígase un Lombroso, juzgan al gran hombre como a una especie de criminal, o un criminal que ha fracasado en serlo..., o un psicópata. Ya que el gran hombre, a diferencia de ti, no ve el interés de la vida en amontonar dinero, ni en la boda socialmente adecuada de sus hijas, ni en una carrera política, ni en un título académico, ni en el Premio Nobel. Por esta razón, porque no es como tú, le llamas «genio» o «excéntrico» (...) Él, por su parte, trata de afirmar que no es un genio, sino simplemente un ser humano. Lo llamas «asocial» porque prefiere el estudio, con sus pensamientos, o el laboratorio, con su trabajo, al chismorreo, tus vacías «fiestas» de sociedad. Lo llamas loco porque gasta su dinero en la investigación científica en lugar de comprar acciones y mercancías como haces tú.
* Piensa simplemente en todas las cosas que jurabas eran correctas durante tan pocos años como el lapso entre
* Así, no sólo no ayudas, sino que destrozas maliciosamente el trabajo que está hecho para ti o para ayudarte. ¿Entiendes ahora porque la felicidad huye de ti? Porque quiere que se luche por ella y quiere ser conquistada. Pero tú sólo quieres devorar la felicidad; es por esto por lo que se te escapa; no quiere que la devores.
Y la traca final, en el último tramo del libro, cuando recomienda:
Este gran hobre despues de pelearse con Freud, ha sido el descubridor del Campo Orgón. Que viene del orgasmo. Alabado sea Dios
ResponderEliminarAcabo de leer este ensayo interesantísimo de Reich, son reflexiones que están llenas de aliento vital, de fuerza y de un profundo análisis de la responsabilidad de vivir como seres humanos en libertad y en comunidad, desarrollandonos en capacidad y en colectividad,, también del peligro de ignorar esta responsabilidad y de lo despreciable que supone vivir en la comodidad de no pensar por uno mismo,esto tiene un precio muy alto tanto por la esclavitud física o simbólica, como por el daño que podemos hacer a los demás.
ResponderEliminarSi sus libros fueron quemados en la Alemania nazi, en la Rusia soviética y en los democráticos Estados Unidos (¿quién pide más?), habrá que sospechar que será por algo importante. Acaso porque contienen una gran verdad.
ResponderEliminarA la edad de 20 años me pusieron sobre mis manos este pequeño libro: Escucha pequeño hombrecito. Una obra maestra, que aún en día ignoran muchas personas. No se me olvida este libro.Recuerdo que durante el servicio militar voluntariamente obligatorio de este país, nos pasabamos el libro a escondidas, porque temíamos que cayera en manos de algún militar. Aún en esa época, aquí en España leíamos por las noches, como en la triste película:Fahrenheit 451. En mi mente han quedado muchas de estas enseñanzas que son difíciles de introducir en muchas mentes vacías.
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