Entre las leyendas urbanas más populares del siglo XX figura el de la "hibernación" del cuerpo de Walt Disney, en la idea tan absurda como extendida de que es posible congelar el cuerpo de personas recientemente fallecidas o incluso vivas para después conservarlas en un contenedor específico, si es preciso durante siglos. El objetivo final es poder resucitarlas cuando la ciencia haya avanzado lo suficiente como para alcanzar un grado casi divino, que permita descongelar el cuerpo, curar la enfermedad que le causó la muerte y devolverle a la vida casi con un chasquido de los dedos.
El cuento (el último cuento, podría decirse) de Disney es tan popular que hasta pudimos ver no hace mucho tiempo una chanza a propósito de ello en La isla de los nominados, la miniserie de horrendo título protagonizada por buena parte de los personajes habituales de Camera Café que parodia los programas de telebasura. En uno de sus capítulos, los hambrientos protagonistas se encuentran con la cápsula donde está hibernado "el tío Walt" y después de diversas peripecias acaban pasándose al canibalismo comiéndose el cuerpo tras ponerlo vuelta y vuelta sobre una hoguera.
Ésta era una broma simpática pero hay medios de comunicación pretendidamente serios o, al menos, fiables en general, que han llegado a escribir cosas delirantes, como que el famoso creador de Mickey Mouse, el Pato Donald y el resto de la troupe de dibujos animados fue criogenizado vivo a más de ciento cincuenta grados bajo cero en nitrógeno líquido mientras los científicos estudiaban como resolver el cáncer linfático que le afectaba. Según esta historieta macabra, el cineasta fue llevado a un centro especializado de California poco después de ser intervenido quirúrgicamente en una operación que de nada sirvió para detener la enfermedad. En este impresionante lugar, "dotado de una tecnología propia del siglo XXI" (bueno, cuando arrancó la leyenda, lo del siglo XXI tenía sentido) su sangre fue extraída por un lado mientras por otro lado se le inyectaba un compuesto especial que no llega a cristalizar para evitar la congelación de todo su sistema sanguíneo. Inmediatamente después, se le introdujo en una cámara especial donde se fue reduciendo su temperatura de manera gradual hasta que al fin, alcanzada la temperatura estable, la cápsula fue sellada e instalada en un almacén para cadáveres VIP, por así decir, a la espera del día de mañana...
La verdad es que la historia impresiona y hasta puede llegar a convencer..., o al menos lo hacía cuando empezó a circular, porque las actuales generaciones que han crecido rodeadas de efectos especiales, melodías politonos y juramentos de la existencia de armamento de destrucción masiva en medio del desierto son menos propensas a quedarse con los ojos abiertos ante este tipo de relatos y aún menos a creérselos.
La decepcionante realidad es que Walt Disney no está a la espera del Doctor House del futuro, sino que en los últimos meses de 1966 dejó prácticamente de trabajar cuando se le diagnosticó un cáncer de pulmón, destino compartido con tantos otros asiduos fumadores de toda la vida. Pocos días después de cumplir los 65 años, sufrió un paro cardiorrespiratorio y falleció el 15 de diciembre de este mismo año. Tal y como había solicitado a sus familiares, su cadáver fue incinerado (toda una ironía para un fumador, aunque perfectamente lógico de acuerdo con sus ideas personales) dos días después en el cementerio de Forest Law en Glendale, junto a Los Angeles, en la misma California. Y allí están las cenizas desde entonces, junto a una escultura en su honor que se levantó en su última morada.
Pero entonces ¿por qué tuvo tanto éxito su leyenda urbana? ¿Por qué lo sigue teniendo, de hecho, hasta el punto de que todavía hoy existen muchas personas que sinceramente están convencidas de que Disney "volverá" cualquier día, como si fuera el rey Arturo retornando de Avalon?
Dos hechos concretos han alimentado esta historia.
