Bueno..., pues ya tenemos portada (sensacional) y fechas para la publicación de mi próximo libro, que esta vez será una novela (la segunda que consigue asomarse al mercado) y se titula Islas en el cielo. La publicará este mismo mes Alberto Santos Editores, dentro de la muy interesante colección que está dedicando a la Ciencia Ficción, que inauguró Guadalupe Oteo con Rielar y los reinos del mar, y continuará Sergio M. Glegg con El jardín de la duermevela. Si el océano (o más bien las profundidades del océano y sus ignotos habitantes submarinos) es el gran telón de fondo, y en realidad el protagonista impersonal de la obra de Guadalupe y el bosque (o las profundidades encantadas del bosque con sus razas feéricas) es el de Sergio, en mi caso el marco general de la novela conduce al interior de nuestro propio planeta y a lo que allí se van a encontrar los protagonistas.
El gran decorado es la teoría de la Tierra Hueca que, últimamente y por lo que he podido comprobar, es muy solicitada y comentada en Internet. Esta teoría presupone que nuestro planeta no es una masa maciza de roca y metal como creen los científicos en la actualidad, sino una esfera hueca y agujereada que cuenta en su interior con una especie de mini-estrella que hace las veces de Sol para los habitantes del interior del mundo (por supuesto que hay habitantes..., ¡y menudos habitantes según aparecen en la novela!). La hipótesis del terrahuequismo defiende que la gravedad de la Tierra no se halla en realidad en un presunto núcleo central compuesto por una esfera de hierro y níquel, sino en la corteza del planeta: por ese motivo los habitantes de la superficie pueden permanecer "pegados" sin salir flotando hacia el espacio mientras que los habitantes del interior podrían caminar también "pegados", pero por dentro, sin caer hacia el sol central.
En realidad, la teoría de la Tierra sólida con un núcleo de ferroníquel que hoy se enseña en los colegios como una verdad indiscutible no deja de ser eso: una teoría más, aunque sea la aceptada comúnmente en nuestros días (pero sólo desde hace menos de cien años: antes del siglo XX, la teoría que gozaba de mayor predicamento era precisamente la de la Tierra hueca y era un concepto defendido por las mentes más brillantes de tiempos pretéritos como Edmund Halley o Isaac Newton). A pesar de la autoridad con la que se habla de ella hoy día, si examinamos los textos científicos de la propia Geología cuando trata sobre este asunto nos encontraremos con un montón de expresiones del estilo "se cree que", "la mayoría de los científicos piensa", "todos los datos recogidos apuntan hacia" y otras parecidas, ya que no hay nada comprobado. Y es que, por increíble que parezca, sabemos mucho más acerca de algunos planetas y lunas de nuestro Sistema Solar adonde han llegado nuestras naves espaciales, que sobre la composición interna de nuestro propio mundo, en el que hemos sido incapaces de penetrar.
El agujero más profundo conocido está en el noroeste de Rusia, en Kola. Lo construyeron los soviéticos durante la Guerra Fría pero abandonaron el proyecto después de 15 años de peforaciones ya que fueron materialmente incapaces de cavar más allá de unos 12 kilómetros de profundidad (inicialmente, se pretendía llegar hasta los 15 kilómetros). Eso es apenas un arañazo en la corteza terrestre y no permite apoyar hipótesis alguna. Mejor idea para tratar de averiguar qué hay exactamente allá abajo es el empleo de las ondas sísmicas. Se han hecho algunos experimentos en este sentido lanzando este tipo de ondas desde un punto de la Tierra y midiendo lo que tardan en alcanzar el punto en las antípodas del anterior. Sin embargo, los resultados no son concluyentes: tan sólo han podido confirmar que existen capas de diferente densidad.
Así pues, nos encontramos ante una auténtica terra incognita, mal que le pese a las mentes más racionales. ¿Y para qué están los escritores (especialmente los del género fantástico) sino para rellenar los vacíos de la ignorancia con las maravillas de la imaginación? Sobre todo, cuando nos encontramos con una riquísima tradición de leyendas, relatos, anécdotas y sucedidos de todas las épocas y lugares en las que se nos habla de la existencia de seres intraterrestres: desde los palacios orientales de Shambala y Agartha hasta la ciudad secreta en el interior del Monte Shasta, pasando por las bases secretas de los reptilianos de David Icke, el Tártaro de los antiguos griegos, los sidhe de los Thuata de Dannan refugiados bajo las colinas tras perder la batalla con los milesios humanos, las temibles calderas de Pedro Botero o las extravagantes ciudades subterráneas de la Capadocia. En la tradición literaria e incluso histórica de la Humanidad, se podría decir que el interior de la Tierra hierve de actividad...
Islas en el cielo cuenta la historia de un puñado de personajes que tienen el privilegio (y corren el serio peligro) de descubrir qué existe realmente dentro de nuestro mundo. Todos viven en una época del futuro cercano: menos de doscientos años por delante de nuestros días, en una época post-apocalíptica en la que el Mesías ha encarnado y el Fin del Mundo se ha consumado..., pero nada parece ser como se suponía que tenía que haber sido. De hecho, el Mesías cumplió su misión y se marchó, dejando en marcha un régimen característico, genéricamente conocido como El Occidente, que se enfrenta al Caos reinante en casi todo el resto del mundo, a excepción de algunos otros puntos de civilización más atrasados como el Neoimperio Chino. Telépatas, Órdenes místicas, Monstruos, Civilizaciones desconocidas, Secretos de multinacionales alimentarias y otros detallitos además del Viaje Iniciático hacia el Interior que reclama este tipo de aventura ayudan a animar el panorama.
¡Espero que os guste!
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