En un mundo cada vez más interconectado y pendiente de la informática, de sus obras y sus pompas, una de las opiniones más interesantes que he podido leer en las últimas semanas es la de Nicholas Carr durante su reciente estancia en Madrid para promocionar su último libro, publicado por Taurus, con el curioso título (ya que la respuesta antecede a la pregunta) de: Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Con semejante declaración de intenciones en la portada, podemos imaginar lo que viene detrás, aunque no es la primera vez que Carr llama la atención sobre la cara menos amable de la tecnología de moda. Ahí están sus libros anteriores, como El gran interruptor o Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva? Otra cosa es que alguien le haga caso en un mundo como el nuestro en el que cada día aumenta el número de los enfermos (verdaderos adictos a la Red que no pueden estar un minuto sin saberse desconectados) y el de los aficionados a los nuevos juguetitos (tan caros y a menudo prescindibles como capaces de hipnotizar y conferir prestigio social a sus usuarios).
De las entrevistas que le he leído, deduzco que Carr es un tipo acostumbrado a pensar, facultad ésta que cada día que pasa parece más difícil de hallar entre el común de los mortales (más dispuesto a obedecer o dejarse llevar o, como mucho, a dejarse pensar, abrazando banderas ajenas y defendiéndolas a muerte como si realmente le importaran algo). Y en ese sentido sus declaraciones suenan como las de esos viejos artesanos que contemplan desolados la disminución, o la desaparición total, de nuevos aprendices de su oficio dispuestos a invertir el tiempo y el esfuerzo que se requiere para desarrollar la habilidad en la que ellos están ejercitados. Y sin aprendices, es pura cuestión de tiempo que su arte desaparezca.
Antes de seguir adelante, conviene recordar que aquí no se trata de atacar a Internet como tal: algo completamente absurdo e inaceptable desde el momento en el que este comentario está siendo escrito y publicado precisamente on line, con todas las ventajas e inconvenientes que ello implica, pero como mejor prueba y demostración de la utilidad e importancia que para la sociedad contemporánea ha adquirido este medio de comunicación. Qué duda cabe de que, en este momento, es imposible echar marcha atrás e imaginar una vida como la que llevábamos antes de que Internet apareciera en nuestras vidas... Es decir, sí podemos imaginarla, pero sería tan diferente (quizá mejor, quizá peor, ¿quién sabe?) que no tendría nada que ver con el sistema actual y con sus reglas de juego. Tendría que desmoronarse la sociedad por completo y reorganizarse de una manera muy diferente.
Sin embargo, el escenario es el que es. Y los actores sobre las tablas somos los que somos. Y esos actores estamos sometidos a una serie de vaivenes y circunstancias vitales que nos impulsan hacia un lado o hacia otro a la hora de interpretar los papeles que los guionistas escribieron para nosotros (he aquí por cierto una poderosa razón para inscribirse como alumno en la Universidad de Dios: aprender a ser el guionista de nuestro propio papel para deambular por el escenario de acuerdo con nuestros deseos y objetivos, no con los deseos y objetivos de los guionistas que manejan al resto de actores). Entre esas circunstancias está, hoy, la omnipresencia de Internet que, como sucede con todas las tecnologías, con todos los objetos artificiales a nuestra disposición, puede ser bien usado o mal usado. El veneno está en la dosis, dice el clásico, y básicamente ahí es donde radica la clave del debate.
Pero escuchemos al propio Carr en estas frases que entresaco, en este caso, de una de las entrevistas que concedió. En concreto, al diario ABC:
* "Como sociedad, estamos despreciando las viejas humanidades porque no tienen una rentabilidad inmediata, estgamos devaluando lo que solía ser el centro del pensamiento intelectual: el pensamiento profundo y creativo de los científicos y pensadores."
Esta tendencia no la ha creado Internet, aunque sí la ha acelerado, a la vez que ha dado origen a una de las mayores paradojas de nuestra época: jamás en toda la historia de la humanidad una persona corriente ha tenido más fácil y más barato el acceso a todo tipo de informaciones (y por tanto a su propia formación y enriquecimiento como persona) y no obstante jamás en esa misma historia encontramos mayor número de analfabetos funcionales, gente que es además muy influenciable y fácilmente manipulable (y lo es más cuanto má tiempo permanece frente a la pantalla). Lo que demuestra que lo importante para adquirir sabiduría no es la cantidad de información a nuestra disposición sino la capacidad para comprender y digerir esa información.
* "Preocupan las consecuencias sociales porque lo que sabemos acerca de la mente es que buena parte de las vías de pensamiento más profundas, conceptuales y críticas sólo son posibles y se manifiestan cuando nos aislamos, lejos de todo tipo de distracciones. Pero ahora, con Internet, somos inducidos a participar en una distracción permanente. Sacrificamos algunas de las bases del pensamiento profundo por algo más banal (...) ves gente que disfruta de la distracción, el entretenimiento, la diversión. No se trata de un Gran Hermano imponiendo algo, somos nosotros, disfrutando quizá de ser superficiales. Internet desincentiva el pensamiento profundo, consique que nos desentendamos del pensamiento crítico porque dedicamos todo el tiempo a los placeres, a picotear informaciones o interactuar socialmente."
Como si fuéramos chimpancés, en lugar de utilizar Internet para aprender y crecer, dedicamos a jugar el 90 por ciento (o más) del tiempo que permanecemos allí. Jugamos a relacionarnos con los demás en las redes sociales (relaciones virtuales que la mayor parte de las veces no van a ninguna parte), jugamos a debatir como grandes pensadores o intelectuales (aportando links de noticias o webs donde alguien apoya los argumentos que nos gustan en lugar de desarrollar nosotros nuestros propios argumentos), jugamos al sexo (es increíble que el mayor porcentaje de búsquedas de Internet, con enorme diferencia, siga girando en torno a esta actividad practidada de manera virtual -¡con lo divertida que es en el mundo real!-), jugamos a ser importantes y tener nuestros diez minutos de fama (publicando en cualquier parte lo primero que se nos ocurre, sin reflexión previa), etc. En resumidas cuentas, jugando perdemos algo esencial para nosotros, aunque la mayoría de las personas no se den cuenta hasta que es demasiado tarde: tiempo. No nos sobra.
* "Mi experiencia personal con Internet me ha llevado a una cierta desilusión (...) he sido un gran usuario (...) cancelé mis cuentas en Facebook y Twitter (...) aunque todavía uso Internet para búsquedas, investigación y entretenimiento (...) Me puedo considerar como alguien que lo ha utilizado mucho y ha llegado a darse cuenta de que lo que estaba perdiendo era más importante que lo que ganaba. En los veinte años que llevamos desde que se inventó la 'World Wide Web' ha habido una especie de triunfalismo, de utopía, sin pensar críticamente en los efectos que puede tener en nosotros."
Carr hace referencia aquí a un uso racional de Internet. La cuestión no es Internet Sí vs Internet NO, sino el grado de dependencia en el que podemos acabar cayendo, de la misma forma que podemos ser adictos de los videojuegos o de la televisión. En general, cualquier pantalla ejerce un efecto muy peligroso, de hipnosis inmediata, sobre nuestro cerebro. Lo que vemos aparentemente como una imagen plana que reproduce colores, letras, imágenes..., es en realidad una superficie que emite un montón de pulsos lumínicos a una velocidad demasiado grande como para que podamos apreciarla pero con una regularidad y eficacia perfectas para hacernos caer en la inconsciencia sin que nos demos cuenta de ello.
* "Leer en una pantalla, aunque sea la misma cosa, es una experiencia muy diferente que leer un libro. Un libro es una tecnología e Internet es otra. Cuando abres un libro la característica esencial es que te aíslas del entorno y de todo tipo de distracciones. Enfocas tu atención en una historia o un argumento durante un período de tiempo, lo que para los seres humanos es una forma natural de pensar. El libro nos enseña a prestar atención. En el momento en que lo pones en la pantalla ya no aíslas al lector de otras distracciones con mensajes, videos, audios, e-mail, Facebook..."
Abundando en la idea anterior... Y básicamente un buen argumento a la hora de explicar por qué no tengo entre mis prioridades la de adquirir un e-book aunque las paredes de mi apartamento estén forradas de estanterías desde el suelo hasta el techo.
*"Sólo a través de una rica memoria personal obtendrás riqueza intelectual, conocimiento, porque se establecen conexiones entre lo que conoces, lo que has vivido y experimentado. Cuando sólo te basas en conexiones externas pierdes tu propia identidad."
Ya lo dice la canción: "La belleza está en el interior..." Pero, sí, el mundo interno debería ser nuestro principal objetivo: su exploración, conquista y disfrute. Sin embargo, la inmensa mayoría de personas (y desde luego con mayor razón si son usuarias habituales de Internet) han errado el tiro y sólo dirigen su atención hacia el mundo exterior. De esta forma se convierten en sus esclavos y luego se lamentan amargamente, aunque podrían liberarse con suma facilidad con sólo apagar el interruptor, donde dice off.
Sin embargo, el escenario es el que es. Y los actores sobre las tablas somos los que somos. Y esos actores estamos sometidos a una serie de vaivenes y circunstancias vitales que nos impulsan hacia un lado o hacia otro a la hora de interpretar los papeles que los guionistas escribieron para nosotros (he aquí por cierto una poderosa razón para inscribirse como alumno en la Universidad de Dios: aprender a ser el guionista de nuestro propio papel para deambular por el escenario de acuerdo con nuestros deseos y objetivos, no con los deseos y objetivos de los guionistas que manejan al resto de actores). Entre esas circunstancias está, hoy, la omnipresencia de Internet que, como sucede con todas las tecnologías, con todos los objetos artificiales a nuestra disposición, puede ser bien usado o mal usado. El veneno está en la dosis, dice el clásico, y básicamente ahí es donde radica la clave del debate.
Pero escuchemos al propio Carr en estas frases que entresaco, en este caso, de una de las entrevistas que concedió. En concreto, al diario ABC:
* "Como sociedad, estamos despreciando las viejas humanidades porque no tienen una rentabilidad inmediata, estgamos devaluando lo que solía ser el centro del pensamiento intelectual: el pensamiento profundo y creativo de los científicos y pensadores."
Esta tendencia no la ha creado Internet, aunque sí la ha acelerado, a la vez que ha dado origen a una de las mayores paradojas de nuestra época: jamás en toda la historia de la humanidad una persona corriente ha tenido más fácil y más barato el acceso a todo tipo de informaciones (y por tanto a su propia formación y enriquecimiento como persona) y no obstante jamás en esa misma historia encontramos mayor número de analfabetos funcionales, gente que es además muy influenciable y fácilmente manipulable (y lo es más cuanto má tiempo permanece frente a la pantalla). Lo que demuestra que lo importante para adquirir sabiduría no es la cantidad de información a nuestra disposición sino la capacidad para comprender y digerir esa información.
* "Preocupan las consecuencias sociales porque lo que sabemos acerca de la mente es que buena parte de las vías de pensamiento más profundas, conceptuales y críticas sólo son posibles y se manifiestan cuando nos aislamos, lejos de todo tipo de distracciones. Pero ahora, con Internet, somos inducidos a participar en una distracción permanente. Sacrificamos algunas de las bases del pensamiento profundo por algo más banal (...) ves gente que disfruta de la distracción, el entretenimiento, la diversión. No se trata de un Gran Hermano imponiendo algo, somos nosotros, disfrutando quizá de ser superficiales. Internet desincentiva el pensamiento profundo, consique que nos desentendamos del pensamiento crítico porque dedicamos todo el tiempo a los placeres, a picotear informaciones o interactuar socialmente."
