Es esa sensación de estar haciendo el tonto: de que todo el mundo se lo está pasando en grande (pero en grande, grande) durante la fiesta, mientras que a uno le han dejado entrar en ella sólo para limitarse a mirar y servir las copas..., o incluso ni eso: para barrer y pasar la fregona al final, cuanto todo haya acabado, y encima dar las gracias y hacer mil genuflexiones por ello. Es esa sensación, tan interesante como desagradable al principio (¡la primera vez siempre duele!) de despertar y darse cuenta de que las cosas no son como toda la vida nos las han estado contando. Y comprender, justo entonces, después de haber dejado pasar tantos años, que nunca han sido como nos las contaron, como todavía a día de hoy se empeñan en seguir contándonos. Y lo que es más: nunca hasta este justo momento lo habíamos entendido porque estábamos completamente dormidos, en posición de "piloto automático".
¿Y cómo es eso posible?, nos preguntamos angustiados, olvidando que todos los días recordamos perfectamente el momento en el que nos despertamos por la mañana pero nadie es capaz de recordar ese otro momento en el que perdemos la conciencia por la noche. La angustia crece junto con la confusión a no saber qué hacer exactamente a partir del momento en el que hemos abierto los ojos... Ese pánico al vacío y ese terrible, espantoso, miedo a la Libertad: a asumir las riendas del propio destino, en lugar de dejarlas de nuevo en manos de los demás.
Hay dos secuencias en Matrix que por sí mismas justifican toda la película (la primera, por supuesto, no las dos secuelas que se rodaron para "difuminar" con tiros y efectos especiales todo lo que se contaba en ella) y que, a pesar de mi condición de estudiante en la Universidad de Dios y por tanto conocedor de ciertos secretillos prohibidos al común de los mortales, me pusieron el vello de punta por lo bien que describen el gran, enorme y principal problema de la Humanidad. El único, como diría el viejo Gurdjieff.
La primera es cuando Neo despierta en el mundo real y se descubre a sí mismo encapsulado y cableado junto a millones de seres humanos más, que aún permanecen inconscientes y generando energía para las máquinas que controlan el planeta. No es sólo terror lo que le embarga, sino una absoluta desesperación existencial porque comprende no sólo que todo lo que ha vivido hasta entonces resulta falso, una mera realidad virtual, sino que no sabe absolutamente nada acerca de lo que está sucediendo de verdad, cuáles son las reglas del juego en el mundo real, qué debe (o qué puede) hacer. Aparte del hecho de saberse, por primera vez en su vida, completamente solo.
La segunda es cuando el traidor Cifra (Cypher, en inglés, en el original..., lo que le emparenta más fácilmente con cierto personaje de tufillo infernal) se reúne con el Agente Smith (el "humanizado" programa de Matrix encargado de perseguir y destruir las "irregularidades", como por ejemplo la gente que despierta) y se ofrece a entregar a sus compañeros a cambio de que le permitan volver a dormirse: olvidar todo lo que sabe de la realidad y volver a ser esclavizado por las máquinas. Prefiere, y así lo explica, disfrutar de una "deliciosa" hamburguesa virtual, de una vida corriente (e inexistente) antes que seguir afrontando la dureza del mundo de verdad donde por cierto la comida es una bazofia. La tentación del suicidio: el acto más cobarde que puede cometer un ser humano. Siempre que he visto esta escena me he acordado del antiguo y certero adagio: La leche, para los niños; la carne, para los hombres.
La visión de la realidad, el despertar al mundo que existe más allá de los sueños comunes de las grandes masas anestesiadas, fue siempre el objetivo de los procesos iniciáticos en las Escuelas de Misterios. Pero sólo como primer paso... Un iniciado (lo dice su propio nombre, mal que les pese a tantos fantasiosos Coelhos y Maharishis como hay por el mundo) no es más que alguien que comienza a hacer algo, que empieza a recorrer el Camino. No ha logrado absolutamente nada interesante, más que encontrar la casilla de salida en el Juego de la Oca. Es precisamente a partir de ese momento cuando tiene que empezar a demostrar si es digno del honor que, por cierto, tanto le costó adquirir. No obstante, el peregrino que alcanza una de estas enigmáticas (y protegidas) Escuelas lo hace porque sabe lo que está buscando y, una vez ha sido admitido, recibe guía e instrucciones precisas de otros que ya despertaron y comenzaron su propio camino, y pueden descorrer poco a poco los velos de Isis.
Lo que está ocurriendo ahora, sin embargo, es un proceso brusco y global. De pronto, mucha gente ha descubierto el cuento, cuando las noticias se suceden con velocidad asombrosa:
* Ese sinvergüenza exdirector del Fondo Monetario Internacional llamado Dominique Strauss Kahn que ha sido el primero en exigir al resto del mundo que se apriete el cinturón mientras él vivía a todo tren (y como él, tantos otros "honorables" cargos políticos y financieros) y que estaba tan convencido de su poder que intentó utilizar a una mujer como un juguete sexual simplemente porque en su mente ebria de mando sabía que tenía derecho a ello.
