Una de las cosas que más molestan a un lector (y especialmente a un lector de Ciencia Ficción) es que el autor se líe tanto en el desarrollo del argumento de su novela que acabe en un callejón sin salida y termine por echar mano de una solución improbable que resuelva el problema. En la antigua literatura grecolatina, en el teatro especialmente, se conocía este artificio con la expresión de deus ex machina (en latín: dios surgido de la máquina) en referencia a la machina o grúa que introducía en el escenario a un dios, generalmente "volador", encargado de intervenir en los acontecimientos y ponerles el adecuado punto final.
Con el tiempo, se ha terminado aplicando a cualquier acontecimiento que, saltándose la lógica y la coherencia interna de la historia (es decir, haciéndole trampas al lector..., de ahí que le moleste tanto), permita finalizarla de la manera que quiere el autor. Un ejemplo típico de deus ex machina en obras contemporáneas son las interminables y estúpidas peroratas del "malo" que tiene maniatado a 007 y está a punto de matarle pero, en lugar de pegarle el tiro definitivamente y luego escapar, le regala todo el tiempo del mundo al agente secreto al servicio de Su Majestad para librarse de sus ataduras o recibir ayuda y salvarse en el último momento.
Con el tiempo, se ha terminado aplicando a cualquier acontecimiento que, saltándose la lógica y la coherencia interna de la historia (es decir, haciéndole trampas al lector..., de ahí que le moleste tanto), permita finalizarla de la manera que quiere el autor. Un ejemplo típico de deus ex machina en obras contemporáneas son las interminables y estúpidas peroratas del "malo" que tiene maniatado a 007 y está a punto de matarle pero, en lugar de pegarle el tiro definitivamente y luego escapar, le regala todo el tiempo del mundo al agente secreto al servicio de Su Majestad para librarse de sus ataduras o recibir ayuda y salvarse en el último momento.
También son bastante irritantes las serendipias: esas casualidades o coincidencias inesperadas y llamativas que sirven para relanzar un argumento o desviarlo por un camino en principio impensable. Otra acepción de serendipia son los descubrimientos o hallazgos también inesperados y en general afortundados. La palabreja deriva esta vez del inglés serendipity, término inventado por el político, escritor y arquitecto Horace Walpole quien en el siglo XVIII quedó fascinado por un cuento persa titulado Los tres príncipes de Serendip. Serendip era el nombre árabe de la isla de Ceilán (la que hoy llaman Sri Lanka) y los susodichos príncipes se enfrentaban a todo tipo de problemas solucionándolos no gracias a su fuerza o ingenio sino a casualidades más increíbles que las aventuras de Tintín. En español tenemos una "adaptación" particular de la palabra aunque es cierto que hoy se usa bastante menos que en mi infancia (en esta reencarnación) y es chiripa. Antes se decía muy a menudo, cuando uno conseguía algo que en principio no esperaba, que "me ha salido de chiripa".
Así pues, este tipo de trucos no son muy recomendables si uno quiere ser lo bastante realista como para contentar a sus lectores pero..., ¿y si resultara que esta realidad también nos ofrece casualidades increíbles y finales teóricamente muy improbables? ¿Y si después de todo el Guionista de la teleserie que interpretamos en esta tercera dimensión para los dioses que viven en las dimensiones superiores también tuviera sus "días bajos" con escasa inspiración y se viera obligado a echar mano de este tipo de recursos para terminar los sucesivos capítulos?
Eso parece desprenderse de una de las muchas páginas curiosas que se pueden encontrar en Internet, Listverse.com, que está especializada en elaborar listas sobre las cosas más raras que uno se pueda imaginar, desde Los 10 métodos antiguos para el control de la natalidad hasta Los 10 animales que nunca creerías que se come la gente pasando por Las 10 palabras que no pueden traducirse al inglés... No hace mucho tiempo publicó una lista de Las 15 coincidencias más asombrosas, algunas de las cuales son bastante conocidas pero otras no tanto, y la verdad es que después de echarles un vistazo he empezado a perder el pudor imaginando las serendipias que podría empezar a utilizar para facilitarme la resolución de algunos textos que tengo atascados, a fin de que progrese la acción...
