Uno de los temas de conversación favoritos de mi gato conspiranoico, Arannan Fergus Mac Namara, es el de los implantes subcutáneos. Él debe ser, de hecho, el único gato que no sólo no lleva ninguno bajo la piel como el resto de animales domésticos sino que sacaría los ojos a cualquiera que intentara colocárselo. Claro que él vive en el campus de la Universidad de Dios, lejos del alcance de los poderes humanos corrientes, y claro también que, como ya expresé en alguna ocasión, tengo mis dudas de si realmente es un gato (o cualquier otro tipo de ser encuadrable en la categoría "animal doméstico") o simplemente se manifiesta con esa forma cuando está delante de mí. En todo caso, he de admitir que resulta un compañero de piso ideal por lo limpito que me lo tiene, además de por sus interesantísimas conversaciones y su silencioso estar-sin-llamar-la-atención.
Ah, sí: los implantes... Recuerdo que, de hecho, éste fue el primer tema sobre el que hablamos largamente Mac Namara y yo cuando nos conocimos, a raíz de descubrir que ambos habíamos leído en su día un libro del dr. William Walters Sargant publicado en 1957 y que lleva el sugerente título de Batalla por la Mente: una fisiología de la conversión y el lavado de cerebro. Entre las muy interesantes afirmaciones de este texto encontramos la siguiente, que nos recuerda la utilidad de las emociones primarias para controlar a la población y lograr que ésta acepte casi cualquier cosa en aras de un sentimiento (falso, por definición, teniendo en cuenta lo que es la vida misma) de seguridad personal: "Se puede implantar diversos tipos de creencias en las personas tras la interrupción, accidental o deliberadamente inducida, de sus funciones cerebrales a través del miedo, la cólera o el entusiasmo. Entre los resultados de estas perturbaciones, el más corriente es el juicio temporalmente dañado y un incremento de la sugestionabilidad (...) aparece lo que clasificamos bajo el epígrafe 'instinto de manada' (...) con un efecto en la psique colectiva en términos de miedo y un deseo de que las autoridades 'protejan a la gente' de ese miedo."
La paranoia ¡Necesito-estar-protegido! que se apoderó del mundo occidental (sobre todo a raíz de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y luego del 11 de marzo en Madrid y el 7 de julio en Londres) ha permitido aplicar en todo el mundo una serie de medidas de control de la población que rozan la ilegalidad y nos acercan paso a paso a la sociedad del Gran Hermano retratada por Orwell.
- Rozan la ilegalidad -añade Mac Namara-, cuando no la transgreden directamente bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo y con la imposición legal correspondiente. Y además no sirven de nada a efectos prácticos de la seguridad individual. Fíjate en el uso masivo de cámaras para grabar a las personas: cuando entran en cualquier tienda u oficina bancaria, cuando suben al metro o al autobús, cuando visitan cualquier establecimiento oficial..., hasta cuando conducen por la calle su propio vehículo. A todas horas. Mucha gente las acepta de buen grado porque dicen que prefieren sacrificar libertad por seguridad pero ¿de qué seguridad están hablando? Hemos visto en diversas informaciones recientes una serie de agresiones brutales grabadas por esas cámaras. En ocasiones, las imágenes sirven para detener a los autores de las agresiones pero ¡nunca las han evitado!
Hablando de todo esto llegamos al inquietante asunto de los implantes de microchips con radiofrecuencia y la intención de diversos gobiernos de insertarlos masivamente bajo la piel de sus conciudadanos con distintas excusas. La operación es fácil y prácticamente indolora, pues el sofisticado aparatito es del tamaño de un grano de arroz y se puede implantar con rapidez y facilidad en la mano del portador. No se trata de un argumento de Ciencia-Ficción, sino de una realidad que se está experimentando aquí y ahora, en este mismo instante (y en algunos países, desde hace ya al menos veinte años) . En la primavera de 2004, el Departamento de Salud de los EE.UU. ya anunció su intención de colocar uno a todos los homeless que encontrara para que los trabajadores sociales y también las fuerzas del orden pudieran "asistir más de cerca a la población sin hogar de la nación", o sea vigilar en tiempo real sus movimientos (en este país, se han desarrollado ya numerosos experimentos sobre todo con internos en diversas cárceles del Estado). En varios países iberoamericanos, sobre todo en México y Colombia, se venden ya como una especie de "seguro antisecuestro". En España mismo se están ensayando esta vez bajo la cobertura de "mejoras sanitarias", para el control de personas con el Mal de Alzheimer (además de estar siendo usados, como en otros países, en animales domésticos).
