Es dogma científico contemporáneo que las leyes de la Física son las mismas en todo el universo conocido; es decir, que las condiciones que imperan en nuestro planeta y en nuestro Sistema Solar son exactamente las mismas en cualquier otro punto del cosmos. Pero ¿y si no fuera así? Uno de los argumentos favoritos en las obras de fantasía implica la aparición de “anomalías”o “irregularidades” en alguna parte del universo o, sin salir de nuestro planeta, en alguna entidad extraña encarnada con aspecto humanoide o monstruoso (que generalmente viene a hacer el mal y a la que hay que combatir con ardor)…
Pues bien, un equipo de astrofísicos australianos y británicos descubrió a finales del año pasado una serie de indicios que apuntan a que la que se suponía era una de las constantes básicas de la Naturaleza (en concreto, la constante de estructura fina que señala el acoplamiento de la fuerza electromagnética) no lo es en absoluto, sino que podría ser distinta según las zonas del universo. Si se confirmara este extremo, actualmente en estudio, la presunta certeza sobre la inmutabilidad de las leyes de la Física quedaría hecha añicos al menos en lo que se refiere a ésta en concreto (y a las demás, que también quedarían en entredicho ya que si una de ellas resulta no ser inviolable el resto tienen todas las papeletas para no serlo tampoco).
Según John Webb, uno de los responsables del informe y profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur, a través de los datos obtenidos con el telescopio Keck de Hawai y el de Paranal en Chile (estudiando datos de unas 300 galaxias), los expertos llegaron a la conclusión de que la fuerza del electromagnetismo no es igual en todas partes del universo conocido sino que “varía de forma continua a lo largo de un eje”. Mientras los científicos se devanan los sesos para entender lo que significa esto exactamente, hay un detalle que me llama especialmente la atención en esta historia y es el hecho de que los resultados violan también el principio de equivalencia de Einstein. Eso, según Webb, sugiere que el universo puede ser mucho mayor de lo pensado hasta ahora, o incluso de tamaño infinito.
El concepto infinito es tan atractivo como misterioso y desborda la imaginación del humano común, incapaz de vivir sin fijarse plazos constantemente (aunque desde un punto de vista psicológico desperdicie su tiempo como si fuera inmortal). Atractivo y misterioso…, igual que un agujero negro. Y es que por las fechas en las que se descubría todo esto, otro equipo distinto de investigadores planteó otra hipótesis impactante: ¿y si viviéramos en el interior de un agujero negro?
Nikodem Poplawski, de la Universidad de Indiana, es uno de los defensores de la teoría de que dentro de cada agujero negro existe todo un universo. En realidad, no tenemos ni idea de lo que hay realmente allí puesto que su nivel de atracción es tan poderoso que no deja ni salir la luz. O quizá sea como dicen los gnósticos: que la luz que emite es tan poderosa que quema nuestros ojos y nuestro cerebro y nos deja ciegos, con lo que lo vemos oscuro cuando lo cierto es que no existe otro objeto en realidad más brillante...
En todo caso, Poplawski opina que “los grandes agujeros negros que hay en el centro de la Vía Láctea y de otras galaxias podrían ser en realidad puentes hacia otros universos”. Sus cálculos demuestran que el espacio-tiempo en el interior de un agujero negro se expande cerca de vez y media su tamaño mínimo en un tiempo cortísimo (un 1 partido por 1 con 46 ceros detrás..., no sé si semejante pequeñez tiene un nombre). El efecto rebote que se produce allí es, según él, lo que dio origen a la expansión del universo que hoy podemos observar con nuestro instrumental tecnológico. Si Poplawski estuviera en lo cierto, no viviríamos dentro de lo que comúnmente entendemos como nuestro universo sino en un agujero negro (o quizás al otro lado del agujero, si éste es un puente o una conexión entre ambos) ubicado en otro universo diferente.
Resumiendo y unificando ambas hipótesis… ¿Y si después de todo fuera cierto que vivimos en un universo X, al borde de un agujero negro que actuara para nosotros como una ventana hacia un universo Y diferente al nuestro? ¿Y si todos los datos que hemos captado acerca de los lugares más lejanos del universo, incluyendo las inmutables leyes físicas pertenecieran en realidad a Y en lugar de a X, donde en realidad existimos y donde regirían otras leyes, más o menos similares pero diferentes? Sería como si viviéramos solos en el interior de una casa de campo y al mirar por la ventana lo hiciéramos con un catalejo de gran alcance con el que pudiéramos distinguir una ciudad cercana. Tomaríamos los parámetros de la ciudad como si fueran los de nuestra casa e intentaríamos comportarnos aquí como si viviéramos allí. Por ejemplo, captaríamos la nube de contaminación sobre la ciudad y pensaríamos que eso lo estamos respirando también en nuestra casa de campo, cuando en realidad el aire a nuestra dispoisicón sería mucho más puro.
Seríamos no extraterrestres sino extrauniversales o extradimensionales... Menudo mareo me está entrando.
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