A la hora en la que escribo este texto puede que nos hayamos quedado ya (aunque todavía no se haya hecho público) sin uno de los grandes animadores del circo espiritual que marea a los consumidores de religiones, sectas y creencias de este planeta y que tiene más que ver con el negocio puro y duro, así con minúsculas, que con la Espiritualidad de verdad, así con mayúsculas. Hablo del carismático y característico gurú indio Sathya Sai Baba: esa mezcla (desde un punto de vista estético) de bombona de butano con Ronald McDonald y pelucón de los Jackson Brothers que durante los últimos decenios ha animado el zoco de la fe desde el sur de la India (sus seguidores se cuentan por millones, también en Occidente) con sus pequeños milagros de prestidigitador barato y su filosofía asiática de andar por casa. Y si alguien cree que exagero en la descripción física del personaje, que repase la abundante iconografía que existe, en Internet sin ir más lejos, del amigo Sathya Narayana Raju Ratnakara, que con esa identidad se encarnó esta última vez antes de adoptar el nombre por el que hoy es conocido.
El aquí a la derecha autoproclamado médium británico Craig Hamilton-Parker, como muchos otros simpatizantes de Sai Baba, le conoce como Maestro de Maestros (aunque en la Universidad de Dios no he conocido a ningún Maestro real que le llame así) y cuenta para engrandecer su leyenda la historia del norteamericano Isaac Tigrett, cofundador junto a Peter Morton de la famosa y rockera multinacional de restaurantes yankees Hard Rock Café que emplea como lema una de las frases públicamente más repetidas por el "supermaster": "Amemos a todos, sirvamos a todos". La leyenda dice que el amigo Tigrett iba conduciendo su Porsche a cerca de 150 kilómetros por hora cuando se salió de la carretera y cayó por una pendiente de cien metros de profundidad. En plena caída, el dueño de la hamburguesería de lujo contempló la aparición de Sai Baba que se materializó a su lado y le pasó el brazo por encima de los hombros como para protegerle. El caso es que después de estrellarse al fondo del barranco, el Porsche quedó siniestro total y él resultó completamente ileso, sin un arañazo, a pesar de la violencia del accidente.
Según se cuenta, cuando Tigrett decidió vender sus acciones del HRC y desvincularse del proyecto en 1988, donó su dinero o parte de él al propio Sai Baba quien, con esa cantidad, construyó un hospital en la India (parece que el mismo donde ahora está agonizando). Tal vez no debió abandonar la multinacional de comidas, porque los sucesivos negocios a los que Tigrett se dedicó a partir de entonces se han saldado con sendos fracasos empresariales. Su penúltima aventura, The Spirit Channel (El canal espiritual), era una empresa que ofrecía "servicios relacionados con la espiritualidad y la salud" a través de Internet, pero se fue al infierno..., quiero decir, quebró de mala manera y lo último que se sabía sobre él es que está metido en una nueva empresa de hostelería. Eso sí: sus ojos azules conservan una enigmática mirada modelo yo-sé-cosas-que-tú-ni-sospechas.
Volviendo a Sai Baba, y como suele suceder en estos casos, se supone que eminentes augures de la Antigüedad desde el visionario Edgad Cayce hasta el esotérico Papa Juan XXIII pasando por supuesto por Nostradamus, el perejil de todas las sopas misteriosas, predijeron la llegada de este santón que nació en 1926 y que a los 14 años de edad y tras una enfermedad que le mantuvo un par de meses en cama en grave estado, se levantó revelando al mundo que era nada menos que un avatar o maestro divino, relacionado con el dios Shiva, y la reencarnación de un faquir musulmán muerto en 1918 y conocido como Sai Baba, el santo de Shirdi (en la región de Maharashtra). Lo cierto es que según un registro escolar, en realidad su año de nacimiento fue 1929, por lo que se especula con que él o alguno de sus seguidores habría cambiado el dato original para hacerlo coincidir con una profecía del filósofo y político Sri Aurobindo según la cual Sai Baba de Shirdi reencarnaría a los ocho años exactos de su muerte.
El caso es que con la llegada de la adolescencia comenzó también su carrera de líder de masas..., y de autoridades mundiales: se cuenta que ha sido el gurú personal de expresidentes y exprimeros ministros de la India, Italia y Noruega, entre otros. Aunque la única vez que ha viajado fuera de su país, que se sepa, lo hizo en 1968 para visitar a un dirigente que no fue precisamente conocido por su bondad, su humanitarismo o cualquiera otra virtud: su anfitrión fue nada menos que el dictador de Uganda Idi Amin que, entre otros títulos, ostentó los de "Señor de todas la bestias de la Tierra y de los peces del mar", "Conquistador del Imperio Británico en África en general y en Uganda en particular" (éste me parece especialmente gracioso) y "Rey de Escocia", además de sospechoso, por decirlo suavemente, de canibalismo.
Investido con su peculiar y sempiterna túnica naranja y con el cabello a lo afro, como una especie de clon de Jimmy Hendrix, aunque más pequeño y rellenito, su imagen se ha hecho muy famosa con el paso de los años. Showman y milagrero, los seguidores de Sai Baba afirman que ha protagonizado todo tipo de hechos asombrosos, desde levitaciones hasta bilocaciones pasando por resurrección de los muertos, aunque su especialidad es la materialización a partir del aire de todo tipo de objetos y en especial de una ceniza conocida como vibhuti y que se supone posee poderes espirituales. "Los milagros son mi tarjeta de presentación", ha dicho el santón más de una vez, aunque los verdaderos milagros que ha hecho, y esto sí que hay que reconocerlo, son las inversiones en mejoras sociales por su comunidad, desde la construcción de hospitales a colegios y escuelas técnicas o instalaciones para la distribución de agua potable a cerca de un millar de poblados del sur de la India.
A cambio, ha sido acusado de diversos delitos: especialmente de engaños y abusos sexuales (sobre todo de jóvenes varones) así como de manipulación financiera. Las sospechas de pederastia, denunciadas por numerosos ex seguidores que también han expuesto cómo funcionan las distintas capas de su organización (con un grupo de "leales" compuesto por una media docena de personas que llevan decenios junto a Sai Baba, dirigiendo en la práctica todo el cotarro) han provocado en los últimos años una serie de investigaciones policiales aparte del desmantelamiento de algunos de los grupos que se habían desplegado en los países occidentales. La explicación que se ofrece desde el círculo interno del gurú es que estas acusaciones son falsas y se pueden calificar como ataques anti-hindúes (es cierto que la inmensa mayoría de las denuncias son de extranjeros, no de indios, pero está claro que para alguien que no vive todo el año en el ashram, que entra y sale y por tanto puede comparar la situación dentro y fuera del mismo, siempre le va a resultar más fácil descubrir el engaño que para el sumiso y fanatizado que no tiene otro sitio a donde ir). Aunque más clarificador es este otro argumento, empleado también a menudo: "todo lo que Baba hace es una enseñanza, incluso aquellas cosas que parecen tener el aspecto de ser inmorales o malas..., todo tiene un propósito" y por tanto no puede ser cuestionado.
De una forma u otra, Sai Baba está ahora en el Instituto de Medicina Sri Sathya Sai en su localidad natal de Puttaparthy donde a sus 85 años fue ingresado a finales del pasado mes de marzo aquejado de neumonía y donde le detectaron un corazón en tan mal estado que fue necesario instalarle un marcapasos para regular su actividad coronaria. Allí está conectado a un aparato de respiración asistida y bajo terapia renal, para mantenerle todavía en este mundo, pero en estado crítico. Y desde allí mantiene en tensión a sus seguidores que, presos de los nervios y la ansiedad, en lugar de rezar y/o meditar por él, han provocado varios disturbios y enfrentamientos con la Policía. Hasta el gobierno regional del Estado de Andhra Pradesh, donde está instalado su ashram principal vive pendiente de su destino y de cómo sus últimas horas de vida pueden influir en la seguridad común.
Esto no se hace, Sai Baba... Un gurú de semejante nivel no puede morir como un tipo corriente, agotando la cera de su vela con semejante agonía: da la impresión de que después de todo sus críticos podrían tener razón... Un gurú de verdad debería salir por la puerta grande, inmolado, crucificado o sacrificado de alguna manera llamativa. O bien ser arrebatado por un "carro de luz" divino, aclamado a medias por los ángeles y por sus fieles. O, más idealmente, desaparecer sin más, con un salto al vacío al estilo de don Juan Matus, inmune al halago y a la crítica al mismo tiempo... Sobre todo cuando
el propio Baba predijo en 1960 que permanecería en la actual "forma humana mortal" durante 59 años más, es decir, hasta 2019 (otra contradicción, como el hecho de que el pretendidamente todopoderoso hombre milagro se haya visto obligado a moverse en silla de ruedas desde 2005, en lugar de garantizarse una salud de hierro o, al menos, una cadera nueva para evitar los problemas que tuvo después del accidente que afectó a su movilidad).
Pero no desesperemos: aquel lejano día en el que el gurú se reveló al mundo durante su adolescencia ya anunció que reencarnaría una tercera vez (tras su vida como faquir primero y santón indio después) y que lo haría en el Estado de Mysore con el nombre de Prema Baba. La idea, desde el principio, era unir todas las religiones del planeta en una hermandad universal con el amor como piedra angular. No sé, pero esto me suena... Aunque viendo cómo están las cosas, parece que se dejó la parte más dura y difícil de su cósmica misión para esa tercera futura vida.
Sin embargo, a la tercera va la vencida, dicen.
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