Varias compañías funcionan en este momento en el mundo elaborando este tipo de implantes aunque la más conocida es Applied Digital Solutions (Soluciones Digitales Aplicadas) con base en Florida y creadores del Verichip. Ya en 2003 su entonces presidente Scott Silverman lo presentó como la solución ideal para deshacernos definitivamente del dinero, tanto en su formato de monedas y billetes como en el de tarjeta de crédito (además de otros usos, como por ejemplo la posibilidad de llevar integrado el historial sanitario constantemente o el utilizar la radiofrecuencia emitida por el implante para abrir y cerrar puertas de seguridad). E incluso se presentaron algunas experiencias en este sentido con empresas como ExxonMobil, MasterCard y McDonald´s. Pero el invento generó numerosas suspicacias. Tantas, que asistimos a un sospechoso silencio de la inmensa mayoría de los medios de comunicación, que parecen haber recibido algún tipo de indicación para no publicar noticias ni provocar debates sobre este, por lo demás, espectacular avance tecnológico. Tantas, que la máquina publicitaria y de marketing ya le ha cambiado el nombre al Verichip, al que hoy se promociona como Ángel Digital.
- ¿Y sabes cuál es el siguiente paso? -inquiere Mac Namara, incisivo como de costumbre- Hasta ahora hemos hablado de lo que el microchip puede hacer desde dentro hacia afuera: es decir, de la comunicación que puede establecer transmitiendo datos de identificación y seguridad desde el interior del cuerpo a los escáneres lectores ubicados en el exterior. Pero la comunicación es bidireccional: ¿qué crees que puede suceder si se produce al revés, desde fuera hacia dentro?
- ¿Qué quieres decir?
- Un Ángel Digital se puede transformar fácilmente en un Diablo Digital si alguien lo manipula desde el exterior, transmitiendo a su portador diversas frecuencias que podrían provocarle diversos grados de placer o dolor, hasta el punto de forzarle a actuar de una manera determinada, quizá sin que la misma persona llegara a darse cuenta. Esa persona podría verse excitada sexualmente o deprimirse repentinamente o desarrollar un alto grado de agresividad de acuerdo con las frecuencias empleadas y ella podría culpar a sus "cambiantes estados de ánimo".
Para rematar la discusión, acabo de ver una película ciertamente extraña titulada Six. The Mark Unleashed (literalmente: Seis. La Marca desatada, aunque se editó en español como Six. La hermandad). Rodada en 2004, apenas unos meses después de la presentación de Silverman antes mencionada, fue dirigida por Kevin Downes con Stephen Baldwin y Eric Roberts como protagonistas y es una muestra perfecta de cómo destrozar un buen argumento en favor de la propaganda religiosa barata. De hecho, la película arranca muy bien pero enseguida pasa a convertirse en una especie de parábola de telepredicadores evangelistas con largos y monótonos diálogos que pretenden convencernos de las bondades del martirio, aunque los cristianos que aparecen en la cinta no mueren en el Coliseo devorados por leones sino en una prisión del sistema y decapitados por una guillotina postmoderna. La acción se desarrolla en un futuro próximo en el que la mayoría de las personas han aceptado insertarse el implante subcutáneo y por tanto quedar dominadas por un nuevo concepto social, la Comunidad (la Hermandad del título español, supongo), en el que pierden todo derecho a su intimidad y a su individualidad, pero a cambio están perfectamente integradas y seguras. La única oposición a la dictadura controlada por el chip son estos cristianos apocalípticos que interpretan lo que está ocurriendo como el cumplimiento de las profecías bíblicas, con el advenimiento del Anticristo y sus seguidores, cuya Marca (a la que hace referencia el título en inglés) habitual, el 666, es sustituida por el implante y, además, por un símbolo similar al triskel céltico. Lo de "oposición a la dictadura" es básicamente una metáfora porque se limita a negarse a ser implantados y, en consecuencia, acabar en la cárcel y guillotinados mientras rezan, pero sin organizar ninguna resistencia heroica contra el sistema porque para eso se supone que ya está Jesucristo que bajará de los cielos de un momento a otro dispuesto a poner orden y separar a los buenos de los malos (aunque la película se acaba justo antes del Fin del Mundo..., ¡vaya! ¡Es lo malo de los presupuestos ajustados, que no dan para efectos especiales!).
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