Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 16 de noviembre de 2010

Who wants to live forever?

Sólo hay una cosa a la que tema más el hombre corriente que a la llegada de la Walkyria (lo que él llama "muerte") y es a lo Desconocido, aunque muchas personas emplean ambos términos como si fueran sinónimos. Lo Desconocido es abrumadoramente enorme, porque está por todas partes, y quizá precisamente por ello en el fondo de todo verdadero ser humano exista un buscador, ansioso por aprender y saber más, por conocer qué hay al otro lado del horizonte, a fin de calmar la angustia eterna ante lo que se ignora. Pensemos en el caso de un monstruo que nos aguarda al otro lado de la puerta: siempre nos dará mucho más miedo antes de abrirla, cuando aún no le hemos visto, que si tenemos la oportunidad de contemplarlo directamente pues, por horrorosa que sea su visión, la de nuestra imaginación respecto a lo que podría ser siempre resultará aún peor.

Así sucede de hecho con la Walkyria y por ello tanta gente la teme, ya que ignoran qué sucederá con ellos una vez se haya presentado a buscarles. Incluso aquéllos que se declaran ateos o que piensan que realmente no hay nada "al otro lado" aguardan inquietos la llegada de la Maestra de Psicopompos y no son pocos los personajes famosos (y no famosos) que en vida fueron ferozmente anti-espirituales y que llegada su última hora exigen a gritos un sacerdote de la fe que sea con tal de "encomendar el alma a Dios" no vaya a ser que, después de todo... Por ese motivo existe, desde siempre, un nutrido grupo de (desesperados) materialistas buscadores de una fórmula eficaz para alargar la vida, si es posible hasta la inmortalidad. Los constantes estudios y avances en transplante de órganos tienen, de hecho, esa finalidad oculta: encontrar la manera de mantener viva a una persona aunque sea a base de sustituir permanentemente los recambios necesarios. Cambiándolo prácticamente todo, si es preciso, excepto el cerebro, donde se supone que reside la identidad. El doctor Víktor Von Frankenstein es el patrono de su profesión.

En la antigüedad esto se conocía como el elixir de la eterna juventud y, según algunos necios, era el objetivo real de los alquimistas. También lo fue de intrépidos exploradores como el vallisoletano Juan Ponce de León, posiblemente uno de los acompañantes de Cristóbal Colón en el viaje de 1493 y en todo caso conquistador de Puerto Rico y descubridor de Florida (así bautizada ya que se la encontró un Domingo de Resurrección o Pascua Florida). Se cuenta que Ponce de León buscó precisamente en Florida la mítica Fuente de la Juventud aunque el maledicente Gonzalo Fernández de Oviedo escribió algunos años después (y otros suscribieron la misma opinión) en su Historia General y Natural de las Indias que lo que realmente quería encontrar era una fuente para curar su presunta impotencia sexual. Entonces no se conocían las viagras... Lo cierto es que el conquistador no logró su objetivo porque durante la expedición que organizó en 1521, recorriendo la costa suroeste de Florida, los indios calusa atacaron sus barcos y recibió un flechazo con veneno en el hombro. Aunque se retiraron de prisa hacia Cuba, la herida provocó un desenlace fatal y pocas jornadas más tarde la Walkyria fue a buscarle a La Habana. Le enterraron en la catedral de Viejo San Juan en Puerto Rico. 

Todo esto no desanimó a los buscadores del elixir, que nunca entendieron que vivir demasiado tiempo (me lo han dicho todos los ancianos con los que he tenido ocasión de hablar y, por si no fuera poco, lo he leído en entrevistas a numerosas personas mayores) no es en realidad algo tan deseable. Hay una interesante película de 1986 dirigida por Russell Mulcahy titulada Highlander (debería traducirse como El escocés de las tierras altas pero en español se empleó un título más comercial: Los inmortales) que habla de todo esto. A pesar de la presencia protagonista del limitadísimo Christopher Lambert, ampliamente superado por sus compañeros de reparto Sean Connery y Clancy Brown, la historia resulta bastante atractiva. Relata la guerra secreta que mantienen un grupo de seres especiales, unos héroes semidivinos que viven camuflados entre los humanos corrientes y que sólo pueden morir cuando uno de ellos le corta la cabeza a otro y absorbe toda su energía vital. El protagonista, que descubre quién es durante su vida como guerrero escocés en el siglo XVI y que, a partir de ahí, ve pasar época tras época sin inmutar el gesto (bueno..., recuerdo que es Christopher Lambert) comprende que está solo y que siempre lo estará pues, aunque él viva eternamente joven y triunfante, todas las personas a las que quiere envejecerán y morirán sin que él pueda hacer nada. Y por muchos años que vivan, además, para él siempre será poco tiempo pues después de todo él es inmortal. 

