Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 2 de noviembre de 2010

Y todo por un resfriado

 Una de las principales razones por las que desconfío profundamente de los llamados logros de la ciencia o, mejor dicho, de los logros de los científicos, es el hecho de que después de tantos años de investigaciones empíricas y costosos experimentos en los mejores laboratorios nadie haya sido capaz de derrotar a uno de los principales enemigos de la salud humana desde el principio de los tiempos. O sea, al resfriado. ¿Cómo es posible que en la era de las sondas a Marte, la imagen en 3-D o los hogares domotizados ni uno sólo de los incontables miles de profesionales de la medicina y/o investigación que en el mundo han sido o son en este momento haya conseguido progresar mínimamente en la lucha para quitarnos de en medio este incómodo y sencillo obstáculo?

En las múltiples informaciones sobre genética que se publican todos los años, he encontrado alusiones a todo tipo de enfermedades y a sus posibles curas (o esperanza de posibles curas), incluso a las más extravagantes, a partir de tal o cual fragmento de ADN que facilita pistas como si fuese un soplón de los bajos fondos para resolver un crimen. Sin embargo, no he logrado localizar ningún avance sobre la lucha contra el humilde y fastidioso catarro. Cierto que nadie se muere por su culpa (si acaso, por complicaciones derivadas del mismo y eso en el caso de pacientes con problemas previos) pero no parece que tenga mucho sentido que hoy podamos, en cuestión de muy poco tiempo, corregir la vista con cirugía láser, eliminar la grasa de la barriga con una liposucción o arreglar una dolencia cardíaca con un catéter…, y no limpiar nuestro organismo de inmediato de esos resfriados que, según la sabiduría popular, se curan en siete días si uno usa medicación o en una semana si no la usa.

Los causantes del catarro y otras enfermedades de este tipo son virus, considerados oficialmente como “los principales asesinos de la humanidad” porque no sólo matan cada año al doble de personas que el cáncer sino que resultan, según los expertos, muy complicados de eliminar. Ya se sabe, no hay enemigo pequeño. Y si no que se lo digan a los marcianos de H.G.Wells en La guerra de los mundos que después de tomarse tantas molestias con su invasión, su rayo de la muerte y su eficiente actitud genocida, van y la pifian al final por culpa de "las criaturas más pequeñas y humildes en la creación de Dios"

Por eso me ha sorprendido el anuncio lanzado esta mañana desde la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, en el que un equipo del Laboratorio de Biología Molecular MRC dirigido por el especialista Leo James afirma haber descubierto un hecho crucial que permitirá elaborar un nuevo tipo de fármacos para resolver el resfriado, pero también otras dolencias comunes y corrientes como la gastroenteritis o la llamada “gripe intestinal” que técnicamente parece que hay que denominarla la enfermedad del vómito en invierno. Según el vicedirector del laboratorio, Greg Winter, lo que se ha descubierto es un mecanismo hasta ahora desconocido con el que el cuerpo humano combate las infecciones y es que los anticuerpos pueden seguir combatiendo los virus una vez que han entrado en las células sanas y las han contaminado.

Parece una tontería digna de Pero Grullo, porque después de todo (esto nos lo enseñan desde pequeños) los anticuerpos son como el ejército con el que el cuerpo nos defiende de la agresión del ejército enemigo de virus y es evidente que cuando los soldados enemigos entran en una de nuestras ciudades nuestros soldados no tienen por qué rendirse de inmediato sino que pueden seguir combatiendo casa por casa. De hecho, el propio Winter describía a los anticuerpos como “máquinas moleculares de guerra formidables que, según sabemos ahora, también pueden atacar a los virus dentro de las células”.

Y es que, aunque parezca mentira ningún científico se había atrevido hasta el momento a plantear esta objeción a una de esas sólidas-bases-científicas-que-iluminan-al-hombre bajo las cuales se orienta la ciencia ortodoxa occidental. Una base, como tantas otras, basada sólo en la creencia (ahora reconocen que es una creencia) de que los anticuerpos sólo son eficaces cuando actúan en la corriente sanguínea y no pueden atacar los virus una vez que han logrado penetrar. Así que según Winter, sabiendo que las células no son “terreno prohibido” para los anticuerpos, se abre la posibilidad de elaborar nuevos medicamentos “con una concepción radicalmente distinta que transformará la terapia contra las infecciones víricas” puesto que existen multitud de antibióticos para luchas contra las infecciones bacterianas pero “pocas drogas antivíricas”.

