Los hombres que miraban fijamente a las cabras es una de las películas más bizarras e interesantes que he visto en los últimos meses y la verdad es que no sólo me entretuvo sino que me hizo reír en más de una ocasión (algo cada vez más difícil de conseguir con el cine contemporáneo). Sin embargo, arrastra un lastre demasiado pesado para convertirse en un clásico y es el hecho de que promete más de lo que realmente da. Lo más decepcionante es que se trata de una adaptación del libro del mismo nombre de Jon Ronson, por lo que la comparación es inevitable y no precisamente beneficiosa para el largometraje. La gran diferencia es que el libro trata de ser un estudio serio, con momentos puntuales de humor, y la película se queda sólo con la parte de sátira y consigue que todos los personajes acaben cayendo simpáticos y, lo que es peor, (hasta el “malo” Larry Hooper, que interpreta Kevin Spacey) tiernos. Con tantas historias sobradas de metraje como hay ahora mismo en la cartelera, ésta hubiera agradecido al menos media hora más para dotarle de la verdadera carga de profundidad que merecía.
La película cuenta la historia del periodista Bob Wilton (Ewan McGregor) que, tras ser abandonado por su mujer, se hunde en un pozo de autocompasión del que no se le ocurre otra manera de salir que marcharse a cubrir la guerra de Iraq (con lo fácil que le hubiera sido liarse con otra). Como es un auténtico inútil desde el punto de vista social, incapaz siquiera de hacer amistad con los reporteros veteranos de otros medios, no logra que le den el visado para "empotrarse" con el ejército norteamericano y se pasa las horas muertas bebiendo en el bar (¡qué tópico!). Sin embargo, allí cambia su suerte cuando conoce a Lyn Cassady (George Clooney, inmenso en su papel de místico-paranoico-a-un-paso-del-ridículo-pero-sin-llegar-a-caer-en-él), ex miembro de una unidad militar secreta conocida como el Ejército de la Nueva Tierra, cuyos componentes se llamaban a sí mismo jedis y trabajaban en PsiOps, (Operaciones Psíquicas) y que está allí para cumplir una misión secreta. Fascinado por el personaje, y de paso viendo en él su última oportunidad para entrar en Iraq, Bob se sube al coche de Lyn, que le acepta sin rechistar por un motivo que se verá más adelante.
Las aventuras de los dos hombres en el interior de Iraq se solapan entonces con numerosos flashbacks en los que Lyn relata a Bob la historia de su extraña unidad, fundada por Bill Django (el gran Jeff Bridges) a partir de la misma idea que la que llevó a Jack Kirby y Joe Simon a crear el personaje del Capitán América: la construcción de super soldados dotados con poderes extraordinarios (detener al enemigo con la mirada, atravesar paredes, leer la mente ajena..., e incluso matar a alguien sólo con mirarle, para lo cual se entrenan con cabras: de ahí el título de la película) que puedan imponerse con relativa facilidad a los militares convencionales a través de mensajes de paz. La diferencia con el personaje de la Marvel es que éste es uno, dotado de una fuerza, agilidad, capacidad de combate y mente extraordinarias (y un traje chulo) desde el principio, mientras que la unidad de Django está compuesta por una serie de aspirantes de dudoso aspecto marcial cuyo entrenamiento, como el del mismo Django, pasa por todo tipo de terapias New Age, desde el rebirthing hasta los baños hippies comunales pasando por el consumo de LSD o la disolución intencionada de nubes en el cielo sólo con observarlas.
Para los entendidos quedan la interpretación de los grafitis que adornan una de las paredes del cuartel donde se entrenan estos particulares combatientes y los tatuajes que llevan en su pecho (en el cartel oficial de la película se ve algo), así como el hecho de que los animales a sacrificar durante los entrenamientos (y que dan sentido al título) sean precisamente..., cabras.
De todos los jedis de la sección militar secreta, el único que parece disfrutar de cierto nivel de poderes psíquicos es Lyn, que pronto se convierte en el héroe de la unidad al resolver un caso por videncia remota. Sin embargo, la llegada de un nuevo recluta (el citado Hooper que, por cierto, en un detalle genial resulta ser "un escritor de CF fracasado") rompe la armonía del grupo, alimenta los enfrentamientos y a la larga acaba causando su disolución. Por culpa de Hooper, Django cae en el descrédito y es expulsado de las Fuerzas Armadas. La unidad especial pasa a manos del personaje de Spacey, que pervierte su intención inicial de derrotar al enemigo con una estrategia de paz y amor y la reorienta hacia experimentos más tenebrosos, del estilo MK Ultra o Artichoke. Al final, toda la sección acaba desapareciendo y el propio Lyn acaba marchándose también de las Fuerzas Armadas.
De vuelta al tiempo presente, la misión secreta en Iraq resulta ser la localización de una base oculta donde, tantos años después, Hooper ha reorganizado el Ejército de la Nueva Tierra, de acuerdo con las pautas negativas con que ya lo condujo años atrás, empleando mensajes subliminales, tortura de prisioneros y otras lindezas..., y además esta vez es él quien controla a un desmejorado Django, y no al revés. Un derrotado y decepcionado Lyn es entonces ayudado por Bob, quien encuentra aquí el sentido de su presencia en toda esta historia, para recuperarse y dar un golpe de mano que resolverá la situación.
La película es entretenida y se ve con agrado pero, como digo, al final deja ese característico regusto de "algo me han escamoteado y no sé exactamente qué". Ese algo es la chicha que se puede encontrar en el libro, acerca de los experimentos reales que desarrolló el gobierno norteamericano para crear realmente una raza de soldados con capacidades paranormales (además de otra serie de ensayos mucho más siniestros como el citado proyecto MK Ultra o todo lo que rodeó el extraño suicidio comunal de Waco) que pudieran derrotar con facilidad a ejércitos enemigos, como por ejemplo el soviético. Por cierto que en la antigua URSS (cuyas autoridades igual que las estadounidenses se han burlado durante años oficialmente de todo lo que huela a misterio, parapsicología, poderes mentales y demás) también existieron programas de este tipo. De hecho, no es "seguro" pero hay un 99,99999 por ciento de posibilidades de que tanto los actuales mandos estadounidenses como los rusos y los de otras nacionalidades mantengan iniciativas similares a día de hoy, igual de secretas que lo fueron las otras entonces. En el libro de Ronson, se revela alguna de ellas en época tan reciente como la del ya expresidente George Bush.
Para hacernos una idea de lo que nos hemos perdido en esta película, citaré una frase del libro que pertenece a Eric Olson, hijo de un científico de la CIA al que se le sometió a un experimento real del MK Ultra en los años cincuenta y, sin él saberlo, ingirió LSD: "La gente en general tiene el cerebro ya tan lavado por esas ficciones del estilo Tom Clancy que suele pensar: 'ya sé que la CIA mata gente, no es noticia porque sabemos que ése es el tipo de cosas que hace'. Y la verdad es que no, no sabemos nada de eso. No existe ningún precedente. Sería la primera vez que alguien acusa en público a la CIA de asesinar realmente a un ciudadano norteamericano. Sin embargo esas ficciones inmunizan contra lo que ocurre de verdad".
El padre de Olson se arrojó desde la ventana de un hotel.
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