Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 16 de marzo de 2010

Amadeus

La Universidad de Dios tiene sus riesgos y el primero de ellos es que también existe una Universidad de Demonio. Es lógico: el Yin y el Yang, el Bien y el Mal, el Día y la Noche..., la eterna dualidad que genera el roce y con el roce el desarrollo de la vida... La Vida y la Muerte: la Guerra Eterna, a la que nadie escapa, porque está en la base de la existencia misma.
En el momento en el que uno ingresa en la Universidad de Dios se le facilitan algunas armas mágicas, además de cierta protección general, contra los ataques de los alumnos de la Universidad de Demonio. Obviamente a medida que uno progresa en los niveles de conocimiento va adquiriendo mayores poderes (por así decir...) pero también ofrece un mayor blanco a las acechanzas del Enemigo. La frase es conocida: cuanto mayor sea la luz, mayor la sombra que proyectará. Las escaramuzas, y aún los combates puros y duros, entre defensores de la Luz y defensores de la Oscuridad están a la orden del día y a menudo hay retos individuales o colectivos (de clases o de niveles) entre unos y otros. También hay emboscadas, pero éstas son patrimonio casi exclusivo de ellos. A nosotros no se nos permite emplear esta técnica, a cambio de cierto incremento extra en nuestra capacidad de recuperación. Leyes viejas, firmadas antes de que el mundo existiera siquiera...

El lunes fuimos víctima de una de esas emboscadas, algunos otros estudiantes y yo, que regresábamos alegremente de comer juntos. Ellos eran dos o tres veces más que nosotros, pero nos defendimos bastante bien (creo) porque conseguimos dispersar su primera embestida y ponernos a salvo antes de que se reorganizaran. Sin embargo, el carácter temerario heredado de mi reencarnación junto a Leónidas el espartano me jugó una mala pasada y cuando ya estábamos casi fuera de su alcance no se me ocurrió otra cosa que lanzarles un último gesto obsceno y en ese momento fui alcanzado por uno de sus virus mutantes. Fue como un puñetazo en el estómago que luego se abrió paso hacia mi interior hasta convertirse en una garra de hielo que me estrujaba el alma... ¡Hacía tiempo que no lo pasaba tan mal! Me llevaron deprisa y corriendo a la Enfermería de la Universidad de Dios y me dejaron en manos de los Druidas, especialistas en extirpar las armas mágicas de la Oscuridad y recuperar a los heridos. Allí me dijeron que todavía había tenido suerte, porque el virus podría haberme alcanzado al corazón o al cerebro y entonces tal vez no lo hubiera contado. Más tarde soporté resignado el tirón de orejas de mi tutor, el Gran Thoth, que me reprochó no saberme cuidar bien ("¡Con el tiempo que llevas aquí ya, parece mentira!") y me dispuse a pasar la tarde lo mejor posible, recuperándome de mis heridas. Naturalmente no me dejaron acceder a mi blog y por eso no hay entrada del día de ayer, lunes.

Uno de los druidas me ofreció ver una película para pasar el rato y, conociendo el poder curativo de la música, escogí Amadeus de Milos Forman para ver si podía retomar mi ánimo. ¡Vaya que si lo retomé, aunque no precisamente como pensaba, sino por la indignación que fue creciendo en mí a medida que veía las imágenes! Recuerdo haber visto esta película cuando se estrenó, en 1984, pero entonces no me removió demasiado: tan sólo me dejó cierta sensación agridulce, de vacío, como si el director se hubiera limitado a rodar la cáscara del argumento. Por entonces yo no había ingresado en la Universidad de Dios. Veintiséis años después, la experiencia fue muy diferente y mucho más amarga.

Amadeus
cuenta la historia de Wolfgang Amadeus Mozart, el Divino, el mayor genio de la música clásica, capaz de conectar a través de su mente privilegiada con ciertos niveles superiores de sensibilidad, por así decir, y traernos desde allí retazos, fragmentos, de las voces de los mismos dioses. Eso es lo mejor, con diferencia, de este auténtico bodrio engalanado con purpurina y celofán que, aunque no lo parezca (y aunque no los merezca) cosechó nada menos que ocho Óscar de Hollywood. Pero la película es un auténtico fraude. En la versión de Forman, Mozart es un auténtico imbécil y un borracho que, más que entender de música, actúa como un simple escriba, copiando "al dictado" la que "aparece" como por arte de magia en su cerebro. Eso enfurece y progresivamente enloquece por la envidia al serio y trabajador Antonio Salieri, el compositor de cámara del emperador José II de Habsburgo, que a pesar de su enorme talento y popularidad es desplazado de primera línea por su rival, lo que le lleva a renegar de Dios e iniciar una campaña contra Mozart de manera subterránea (muy al estilo Demonio) calumniando su vida y su obra, impidiendo que se representen sus trabajos musicales, favoriendo su endeudamiento y hasta matándole por agotamiento.

En la realidad, Salieri no sólo no asesinó a Mozart ni participó en conspiración ninguna contra él sino que no tenía motivos para envidiarle: disfrutó en vida de mucho más dinero, respeto y éxito, tanto entre los nobles como en la burguesía y el pueblo llano. Discípulos suyos fueron, entre otros, Beethoven, Liszt o Schubert. Aún más, se sabe que reconoció públicamente el trabajo de Mozart y que le alabó en más de una ocasión, aunque no tuvo la relación personal que se ve en numerosas secuencias por lo pleno de su propia y ocupada agenda y su nulo interés en mantener una amistad con él o con su mujer Constanze. La misma infancia de Salieri no tiene nada que ver con la que aparece en la película puesto que su hermano mayor ya se dedicaba a la música y él siguió su ejemplo animado por su familia, en contra de la imagen que se transmite en Amadeus según la cual su odioso padre le tenía prohibido dedicarse a este oficio. Hay una secuencia que resume la montaña de mentiras que Shaffer y Forman arrojan sobre Salieri porque "lo exige el guión": cuando Mozart se presenta ante el emperador José II, Salieri le ofrece una pequeña marcha de bienvenida que, para humillación del compositor de cámara del emperador, el recién llegado no sólo recuerda tras haberla escuchado una sola vez sino que a continuación la interpreta mejorada. Lo cierto es que esa composición era originalmente de Mozart, no de Salieri.

Pero lo más grave de la película es que esconde al Mozart de verdad, al Mozart que no sólo poseía un gran sentido del humor y una vitalidad sorprendentes (caricaturizadas con una risa estúpida en la película) sino una riquísima vida interior que le impulsó desde joven a estudiar los Misterios y, al fin, a ingresar en la Masonería pensando que allí encontraría respuesta a sus anhelos. Para la sociedad discreta creó algunos de sus más notables trabajos. Entre ellos, esa maravillosa obra de arte que es Die Zauberflöte (La Flauta Mágica), maravillosa pieza maestra del simbolismo musical de todos los tiempos que describe el camino de la Iniciación Genuina y que en la película se presenta como ¡un vodevil para el populacho! Para más INRI, en una de las secuencias, durante la famosa aria de la Reina de la Noche, se presenta a ésta, que en el libreto es la encarnación del Mal y la Perdición, con toda la iconografía de la Virgen María (y de Isis, y de todas las otras imágenes de la Diosa: se identifica al símbolo de lo perverso con el de la inocencia)... Mozart fue, incluso, amortajado de acuerdo con el ritual masónico.

Respecto a la muerte de Mozart, se ha especulado mucho sobre el asunto. En teoría no hay pruebas de que fuera asesinado aunque, cito ahora a Mac Namara, que es el que sabe acerca de conspiraciones:

- Por supuesto que le mataron. Pero aquéllos que lo encargaron y la forma en la que lo hicieron no aparecen en la película. Él mismo reveló a su mujer Constanze mes y pico antes de morir que sabía que alguien le había envenenado. Sufrió vómitos, dolores e hinchazones varias y acabó sin poder levantarse de la cama, donde falleció tras varios días de agonía.

- Pero ¿quién habría querido matar a un genio de la música?

- Mozart no sólo fue un genio de la música. Tenía intereses en otras cosas, entre ellas en el camino espiritual como muy bien comentabas. Pero fíjate en la fecha que murió, 5 de diciembre de 1791. La Revolución Francesa, animada intelectual y materialmente por numerosos francmasones franceses (y no franceses) había estallado en mayo de 1789, apenas dos años atrás, y sólo unos meses antes, en junio de 1791, Luis XVI y su esposa María Antonieta de Austria, hermana del mismo emperador José II para el que Mozart había trabajado en Viena, habían intentado huir, sin conseguirlo, de la furia revolucionaria. Esta fuga frustrada pesaría en el ánimo de quienes les condenarían a la guillotina poco después. ¿Qué sabía Mozart exactamente, no ya sobre el desarrollo sino sobre la gestación del proceso revolucionario? ¿Estaba de acuerdo con él y con los excesos que conducían, ya entonces, hacia la posterior época del Terror? ¿Estaba al tanto de la instrumentalización que de ciertas ramas de la Francmasonería había realizado esa otra orden secreta llamada Illuminati que, al menos desde 1784, manejaba un plan para dar el golpe de gracia a la monarquía en Francia y para el asesinato legal de sus reyes?

Interesantes cuestiones, le reconozco a Mac Namara... Por supuesto, siempre se puede justificar el guión de la película (basado por cierto en una obra teatral de Peter Shaffer estrenada en 1979) afirmando que ni Forman ni Shaffer pretendieron en ningún momento elaborar una biografía detallada de la vida de Mozart..., pero es una manera barata de eludir su responsabilidad en el deterioro de la imagen tanto de Mozart como de Salieri. En estos tiempos oscuros en los que sobrevivimos hoy, en los que nunca ha habido mayor cantidad de información a disposición de los mortales y nunca tampoco un mayor nivel de analfabetismo cultural, la inmensa mayoría de ovejas que se sientan ante la pantalla se tragan lo que ésta les cuente como si fuera la verdad más absoluta, sin cuestionarlo. Y luego lo repiten, impostando la voz como si fueran autoridades en la materia sobre la que disertan.

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