Como si fuéramos chimpancés, en lugar de utilizar Internet para aprender y crecer, dedicamos a jugar el 90 por ciento (o más) del tiempo que permanecemos allí. Jugamos a relacionarnos con los demás en las redes sociales (relaciones virtuales que la mayor parte de las veces no van a ninguna parte), jugamos a debatir como grandes pensadores o intelectuales (aportando links de noticias o webs donde alguien apoya los argumentos que nos gustan en lugar de desarrollar nosotros nuestros propios argumentos), jugamos al sexo (es increíble que el mayor porcentaje de búsquedas de Internet, con enorme diferencia, siga girando en torno a esta actividad practidada de manera virtual -¡con lo divertida que es en el mundo real!-), jugamos a ser importantes y tener nuestros diez minutos de fama (publicando en cualquier parte lo primero que se nos ocurre, sin reflexión previa), etc. En resumidas cuentas, jugando perdemos algo esencial para nosotros, aunque la mayoría de las personas no se den cuenta hasta que es demasiado tarde: tiempo. No nos sobra.
* "Mi experiencia personal con Internet me ha llevado a una cierta desilusión (...) he sido un gran usuario (...) cancelé mis cuentas en Facebook y Twitter (...) aunque todavía uso Internet para búsquedas, investigación y entretenimiento (...) Me puedo considerar como alguien que lo ha utilizado mucho y ha llegado a darse cuenta de que lo que estaba perdiendo era más importante que lo que ganaba. En los veinte años que llevamos desde que se inventó la 'World Wide Web' ha habido una especie de triunfalismo, de utopía, sin pensar críticamente en los efectos que puede tener en nosotros."
Carr hace referencia aquí a un uso racional de Internet. La cuestión no es Internet Sí vs Internet NO, sino el grado de dependencia en el que podemos acabar cayendo, de la misma forma que podemos ser adictos de los videojuegos o de la televisión. En general, cualquier pantalla ejerce un efecto muy peligroso, de hipnosis inmediata, sobre nuestro cerebro. Lo que vemos aparentemente como una imagen plana que reproduce colores, letras, imágenes..., es en realidad una superficie que emite un montón de pulsos lumínicos a una velocidad demasiado grande como para que podamos apreciarla pero con una regularidad y eficacia perfectas para hacernos caer en la inconsciencia sin que nos demos cuenta de ello.
* "Leer en una pantalla, aunque sea la misma cosa, es una experiencia muy diferente que leer un libro. Un libro es una tecnología e Internet es otra. Cuando abres un libro la característica esencial es que te aíslas del entorno y de todo tipo de distracciones. Enfocas tu atención en una historia o un argumento durante un período de tiempo, lo que para los seres humanos es una forma natural de pensar. El libro nos enseña a prestar atención. En el momento en que lo pones en la pantalla ya no aíslas al lector de otras distracciones con mensajes, videos, audios, e-mail, Facebook..."
Abundando en la idea anterior... Y básicamente un buen argumento a la hora de explicar por qué no tengo entre mis prioridades la de adquirir un e-book aunque las paredes de mi apartamento estén forradas de estanterías desde el suelo hasta el techo.
*"Sólo a través de una rica memoria personal obtendrás riqueza intelectual, conocimiento, porque se establecen conexiones entre lo que conoces, lo que has vivido y experimentado. Cuando sólo te basas en conexiones externas pierdes tu propia identidad."
Ya lo dice la canción: "La belleza está en el interior..." Pero, sí, el mundo interno debería ser nuestro principal objetivo: su exploración, conquista y disfrute. Sin embargo, la inmensa mayoría de personas (y desde luego con mayor razón si son usuarias habituales de Internet) han errado el tiro y sólo dirigen su atención hacia el mundo exterior. De esta forma se convierten en sus esclavos y luego se lamentan amargamente, aunque podrían liberarse con suma facilidad con sólo apagar el interruptor, donde dice off.
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