Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El himno al Sol de Kheruef

En 1885, el egiptólogo alemán Adolf Erman descubrió la tumba de un intendente y escriba de la Gran Esposa Real Tiy, llamado Kheruef. El sitio se conoce en términos científicos como la tumba TT 192 y es la más grande de las que hasta el momento se han excavado en la ribera occidental de Luxor, aunque está sin terminar por lo que es muy probable que el funcionario destinado a ocuparla jamás llegara a ser sepultado en ella. Kheruef o Jeruef (con una jota suave, que es como deberíamos pronunciar en español el fonema anglosajón kh, inexistente en nuestra lengua) fue nada menos que administrador real. Es decir, un cargo muy importante, y de hecho el responsable del primer y tercer jubileo del faraón Amenhotep III.  

La tumba tiene un acceso a través de un corredor descendente que conduce a una sala pública con grandes pilares al este y al oeste. En las paredes se pueden apreciar algunas escenas tanto del faraón como de su reina, así como de la diosa Hathor y del propio Kheruef junto con otros funcionarios, sacerdotes y músicos. Tiy fue una de las mujeres más relevantes del Antiguo Egipto. Se cree que no era de linaje real aunque sabemos que su madre ostentaba el título de Cantora del templo de Amón, lo que ya le sitúa en un nivel interesante de partida. A la edad de siete u ocho años, Tiy fue casada con su (muy probablemente) primo Amenhotep (o Amenofis) III, algo más pequeño que ella y que asumió el trono a pesar de su tierna edad, con el correspondiente Consejo de Regencia controlando el país. Quizá por esa razón, los jóvenes esposos se compenetraron muy bien y estuvieron muy unidos durante toda su vida, hasta el punto de que ella ejerció una influencia sobre el faraón mucho mayor de lo habitual. Además, su reinado fue largo y próspero, lo que les hizo especialmente populares entre sus súbditos. A día de hoy, los arqueólogos e historiadores consideran que Tiy fue la verdadera faraona de aquella época, gobernando a través de su marido.

Lo más atractivo de estos personajes (aquí a la derecha aparecen en una pétrea escultura de pareja) es que fueron ellos los que alimentaron el establecimiento y consolidación del culto a Atón, que acabaría eclosionando y manifestándose en la conocida “Herejía” de Amarna, protagonizada por el hijo de Amenofis y Tiy: Akhenaton (o Ajnaton, españolizado). Lo hicieron en parte por recuperar la verdadera espiritualidad contenida en los viejos Misterios Egipcios (en relación con el espíritu del Sol, no con el Sol como materia o como cuerpo cósmico), en parte por frenar e incluso desmantelar la decadencia que había gangrenado la otrora elevada casta sacerdotal de Amón. El ambicioso objetivo consistía en regenerarla dotándola con nuevos hierofantes que recuperaran los sagrados y verdaderos Misterios, pues en realidad Amón y Atón no son más que dos nombres para designar lo mismo (el espíritu solar). Sin embargo, en manos de los corruptos sacerdotes de Amón, el sentido de los rituales se había desviado hacia una mema y vulgar adoración al astro físico. La misma importancia de Tiy en el reino mostraba que ella y su marido aún conservaban ciertos conocimientos secretos que incluían el manejo del poder que subyace en una unión completa, en determinados planos, entre un hombre y una mujer.

Salvando las distancias, y por comprender mejor lo que ocurría en aquellos tiempos, fue como cuando el movimiento cátaro pretendió, durante la Edad Media, retomar el Cristianismo verdadero y regenerarlo, tras haberlo arrancado de las garras de los Papas y su Iglesia que, atrincherados en el Vaticano y extendiéndose por todo el mundo occidental, habían corrompido el verdadero mensaje de Jesús el Cristo convirtiendo la espiritualidad en un vulgar negocio religioso. Los cátaros fueron exterminados con una saña y una brutalidad que se comentan por sí mismas y lo mismo sucedería con Akhenaton y sus seguidores (hasta tal punto que la historia de este faraón y sus familiares sigue siendo hoy muy oscura, pues la casta de los sacerdotes corruptos de Amón, cuando retomó el poder, destruyó casi toda su obra y apenas han quedado algunos vestigios de su época: la existencia del mismo Akhenaton fue descubierta por la arqueología moderna hace relativamente pocos años).

