Skulls and Bones (Calaveras y huesos) es el nombre de una de las sociedades secretas más conocidas, al menos de nombre, en el amplio espectro de la conspiranoia norteamericana. Según me contó Mac Namara, existen desde al menos mediados del siglo XIX, ya que su primer nombre (Asociación Russell) fue registrado oficialmente en 1856, si bien hay versiones de que su primera promoción se remontó a 1833. En aquella época se les apodaba La Hermandad de la Muerte, porque las familias de sus fundadores estaban involucradas en el tráfico de opio desde China y Turquía a través de la Compañía de las Indias. Su sede oficial se encuentra en el campus universitario de Yale y es un siniestro edificio de piedra popularmente conocido como La Tumba, por el aspecto que tiene.
Sus miembros originales (porque ahora tendrían incluso miembros "de mérito" o procedentes de otros países, entre ellos algún destacado político español) se seleccionan entre los graduados de la Universidad de Yale, no más de quince por año. Este centro universitario es un vivero de lo que en América se conoce como estudiantes de familias top, es decir, hijos de papá cuyos progenitores son importantes políticos, militares, líderes sociales y empresariales y por supuesto dueños de las principales multinacionales del mundo. Entre los miembros históricos de los skulls figuran apellidos tan llamativos en la historia de Estados Unidos como Taft, Russell, Harriman o Rhodes.
Según mi gato conspiranoico, los aspirantes a nuevos miembros deben suscribir un pacto que les garantiza un futuro pleno de éxitos económicos y sociales como parte integrante de la clase dirigente a cambio de una subordinación completa y efectiva a los mandatos y órdenes que en el futuro reciban de la organización. Superadas unas pruebas iniciáticas concretas, cada aspirante es confirmado como nuevo miembro y recibe un hueso con una inscripción que certifica su condición de skull a partir de ese momento. Tras la fotografía formal de su promoción o cohorte (en la que suelen retratarse con restos humanos y un reloj dando las ocho, al menos en las imágenes que han trascendido), al terminar los estudios son presentados "oficialmente" en una de esas fiestas de la alta sociedad yankee que tantas veces hemos visto reproducidas en las películas o fotografiadas en las revistas del corazón. Más tarde, con el apoyo y la dirección de los miembros veteranos, entre los que suelen estar en primer lugar sus padres u otros familiares, inician una larga y brillante carrera como parte integrante y activa en las huestes de los "amos del mundo".
El hueso personalizado que se entrega a cada nuevo miembro explicaría el porqué del nombre de bones pero ¿y el apelativo de skulls? En realidad, y según me explicó Mac Namara, ambas palabras resumen el mismo símbolo que el de la famosa bandera pirata utilizada por los criminales del mar durante tantos siglos (siempre me llamó la atención que un oficio tan denigrante y despreciable como el de pirata despierte tanta simpatía entre el público en las películas de género, aunque la clave que lo explica es facilona: basta con presentar al pirata a ese mismo público como una persona intrépida amante de la "libertad personal" y de la "aventura" obviando su condición de ladrón, saqueador, asesino e incluso carroñero). Y es que parte de la liturgia secreta de esta sociedad incluye la profanación de tumbas y de cadáveres, probablemente para inculcar a los futuros miembros de la orden un declarado desprecio hacia la muerte (la ajena, sobre todo), sin ser impresionados por ella.
El caso más conocido de su habilidad para profanar cementerios se remonta a 1918 cuando un grupo de esta sociedad secreta en el que se encontraba cierto joven llamado Prescott abrió el sepulcro de uno de los grandes jefes de la rebelión india: Jerónimo, el apache. Durante la incursión, los sectarios robaron el cráneo para utilizarlo en sus rituales. Ned Anderson, otro indio líder de la tribu de San Carlos, logró tiempo después reunir una serie de fotografías y documentos que probaban el suceso (entre los datos que aportó, el hecho de que otro skull, Neill Mallon, fue el encargado de rociar con ácido la cabeza cortada para terminar de desollar la calavera y dejarla "limpia y reluciente") y armado con todos estos papeles trató de conseguir la devolución del cráneo de Jerónimo. Incluso llegó a entrevistarse formalmente con miembros de los S & B, pero aparte de buenas palabras no consiguió más.
