El Parlamento Español ha sido hoy escenario del enésimo debate entre “los dedos distintos de la misma mano”, como suele llamarlos Mac Namara: los principales dirigentes políticos de este país, que se han arrojado los trastos a la cabeza una vez más en un escenario lleno de focos y micrófonos para espectáculo y entretenimiento público, mientras las cosas importantes siguen sucediendo a espaldas de todos en un escenario más chiquitín y poco iluminado en la parte de atrás. Y por cosas importantes entiendo, por ejemplo, la nueva herramienta contra la libertad de expresión en Europa que, con la excusa del combate contra el terrorismo inidentificado y para "proteger nuestra seguridad", constituye quizá la mayor aportación española durante su decepcionante (cuando no sonrojante) semestre de presidencia de las instituciones comunitarias. No se le ha dado mayor difusión periodística, no fuera a ser que alguien protestara. De hecho, yo me he enterado de ello gracias a una misteriosa monja guerrera de la Orden de Santa Ceclina que tuvo a bien mandarme un pergamino electrónico (cosas de brujería) en el que se relataba lo ocurrido. Una organización de derechos civiles que se puede encontrar en Internet en la dirección www.statewatch.org hizo saltar la liebre. Y es que se trata de un programa de...
- ¡Se trata de una zancada más hacia la Dictadura Mundial! -me interrumpe, furioso, mi gato conspiranoico- ¡Digno de la banda de euroburócratas al-servicio-de... que pululan por Bruselas, capital de la ignominia europea!
- ¿Crees que merece la pena ponerse así? -le pregunto a Mac Namara, más por intentar cortar el ritmo de sus protestas antes de que se embale, que por intentar realmente razonar con él (porque cuando se enfada de esta manera no hay forma de calmarle).
- ¡Tú verás! Este ridículo blog que te empeñas en mantener día a día se convertirá en breve en un objeto sospechoso desde el punto de vista policial..., a no ser que empieces a hablar exclusivamente de la selección española de fútbol, o de cualquier otro equipo de fútbol, y de las telenovelas de amor y lujo, y de los miserables que elaboran los programas de telebasura con "famosos" y se dedican a publicitar o a inventar directamente la vida privada de cualquier espantapájaros.
La verdad es que mi gato conspiranoico tiene razón. El caso es que el ministro de Exteriores (por llamarle algo) Miguel Ángel Moratinos presidió recientemente, el 26 de abril de este mismo año en Luxemburgo, el consejo de cancilleres de la Unión Europea encargado de dar el visto bueno a un programa de vigilancia y recopilación sistemática de datos personales de todo aquel ciudadano sospechoso de estar experimentando un proceso de radicalización personal, que de eso se trata. Según los documentos comunitarios oficiales (y en concreto el 7984/20 y el 8570/10), accesibles al menos aún a día de hoy en la Red, se trata de vigilar a individuos involucrados en grupos de "extrema izquierda o derecha, nacionalistas, religiosos o antiglobalización", a pesar de que inicialmente se vendió la idea como parte de la estrategia de prevención contra el terrorismo islámico.
Pero ése era el concepto inicial, a partir del cual el documento emplea términos tan genéricos que la sospecha se puede extender en la práctica a cualquier ciudadano medianamente activo, que de manera automática pasa a ser sospechoso y acusable de casi cualquier cosa teniendo en cuenta que el programa incluye la investigación desde el "compromiso ideológico o político" del espiado hasta su situación económica, a partir de un concepto tan etéreo como el hecho de que se radicalice. Porque ¿quién decide cuándo una persona está en riesgo de radicalizarse o se ha radicalizado ya? ¿Y cuántos niveles de radicalización se consideran? Aún más, ¿qué entendemos por radicalizado? Cuando, por ceñirnos a la vigilancia de individuos de grupos "religiosos", se los relaciona con la radicalización, ¿significa eso que además de a presuntos islamistas integristas radicales se va a espiar de la misma forma a presuntos miembros del Opus integristas católicos radicales o a presuntos miembros haredim del integrismo judío radical? ¿Quién decide dónde comienza la radicalización?
El documento de la UE insiste en recomendar a los Estados miembros que compartan "información relativa a los procesos de radicalización" sin especificar cómo se entienden estos procesos, lo que de hecho convierte en sospechoso a todo aquél que piense de manera diferente a la mayoría, que a su vez sigue los dictámenes de los gobiernos de turno. En el caso de los radicales "antiglobalización", ¿cuándo comenzamos a espiar al usuario? ¿Cuando se compre su primer libro de Naomi Klein? ¿Aprovechamos entonces y entramos en su casa cuando no esté para llevarnos ese libro y sustituirlo por una revista del corazón? ¿O esperamos a que participe en su primera manifestación para abrirle la ficha policial correspondiente? Esto no es una exageración, porque el texto recomienda incluso vigilar los sentimientos (!) de las personas sospechosas, recabando información sobre las ideas, los argumentos personales e incluso los estados de ánimo.
Estamos ante el mismo juego de los últimos años: renuncie usted a su libertad (tan dura de conquistar, tan difícil de mantener) a cambio de aumentar su nivel de seguridad (de la "seguridad" que "nosotros" le demos, tan ilusoria o más como la que habitualmente cree disfrutar el ciudadano común). Statewatch.org lo dice bien claro: "Este programa no se dirige en primer lugar contra personas o grupos que pretenden cometer atentados terroristas, sino a gente que tiene puntos de vista radicales y a los que se define como propagadores de mensajes radicales".
- Pues como tú... -insiste Mac Namara-, aunque sólo escribes artículos interesantes cuando cuentas lo que yo previamente te he soplado... Pero lo más importante de todo es que este instrumento viola una de las libertades más sagradas del ser humano: la libertad de expresión. El desarrollo de todos estos planes comunitarios posibilitará que pronto, antes de lo que piensas, no puedas escribir lo que realmente opinas sobre lo que está sucediendo. Por temor a que te intervengan..., o porque te habrán intervenido ya y seguramente estás a punto de dar con tus huesos en la cárcel.
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