No sé para qué pago año tras año las matrículas de la Universidad de Dios, con lo caras que salen (y con el tiempo que llevo en 2º de carrera, que parece que se han puesto todos los maestros de acuerdo para boicotearme; a este paso, no sé si voy a ser capaz de terminar los 13 cursos en esta reencarnación), cuando podría dedicarme a esta profesión de forma mucho más barata, en plan autodidacta, con sólo abrir un poco los ojos y estar atento a la cantidad de cosas que se revelan cada día en los medios de comunicación y que por supuesto los humanos corrientes nunca entienden la importancia que tienen. Un día sí y otro también me encuentro reproducidas por ahí, al alcance de casi cualquiera, buena parte de las lecciones que con tanto esfuerzo logramos extraer cada día los sacrificados alumnos de nuestro particular centro universitario a los responsables de las distintas asignaturas. Porque es que además carecemos de un programa fijo de estudios con libros de texto concretos y con ejercicios más concretos todavía. Cada clase es distinta y según el carácter de aquél que la dé. Pero a lo que iba...
Sin ir más lejos, el otro día el diario La Vanguardia publicaba una entrevista con el cirujano del Hospital de Madrid Mario Alonso Puig a raíz de la edición de su libro Madera de líder en la cual este hombre en apariencia común (no me suena haberle visto en la Universidad, pero nunca se sabe: tiene un aire a Clark Kent) revelaba con todo lujo de detalles una de las realidades ocultas más poderosas a la hora de actuar en el mundo y que, sin embargo, exponía alegremente: que son nuestros propios pensamientos los que han creado nuestro mundo, que de hecho lo crean constantemente cada momento que pasa y que, por tanto, ellos también pueden cambiarlo si uno sabe cómo hacerlo.
Algunas de las perlas más interesantes de sus declaraciones en la susodicha entrevista:
1º) ”La confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro” y por ello “puedo atestiguar que una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su trayectoria”. El lugar donde se desarrollan estas facultades superiores es la zona prefrontal de esa “nuez gigante” que tenemos dentro del cráneo y que llamamos cerebro. Es justo allí, en nuestro ordenador central, donde “se inventa nuestro futuro, valoramos alternativas y estrategias para solucionar problemas y tomar decisiones” y curiosamente esta zona “está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando” si uno es lo suficientemente tenaz (y perspicaz) para ello. Hay un hecho especialmente relevante aquí y es que cuando nosotros damos un significado a algo concreto vivimos eso como si fuera una realidad absoluta, sin darnos cuenta de que no es más que una interpretación de la realidad que hemos adoptado aleatoriamente.
2º) “El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y esto también ha sido demostrado últimamente de forma científica) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos”, lo que estudia una ciencia de nombre tan complicado como éste: Psiconeuroinmunobiología. Aquí hace referencia Alonso Puig a una de las primeras cosas que aprendemos en la Universidad de Dios y que, en efecto, está archicomprobado hasta por los expertos más escépticos y ateos, aunque esta información suele esconderse a la sociedad en general por las consecuencias que implica: “diversos estudios han demostrado que un minuto entreteniendo al cerebro con un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas”. ¡Atención! ¿Hemos leído bien? ¡Un minuto pensando en algo negativo, desagradable, desactiva nuestro sistema inmunitario durante seis horas! Y durante esas seis horas, los virus o bacterias de la enfermedad que nuestro cuerpo habitualmente rechazaría sin problemas tienen las puertas abiertas de nuestro castillo para colarse hasta la cocina y jugárnosla bien jugada. ¿No es ésta una buena razón por sí sola para meter el pesimismo dentro de un paquetito, envolverlo bien envuelto y tirarlo por el retrete? ¿No es el argumento de mayor peso que hemos conocido nunca para apostar por el optimismo y la alegría de la vida, pase lo que pase (o tenga la apariencia de estar pasando) a nuestro alrededor?
3º) “El distrés (no confundir con el estrés) o sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal (…) como lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo” y por si fuera poco reduce o limita la capacidad intelectual pues “deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.” Así que se impone aplicar técnicas para combatirlo y en ese sentido un recurso “valioso contra la preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir cambios en el cerebro (¡Pero bueno: si esto es el ABC de las recomendaciones físicas en los primeros compases de la carrera de Dios! ¿Cómo lo sabe este hombre?) y favorece la secreción de hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos cerebrales entre los dos hemisferios (…) tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.” No sólo eso, sino que también revela que "la palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades." Por favor, releamos esta última frase con calma, deletreando las palabras, para intentar darnos cuenta de lo que significa: personas-que-decidieron-hablarse-a-sí-mismas-de-una-manera-más-positiva-consiguieron-remodelar-físicamente-su-estructura-cerebral. Es más, "según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones" con lo que "la transformación del observador, o sea nosotros, altera el proceso observado. No vemos el mundo que es. Vemos el mundo que somos". Científicos de Harvard, nos confirma, han demostrado que "cuando la persona logra reducir su cacofonía interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80 por ciento". ¡Y estas maravillas, estos secretos antiguos, no lo estás revelando un tarotista de tres al cuarto o cualquier otro charlatán de los que por desgracia tantos hay por ahí ensuciando el buen nombre de nuestra carrera divina, no, lo está diciendo todo un señor cirujano!
4º) "El miedo nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido y esa actitud nos impide realizarnos" dice también nuestro hombre, confirmando así lo que ya sabíamos: que el miedo es, junto con la culpa y alguna otra técnica más, el arma principal para tener sometido al ser humano, reduciendo su potencialidad a su mínima expresión. Por eso los locos son tildados de "peligrosos": porque no tienen miedo, no se hacen responsables de sus actos, y pueden llegar a lugares tan lejanos que quedan fuera de control. En general, las personas con trastornos mentales no suponen un problema para los dueños de todo el cotarro que nos rodea, porque al sufrir esta disfunción no pueden entender lo que lleguen a ver pero...,
¿y si alguien que sabe algunas cosas logra la proeza de perder el miedo y llega también allí? ¿Qué puede suceder? Alonso Puig remata la entrevista recordando que la mayoría de nuestros actos, a lo largo de la vida (y aunque creamos lo contrario), no los controlamos nosotros sino nuestro inconsciente pues reaccionamos "según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber preparación; si no, sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el entrenamiento de la mente (...) El mayor potencial es la conciencia."
¿Se puede añadir algo más a esta brillante demostración de sabiduría? Quizás una cita que me ha venido al recuerdo. Del libro La era de la propaganda. Uso y abuso de la persuasión, publicado por Anthony Pratkanis y Elliot Aronson en 1994. Dice: "Con una repetición suficiente y con la comprensión psicológica de las personas implicadas, no es imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras pueden moldearse hasta disfrazar las ideas".
¿Quiere cambiar su vida? Aprenda a cambiar sus propias palabras. El texto más conocido del mundo empieza precisamente así: "En el principio era el verbo..."
Estoy totalmente de acuerdo en todo. El interes que se pone es el que te abre el camino.
ResponderEliminar