Idéntica suerte sufrieron los restos del revolucionario Pancho Villa, dice Mac Namara, cuyo ataúd fue abierto y su cuerpo decapitado por el mismo grupo y con las mismas intenciones: emplear la calavera en sus rituales mágicos. Más cerca en el tiempo, en 1990, también se les acusó de haber profanado la tumba del general panameño Omar Torrijos con la misma misión, aunque en este caso lo único que pudieron robar fue la urna con sus cenizas. Nadie sabe cuántos ni cuáles han sido los objetivos completos de la organización a lo largo de los años: los anteriores son los casos más o menos documentados (entre paréntesis, qué curioso que ninguna de las múltiples ONGs y asociaciones en defensa de diversas etnias, religiones y derechos humanos de las que existen en Estados Unidos jamás ha levantado la voz ni ha protestado públicamente por estos abusos y profanaciones). Por cierto, el tal Prescott se apellidaba Bush y, sí, era el padre de George Bush y el abuelo de George Bush junior, ambos ocupantes de la Casa Blanca de recuerdo no especialmente agradable y, por cierto, también conocedores de los secretos de S & B.
Son innumerables los políticos de primera línea de EE.UU. relacionados con esta organización y un momento ciertamente interesante (y preocupante para los votantes norteamericanos, por lo que implicaba, aunque no mucha gente pareció darle importancia en aquel instante..., ni en los siguientes) fueron las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 cuando Bush junior se presentó a la reelección como candidato del Partido Republicano. Su rival era John F. Kerry, el candidato del Partido Demócrata. Hay que recordar que en los comicios presidenciales estadounidenses se presentan multitud de candidatos de diversas formaciones políticas o incluso independientes pero hace falta tanto dinero y tanta presencia en los distintos Estados durante la larguísima campaña electoral que en la práctica es como si sólo existieran ambos partidos, porque sólo ellos poseen la maquinaria política y la financiación precisa para llegar hasta el final. Pues bien, en un programa de la televisión norteamericana, fue preguntado por sorpresa por el periodista Tim Russert sobre si pertenecía también a los Skulls and bones. Kerry asintió con la cabeza y se negó a decir una palabra al respecto, exigiendo una nueva pregunta...
Mac Namara me ha contado todas estas cosas cuando comentábamos esta mañana el caso del cadáver de Hone Heke, un líder maorí que falleció en 1850 y cuyos restos no han sido enterrados aún en ningún lugar definitivo por el miedo de su familia a que fueran profanados. Heke fue el primer jefe de los maoríes que firmó el Tratado de Waitangi en 1840 por el cual los suyos aceptaban el dominio del Imperio Británico a cambio de recibir garantías de supervivencia como pueblo así como la ciudadanía (con la ayuda y protección oficiales que eso implicaba). Los historiadores modernos consideran ese pacto como el punto fundacional de Nueva Zelanda como nación, aunque los maoríes representan hoy por hoy sólo el 14 por ciento de la población neozelandesa.
En la memoria de los maoríes, Hone Heke pervive además como un auténtico héroe, una especie de Jerónimo (precisamente) neozelandés, uno de esos líderes nativos de gran coraje e inteligencia capaces de enfrentarse a la maquinaria imperial con éxito, escapando a los numerosos intentos de atraparlo y al que los británicos no lograron derrotar en combate propiamente dicho, que además protagonizó actos audaces como cuando cortó por sorpresa los mástiles en los que ondeaba la bandera del colonizador británico para denunciar las penas de su pueblo y el incumplimiento del tratado (otro clásico de nuestro tiempo) por parte de los ingleses.
El caso es que la familia de Heke cambió al menos en cuatro ocasiones la tumba del líder porque los miembros de clanes rivales mostraron, a partir de su muerte, la intención de intentar apoderarse de alguno de su huesos para aumentar su mana o prestigio entre los maoríes. Después de buscar un lugar adecuado, que además debía hallarse en las tierras de la tribu Nga Puhi, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, resulta que la que debía ser su sepultura definitiva ha sido puesta al descubierto..., por las excavadoras de una empresa constructora que justo en aquel lugar ha puesto en marcha un proyecto urbanístico.