Éstas son las coincidencias a las que se refiere Listverse:
1. La comparación entre Thomas Jefferson y John Adams, dos de los padres de la patria en EE.UU., que vivieron una existencia parecida y una muerte aún más similar. Jefferson elaboró la Declaración de Independencia (sacrosanto documento norteamericano) y Adams la mejoró y perfeccionó (con ayuda de Benjamin Franklin). El documento fue aprobado por el Congreso Continental el 4 de julio (por eso su fiesta nacional de 1776) y, exactamente 50 años más tarde, tras una rivalidad política que marcó una época, ambos murieron apenas con unas horas de diferencia.
2. Un reportero norteamericano llamado Irv Kupcinet fue a cubrir la coronación de Isabel II como reina de Inglaterra en Londres en 1953. En uno de los cajones del armario de su habitación, en el hotel Savoy, encontró algunos objetos que pertenecieron, según su identificación, a un hombre llamado Harry Hannin. Curiosamente, una de la estrellas del entonces famoso equipo de baloncesto Harlem Globetrotters y muy buen amigo de Kupcinet, ¡se llamaba exactamente igual! Dos días más tarde, y antes de que el reportero pudiera hablar con su amiguete deportista para contarle lo que había sucedido, recibió una carta precisamente de Hannin en la que relataba que se hallaba en París, en el hotel Maurice, y que allí había encontrado una corbata..., con el nombre de Kupcinet identificándola.
3. En 1975, un tipo que conducía un ciclomotor en Bermudas (en la isla, no que fuera con los pantaloncitos de marras) fue atropellado por accidente por un taxi. Un año más tarde el mismo tipo fue atropellado de la misma manera, a bordo del mismo ciclomotor, y por el mismo taxi conducido por el mismo conductor..., que transportaba al mismo pasajero (definitivamente, el Guionista se hizo aquí un auténtico bucle espacio-temporal).
4. El grandísimo Carl Jung contaba en uno de sus libros, La estructura y dinámica de la psique, lo que le ocurrió con una mujer joven a la que trataba como paciente y que en un momento dado había soñado que alguien le regalaba un escarabajo de oro. Justo en ese momento, el psicólogo había escuchado un ruido tras él, un golpeteo en la ventana. Se giró para ver un insecto golpeando el cristal para entrar. Abrió la ventana y capturó al bicho..., que resultó ser un escarabajo del tipo Cetonia aurata, lo más parecido a un escarabajo de oro como aquél sobre el que hablaba la mujer.
5. En 1883, un tipo llamado Henry Ziegland rompió con su novia que, desesperada, se suicidó. El hermano de la chica, obviamente enrabietado, se fue a por Ziegland y le descerrajó un tiro. Pensando que le había matado, luego se suicidó él. Sin embargo, Henry sobrevivió porque la bala que le había hecho perder la conciencia sólo había rozado su cara y fue a impactar en un árbol. Años más tarde (por motivos que no se especifican), Ziegland decidió talar el árbol que aún tenía la bala alojada, aunque él seguramente no lo sabía. Como el tronco era muy grueso y tenía prisa en deshacerse de él, a Ziegland no se le ocurrió otra cosa que emplear un cartucho de dinamita. La explosión propulsó la bala, que acertó en su cabeza y le mató. El hermano había conseguido su venganza, aunque con un poco de retraso. La verdad es que esta historia parece sacada de un Tales from the crypt...
6. Uno de esos relatos de gemelos separados al nacer... Jim Lewis y Jim Springer fueron adoptados por distintas familias pese a ser precisamente eso: gemelos. Sin saber el uno que existía el otro, ambas familias llamaron James a cada uno de sus bebés. Cuando los chavales crecieron, ambos recibieron formación policial, mostraron habilidades en mecánica y carpintería, y se casaron con una chica llamada Linda (cada uno con una Linda, por supuesto). Ambos tuvieron hijos y les pusieron de nombre James Allan. Ambos se divorciaron de sus esposas y se casaron con otra mujer llamada Betty (cada uno etc.). Y los dos tuvieron perros, a los que pusieron de nombre Toy (Juguete).
