"Si Emilio Botín sigue dando hipotecas más allá de 2012 es porque espera cobrarlas". Me parece la frase más genial de los últimos años para descalificar permanentemente y ya para siempre a los muy pesados profetas del anunciado Apocalipsis para el susodicho año. La razonaba Jorge Jiménez Vicente, doctor en Astrofísica y profesor de la Universidad de Granada, en una entrevista con la agencia EFE en Valladolid, donde esta tarde ofrecía una conferencia ante la Universidad Europea
Miguel de Cervantes hablando entre otras cosas de los diferentes calendarios y usos del tiempo a lo largo de la civilización. Ya me referí al asunto de 2012 en algún comentario anterior pero es que van pasando los días y las semanas y los meses y a medida que nos acercamos a la susodicha fecha aumenta la paranoia con la publicación de libros, el estreno de películas y la vomitona de comentarios en todo tipo de foros de Internet de gentes que parecen realmente deseosas de que se materialice el susodicho Fin del Mundo, imagino que para dar algún sentido a sus vidas.
Jiménez Vicente recordaba que ni siquiera vivimos en el día en el que creemos vivir puesto que en 1582, cuando Gregorio XIII, el Papa responsable del calendario precisamente llamado Gregoriano, reformó la cuenta del tiempo, dio un salto del 4 al 15 de octubre para compensar los diez días de más que se habían contado desde que Julio César, responsable del calendario juliano, lo reformara en el año 46 antes de Cristo. Pero, ¿acaso los datos que manejó ese Pontífice estaban bien? Ya sabemos que el famoso monje Dionisio el Exiguo se equivocó en al menos cuatro años respecto al cálculo del nacimiento oficial de Jesús, que es donde situamos el actual año cero en nuestro calendario.
Y hay algo aún más interesante: los siglos que creemos conocer tan bien, los que se extienden desde ese año cero hasta nuestros días, los conocemos en realidad igual de mal o peor que los que les preceden. Un investigador y matemático ruso llamado Anatoly T. Fomenko, miembro de la Academia de Ciencias y profesor de la Universidad Estatal de Moscú, descubrió esto tras resolver el enigma con el que se encontraron en 1972 los miembros de la Royal Society de Londres al examinar las inconsistencias halladas en el cálculode la aceleración del movimiento lunar que de acuerdo con los datos disponibles habría experimentado un extraño salto en algún momento de la Historia próximo al siglo X. A partir del estudio de los eclipses y sus registros históricos desde la Antigüedad hasta el día de hoy, Fomenko constantó que había una serie de hechos históricos que "bailaban" literalmente en las cronologías oficiales alterando de manera espectacular la fecha real en los que sucedieron realmente.
Hay que recordar que no fue hasta principios del siglo XVII cuando Joseph Scaliger y Dionysius Petavius fundaron la concepción cronológica y la manera de contar los años que aún empleamos en el día d e hoy. Hasta entonces, la gente no contaba empleando de referencia el que nosotros admitimos como año cero sino otros sucesos o acontecimientos más próximos a su cultura o sus intereses (nadie tenía relojes de pulsera ni digitales, ni siquiera vulgares calendarios de mano): contabilizaban su tiempo diciendo que vivían, por ejemplo, en el año 620 después de la fundación de Roma o en el año quinto del reinado de los Reyes Católicos...
Así que Fomenko, a quien vemos aquí a la derecha, se puso manos a la obra y dedicó nada menos que ¡veinte años! a sus investigaciones antes de ver publicados sus primeros trabajos aprovechando que la URSS se vino abajo. Su obra se llama Chronology o Cronología y consta de siete volúmenes de más de mil páginas cada uno. Parte están traducidos, pero sólo al inglés. Y no han sido mu y difundidos, porque su contenido asusta h asta el punto de que ha sido desprestigiado en algunos foros occidentales como un simple charlatán pese a sus credenciales científicas y a la descripción impecable que él mismo hace de su método de trabajo aportando entre otras cosas las casi ¡1.500 fuentes diferentes! que recogió durante todos estos años. Se entiende el miedo de tanta gente a sus conclusiones porque la más sorprendente es que..., alguien se ha inventado mil años de Historia pues no existe, y así lo demuestra él en su obra, ni una sola evidencia sólida para datar con precisión un solo acontecimiento anterior al siglo XI. Ni uno. Con todo lo que eso s ignifica.
Así, entre los hechos realmente asombrosos que documenta nos encontramos que en realidad no han pasado dos mil años sino poco más de mil desde el nacimiento de Jesús (habría nacido en 1053 y habría sido crucificado en 1086), que la práctica totalidad de los acontecimientos del Antiguo Testamento no se refieren a hechos sucedidos en la antigüedad egipcia o mesopotámica sino a la Edad Media o que el Apocalipsis fue escrito no antes de 1496, lo que significa al menos cuatro años después del descubrimiento oficial de América. Recordamos que en el mundo anglosajón se conoce el período comprendido entre la caída del Imperio Romano de Occidente y el descubrimiento oificial de América como la Edad Oscura, literalmente los-años-en-los-que-no-pasó-nada. Bueno..., ¿y si realmente no hubiera pasado nada porque no pudo pasar, al no haber existido ese tiempo? Según Fomenko, al menos la etapa entre 614 y 911 está literalmente inventada.
Tal vez la realidad no sea tan radical como la que proponen los estudios del científico soviético, pero una cosa está clara, y es que buena parte de las fechas históricas son invenciones o conclusiones de estudiosos posteriores (en ocasiones muy posteriores) a los hechos. ¿De qué nos extrañamos? Los mismos hechos históricos se cuentan de muy diversa forma según quién y cuándo lo haga. En vida de Napoleón sus enemigos publicaron las mayores barbaridades sobre él, calificándole incluso de asesino y caníbal de niños pequeños. Dos siglos después suele recordársele más bien por su carrera militar y sus intentos unificadores (aunque fuera con bota de hierro) de Europa. O en España, sin ir más lejos: resulta que hasta la etapa de la Transición Franco estaba considerado como una especie de angelical-enviado-de-Dios-para-salvar-la-patria y todos los que lucharon contra él durante la última de las innumerables guerras civiles que conforman la historia de este país eran miserables ateos, comunistas y asesinos. Sin embargo, hoy Franco está considerado como un militarote incompetente y traidor que atentó contra el orden democrático y que instauró una dictadura cruel. Y dentro de dos siglos, ¿qué pensarán de él los españoles de esa época (si es que los hay)? Si no somos capaces de ponernos de acuerdo en lo que sucedió tan recientemente, ¿quién puede convencernos de que Alejandro Magno, o cualquier otro personaje histórico, hizo todo lo qu e se cuenta que hizo y en las fechas en que se dice que lo hizo?
Finalmente, y regresando a las famosas profecías mayas de 2012 resulta que éstas..., jamás existieron. El calendario en el que (un grupo de listillos dispuestos a hacer dinero y otro grupo de listillos dispuestos a meter miedo a la gente común para mejor manejarla) se basaron para inventarse un presunto Fin del Mundo es, para empezar, circular. Y las piezas circulares no empiezan ni terminan, por su propia esencia, pues son un símbolo de constante rodaje, de empezar una y otra vez, una y otra vez... El calendario puede terminar en 2012 su cuenta..., pero sólo para volver a empezar la siguiente. Por lo demás, existen varias teorías que intentan relacionar la cuenta maya de los años con la nuestra, pero son distintas unas de otras, así que podemos hablar del 2012 como podemos hablar del 2212. Naturalmente, en ninguno de los libros sagrados de los mayas, el Popol Vuh o el Chilam Balam, hay predicción alguna en este sentido. Y, por si quedaba algo que añadir, según diversos estudiosos en la materia, el único manual de la cuenta de los años que podemos considerar realmente como tal en la América precolombina es la Piedra del Sol, que no es maya sino tolteca (interesante civilización de la que algún día habrá que comentar algo más).
Y hay algo aún más interesante: los siglos que creemos conocer tan bien, los que se extienden desde ese año cero hasta nuestros días, los conocemos en realidad igual de mal o peor que los que les preceden. Un investigador y matemático ruso llamado Anatoly T. Fomenko, miembro de la Academia de Ciencias y profesor de la Universidad Estatal de Moscú, descubrió esto tras resolver el enigma con el que se encontraron en 1972 los miembros de la Royal Society de Londres al examinar las inconsistencias halladas en el cálculo
Hay que recordar que no fue hasta principios del siglo XVII cuando Joseph Scaliger y Dionysius Petavius fundaron la concepción cronológica y la manera de contar los años que aún empleamos en el día d
Así que Fomenko, a quien vemos aquí a la derecha, se puso manos a la obra y dedicó nada menos que ¡veinte años! a sus investigaciones antes de ver publicados sus primeros trabajos aprovechando que la URSS
Así, entre los hechos realmente asombrosos que documenta nos encontramos que en realidad no han pasado dos mil años sino poco
Tal vez la realidad no sea tan radical como la que proponen los estudios del científico soviético, pero una cosa está clara, y es que buena parte de las fechas históricas son invenciones o conclusiones de estudiosos posteriores (en ocasiones muy posteriores) a los hechos. ¿De qué nos extrañamos? Los mismos hechos históricos se cuentan de muy diversa forma según quién y cuándo lo haga. En vida de Napoleón sus enemigos publicaron las mayores barbaridades sobre él, calificándole incluso de asesino y caníbal de niños pequeños. Dos siglos después suele recordársele más bien por su carrera militar y sus intentos unificadores (aunque fuera con bota de hierro) de Europa. O en España, sin ir más lejos: resulta que hasta la etapa de la Transición Franco estaba considerado como una especie de angelical-enviado-de-Dios-para-salvar-la-patria y todos los que lucharon contra él durante la última de las innumerables guerras civiles que conforman la historia de este país eran miserables ateos, comunistas y asesinos. Sin embargo, hoy Franco está considerado como un militarote incompetente y traidor que atentó contra el orden democrático y que instauró una dictadura cruel. Y dentro de dos siglos, ¿qué pensarán de él los españoles de esa época (si es que los hay)? Si no somos capaces de ponernos de acuerdo en lo que sucedió tan recientemente, ¿quién puede convencernos de que Alejandro Magno, o cualquier otro personaje histórico, hizo todo lo qu
Finalmente, y regresando a las famosas profecías mayas de 2012 resulta que éstas..., jamás existieron. El calendario en el que (un grupo de listillos dispuestos a hacer dinero y otro grupo de listillos dispuestos a meter miedo a la gente común para mejor manejarla) se basaron para inventarse un presunto Fin del Mundo es, para empezar, circular. Y las piezas circulares no empiezan ni terminan, por su propia esencia, pues son un símbolo de constante rodaje, de empezar una y otra vez, una y otra vez... El calendario puede terminar en 2012 su cuenta..., pero sólo para volver a empezar la siguiente. Por lo demás, existen varias teorías que intentan relacionar la cuenta maya de los años con la nuestra, pero son distintas unas de otras, así que podemos hablar del 2012 como podemos hablar del 2212. Naturalmente, en ninguno de los libros sagrados de los mayas, el Popol Vuh o el Chilam Balam, hay predicción alguna en este sentido. Y, por si quedaba algo que añadir, según diversos estudiosos en la materia, el único manual de la cuenta de los años que podemos considerar realmente como tal en la América precolombina es la Piedra del Sol, que no es maya sino tolteca (interesante civilización de la que algún día
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