Resulta enternecedor revisitar en nuestros días una de esas películas de gangsters de mediados del siglo pasado (no termino de acostumbrarme a llamar "siglo pasado" al siglo XX, igual que me sucede con el concepto "antigüedad" para referirme a épocas lejanas pero que tan bien recuerdo, en las cuales fui otro en alguna otra parte), en las que se nos pinta un desolador paisaje ciudadano integrado por mafiosos que se mueven a sus anchas, mientras policías corruptos miran para otro lado y los políticos en teoría responsables se limitan a indignarse públicamente por el crecimiento del crimen sin que nadie, salvo el protagonista, se percate de que ellos son precisamente los jefes secretos de la red de bandidos que tiene acorralada la ciudad. Resulta enternecedor..., porque aquello que no hace tantos años el público veía como una trama tan tenebrosa como inusual (y por tanto atractiva) en su más o menos ordenado mundo de entonces hoy lo tenemos de nuevo en pantalla pero no como parte de un argumento de ficción sino de la triste realidad informativa.
Hace apenas unos días la Guardia Civil hizo público un informe según el cual, sólo en España, se calcula que operan ¡unas 600 bandas organizadas dedicadas al tráfico de drogas y los robos! Es decir, sin contar otros delitos graves como la trata de blancas o las estafas..., ni tampoco a los que van por libre y por tanto funcionan como freelances del crimen. Según el teniente coronel Antonio Cortés, responsable nacional de los equipos contra el crimen organizado (ECO, en siglas), cada grupo requiere de una media de entre tres y doce meses de investigación para ser desarticulado (son más fácilmente capturadas las de robos que las de narcotraficantes). Según sus propios datos, desde el año pasado los ECO han desmantelado 51 bandas y han detenido a 845 delincuentes de diversas nacionalidades. Y no son simples cacos más o menos formidos, más o menos hábiles, armados con los clásicos puños americanos, navajas y pistolas sino que han evolucionado a la par de la sociedad a la que parasitan, desarrollando nuevos procedimientos e incluso tecnologías, incluyendo inhibidores de frecuencia contra alarmas o sistemas de localización. La mayoría de los detenidos siguen siendo españoles aunque cada vez hay más extranjeros. De hecho, según Cortés, se ha contabilizado un "número significativo" de marroquíes, rumanos, colombianos..., y otros procedentes de los países europeos más desarrollados como británicos e italianos. Es parte del peaje por ser uno de los países del mundo con mayor número de visitantes de allende sus fronteras.
El crimen organizado es uno de los eternos problemas de las sociedades humanas y por lo general deriva del carácter menos "humano" y más "animalesco" de los que lo ejercen. Ojo, no estoy hablando del pobre desgraciado al que la vida le ha tratado mal y tiene que robar para comer o al que ha sufrido una injusticia y busca equilibrar las cosas por su cuenta o al que se le nubla la cabeza por un problema emocional y comete una estupidez. Todos podemos cometer errores. Pero hace falta ser de una pasta especial, de una pasta podrida interiormente, para dedicarse al crimen como medio de vida sistemático. Quien se lucra con ese tipo de cosas (explotar mujeres en la prostitución, abusar de menores de edad, envenenar a los demás con drogas, hundir negocios ajenos para conseguir grandes beneficios personales, poner bombas o pegar tiros en la nuca con cualquier excusa política o religiosa, etc.) y además lo hace de manera habitual puede parecer una persona normal porque físicamente tiene los mismos atributos que las personas normales, pero me niego a aceptarla como tal. Parecerá un ser humano pero no puedo considerarlo así, visto su carácter depredador, ladrón y corrupto que busca, ni siquiera su felicidad, sino la simple satisfación de sus deseos más primarios sin importarle absolutamente nada más.
Es cierto que la mayoría de la gente está muy alejada de los valores que se supone nos caracterizan a todos por el simple hecho de ser unidades de carbono bípedas, provistas de cerebros y creadoras de cultura. A ver dónde se esconden esos hombres y mujeres dotados de valor, alegría, inteligencia, amor, solidaridad, entusiasmo, honor y tantas otras cosas que se supone tenemos todos más o menos en potencia pero que luego no aparecen ni siquiera en nuestros mejores sueños (en realidad, entiendo que se escondan: cada vez que la Historia ha alumbrado una persona así, hemos ido a por ella como sabuesos tras el conejo). Sin embargo, también es cierto que esa misma mayoría de gente posee la referencia de los susodichos valores y tiende hacia ellos en la medida de lo posible, aunque esa medida sea mínima. Como dijera el llorado Manolo Summers: ¡To er mundo e güeno!
En el Reino Unido se ha desatado a este respecto una interesante polémica en las últimas fechas. Resulta que decenas de miles de presos de sus cárceles que hasta ahora no podía votar podrán volver a hacerlo en las elecciones generales porque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anuló la norma vigente en este país desde hace nada menos que 140 años. El primer ministro David Cameron se ha declarado "horrorizado" ante la orden, pero a la vez impotente porque la Justicia es la Justicia. Cameron (al que recientemente pudimos ver en unas fotos peculiares durante una cumbre europea haciendo jogging con su porte de muchachote jugador de rugby, mientras a su lado una rara especie de quisquilla trataba de seguirle el paso y demostraba por qué es urgente que eche a su actual entrenador físico y lo sustituya por otro que sepa lo que hace) insistía en intentar evitar al menos que se devuelva el sufragio a los autores de delitos graves como asesinatos, violaciones o abusos sexuales a niños.