7. Un cuento de actores. Cuando en 1973 Anthony Hopkins fue contratado para aparecer en la película The Girl from Petrovca, basada en una novela d eGeorge Feifer, se pasó mucho tiempo buscando el libro en Londres para comprarlo y leerlo. Pero no lo encontró. Finalmente descubrió sorprendido un ejemplar en el banco de una estación de tren: ¡resultó ser la copia personal y anotada del propio Feifer, que se lo había prestado a un amigo y al que se lo habían robado!
8. Una señora alemana decidió hacerle una foto a su hijo en 1914 y acudió al fotógrafo en la ciudad de Estrasburgo para que le hiciera una placa de las de la época. Pero estalló la Primera Guerra Mundial y la región se tornó peligrosa para quedarse mucho rato más. La mujer tuvo que mudarse con su familia a Franfkurt y se quedó sin la imagen. Dos años más tarde quiso fotografiar a su hija recién nacida y compró una placa que, cuando fue revelada, mostró una doble exposición... ¡con la antigua foto de su hijo sobre la de la última foto de su hija, ya que era la misma placa que nunca había llegado a ser revelada! A la izquierda, la susodicha imagen.
9. Conozco historias de monjes misteriosos mejores que ésta, pero bueno, según Listverse, en el siglo XIX en Austria, un pintor llamado Joseph Aigner intentó suicidarse en varias ocasiones (menudo inútil). En su primera intentona, a los 18 años, un misterioso capuchino le impidó consumar el autoatentado. Y lo mismo sucedió a los 22, cuando estaba a punto de ahorcarse. Ocho años más tarde, fue sentenciado a muerte por sus actividades políticas pero de nuevo el mismo monje intervino para salvarle. Finalmente a los 68 años Aigner consiguió matarse con una pistola. Su funeral fue dirigido, adivina adivinanza, por el mismo monje capuchino cuyo nombre Aigner aseguró siempre desconocer.
10. En 1930, en Detroit, un hombre llamado Joseph Figlok iba andando tranquilamente por la calle cuando a una madre se le cayó su bebé al asomarse por la ventana. Milagrosamente, tanto Figlok como el bebé resultaron ilesos. ¡Pero es que un año después el mismo infante se cayó desde la misma ventana sobre el mismo señor Figlok que volvía a pasar por allí! También en aquella ocasión salieron ambos bien librados (¿estaría la madre intentando matar al señor Figlok arrojándole bebés a falta de tiestos?).
11. Esta historia es de las que más me gustan: el rey Umberto I de Italia fue a cenar a un pequeño restaurante acompañado por su ayudante de campo el general Emilio Ponzia Vaglia. El propietario del local fue a apuntar lo que querían comer y al encontrarse con el monarca ambos descubrieron anonadados que eran físicamente iguales, tanto en sus rostros como en sus cuerpos. Empezaron a contarse sus respectivas vidas y descubrieron muchas otras semejanzas entre sí como por ejemplo que habían nacido en la misma ciudad el mismo día del mismo año, el 14 de marzo de 1844, que se habían casado con una mujer con el mismo nombre, Margarita, y que el dueño del restaurante lo había inaugurado el mismo día que Umberto fue coronado rey. Como no podía ser menos, ambos murieron el mismo día, 29 de julio de 1900: el rey fue asesinado por un anarquista pocas horas después de ser informado de que su amigo posadero había fallecido tiroteado.
12. Muy conocida es la coincidencia del cuento de Edgard Allan Poe que en "La narración de Arthur Gordon Pym" (y por cierto ya que escribo de esto, pronto revelaré a mis lectores precisamente algo en relación con el mismo Gordon Pym, jeje) cuenta cómo tres hambrientos supervivientes de un naufragio deciden matar al cuarto, el grumete, y comérselo para sobrevivir a bordo del bote en el que flotaban a la deriva. El chaval se llamaba Richard Parker. Algunos años después de publicada la historia, un pequeño barco llamado Mignonette se fue a pique y sus tres supervivientes decidieron hacer lo mismo con el grumete ¡que también se llamaba Richard Parker!
