La noticia es tan deliciosamente absurda que no es extraño que los grandes medios de comunicación la hayan obviado, pensando que se trataba de una tomadura de pelo o, quizá, de una "serpiente de verano": una de esas informaciones de las que se echa mano cuando no hay otra cosa de la que hablar como la enésima expedición al Tibet en busca del Yeti o la última foto borrosa de Nessie... Sin embargo, es real. La noticia es que 46 hectáreas de cultivo de sandías han hecho explosión, una pieza tras otra, en el municipio de Danyang, al este de China, y no precisamente porque algún grupúsculo terrorista se haya dedicado a adosarles cinturones bomba a estas frutas deliciosas... Muchos agricultores han quedado arruinados ya que algunos de los cultivos han perdido hasta las dos terceras partes de las sandías.
Las autoridades chinas ya están investigando este suceso extravagante y de la escasa información que se ha facilitado al respecto se deduce que el motivo más probable de las explosiones es el uso de un acelerador del crecimiento llamado forchlorfenuron (aquí al lado su formulación química) que, al ser inyectado por los agricultores junto con otros materiales como el calcio para conseguir sandías más grandes y en menos tiempo, han provocado este fenómeno. Según algunos expertos agrícolas, también hay que tener en cuenta la fuerte sequía del río Yangtsé que este año está afectando a las zonas cultivadas: un ambiente menos húmedo podría ser la chispa que detonara las sandías explosivas.
Lo gracioso del caso es que a raíz de este fenómeno se ha sabido que no es tan extraño que estas frutas exploten en la zona, ya que según especialistas locales es hasta "normal" que se pierda en torno a un diez por ciento de las sandías por este motivo. Nunca he cultivado sandías así que no tengo ni idea de si en el resto del mundo sucede igual pero me parece que es la primera vez que escucho algo semejante. Otro dato a tener en cuenta es que algunos campesinos de la región aseguran que ellos no inyectaron producto químico alguno y sin embargo también sus sandías reventaron en pedazos, por lo que dudan de la explicación oficial.
Por cierto que el extraño caso de las sandías explosivas no es único. En las últimas semanas se ha desatado en China una verdadera tormenta de informaciones relacionadas con las manipulaciones ilegales de productos comestibles en diversos escándalos de seguridad alimentaria para el consumo humano. Por ejemplo, se ha descubierto a unos desaprensivos que empleaban tinta (!) para colorear y "hacer más bonitos" los bollos y los fideos que vendían, además de otros casos que por desgracia son muy comunes en todo el mundo (Occidente incluido) como el engorde ilegal de ganado o los pollos alimentados con sales minerales para que crecieran "más hermosos".
Los que crean que por estos pagos estamos a salvo de contaminaciones alimentarias chinas deberían echar un vistazo a las etiquetas de los productos que compran en el supermercado de la esquina. El otro día me pasé un buen rato buscando latas de espárragos (una de mis verduras favoritas) y todas las que encontré (a excepción de los frascos de una sola marca, original de Navarra y que se vendía a un precio exorbitante) tenían etiquetado español pero el contenido era importado y procedía de... China.
Pero el problema no es obviamente la llegada de comida contaminada desde allí sino la existencia de comida contaminada en general. La calidad de los alimentos que servimos en nuestras mesas se ha degradado de manera galopante, casi con tanta rapidez como la educación o el medio ambiente, y hoy hasta empezamos a aceptar como normal la aberración que suponen los alimentos transgénicos, que nos venden como la gran panacea para la alimentación del futuro cuando en realidad lo que son es un gran negocio para las multinacionales de la alimentación (en detrimento de los países del Tercer Mundo productores de alimentos naturales) y un riesgo evidente para nuestra salud ante la ausencia de estudios (de estudios públicos al menos) sobre cómo pueden afectar esos productos alterados genéticamente a nuestro cuerpo.
Si la noticia sobre las sandías explosivas pasó inadvertida en los medios, más inquietante es que haya pasado sin pena ni gloria esta otra que es mucho más preocupante: en España, un equipo de investigadores del CSIC (el Consejo Superior de Investigaciones Científicas) acaba de patentar un producto que reduce la formación de compuestos potencialmente cancerígenos en algunos alimentos. En concreto, reduce en un 80 por ciento la formación de acrilamida y en un 98 por ciento la fomración de hidroximetilfurfural. Según los datos facilitados por el propio CSIC, ambos compuestos se generan de forma natural con la reacción de azúcares y aminoácidos durante el cocinado de alimentos. En especial, los horneados de productos de panadería y también los fritos. Galletas, cereales del desayuno, patatas fritas, bollería, café, tostadas..., son algunos de los alimentos que generan estos venenos durante su proceso de elaboración.
No sé cuál de las dos cosas me parece más indignante: que todos esos productos produzcan este tipo de tóxicos cancerígenos y nadie se haya tomado la molestia de avisarnos desde la Administración con la correspondiente campaña informativa (al contrario: ¡cuántas veces hemos escuchado lo "sano" que es desayunar un buen bol de cereales!) o que un organismo oficial como el CSIC haya patentado el remedio para luchar contra ellos..., porque imagino que la idea es rentabilizarlo económicamente.
Va siendo hora de cambiar el sentido de la migración tradicional del campo a la ciudad: muy pronto los únicos alimentos que podremos consumir con ciertas garantías de no estar manipulados ni intoxicados serán aquéllos que nosotros mismos hayamos cultivado. Va siendo hora de buscarse un huerto propio.
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