El destacado papel de Tiy se aprecia en su constante presencia al lado de su marido en prácticamente todas las grandes ceremonias de Estado, en las numerosas estatuas dedicadas a ella sola (como ésta) e incluso en la construcción de un palacio real, el de Malkata, en la orilla occidental de Tebas, exclusivamente para su persona, aunque acabaría convirtiéndose en residencia de todos los faraones. De su poder y su presencia aprendería la hermosa Nefertiti, la esposa de Akhenaton: ambos trataron de reproducir durante su reinado el modelo cuasiperfecto que Amenhotep III y Tiy habían desplegado durante el suyo. Tras la muerte de su padre, Akhenaton fue entronizado faraón y Tiy se retiró discretamente a un segundo plano aunque conservando una poderosa influencia como "reina madre".

Con estos antecedentes, comprenderemos que Kheruef debió ser un tipo especial: uno de los hombres de confianza de Tiy y muy probablemente un iniciado como ella en ciertos conocimientos ocultos. No es por tanto extraño que, en su tumba (o en la que iba a serlo ya que como antes comentamos nunca terminó de construirse), se encontrara entre otros jeroglíficos un himno muy particular al Sol, que vemos transcrito en esta imagen. No tiene la belleza y la fuerza del famoso canto de Akhenaton (Asciendes hermoso en el horizonte celeste, Sol Viviente que existes desde el origen...), mucho más conocido, pero nos da pistas sobre lo que este hombre sabía o dejaba de saber, si leemos entre líneas. 

Una posible traducción:

El Noble Heredero, príncipe favorito de Horus, Señor del Palacio,
Camarero de la Gran Esposa (se refiere a Tiy), Primer Heraldo Real, 
Kheruef, adora a Ra en la mañana cuando asciende sobre el horizonte del cielo.

Kheruef dice: Saludos a ti, Ra, cuando te levantas, 
como a Amón en su bello crepúsculo.
Tú amaneces y brillas sobre la espalda de tu madre, 
oh coronado como rey de la Enéada. 
Así te hizo tu Madre Nut y te adoran.

Te abrazo, Maat, en la estación doble.
Tú atraviesas el cielo superior y tu corazón se dilata de alegría.
El lago de los Dos Cuchillos se quedó tranquilo,
pues el enemigo cayó y sus dos manos están cortadas:
corta el cuchillo sus articulaciones.
Su mal carácter vino pero el enemigo cayó en los lugares de matanza.

Los corazones de todos los dioses rebosan felicidad
cuando te ven en la Barca Majedyet (la Barca Solar).
Ra se encuentra en los vientos suaves, 
y en la Barca Seketet (la Barca Nocturna).
Siguió adelante y llegó a su destino. Cruzas tú los cielos en triunfo.
Tu Enéada se cubrió luego de gloria. 
Tu madre Nut se entregó ayer en tu presencia.

El Escriba Real, el Primer Heraldo Real, el Camarero de la Gran Esposa,
Kheruef, lo atestigua.
Él dice: Yo te adoro cuanto tu belleza está sobre mí y se manifiesta
y tus brillantes rayos bañan mi pecho.

En estos días del Solsticio, en los que el astro rey muere y renace una vez más, sus hijos se reúnen en silencio para encender velas rojas por él y renovar su compromiso interno. Hay inconscientes y ambiciosos capaces de firmar un contrato con el Diablo y adorarle después para conseguir sus objetivos, pero los conscientes y humildes con quien firman su contrato es con Dios, con el dios interno en forma de llama al que adoran porque calienta sus corazones. Ahora y hasta el fin de sus días. 

Y aún después, durante toda la eternidad.




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