13. En una carretera del norte de Finlandia en 2002, dos hermanos gemelos de setenta años murieron con horas de diferencia en dos siniestros distintos en la misma carretera. El primero de ellos fue atropellado por un camión mientras montaba en bici en la localidad de Raahe. Murió justo a kilómetro y medio de su otro hermano, que fue asesinado (lo más grande sería que el autor del asesinato fuera hermano del conductor del camión, pero creo que este extremo no ha sido confirmado).
14. Una lista de este tipo tiene que tener alguna buena anécdota del Oeste..., y la hay. En 1858, Robert Fallon fue tiroteado hasta la muerte por sus compañeros de una partida de póker en venganza por los 600 dólares que les había hecho perder, según ellos haciendo trampas. El sitio de Fallon quedó vacío en la mesa y nadie osaba ocupar este nuevo "asiento peligroso" hasta que apareció un jugador nuevo en el lugar que aceptó utilizar los 600 dólares para continuar con la partida de alto riesgo. Cuando llegó la policía para investigar la denuncia del asesinato de Fallon, el nuevo jugador había convertido esa cantidad en 2.200 dólares, ganando partida tras partida para irritación de los demás. Antes de que se reprodujera el desagradable incidente, los agentes interrumpieron la actividad e identificaron al nuevo jugador..., ¡que resultó ser el hijo de Robert Fallon, al que llevaba siete años sin ver!
15. Y el último de la lista nos habla de la novelista americana Anne Parrish que mientras curioseaba librerías en París en los locos años veinte, descubrió un libro que había sido una de sus lecturas favoritas de infancia: Jack Frost y otras historias. Tomó el ejemplar para enseñárselo a su marido y comentar los recuerdos que le traía. Su esposo fue a ojearlo y, al abrirlo, se encontró con la siguiente inscripción: "Anne Parrish, 209 N. Weber Street, Colorado Springs". ¡Era el mismo ejemplar que había tenido la escritora cuando era una niña!
Éstas son las coincidencias a las que se refiere Listverse:
1. La comparación entre Thomas Jefferson y John Adams, dos de los padres de la patria en EE.UU., que vivieron una existencia parecida y una muerte aún más similar. Jefferson elaboró la Declaración de Independencia (sacrosanto documento norteamericano) y Adams la mejoró y perfeccionó (con ayuda de Benjamin Franklin). El documento fue aprobado por el Congreso Continental el 4 de julio (por eso su fiesta nacional de 1776) y, exactamente 50 años más tarde, tras una rivalidad política que marcó una época, ambos murieron apenas con unas horas de diferencia.
2. Un reportero norteamericano llamado Irv Kupcinet fue a cubrir la coronación de Isabel II como reina de Inglaterra en Londres en 1953. En uno de los cajones del armario de su habitación, en el hotel Savoy, encontró algunos objetos que pertenecieron, según su identificación, a un hombre llamado Harry Hannin. Curiosamente, una de la estrellas del entonces famoso equipo de baloncesto Harlem Globetrotters y muy buen amigo de Kupcinet, ¡se llamaba exactamente igual! Dos días más tarde, y antes de que el reportero pudiera hablar con su amiguete deportista para contarle lo que había sucedido, recibió una carta precisamente de Hannin en la que relataba que se hallaba en París, en el hotel Maurice, y que allí había encontrado una corbata..., con el nombre de Kupcinet identificándola.
3. En 1975, un tipo que conducía un ciclomotor en Bermudas (en la isla, no que fuera con los pantaloncitos de marras) fue atropellado por accidente por un taxi. Un año más tarde el mismo tipo fue atropellado de la misma manera, a bordo del mismo ciclomotor, y por el mismo taxi conducido por el mismo conductor..., que transportaba al mismo pasajero (definitivamente, el Guionista se hizo aquí un auténtico bucle espacio-temporal).