¿Realmente nos gustaría vivir así? ¿Qué sentido tendría la vida una vez que cumpliéramos los, digamos, trescientos o cuatrocientos "primeros" años? ¿Cuando ya nada nos llamara la atención, nos sorprendiera, nos emocionara, nos interesara lo más mínimo? Aunque consiguiéramos vivir para siempre con nuestros familiares y amigos..., ¿seguiríamos queriéndoles igual después de compartir varios siglos de existencia con ellos? ¿No es acaso la brevedad de la vida lo que le da realmente su valor? Borges trató el tema también en uno de sus cuentos de El Aleph donde el protagonista encuentra en unas cuevas a una extraña raza de seres dejados de sí mismos, que no se inmutan absolutamente por nada, que viven un auténtico infierno, una no-vida, tras haber logrado el "maravilloso triunfo" de hacerse inmortales. Como canta el grupo Queen en la banda sonora de Highlander: "Who wants to live forever?" O lo que es lo mismo: "¿Quién quiere vivir para siempre?" 

Pues hay, hay quien quiere... Por ejemplo los científicos que trabajan en las terapias génicas para activar la longevidad. Esta misma semana, una de ellas, la española María Blasco que dirige el grupo de Telómeros y Telomerasa del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas aseguraba en una conferencia en el CSIC que no estamos "tan lejos" de lograr el famoso elixir de la eterna juventud después del reciente descubrimiento del mecanismo molecular de la longevidad y gracias a los avances logrados en terapias que retrasan la senectud y enfermedades asociadas a la misma. Los telómeros son el extremo final de todo cromosoma y se ocupan de añadir (o no) años a nuestras vidas ya que son determinantes para proteger al susodicho cromosoma de la degradación. La telomerasa es una enzima que puede alargarlos en los estadios tempranos del desarrollo embrionario y que en muchos tejidos adultos detiene su función, lo que acorta progresivamente los telómeros a medida que se cumple un aniversario tras otro.

Estas investigaciones han multiplicado "de forma exponencial" las posibilidades de destilar el utópico elixir "en un futuro próximo" ya que las terapias génicas comentadas por Blasco se han probado en ratones y parece que funcionan. Básicamente consisten entre otras cosas en introducir genes "reparadores" en determinados órganos para curar o prevenir las enfermedades que puedan afectarles. Paralelamente, ya se aplica en algunos humanos un tratamiento farmacológico bastante eficaz a partir de moléculas ingeridas en medicamentos y que permiten ampliar la longevidad.

¿Se hará realidad real esa clase de inmortalidad algún día?

Una de las canciones más hermosas (aunque leída así a palo seco parezca bastante tétrica) de A maid in Bedlam, para mí el mejor álbum jamás grabado por The John Renbourn Group, se titulaba Death and the lady (La Muerte y la Dama) y rescataba un poema medieval muy popular en su época, aunque la imagen de la Walkyria no salía muy bien parada, y encima me la masculinizaban. Por supuesto, aquéllos que la compusieron, como todos los que buscan la "eterna" juventud material, nada saben acerca de los Misterios de la verdadera eterna juventud, que no se puede encontrar en este nivel de aparente realidad, un mero juego. La canción dice:



As I walked forth one day, one day,
I met an old man by the way.
His head was bald and his beard was grey,
his clothing made of the cold earthen clay.
 
(Caminando un día me encontré un anciano en el camino. Su cabeza era calva, su barba gris, sus ropas estaban confeccionadas con arcilla de tierra fría)

I said: -Old man, what man are you?
What country do you belong to?
-My name is Death, hast heard of me?
All kings and princes bow down unto me.
 
(Le pregunté: -Anciano, ¿qué clase de hombre eres, a qué país perteneces? -Mi nombre es Muerte, ¿no has oído hablar de mí? Todos los reyes y príncipes se inclinan ante mí)

-My name is Death, cannot you see?
Lords, dukes and ladies bow down unto me
and you are one of those branches three
and you, fair maid, must come along with me.
 
(-Mi nombre es Muerte, ¿no lo ves? Señores, duques y damas se inclinan ante mí y tú eres uno de esos tres tipos de personas y tu, bella doncella, debes venir ahora conmigo)

-I'll give you gold and jewels so rare,
I'll give you costly rich robes to wear,
I'll give you the combs that hold my hair
if you let me live but another short year.
 
(-Te daré oro y joyas preciosas, te daré riquísimas ropas para que vistas, te daré los peines que adornan mi cabello si me dejas vivir solo otro corto año)

-Fair lady, lay your robes aside,
no longer glory in your pride.
And now, sweet maid, make no delay,
your time has come and you must away.
 
(-Hermosa dama, deja tus ropas a un lado, no habrá más gloria para tu orgullosa -vida-. Y ahora, dulce doncella, no nos retrasemos, tu tiempo ha llegado y debes partir)
 
On that same night this fair maid died
and on her tombstone these words inscribed:
Here lies a poor distressed maid,
by Death so cruely she was betrayed.
 
(Esa misma noche la bella dama murió y sobre su tumba se escribieron las siguientes palabras: Aquí yace una pobre doncella a la que la Muerte cruelmente traicionó)

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