Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Somos humanos?

Viene envasada en un cartón de leche, es de color blanco como la leche, huele a leche, sabe a leche pero..., puede que no sea leche. O, al menos, sólo leche. Ésta es una de las normas básicas de la Conspiranoia (me las sé casi todas con la lata que me da Mac Namara todos los días): nunca creer que lo que parece ser lo sea realmente excepto si uno adquiere la información de una fuente muy muy muy fiable y directa o, mejor, el sueño de los conspiranoicos, ser uno mismo el protagonista de la noticia. Esta duda permanente es muy saludable para el cerebro ya que lo mantiene en marcha en lugar de dejar que se anquilose en la rutina, si bien puede llegar a convertirse en agobiante cuando uno pierde el control y empieza a dudar hasta de la iluminación de su cuarto de baño (véase el expediente de nuestro viejo conocido Philip K. Dick). 

Aplicada al ser humano, la duda es especialmente mortificante y ha servido para justificar todo tipo de derivas autoritarias y crímenes en nombre de la humanidad real a lo largo de la Historia. ¿Qué es de verdad un ser humano? Alguien con aspecto de humano, que hable como un humano, se vista y se comporte como un humano, ¿es un humano sin lugar a dudas?  Ideologías políticas y religiones tienen opiniones para eso, al considerar algunos tipos de humano como los auténticos y a los demás como si fueran animales; animales superiores a los perros, los caballos o las vacas, pero animales al fin y a la postre. Realidades alternativas también tienen otras explicaciones: para los creyentes en el Más Allá más pintoresco hay humanos que en realidad ya no lo son, sino que se trata de ectoplasmas fantasmales que dan muy bien el pego hasta que empiezan a atravesar paredes..., y para los aficionados a la Ciencia Ficción (¡y a la Conspiranoia!) hay humanos sólo como carcasa ya que debajo de ella esconden una identidad alienígena y/o robótica. Y todos conocemos el caso de presuntos seres humanos que parecen más bien encarnaciones del Mal con mayúsculas, visto que su vida está entregada a la comisión de atrocidades que al resto de los humanos nos parecen absolutamente aberrantes y reprobables.

Entonces, ¿qué nos hace humanos? Muchos científicos han intentado explicar la característica principal que deberíamos considerar para calificar a alguien con este título pero ninguna de las teorías que he escuchado y/o leído al respecto en los últimos años se ha demostrado definitiva. La más apoyada por lo general se refiere a la capacidad humana para crear cultura a partir de la inteligencia y, de manera específica, para crear un lenguaje complejo. Sin embargo, las últimas investigaciones han venido a demoler esta hipótesis. En estos años hemos sabido gracias a diversos expertos que especies como el delfín, el caballo o el elefante, por no citar a los grandes primates, poseen unos niveles de inteligencia e incluso de cultura que, aunque rudimentarios, destruyen esa presunta singularidad de nuestra especie.

Los últimos datos los acaba de aportar en Barcelona el matrimonio formado por Roger S. Fouts y su esposa Deborah. Se trata de una pareja de psicólogos del Instituto de Comunicación entre Humanos y Chimpancés de la Universidad Central de Washington que durante más de cuarenta años han estado trabajando con este tipo de primates. Ahora, a punto de jubilarse, quieren difundir lo más posible sus investigaciones pues no sólo han logrado comunicarse con ellos mediante signos sino que han asistido (atónitos, supongo, por la semejanza de actitudes) a su facilidad para mentir o hacer poesías. 

La labor de los Fouts sigue a los pioneros Allen Gardner y su mujer Beatrice, psicólogos también, que trabajaron con una chimpancé llamada Washoe que había sido utilizada por la NASA para sus entrenamientos espaciales. Roger fue becario en el equipo de los Gardner y allí vio fascinado cómo, tras ser iniciada en el lenguaje de los sordomudos, Washoe aprendía ciento y pico signos de este particular alfabeto, de manera que podía comunicarse sin problemas con sus cuidadores explicándoles todo tipo de conceptos: desde una petición de comida a la expresión de tristeza. Washoe murió en 2007 pero los Fouts siguieron trabajando con el resto de chimpancés que estaban con ella y a los que cariñosamente conocen como su "familia". Son tres: Tatu, Dar y Loulis. Ésta última es una cría adoptada que aprendió los signos sin intervención de los humanos. Los investigadores relatan anécdotas sorprendentes como el hecho de que hablaban por signos entre ellos mientras interpretaban una revista (en la que eran capaces de reconocer y nombrar diversos objetos vistos en las fotos) y, si Loulis le quitaba la publicación a Washoe, ésta, ya mayor para andar corriendo detrás, empezaba a insultarle llamándole "sucio".