4. El grandísimo Carl Jung contaba en uno de sus libros, La estructura y dinámica de la psique, lo que le ocurrió con una mujer joven a la que trataba como paciente y que en un momento dado había soñado que alguien le regalaba un escarabajo de oro. Justo en ese momento, el psicólogo había escuchado un ruido tras él, un golpeteo en la ventana. Se giró para ver un insecto golpeando el cristal para entrar. Abrió la ventana y capturó al bicho..., que resultó ser un escarabajo del tipo Cetonia aurata, lo más parecido a un escarabajo de oro como aquél sobre el que hablaba la mujer.
5. En 1883, un tipo llamado Henry Ziegland rompió con su novia que, desesperada, se suicidó. El hermano de la chica, obviamente enrabietado, se fue a por Ziegland y le descerrajó un tiro. Pensando que le había matado, luego se suicidó él. Sin embargo, Henry sobrevivió porque la bala que le había hecho perder la conciencia sólo había rozado su cara y fue a impactar en un árbol. Años más tarde (por motivos que no se especifican), Ziegland decidió talar el árbol que aún tenía la bala alojada, aunque él seguramente no lo sabía. Como el tronco era muy grueso y tenía prisa en deshacerse de él, a Ziegland no se le ocurrió otra cosa que emplear un cartucho de dinamita. La explosión propulsó la bala, que acertó en su cabeza y le mató. El hermano había conseguido su venganza, aunque con un poco de retraso. La verdad es que esta historia parece sacada de un Tales from the crypt...
6. Uno de esos relatos de gemelos separados al nacer... Jim Lewis y Jim Springer fueron adoptados por distintas familias pese a ser precisamente eso: gemelos. Sin saber el uno que existía el otro, ambas familias llamaron James a cada uno de sus bebés. Cuando los chavales crecieron, ambos recibieron formación policial, mostraron habilidades en mecánica y carpintería, y se casaron con una chica llamada Linda (cada uno con una Linda, por supuesto). Ambos tuvieron hijos y les pusieron de nombre James Allan. Ambos se divorciaron de sus esposas y se casaron con otra mujer llamada Betty (cada uno etc.). Y los dos tuvieron perros, a los que pusieron de nombre Toy (Juguete).
7. Un cuento de actores. Cuando en 1973 Anthony Hopkins fue contratado para aparecer en la película The Girl from Petrovca, basada en una novela d eGeorge Feifer, se pasó mucho tiempo buscando el libro en Londres para comprarlo y leerlo. Pero no lo encontró. Finalmente descubrió sorprendido un ejemplar en el banco de una estación de tren: ¡resultó ser la copia personal y anotada del propio Feifer, que se lo había prestado a un amigo y al que se lo habían robado!
8. Una señora alemana decidió hacerle una foto a su hijo en 1914 y acudió al fotógrafo en la ciudad de Estrasburgo para que le hiciera una placa de las de la época. Pero estalló la Primera Guerra Mundial y la región se tornó peligrosa para quedarse mucho rato más. La mujer tuvo que mudarse con su familia a Franfkurt y se quedó sin la imagen. Dos años más tarde quiso fotografiar a su hija recién nacida y compró una placa que, cuando fue revelada, mostró una doble exposición... ¡con la antigua foto de su hijo sobre la de la última foto de su hija, ya que era la misma placa que nunca había llegado a ser revelada! A la izquierda, la susodicha imagen.
9. Conozco historias de monjes misteriosos mejores que ésta, pero bueno, según Listverse, en el siglo XIX en Austria, un pintor llamado Joseph Aigner intentó suicidarse en varias ocasiones (menudo inútil). En su primera intentona, a los 18 años, un misterioso capuchino le impidó consumar el autoatentado. Y lo mismo sucedió a los 22, cuando estaba a punto de ahorcarse. Ocho años más tarde, fue sentenciado a muerte por sus actividades políticas pero de nuevo el mismo monje intervino para salvarle. Finalmente a los 68 años Aigner consiguió matarse con una pistola. Su funeral fue dirigido, adivina adivinanza, por el mismo monje capuchino cuyo nombre Aigner aseguró siempre desconocer.