Y ése es el problema de fondo de mi desconfianza: el hecho de que la ciencia y los científicos se presentan sin pudor alguno en estos comienzos del siglo XXI como una nueva religión con sus respectivos sacerdotes. La mayor parte de sus representantes se pasan así el día bramando contra las “supersticiones” y “fantasías” de aquéllos que no se resignan al dogma materialista, equiparando la magia con la hechicería con la vulgar charlatanería, despreciando a los que no comparten su estricta lógica racionalista cartesiana (hay otras lógicas y otras formas de razonar) y su manera de ver las cosas..., y no obstante se comportan de un modo similar al de las religiones y las creencias que tanto critican. De esta manera, poseen su propia jerga que sólo entienden los iniciados en cada rama científica, poseen sus propios templos/instituciones tecnológicas a los que sólo sus iniciados tienen permiso para acceder, exigen creer en sus verdades inmutables simplemente porque son “científicas” (aunque a menudo, como ha sucedido en este caso, cambien sobre la marcha) y se burlan o descalifican orgullosamente a los que no creen en ellas o creen en otra cosa. Sólo les falta su propia Inquisición para andar quemando herejes, aunque a cambio disponen de sus propias biblias en forma de revistas científicas y, sobre todo, de divulgación en las que son capaces prácticamente de llamar imbécil en su cara a cuantos no comparten su visión de las cosas.
La prueba máxima de este progresivo e intolerante deslizamento de tantos defensores de "lo racional" hacia un nuevo tipo de fanatismo postmoderno es que hablan con arrogante autoridad de fenómenos que es imposible defender como si fueran verdades absolutas..., si bien ellos lo hacen. El hecho cierto es que, aunque les duela admitirlo, no hay manera humana de comprobar, en nuestra escala temporal ni con los instrumentos que tenemos a nuestra disposición, las teorías más importantes de la ciencia contemporánea como el Big Bang, el cambio climático, la evolución o tantas otras que en realidad son sólo eso: teorías y no hechos comprobados..., por más que sean las teorías más aceptadas en el mundo contemporáneo. En épocas anteriores de nuestra Historia otras teorías igual de científicas fueron aceptadas igualmente como hechos reales: desde que todos los cuerpos del Universo giraban alrededor de la Tierra hasta que llenar su cuerpo de sanguijuelas era la mejor manera de curar a una persona de cualquier grave enfermedad, pasando por la negativa "evidente" a que un ingenio artificial más pesado que el aire pudiera volar. En su momento, la mayoría de los representantes de la ciencia creían cosas como ésas y descalificaban a quien no compartiera sus puntos de vista.
¿Dónde quedó el escepticismo puro (sin demagogias ni descalificaciones) de nuestros antepasados, la impronta del científico verdadero que no se niega a verificar las hipótesis más bizarras que se le presenten en lugar de juzgar a priori?

Pensándolo con calma, existe una posible explicación a la creciente agresividad de los "racionales", de los sumos sacerdotes de la nueva religión científica contra el resto del mundo. Y es que el principal ataque al que tienen que hacer frente en este momento no ha llegado de parte de los "crédulos" y "supersticiosos" sino desde dentro de la propia ciencia a través de una novísima rama de la Física que es la Física Cuántica. Uno de los videos de mayor éxito de los últimos años fue el documental ¿¡Y tú que sabes!? que vemos arriba a la izquierda y su continuación Dentro de la madriguera, que explicaban de forma muy amena algunos de sus conceptos. Lo que ha aportado ya este extraordinario campo de investigación no sólo ha destruido muchas de las sólidas-bases-científicas-etc que antes mencionamos y sobre las que todavía se construye buena parte de la visión oficial del mundo en el que vivimos (un ejemplo demoledor: la Física Cuántica explica la imposibilidad de demostrar una verdad científica mediante la mera repetición de un experimento puesto que el observador incide en el resultado final de lo observado con lo cual ¡el resultado final depende de quién observe!), sino que nos confirman que muchas de las antiguas ideas "mágicas" de las venerables Escuelas Filosóficas de Misterios tienen todo el aspecto de ser ciertas...

6 comentarios:

  1. Nada, nada, no hay duda posible. Y a buen entendedor...

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  2. Ante tal cúmulo de verdades a medias y tergiversaciones, sólo puedo decir: ¡uf!

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  3. Ah, y decir que la mecánica cuántica invalida el método experimental es haber comprendido bien poco de lo que es la mecánica cuántica.

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  4. Vaya sarta de tonterias y contradicciones.

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  5. COMPLETAMENTE DE ACUERDO CONTIGO. LA CIENCIA SE HA CONVERTIDO EN LA RELIGION OFICIAL DEL MUNDO LAICO Y LOS QUE NO COMULGAN CON ELLA PUEDEN SER CRITICADOS Y ESCARNECIDOS. NO HAY MAS QUE VER LA LISTA DE SUS INTOLERANTES SIERVOS QUE HOY TE ATACAN-

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