En realidad, el fallo del Tribunal de Derechos Humanos data de hace cinco años, pero hasta ahora el gobierno británico había ido retrasando la decisión de acatarlo y sólo ha accedido en este momento porque sus expertos en Derecho han advertido de que, si la prohibición no se levanta ya, el Estado se enfrentará a un alto coste en procesos judiciales e indemnizaciones. Se calcula que existen en torno a 70.000 convictos en cárceles británicas, privados del derecho al voto desde que una ley lo estableciera así en 1870 y fuera ratificada legalmente en 1983. El cambio es consecuencia de la demanda que presentó precisamente un asesino, John Hirst, condenado por homicidio y provisto del suficiente tiempo libre y de abogados lo bastante hábiles como para plantearla y sacarla adelante.
La cuestión es: ¿con qué derecho pueden personas que han atentado contra la sociedad en la que viven influir después con sus votos en la marcha de esa misma sociedad? ¿Es lógico eso? ¿Es razonable que la misma persona que ha sumido en la miseria a un montón de personas matando a un familiar, o violándolo, o arruinándolo..., luego tenga la misma consideración que sus víctimas desde el punto de vista político? ¿Es, además, la participación política un derecho humano tan importante como para batallar legalmente por ella? En Starship Troopers (Tropas del Espacio), una de las más polémicas (polémicas hoy, habida cuenta el elevado grado de contaminación de lo políticamente correcto que padecemos en el mundo) novelas del gran maestro Robert Anson Heinlein, se describe un mundo del futuro que curiosamente se da la mano con el del pasado ya que como sucedía en algunas de las polis griegas nadie puede acceder a la ciudadanía completa de la ciudad si antes no ha servido en el ejército para proteger a esa misma ciudad de las amenazas exteriores (en el caso de la novela, una raza de repugnantes extraterrestres de aspeco arácnido). Mal que les pese a muchos, es un razonamiento lógico: honestamente, ¿cómo puede exigir una persona a una sociedad que le haga partícipe de sus beneficios si esa misma persona no está dispuesta a defender la continuidad de esa sociedad?
Las organizaciones que trabajan para la rehabilitación de la población reclusa (que suelen estar integradas por familiares y amigos de los propios reclusos) se han declarado muy contentas por la decisión tanto del Tribunal como del ejecutivo de Cameron ya que se supone que va a facilitar la rehabilitación de los presos (y esperan que así les liberen antes) pero ¿sucederá realmente así: se rehabilitarán por el hecho de poder votar? Y es que el otro tema de fondo en este debate, y que marcha paralelo al mismo, es para qué existe la cárcel: ¿para rehabilitar a los reos? ¿O para castigarlos por sus delitos? Y ¿es posible una rehabilitación sin un castigo serio? Cuando me refiero a un castigo serio no quiero decir que haya que azotar a los presos con látigos de nueve colas, sino al hecho de que muchas de las cárceles de nuestro mundo moderno sólo padecen un problema: la superpoblación. Por lo demás, no parece que la mera privación de libertad sea un castigo "serio" para unos delincuentes (que, recordamos, no ingresaron en la cárcel por ser precisamente angelitos) que a menudo tienen en prisión muchas más comodidades que en su vida "en libertad": desde tres comidas calientes al día hasta televisión y sala de juegos, pasando por formación y estudios o todo tipo de juegos deportivos y por supuesto una estricta defensa legal dispuesta a aprovechar cualquier resquicio para reducir su pena (eso, sin contar con el hecho de que muchos delincuentes entran "novatos" en prisión y allí aprenden a perfeccionar su "arte" para ponerlo en práctica con más eficacia al salir a la calle).
De hecho, ahora que lo pienso, ¿no será precisamente por las comodidades que ofrece la cárcel contemporánea por lo que existe esa superpoblación en las celdas? ¿Dónde quedaron las horrorosas prisiones del estilo Conde de Montecristo cuyo mero recuerdo conducía a muchos criminales en potencia a plantearse dos veces el hecho del delito porque sabían que si eran detenidos irían a dar con sus huesos en un lugar muy poco recomendable?
¿Es todo esto un alegato hacia el endurecimiento de la actual situación legal, no ya en el Reino Unido sino en el resto de Europa? No, es una simple reflexión a partir de la constatación de hechos concretos, que suceden aquí y ahora.
No sé, yo soy más bien partidaria de la reinserción y la rehabilitación. Aunque claro, depende del tipo de delito. Si hablamos de un psicópata que es miembro de una red de traficantes de órganos, no hay reinserción posible y esa clase de criminales es mejor que se pudran en la cárcel. Además creo que los criminales de delitos más graves deberían tener otras condiciones de vida que los que cometen delitos menores o leves.
ResponderEliminarPero realmente, no creo que haga falta endurecer las condiciones de la cárcel y convertirlas en antros infernales. Yo seguiría el modelo de las prisiones japonesas. Disciplina y trabajo obligatorio. De ese trabajo aprenden en muchos casos un oficio y sacan algo positivo. Además, allí les obligan a estudiar, formarse, vamos, "cultivarse".
En España esto no es así, los presos pueden tocarse las narices todo el santo día si quieren. Trabajar es optatorio.
Yo añadiría más disciplina, como un régimen militar, les haría trabajar y les trataría de aportar algo positivo y útil para cuando salieran fuera...
Por último, quiero destacar que países como Colombia o Venezuela tienen cárceles durísimas donde se cometen todo tipo de abusos y la violencia es desatada, sin embargo son lugares de una tasa de criminalidad altísima. Sin embargo, España, a pesar de tener " prisiones-hotel", es un país con muy poca delincuencia...