10. En 1930, en Detroit, un hombre llamado Joseph Figlok iba andando tranquilamente por la calle cuando a una madre se le cayó su bebé al asomarse por la ventana. Milagrosamente, tanto Figlok como el bebé resultaron ilesos. ¡Pero es que un año después el mismo infante se cayó desde la misma ventana sobre el mismo señor Figlok que volvía a pasar por allí! También en aquella ocasión salieron ambos bien librados (¿estaría la madre intentando matar al señor Figlok arrojándole bebés a falta de tiestos?).
11. Esta historia es de las que más me gustan: el rey Umberto I de Italia fue a cenar a un pequeño restaurante acompañado por su ayudante de campo el general Emilio Ponzia Vaglia. El propietario del local fue a apuntar lo que querían comer y al encontrarse con el monarca ambos descubrieron anonadados que eran físicamente iguales, tanto en sus rostros como en sus cuerpos. Empezaron a contarse sus respectivas vidas y descubrieron muchas otras semejanzas entre sí como por ejemplo que habían nacido en la misma ciudad el mismo día del mismo año, el 14 de marzo de 1844, que se habían casado con una mujer con el mismo nombre, Margarita, y que el dueño del restaurante lo había inaugurado el mismo día que Umberto fue coronado rey. Como no podía ser menos, ambos murieron el mismo día, 29 de julio de 1900: el rey fue asesinado por un anarquista pocas horas después de ser informado de que su amigo posadero había fallecido tiroteado.
12. Muy conocida es la coincidencia del cuento de Edgard Allan Poe que en "La narración de Arthur Gordon Pym" (y por cierto ya que escribo de esto, pronto revelaré a mis lectores precisamente algo en relación con el mismo Gordon Pym, jeje) cuenta cómo tres hambrientos supervivientes de un naufragio deciden matar al cuarto, el grumete, y comérselo para sobrevivir a bordo del bote en el que flotaban a la deriva. El chaval se llamaba Richard Parker. Algunos años después de publicada la historia, un pequeño barco llamado Mignonette se fue a pique y sus tres supervivientes decidieron hacer lo mismo con el grumete ¡que también se llamaba Richard Parker!
13. En una carretera del norte de Finlandia en 2002, dos hermanos gemelos de setenta años murieron con horas de diferencia en dos siniestros distintos en la misma carretera. El primero de ellos fue atropellado por un camión mientras montaba en bici en la localidad de Raahe. Murió justo a kilómetro y medio de su otro hermano, que fue asesinado (lo más grande sería que el autor del asesinato fuera hermano del conductor del camión, pero creo que este extremo no ha sido confirmado).
14. Una lista de este tipo tiene que tener alguna buena anécdota del Oeste..., y la hay. En 1858, Robert Fallon fue tiroteado hasta la muerte por sus compañeros de una partida de póker en venganza por los 600 dólares que les había hecho perder, según ellos haciendo trampas. El sitio de Fallon quedó vacío en la mesa y nadie osaba ocupar este nuevo "asiento peligroso" hasta que apareció un jugador nuevo en el lugar que aceptó utilizar los 600 dólares para continuar con la partida de alto riesgo. Cuando llegó la policía para investigar la denuncia del asesinato de Fallon, el nuevo jugador había convertido esa cantidad en 2.200 dólares, ganando partida tras partida para irritación de los demás. Antes de que se reprodujera el desagradable incidente, los agentes interrumpieron la actividad e identificaron al nuevo jugador..., ¡que resultó ser el hijo de Robert Fallon, al que llevaba siete años sin ver!
15. Y el último de la lista nos habla de la novelista americana Anne Parrish que mientras curioseaba librerías en París en los locos años veinte, descubrió un libro que había sido una de sus lecturas favoritas de infancia: Jack Frost y otras historias. Tomó el ejemplar para enseñárselo a su marido y comentar los recuerdos que le traía. Su esposo fue a ojearlo y, al abrirlo, se encontró con la siguiente inscripción: "Anne Parrish, 209 N. Weber Street, Colorado Springs". ¡Era el mismo ejemplar que había tenido la escritora cuando era una niña!
No hay comentarios:
Publicar un comentario