En aquellos tiempos, apacentaba Moisés el ganado menor de Jetro, su suegro, sacerdote de Madián , y condujo el rebaño al fondo del desierto. Y llegó a la montaña de Elohim, a Horeb. Apareciósele entonces la divinidad a manera de llama de fuego junto a una zarza. Miró él y vio que la zarza ardía junto al gran resplandor, pero la zarza no se consumía. Díjose Moisés: Me desviaré de mi camino y observaré este gran fenómeno de por qué no se consume la zarza. Vio la divinidad que se desviaba y le llamó y le dijo:
- Moisés, Moisés...
- Héme aquí -contestó él, deteniéndose y cayendo de rodillas pues temía la voz profunda y llena de poder que llegaba de entre el resplandor.
- No te acerques más aquí y descálzate las sandalisas de tus pies, pues el lugar donde estás es suelo santo.
Moisés cubrióse el rostro y lo llevó a tierra porque tenía miedo de contemplar a Elohim, que apareció ante él en toda su gloria y poder, envuelto en su negra y brillante armadura.
- Pues, ¿quién eres tú que así me hablas? -preguntó con voz temblorosa.
- Yo soy..., tu padre -contestó Darth Vader, satisfecho ante la docilidad del terrícola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario