Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Feliz autocumpleaños

El miércoles 21 de octubre de 2009 sucedió una de esas cosas que sólo pasan una vez en la vida, aunque después de haber releído la inquietante (y recomendabilísima)  La extraña vida de Ivan Osokin de Piotr Ouspensky cualquiera sabe… Bien, esa cosa es que vino al mundo este travieso blog, con la publicación del primer comentario, Recién llegado. Parece que fue ayer, pero resulta que ya ha pasado un año (o tal vez entré ayer en un túnel espaciotemporal y he salido de él esta mañana, mientras uno de mis clones interdimensionales se ocupaba de sustituirme) y me acabo de dar cuenta hace apenas unas horas. Con mi mala memoria, ni siquiera tuve la delicadeza de felicitarme a mí mismo en el aniversario propiamente dicho hace un par de semanas. Y eso que, por aquello de las serendipias, mi inconsciente me gritó muy alto en la oreja ya que justo el 21 de octubre de 2010 publiqué un comentario titulado 21 minutos.

En estos últimos doce meses, Fácil para nosotros ha presentado un total de 200 comentarios, o sea que éste es el número 201. Sé que es difícil de creer pero no he esperado a propósito a este número para detenerme un momento y echar un vistazo al camino recorrido (recuerdo que en mi vida normal mi personalidad es de Letras Puras, de cuando se estudiaba Latín y Griego en el colegio, así que con los números me llevo sólo lo justito). Encontré el dato de sopetón al comprobar que se me había pasado la fecha del cumpleaños, y lo primero que he pensado ha sido: ¿Tantos han aparecido ya? Pues sí, me he contestado, teniendo en cuenta que salvo los lapsos vacacionales, tengo trabajando no a un negro sino a una auténtica tribu que son los que realmente confeccionan el blog de lunes a viernes a partir de las ideas que les suministro mientras yo me dedico a la contemplación, que para eso estudio la carrera de Dios.

 Un año escribiendo en el vacío y sin red, perdido en la maraña de decenas de millones de bitácoras que existen ahora mismo en Internet, es una tarea agridulce. Por un lado se siente uno muy libre de decir lo que piensa, porque parece que no te escucha nadie. Por otro lado la sensación de que uno escribe por escribir sin un destinatario concreto, probablemente sin un destinatario siquiera, es desconcertante (si bien los buenos escritores siempre han escrito principalmente para sí mismos, no para los demás; el hecho de que luego les lea mucha gente es accesorio). 
 
La impresión es mayor cuando uno tiene la experiencia, como es mi caso, de haber escrito previamente en otros espacios de Internet asentados ya y con un público amplio. Mi blog anterior, ya desaparecido (es inútil buscarlo en la red: he borrado todos los comentarios por razones personales que más vale no revelarte, lector, o ellos irían a por ti también, muahahahaha), se publicaba en un diario digital por el que pasaban miles de lectores diarios. Muchos dejaban sus opiniones y la tarea era igualmente agridulce, aunque en sentido inverso. Por un lado uno se sentía contento de tener siempre un público que comentara e incluso aprovechara sus ideas y aportaciones (aunque sólo fuera para pasar el rato) pero por otro lado pesaba cierto fardo llamado responsabilidad que obligaba a plantearse muy bien qué cosas decir y cuáles no por no herir a nadie.

En este momento, lo de herir o no herir, no me preocupa tanto, porque con los años he comprendido que no es posible herir a otra persona con una opinión sino que es la otra persona la que se da por herida cuando no la comparte y, en lugar de tolerarla, se niega a aceptarla y combate contra ella convencido de su superioridad moral y/o intelectual. Algo así parece haber sucedido con el artículo de hace un par de días en el que se me ocurrió hablar del dogmatismo de la ciencia contemporánea y de cómo los científicos actuales habían abandonado el papel investigador y curioso desarrollado por sus colegas de la antigüedad, mucho más abiertos de mente a nuevas posibilidades, para derivar hacia un nuevo tipo de sacerdocio, una religión laica propia de nuesta era tecnológica. Un fragmento de la polémica se hizo visible en los comentarios del otro día, pero la mayor parte sigue muy animada en Facebook.

De vuelta a la reflexión que hoy nos ocupa, un augurio de que Fácil para nosotros funcionaría es que la fecha de arranque (tampoco elegida a propósito, al menos de manera consciente) fue un miércoles, es decir el día de Mercurio: un dios que preside de manera especial la comunicación y la mensajería. Nuestros ancestros le representaban con unas alitas en los pies para simbolizar su presteza a la hora de llevar comunicados entre los otros dioses o bien entre éstos y los humanos. Paradójicamente, pusieron en sus manos una vara de sabiduría, simbolizada por las serpientes entrelazadas..., representadas exactamente igual que la modernísima imagen del ADN. Es muy posible que en nuestro prosaico y diletante mundo contemporáneo esas alitas, su túnica y su característico casco las hubiéramos sustituido por un mono, un casco de motorista y la vespino correspondiente (y la vara, por la bolsa de pizzas a domicilio). Y eso por no recordar que Mercurio es el nombre con el que los romanos rebautizaron a Hermes que, a su vez, es la denominación con la que los griegos renombraron a Thoth que, como cualquier buen lector de este blog conoce, es mi tutor personal en la Universidad de Dios.


Para terminar de liarla, se me ocurrió comprobar bajo qué signo zodiacal había nacido este lugar tan personal como personalizado y resulta que pertenece al último decanato de Libra, a un solo par de días de Escorpio (aquí ya mi carcajada fue monumental, por razones estrictamente personales que no viene al caso explicar en este momento). Libra es un signo masculino y de equilibrio, de hecho representado por una balanza, y asociado al misterioso Venus: la primera estrella de la noche y al mismo tiempo el Lucero del Alba, un mundo doble (como bien representa esa misma balanza) muy muy especial según ciertas tradiciones ocultas. Curiosamente, este signo fue parte de Escorpio en los tiempos antiguos.
En cuanto al propio Escorpio, se trata de un signo femenino y movedizo como corresponde a su carácter de elemento agua. Es muy complejo, porque a su ser emocional se añaden las fuertes influencias de sus regentes, el belicoso Marte y el enigmático Plutón.

Oh, ya sé que la Astrología es hoy considerada por muchos como un camelo. La mayor parte de ella lo es, realmente; sobre todo la que se publica en los diarios o en las revistas, puesto que se utiliza como un sistema adivinatorio cuando no es eso (sus propios usuarios, después de describirte lo que se supone es "el destino irrefrenable dictado por las estrellas" añaden, para curarse en salud por si luego fallan sus predicciones, que los astros inclinan pero no obligan), sino un catálogo simbólico y energético de un calibre excepcional. Pero es muy largo de explicar y si lo hago le quito la carga provocadora de la frase anterior. 

Así que lo dejaremos aquí de momento. ¡Feliz autocumpleaños! ¿A mí? ¡A mí!
  
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario