Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 18 de marzo de 2010

La Reina Serpiente

Entre 1455 y 1485, dos linajes se enfrentaron por el trono de Inglaterra (y los territorios bajo su control): la Casa de York y la Casa de Lancaster. Es la conocida como Guerra de las Dos Rosas por el emblema de cada bando: la de York es blanca por la pureza, la inocencia y la luz, ya que se supone que representa a la Virgen María, la Rosa Mística de los Cielos, mientras que la de Lancaster es roja y no posee un simbolismo especial más allá del habitual para la flor de este color (asociada generalmente al poder real y en especial al mágico y al solar, lo que ya de por sí es bastante significativo): estaba en uso desde la época de Juan de Gante, duque de Lancaster y tercer hijo de Eduardo III rey de Inglaterra.

La Guerra de las Dos Rosas comenzó cuando el duque Ricardo Plantagenet (York) intentó quitar de en medio al rey Enrique VI (Lancaster) quien, pese a ser hijo del gran Enrique V, carecía según los cronistas de la época de una correcta estabilidad mental así como de otras cualidades precisas para soportar sobre la cabeza una corona como la que portaba. Aprovechando su debilidad militar por la guerra de los Cien Años el duque intentó el golpe definitivo pero fue derrotado y, aún peor, murió, en Wakefield. Después de sucesivas escaramuzas durante treinta años, el conde de Richmond, Enrique Tudor, se
puso al frente de los Lancaster y en Bosworth Field derrotó de nuevo y esta vez para siempre a los York (que al final demostraron ser tan blanditos como el jamón que lleva su nombre). Coronado como Enrique VII, tuvo la inteligencia suficiente para terminar con tres decenios de guerra como se hacían estas cosas en la Edad Media. Es decir, casándose con Isabel de York y uniendo así ambas casas..., y ambas rosas, en una sola: la roja y blanca de los Tudor que a partir de entonces representó al trono de Inglaterra.

Es por eso por lo que la rosa de los Tudor aparece en muchos de los cuadros, dibujos y todo tipo de representaciones de los reyes de Inglaterra, desde esa época hasta entonces. Incluyendo los de la poderosa, gélida y neurótica reina Isabel I, la famosa "reina virgen" y sin duda una de las personas más populares que ha ocupado el trono de la monarquía británica (y durante más tiempo). Conocemos muchas i
mágenes de esta mujer que, a pesar de todo, fue una personalidad enigmática muy bien protegida por un gabinete de prensa y propaganda muy eficiente para su época. Gracias a ese gabinete existe buena parte de la Leyenda Negra sobre España y aún muchos ignorantes (entre ellos la mayoría de españoles) creen que Felipe II (el gran enemigo de Isabel I, a quien ella odiaba entre otras cosas porque jamás pudo ser su amante) era un fanático católico iletrado e inquisitorial, cuando en realidad su corte (especialmente en El Escorial) albergó la más elevada cantidad de herejes por metro cuadrado de la Europa de la época además de la biblioteca real más surtida en todo tipo de saberes, conocimientos, religiones y creencias, y cuando la propia reina inglesa fue una fanática protestante que mató a todos los católicos que se le pusieron a tiro en el Reino Unido. Es el mismo gabinete que nos cuenta una y otra vez la "victoria" británica sobre la mal llamada Armada Invencible (destruida en realidad por las condiciones meteorológicas y por sus propios defectos ya que poseía muchos buques pero su calidad, su mantenimiento y sus mandos distaban de ser los idóneos) y se calla la derrota de la Contraarmada británica (mayor aún que la Armada española) que intentó hacer lo mismo que los españoles en las islas británicas pero invadiendo la península desde Lisboa y fracasó miserablemente (y en este caso derrotada no por el mal tiempo sino por las tropas españolas allí acantonadas). Es, aún, el mismo gabinete que nos presenta a una reina amante de la cultura y bajo cuyo reinado florecieron figuras como Shakespeare o Marlowe y se calla la financiación sistemática de la Corona a piratas, corsarios y asesinos de todo pelaje como Drake o Hawkings que atacaban y saqueaban no ya sólo las ciudades españolas que podrían albergar más riquezas por su actividad comercial, como Cádiz, sino los simples e indefensos convoyes comerciales que cruzaban el Atlántico.

Uno de los cuadros menos conocidos de la reina Isabel I, de autor anónimo y que se conserva en la Galería Nacional de Retratos del Reino Unido, muestra a esta mujer con su característico gesto agrio y empuñando algo en su mano derecha, cuyo dorso aparece ennegrecido por una mancha extraña. Durante mucho tiempo, los expertos pensaron que lo que sujetaba contra su pecho era la Rosa de los Tudor, pero no se explicaban el porqué de la sombra. El enigma ha quedaro resuelto recientemente, gracias a que vivimos en una época tan estéril desde el punto de vista creativo que los especialistas en arte prefieren aprovechar su tiempo en limpiar y recuperar la belleza de las obras antiguas que en malgastarlo con las "novedades" prescindibles que nos ofrecen los "artistas" de nuestros días. Y aquí surge la sorpresa porque una de las conservadoras de la susodicha Galería Nacional, Tarnya Cooper, ha revelado al mundo que gracias a los rayos equis y la tecnología de infrarrojos se descubrió lo que luego se ha confirmado: que lo que verdaderamente sujetaba la "reina virgen" era... ¡Una serpiente! Una serpiente de escamas verdes y azules pintada primorosamente.


Ahora nos encontramos con la parte más divertida, cuando los analistas actuales cometen el mismo error de siempre que es intentar justificar y explicar con razonamientos actuales los comportamientos de nuestros antepasados. Cooper y los otros
conservadores nos dicen que la serpiente original fue camuflada y sustituida por la Rosa de los Tudor porque "podría asociarse al mal y al pecado original" y porque los asesores de la reina "controlaban cuidadosamente su imagen y un desliz de este tipo no hubiese pasado inadvertido" ya que la serpiente "era un símbolo demasiado delicado o ambiguo, un emblema demasiado peligroso quizás". ¿Es creíble esto? Hablamos del retrato oficial de la reina en una época en la que nadie se atrevía ni a estornudar sin su permiso. Si ella decidió pintarse con una serpiente fue porque ella lo quiso y lo aprobó, no porque nadie le aconsejara en ese sentido, y si alguien decidió camuflar la bicha en algún momento casi seguro lo hizo tras el fallecimiento de la monarca, so pena de despertar su ira y perder, literalmente, la cabeza.

De hecho, la serpiente era uno de los emblemas favoritos de Lizzard-bel (¡como podrán imaginarse todos los lectores de las fascinantes/extravagantes/sugerentes teorías de cierto investigador británico llamado David Ic
ke!). La reina poseía varias joyas con forma de serpiente e incluso algunos vestidos, como se aprecia por ejemplo en la manga izquierda de este otro cuadro suyo, mucho más conocido. Y ello por no mencionar la prometedora semejanza del adorno del sombrero que luce en esta misma imagen. Un historiador británico experto en la época Tudor, David Starkey, remueve más el fango en lugar de aclararlo al asegurar formalmente y sin que le entre la risa que "las serpientes tenían varios significados en el siglo XVI durante el período isabelino, un simbolismo dual... Sin duda, representaban a la sabiduría ... pero otros podían ser asociados con aspectos sexuales o malignos". Muy bien, mr. Starkey, nos ha sacado usted de la duda... Sobre todo cuando lo del doble significado viene de bastante antes. Por citar el primer ejemplo que me viene a la cabeza, en el Antiguo Egipto se diferenciaba muy bien a la cobra real (símbolo del bien) que portaban los iniciados en sus tiaras, incluyendo el faraón, de la víbora (símbolo del mal) que muerde y/o escupe veneno y que causa más de un problema incluso a los propios dioses.

Dándole vueltas a la imagen de Isabel I apareció por mi cuarto, cómo no, el ilustre Mac Namara.


- Mira quién está ahí..., la malvada Issssssabel -comentó mi gato conspiranoico alargando la ese como si imitara el siseo de una serpiente.


- Así que tú tampoco crees que fuera una buena persona precisamente, ¿mmmh?


- Seguro que no sabes esto -dijo, mirándome con sus ojos burlones-: la última vez que se exhibió públicamente ese misterioso retrato fue en 1921. Y en esa época los llamados expertos de la Galería Nacional de Retratos impusieron la retirada permanente del cuadro de la vista del público achacando la sombra no a una Rosa de los Tudor mal pintada sino a una decoloración por culpa de la exposición y el paso del tiempo... Yo diría que a lo mejor esos expertos sabían más de lo que realmente contaron sobre lo que significaba exactamente el cuadro... Y, por cierto, es interesante que fuera una Rosa de los Tudor lo que pusieron en manos de la vieja bruja, la reina serpiente, para disimular al pequeño y malévolo ídolo que se trae entre manos. Otro día te contaré acerca de las peculiaridades de las rosas de York y Lancaster pero ¿sabes que sería interesante? Que alguien explicara cuál fue exactamente la causa de la "inestabilidad mental" de Enrique VI...


- Tus comentarios son inquietantes, como de costumbre.

Mac Namara sonrió y concluyó:

- ¿Sabes la última noticia? El Instituto de Astrofísica de Canarias acaba de descubrir el exoplaneta más parecido a los del Sistema Solar de todos los detectados hasta el momento desde la Tierra, que son unos cuantos: en torno a 400. Es muy parecido a Júpiter y orbita en torno a una estrella parecida al Sol en un año de unos 95 días. Está a unos 1.500 años luz de distancia de nuestro mundo y quién sabe si podría tener vida, aunque resulta difícil teniendo en cuenta que se le ha calculado una temperatura que oscila entre los 150 grados y los 20 bajo cero. Le han bauitzado como Corot-9b y ¿sabes dónde lo han descubierto?
En la Constelación de la Serpiente.

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