Otra muy interesante es cuando uno de los chimpancés empezó a repetir las palabras "llorar, llorar, rojo, rojo, silencio, silencio, divertido, divertido" sin que ninguno de los científicos supiera qué quería decir. Un día recibieron la visita de un amigo poeta y fue éste quien se dio cuenta de la similitud de los gestos empleados en estas palabras en el idioma de signos: el mono había empleado la aliteración de la lengua para componer una rudimentaria poesía.

Y en más de una ocasión les han descubierto engañándose unos a otros, como cuando Dar mintió descaradamente tirándose al suelo, pidiendo un abrazo y señalando a Loulis, haciendo creer con todas estas acciones a Washoe que el otro chimpancé le había pegado. Washoe se creyó la trola y acabó regañando a Loulis. Éstas y otras historias que cuenta este matrimonio norteamericano nos remiten inmediatamente a la serie de El Planeta de los Simios, en especial a la primera parte de la cuarta película de la serie, Conquest of the Planet of the Apes, cuando César, el hijo de Zira y Cornelius, comienza a planear la conspiración que posteriormente encabezará para rebelar a los esclavizados simios contra sus amos humanos y así sustituir a éstos en el dominio de la Tierra.

¿Y entonces? ¿Qué podemos considerar como exacta, genuinamente, humano?

En la Antigüedad, cuando la gente disponía de muchas menos comodidades y una mente mucho más clara, había una respuesta contundente para esta pregunta pero esa respuesta no es admitida por la escéptica y materialista sociedad contemporánea. Sin embargo, tiene bastante lógica: la diferencia entre el ser humano y los animales radica según esta visión en el espíritu individualizado, que posee cada uno de los hombres, mientras que los animales no. En todas las tradiciones y filosofías de aquella lejana época se consideraba como el destino más terrible para un ser humano no la esclavitud, ni la tortura, ni la muerte, sino la posible pérdida de lo que era considerado más importante para el hombre: su espíritu, robado por brujas, demonios, monstruos u otras entidades sobrenaturales. Ése es uno de los conceptos secretamente reflejados en cuentos infantiles como el de Blancanieves donde el cuerpo inanimado de la princesa encantada representa la inutilidad del cuerpo físico si el espíritu no está dentro para vitalizarlo y darle sentido y movimiento. Es también el secreto del éxito de los cuentos de terror en los que el protagonista hipoteca su alma a cambio de conseguir los favores de alguna poderosa entidad inhumana. 

Las mismas tradiciones y filosofías (y en especial las de carácter chamánico y/o totémico) muestran cómo un humano bien entrenado puede contactar en niveles no físicos con el espíritu animal que, a diferencia del suyo, no es individual sino colectivo, y obtener su colaboración. Es decir, un perro siempre pertenecerá al espíritu colectivo de todos los perros. Un oso, al colectivo de todos los osos. Una hormiga, al colectivo de todas las hormigas. Un guerrero mago con la preparación suficiente puede contactar con el espíritu de su animal totémico y prácticamente ponerlo a su servicio. Digamos que conecta con el espíritu del lobo y adquiere mando sobre él y, al actuar en el mundo físico, todos los lobos que se encuentre se van a poner a su disposición porque en realidad todos los lobos físicos son sólo uno espiritual.
 
 Estas cosas son, lógicamente, difíciles de creer hoy día, ya que hace demasiado tiempo que los humanos corrientes se separaron de la Naturaleza y se encarcelaron ellos mismos en las ciudades, engrilletando su cerebro y su cuerpo al universo de lo artificial (desde el iPad hasta el sofá, pasando por el coche y la televisión, y tantos otro objetos manufacturados). Así, han perdido cierta percepción de las cosas que sólo muy brevemente son capaces de recuperar cuando, en circunstancias excepcionales, de pronto se ven solos en medio de la Naturaleza (esa noche tumbado junto a la tienda de campaña mirando a las estrellas, esa tarde sentado en las rocas frente al mar, esa mañana de paseo por un bosque donde sólo se escuchan los desconocidos ruidos propios del bosque) y se irritan porque intuyen que algo no va bien. Pero pierden enseguida la conexión al reencontrarse con la "civilización". 

Para nuestros antepasados, estaba muy claro lo que nos hacía humanos y nos diferenciaba de los animales. En nuestra época, no está claro en absoluto. Por eso quizá nuestra sociedad de hoy está cada vez más poblada de ovejas, buitres, monos, chacales y otros tipos de seres humanos, por supuesto todos ellos sin individualidad propia sino sometidos a su instinto colectivo particular.

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