Debatiendo sobre el hecho de cómo es posible que a comienzos del siglo XXI siga habiendo gente preocupada por el poder que puedan dar o no unos restos humanos, ya sea entre las familias más poderosas de EE.UU. (lo que es casi decir del mundo) o entre los más humildes nativos neozelandeses, Mac Namara ha zanjado la discusión con ese retintín siniestro con que le gusta firmar a menudo:
- Ay, inocentes humanos... No tenéis ni idea de lo que está pasando realmente en el mundo. Creéis estar muy avanzados en la escala evolutiva porque tenéis iPads y trenes bala y os disfrazáis de ateos, pero en el fondo seguís siendo pasto de hechiceros. El mismo pasto de siempre.
Son innumerables los políticos de primera línea de EE.UU. relacionados con esta organización y un momento ciertamente interesante (y preocupante para los votantes norteamericanos, por lo que implicaba, aunque no mucha gente pareció darle importancia en aquel instante..., ni en los siguientes) fueron las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 cuando Bush junior se presentó a la reelección como candidato del Partido Republicano. Su rival era John F. Kerry, el candidato del Partido Demócrata. Hay que recordar que en los comicios presidenciales estadounidenses se presentan multitud de candidatos de diversas formaciones políticas o incluso independientes pero hace falta tanto dinero y tanta presencia en los distintos Estados durante la larguísima campaña electoral que en la práctica es como si sólo existieran ambos partidos, porque sólo ellos poseen la maquinaria política y la financiación precisa para llegar hasta el final. Pues bien, en un programa de la televisión norteamericana, fue preguntado por sorpresa por el periodista Tim Russert sobre si pertenecía también a los Skulls and bones. Kerry asintió con la cabeza y se negó a decir una palabra al respecto, exigiendo una nueva pregunta...
Mac Namara me ha contado todas estas cosas cuando comentábamos esta mañana el caso del cadáver de Hone Heke, un líder maorí que falleció en 1850 y cuyos restos no han sido enterrados aún en ningún lugar definitivo por el miedo de su familia a que fueran profanados. Heke fue el primer jefe de los maoríes que firmó el Tratado de Waitangi en 1840 por el cual los suyos aceptaban el dominio del Imperio Británico a cambio de recibir garantías de supervivencia como pueblo así como la ciudadanía (con la ayuda y protección oficiales que eso implicaba). Los historiadores modernos consideran ese pacto como el punto fundacional de Nueva Zelanda como nación, aunque los maoríes representan hoy por hoy sólo el 14 por ciento de la población neozelandesa.
En la memoria de los maoríes, Hone Heke pervive además como un auténtico héroe, una especie de Jerónimo (precisamente) neozelandés, uno de esos líderes nativos de gran coraje e inteligencia capaces de enfrentarse a la maquinaria imperial con éxito, escapando a los numerosos intentos de atraparlo y al que los británicos no lograron derrotar en combate propiamente dicho, que además protagonizó actos audaces como cuando cortó por sorpresa los mástiles en los que ondeaba la bandera del colonizador británico para denunciar las penas de su pueblo y el incumplimiento del tratado (otro clásico de nuestro tiempo) por parte de los ingleses.
El caso es que la familia de Heke cambió al menos en cuatro ocasiones la tumba del líder porque los miembros de clanes rivales mostraron, a partir de su muerte, la intención de intentar apoderarse de alguno de su huesos para aumentar su mana o prestigio entre los maoríes. Después de buscar un lugar adecuado, que además debía hallarse en las tierras de la tribu Nga Puhi, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, resulta que la que debía ser su sepultura definitiva ha sido puesta al descubierto..., por las excavadoras de una empresa constructora que justo en aquel lugar ha puesto en marcha un proyecto urbanístico.
Debatiendo sobre el hecho de cómo es posible que a comienzos del siglo XXI siga habiendo gente preocupada por el poder que puedan dar o no unos restos humanos, ya sea entre las familias más poderosas de EE.UU. (lo que es casi decir del mundo) o entre los más humildes nativos neozelandeses, Mac Namara ha zanjado la discusión con ese retintín siniestro con que le gusta firmar a menudo:
- Ay, inocentes humanos... No tenéis ni idea de lo que está pasando realmente en el mundo. Creéis estar muy avanzados en la escala evolutiva porque tenéis iPads y trenes bala y os disfrazáis de ateos, pero en el fondo seguís siendo pasto de hechiceros. El mismo pasto de siempre.
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