* Esa inmoral cúpula directiva de la principal reaseguradora del mundo, Munich Re (que, por cierto, utiliza como marca gráfica corporativa una característica forma de rombo o doble pirámide que tiene como sabemos un significado muy particular), que organizaba auténticas orgías "a la romana" (me refiero al estilo de la Antigua Roma, aunque también podría decirse de la nueva Roma berlusconiana) con prostitutas del Este de Europa como parte de su política de motivación y reconocimiento a sus empleados más productivos (y, como esta compañía, tantas otras de este calibre..., y con cosas peores).
* Ese patético y obediente presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero (el mismo que, tras negar repetidamente la crisis financiera cuando ésta era ya una realidad, lo primero que hizo al reconocerla fue organizar una reunión con..., ¿los líderes políticos? ¿Los líderes sindicales? ¿Los líderes sociales, vecinales o religiosos...? ¡No! ¡Con los principales banqueros de España!) que tras haber practicado el mayor recorte de derechos sociales en la historia de la democracia contemporánea española tiene el cuajo de llamar "bellacos" a aquéllos que se lo recuerdan (y como este tipo, la inmensa mayoría de líderes políticos de todos los partidos españoles, metidos en diversos casos de presunta corrupción, presuntos abusos de su posición y/o manifiesta incompetencia).
* Esos cargos medios de la Administración que nos exigen a los ciudadanos el cumplimiento de las leyes mientras ellos hacen lo que les da, literalmente, la gana. El último caso conocido, el del responsable del destacamento de Tráfico de Soria: el capitán de la Guardia Civil Claudio Argüello, que conducía su coche ¡a 207 kilómetros por hora! en la A-15 entre Soria y Lubia y que ha sido denunciado por agentes de la propia Benemérita (y como él, muchos otros, mientras nos obligan al resto de conductores a no sobrepasar los 110 kilómetros por hora como máximo: ¿qué ha sido de la denuncia contra el propio Pere Navarro, responsable de la Dirección General de Tráfico, cuyo vehículo superaba con creces la velocidad permitida de circulación? ¿Alguien se acuerda, siquiera?)
Éstas son sólo las últimas de una larga, larguísima, serie de hechos que la población en general ha venido soportando no en los últimos años, sino en los últimos siglos, pero que ha llegado ya a desbordar de tal manera que convierte en memos a aquellos políticos que se rasgan las vestiduras preguntándose por qué está ocurriendo ahora en España lo que está ocurriendo, con tantas protestas y concentraciones de gentes de todo tipo y condición, no sólo (ni siquiera mayoritariamente) de izquierdas o antisistema, aunque los vagos y los aficionados al botellón se cuelan en cualquier acontecimiento de este tipo a las primeras de cambio. La protesta no es en realidad contra el bipartidismo (si bien Izquierda Unida y otros partidos minoritarios están intentando aprovecharse de la situación para captar votos, lo que me permite augurar que se van a llevar un chasco tremebundo) porque la gente está gritando no contra un partido u otro sino contra todos ellos, contra todo el sistema. Y hay tanta gente harta que ese sistema es literalmente impotente para frenarla.
Tenemos, entonces, a miles de personas que, de pronto, parecen haber despertado y se encuentran en la casilla de salida. La cuestión es: ¿Y ahora qué? ¿Conseguirán el cambio de la ley electoral o el resto de sus objetivos? ¿Y cuáles son esos objetivos? ¿Y cómo articularse para lograrlos? ¿Sería legal, sería democrático que se consiguieran por la fuerza? Toda esta intentona de revolución pacífica corre muchos riesgos, pero los ha corrido desde el principio y en ese sentido no se ve mucho miedo al fracaso. Tal vez el riesgo mayor resida no en el enfrentamiento directo contra los responsables del sistema al que denuncian sino que éstos contesten a la gente con palabras conciliadoras, de comprensión, de adormecimiento... Que les den una hamburguesa virtual para entretenerse..., y que los que ahora han abierto los ojos se vuelvan a dormir.
No podemos perder de vista que la única revolución real, con garantías de éxito, sigue siendo la que siempre fue: la individual, personal e intransferible, y cuyo ámbito se centra en el interior de cada cual. Antes de lograr los éxitos fuera, uno debe lograrlos dentro de sí mismo. Si los que están participando en las protestas de estos días fueran capaces de hacer esa revolución interna además de la externa, su triunfo sería inapelable, pero algo me dice que no hay muchos dispuestos a pagar ese precio.
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