La culpa es, junto con el miedo, una de las armas favoritas de los grupos de poder que gobiernan en secreto (o, si esto suena muy fuerte, digamos mejor: en segundo plano) nuestro mundo. No hay como inyectar la culpa por un error cometido (a veces, no hay como hacer creer que realmente cometimos un error por el cual poder culparnos) para que una persona se preste a hacer cosas que no debería hacer jamás empezando por una renuncia expresa a su libertad personal de actuación. En la Universidad de Dios, una de las primeras lecciones trata precisamente de cómo librarse de esta lacra pensando en que, después de todo, ni siquiera los alumnos de los cursos avanzados están libres de equivocarse y que cuando uno ha metido la pata no vale de nada esconder el fallo y a continuación torturarse a uno mismo como si nuestro Pepito Grillo particular fuera un lector avezado del viejo diletante Leopold von Sacher-Masoch. No, en esos casos, lo primero que hay que hacer es reconocer la equivocación y a continuación practicar lo antes posible algún acto consciente que la compense y reequilibre así nuestras cuentas con los banqueros de "ahí arriba", donde se llevan las cuentas exactas de nuestro debe y nuestro haber particular, antes de que extiendan la correspondiente factura a nuestro nombre.
Por eso me resultó muy interesante la entrevista que publicó La Vanguardia hace un par de años a Fred Kofman, doctor en Economía por la universidad californiana de Berkeley y con un amplio curriculum en labores de asesoramiento y liderazgo: creación de la consultora Leading Learning Communities, profesor de Sistemas de Información y Control Gerencial en la Escuela de Negocios Sloan del MIT, Investigador Senior en el Organizational Learning Center, miembro fundador del área de negocios del Integral Institute, miembro de la Dharma Ocean Foundation y confundador y actual director de Axialent (empresa que asesora a marcas como Cheminova, General Motors, IBM, Yahoo, Nestlé, Nivea, Grupo Santander, Televisa o la BBC..., entre otras). Autor de la trilogía Metamanagement y del programa de CDs Conscious Business, este norteamericano nacido en Argentina se puede decir que es uno de esos tipos que ha tenido una vida entretenida y, aunque no parece especialmente volcado en el camino del espíritu, sí emplea estrategias exportables como es el caso precisamente de la citada lucha contra la culpa o la asunción de la propia responsabilidad en lo que sucede en nuestras vidas.
Resumo a continuación algunas de las ideas más interesantes de la entrevista:
* "Cada uno de nosotros decide ser víctima o protagonista de su propia existencia. Es la decisión más importante de la vida y la tomamos sin darnos cuenta. Un ejemplo: llegamos tarde a una cita y le echamos la culpa al intenso tráfico de la ciudad. Y es verdad, puede haber mucho tráfico..., pero si le acusamos de nuestra tardanza, nos estamos colocando en el papel de víctimas: otra víctima de la circulación. Y el precio de la inocencia es la impotencia. Si en lugar de eso asumimos que hemos llegado tarde porque podíamos haber salido media hora antes y nos proponemos hacerlo a partir de ahora, reconocemos el error, lo rectificamos y elegimos así ser los protagonistas. Y además es difícil que volvamos a llegar tarde a una cita."
(He aquí una receta sencilla para mejorar cualquier actividad en la vida)
* "Para poder ser parte de una solución, primero hemos de asumir que somos parte del problema, porque sólo rectificando lo que hacemos mal podemos ayudar a que las cosas salgan bien. Se busca así no la culpabilidad, ni el insistir en conceptos como el pecado y la redención, sino simplemente la eficacia para mejorar nuestro funcionamiento y, en consecuencia, el de las organizaciones a las que pertenecemos. Eludir el análisis del problema en el que participamos y del que a veces somos el principal responsable hace que jamás entendamos de verdad qué es lo que sucede. No entendemos los problemas. Y si no los entendemos, nunca podremos solucionarlos."
(Una clave importante para entender por qué tan a menudo somos incapaces de resolver hasta las cuestiones más menores que se nos plantean en la vida diaria)
* "Hay que olvidarse del 'yo debería' y concentrarse en el 'yo puedo'. Cada uno de nosotros puede elegir ser más eficiente y para eso hay que hacer a uno mismo responsable, no culpable, de su propio aprendizaje. De esta manera, cuando algo no funciona, podemos reconocer el error y corregirlo con naturalidad y sin dramas ni culpas. Millones de personas desarrollan desde niños la culpa-habilidad, que no es más que una capacidad perversa para exculparse por sus actos. Eso les proporciona un falso alivio a cambio de renunciar a ser protagonistas de su propia vida. Tenemos el clásico ejemplo del pequeño que dice 'se ha roto el juguete' sin asumir su responsabilidad en lo ocurrido con él. Cuando sienta la cómoda tentación de la inocencia, pregúntese qué hizo para evitar lo que ocurrió y, sobre todo, qué puede hacer ahora que ha ocurrido."
(Expresiones adultas del "juguete roto" son frases como "Ya hubiera conseguido el ascenso si no fuera por Fulanito". Es básico aplicar aquí el concepto del mérito: la Vida suele darnos lo que nosotros le hemos dado previamente a ella. O como dice el clásico: "De esta vida sacarás lo que metas nada más")
* "No somos responsables de la mayoría de las cosas que nos suceden en la vida pero sí lo somos a la hora de reaccionar frente a ellas. Tal vez no somos responsables de que se nos declare un cáncer pero sí de lo que hacemos y cómo nos comportamos frente a él. Para ello precisamos calidad humana y, en el caso de las organizaciones, también grupal porque en el mundo de hoy día ya no podemos fiarnos sólo de la inteligencia individual. Una empresa o una asociación modernas distribuyen el talento en un equipo, no sólo en un centro directivo. La nueva función del líder no es imponer su dirección sino motivar para que cada persona del equipo asuma su trabajo y saque lo mejor de sí misma, voluntariamente, sin obligaciones forzadas. Para la mera obediencia mecánica ya tenemos robots industriales. Si usted es el líder y me apunta con una pistola, me obligará a obedecerle pero no podrá conseguir ni mi creatividad, ni mi ilusión, ni mi esfuerzo, ni mi cooperación. Un buen líder es capaz de motivar a su equipo para que saque todo eso de sí mismo."
(Más difícil de llevar a cabo de lo que parece: lo sé por experiencia propia)
*"Aplicando esto a la realidad empresarial, todo lo decide nuestra actitud personal ante una coyuntura, con independencia de que ésta sea buena o mala. Si los trabajadores se escaquean todo el día, mirando alternativamente Internet y el reloj para ver cuándo pueden largarse, la economía que se obtiene es de baja productividad, sufrimiento y pobreza mental..., y a la larga pobreza económica también. Una empresa así tiene jefes pero carece de liderazgo. Y sin un liderazgo claro, la coyuntura siempre es mala. En realidad, la clave no está en la receta sino en aplicarla, una vez que la conocemos. Adelgazar no depende de que sepamos la dieta sino de cumplirla efectivamente."
(Todo esto me recuerda a la mayéutica del viejo Sócrates)
Quizá si los gobiernos del mundo aplicaran algunas de estas tácticas, en principio diseñadas para personas y empresas pero también adaptables a los Estados, podríamos terminar con la famosa crisis de una vez por todas. Si las aplicaran, suponiendo que fueran libres para ello.
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