El primero es el interés real, a nivel personal, del propio cineasta por la criogenia. Dos de sus biógrafos más conocidos, Leonard Mosley en 1985 y Marc Eliot en 1993 recogieron en sus respectivos libros la pasión de Disney por las nuevas tecnologías como ésta (aunque tampoco es un dato excepcional: todo norteamericano bien informado de su época mostraba un enorme interés por los avances de aquel momento). Además, muy cerca del lugar donde reposan sus cenizas se instaló un centro que realmente se dedica a la criogenización de personas fallecidas: los laboratorios ALCOR que según sus propios datos cuentan con un par de centenares de "clientes" congelados. Entre ellos figura un tipo llamado James Bedford, que murió menos de un mes después que el director de cine. Todo parece indicar que el creador de la leyenda urbana fue Roy Disney, hermano de Walt y también interesado en las teorías de la inmortalidad física a través, entre otros medios, de la criogenización. Fue Roy quien, tomando como ejemplo el caso de Bedford, lanzó el bulo de la hibernación de su hermano sustituyendo al verdadero cliente por su hermano.
El segundo es algo que hemos comentado ya en varias ocasiones en este blog y es el pánico espantoso que el hombre contemporáneo le tiene a la Walkyria..., a la muerte, vaya... A ese fin de la materia que aterroriza a tantas personas porque realmente piensan que su única y verdadera identidad es la que contemplan envejecer cada día que pasa cuando se miran ante el espejo. Semejantes temores fruto de la ignorancia son tan vanos como los de aquel conductor que se lamenta porque su coche se ha quedado viejo y ya no tira como antes.... cuando lo cierto es que, en cuanto le falle definitivamente el motor, simplemente dejará que el chatarrero se lleve el vehículo viejo y se comprará uno nuevo para seguir conduciendo. Este tipo de miedos, sin embargo, alimenta un mercado mucho más amplio y productivo de lo que parece, en el que halla su espacio casi cualquier argucia científica, técnica y hasta pretendidamente filosófica, que prometa a sus usuarios (a sus clientes) aunque sea un ratito más de vida. Así que el razonamiento desesperado es que si Disney está muerto, pero puede ser "resucitado" el día de mañana, sólo es cuestión de tiempo que todos los demás podamos pasar por el mismo proceso en cuanto se popularice y baje de precio. Algo así como el supuesto gran negocio que se espera sea el día de mañana el "turismo espacial", cuando sea asequible para la mayoría de los bolsillos (dudo mucho, pero mucho mucho mucho, que ese día llegue algún día).
El segundo es algo que hemos comentado ya en varias ocasiones en este blog y es el pánico espantoso que el hombre contemporáneo le tiene a la Walkyria..., a la muerte, vaya... A ese fin de la materia que aterroriza a tantas personas porque realmente piensan que su única y verdadera identidad es la que contemplan envejecer cada día que pasa cuando se miran ante el espejo. Semejantes temores fruto de la ignorancia son tan vanos como los de aquel conductor que se lamenta porque su coche se ha quedado viejo y ya no tira como antes.... cuando lo cierto es que, en cuanto le falle definitivamente el motor, simplemente dejará que el chatarrero se lleve el vehículo viejo y se comprará uno nuevo para seguir conduciendo. Este tipo de miedos, sin embargo, alimenta un mercado mucho más amplio y productivo de lo que parece, en el que halla su espacio casi cualquier argucia científica, técnica y hasta pretendidamente filosófica, que prometa a sus usuarios (a sus clientes) aunque sea un ratito más de vida. Así que el razonamiento desesperado es que si Disney está muerto, pero puede ser "resucitado" el día de mañana, sólo es cuestión de tiempo que todos los demás podamos pasar por el mismo proceso en cuanto se popularice y baje de precio. Algo así como el supuesto gran negocio que se espera sea el día de mañana el "turismo espacial", cuando sea asequible para la mayoría de los bolsillos (dudo mucho, pero mucho mucho mucho, que ese día llegue algún día).
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