No son pocas las obras famosas de la Literatura Mundial (y del Séptimo Arte) que juegan con uno de los conceptos clásicos de la CF, la Ciencia Ficción: el viaje en el tiempo..., y las consecuencias del mismo. Primera pregunta típica: ¿se puede ir al pasado o al futuro físicamente hablando de alguna manera? Segunda pregunta típica: ¿podríamos interactuar libremente con las circunstancias si lográramos consumar el viaje (sobre todo si se tratara del pasado, donde cualquier pequeña y en aparente inocente intervención podría desencadenar un alud de circunstancias que cambiarían el futuro; es decir, el presente del cual provenimos)?
Respecto a la primera pregunta hay diversos equipos científicos trabajando en ello desde hace más de lo que sospechamos, aunque de momento (y salvo diversas leyendas urbanas que circulan en ciertos ambientes) no se ha conseguido gran cosa. Si acaso, explorando las sorprendentes fronteras de la Física Cuántica algunos estudiosos han advertido de la existencia de anomalías que podrían indicar que es posible a un nivel diminuto avanzar y retroceder mínimamente en el tiempo..., pero sus conclusiones se basan en las mismas características de las partículas más pequeñas oficialmente conocidas (los protones, neutrones y sobre todo electrones en los que se divide el átomo) cuyo comportamiento es tan sorprendente como mágico.
El dogma materialista argumenta que vivimos en un mundo sólido, como nos demuestran todos los días nuestros sentidos al poner ante nosotros a una serie de objetos y de seres vivos a los que podemos tocar, acariciar, chocar, etcétera, y que están compuestos por átomos. Sin embargo, todas las creencias místicas nos dicen que el mundo no es más que una gran ilusión, que no existe en realidad (recordemos la sentencia oriental que se puso tan de moda hace algún tiempo: "Todo es maya, todo es ilusión"). Y, de hecho, el universo material que experimentamos es cierto que no existe: lo creamos cada día en cada momento por la interpretación común que hacemos de manera consensuada en el fondo de nuestros cerebros de la señales que recogen nuestros sentidos y que éstos nos transmiten. Los locos, es decir aquéllos que no consensúan su experiencia con los demás porque interpretan las señales a su manera, no perciben de la misma forma cuanto nos rodea y probablemente sea por esta razón por la que son capaces de protagonizar hechos extraordinarios como por ejemplo desarrollar, si lo requieren, una tremenda fuerza física, por completo desproporcionada al cuerpo que lucen.
Pero es que, además, si descendemos al nivel de las partículas atómicas, descubrimos con gran sorpresa que los átomos, esos "ladrillos" del mundo físico, están compuestos en su mayor parte de... ¡nada! El mejor ejemplo es el modelo clásico del átomo que estudian hasta los niños pequeños: un núcleo de "bolitas" que representan a protones y neutrones, alrededor del cual giran otras "bolitas" que representan a los electrones. Una especie de Sistema Solar en miniatura. Ahora bien, esto es sólo una forma de representar el concepto pues las "bolitas" son apenas un minúsculo porcentaje del espacio que ocupa el átomo en sí. Para entender esto mejor, se elaboró un cálculo comparativo en su momento según el cual si el núcleo del átomo fuera aproximadamente del tamaño de una moneda de 10 centavos de dólar, el átomo completo (incluyendo todo el espacio ocupado por los electrones girando alrededor del núcleo) sería ¡del tamaño de una catedral! ¿Eso es solidez? ¿Eso es un mundo material?
Respecto a la segunda pregunta, parece obvio que si existe la posibilidad de un viaje físico en el tiempo, debería existir también algún tipo de ley o de cuerpo de seguridad formado por policías crononautas (un personaje muy común en el género de la CF) controlando que nadie se dedique a alterar las circunstancias, en beneficio de todos. Recientemente leí la divertida ¿Quién necesita a Cleopatra? de Steve Redwood en la que los protagonistas viajan a diversos lugares del pasado y del futuro, y uno de ellos es la Crucifixión de Jesucristo. Allí descubren con sorpresa que tanto los legionarios romanos como la mayor parte del público que asisten al Calvario son en realidad viajeros temporales como ellos, pero de otras épocas, que se prestan a disfrazarse para componer la estampa a petición de los polis crononautas de turno. Cuándo se interesan por lo ocurrido, uno de los agentes les explica que ¡la primera viajera temporal que llegó a la época era una fundamentalista evangélica norteamericana armada hasta los dientes que ametralló a todos los presentes menos a Jesús para evitar que le crucificaran!
En la Universidad de Dios, mi tutor el gran Thoth nos ha comentado en varias ocasiones acerca de la extraña naturaleza del tiempo y, entre otras cosas, nos advirtió de que en realidad el viaje a través de él estaba inventado desde hacía mucho. Que el ser humano sólo perdía el tiempo, y nunca mejor dicho, viajando para detrás y para delante, en lugar de quedarse en el lugar que le corresponde, que no es otro que el momento presente. Y es así. Pensemos en un día de diario, un día cualquiera, y nos daremos cuenta de que la mayor parte de las 24 horas la invertimos anticipando acontecimientos (es decir, viajando hacia el futuro) que puede que sucedan o puede que no..., o recordando otros acontecimientos (es decir, viajando hacia el pasado) que, para colmo, puede que sucedieran como los tenemos en mente o puede que no: ¡la memoria es muy engañosa!
Thoth nos sugirió otra forma de contemplar todo esto. En cierta ocasión nos dijo:
- Pensad en la vida de una persona, en vuestra propia vida, como en una película de DVD donde, en el menú, podemos escoger las escenas. Digamos que hay ocho recuadros de escenas a elegir: Embarazo y nacimiento, Niñez, Adolescencia, Juventud, Madurez, Envejecimiento, Senectud, Muerte. Si presionamos el mando a distancia en la escena número 1 experimentaremos nuestra llegada a esta reencarnación y nuestros primeros pasos en ella: desde la primera vez que nos amamanta nuestra madre hasta ese momento en el que nos ponemos en pie y comenzamos a caminar. Pero démosle a la pausa y volvamos al menú y pinchemos ahora en la escena número 4: aquí veremos otro tipo de aventuras, desde nuestra primera relación seria de pareja hasta el primer trabajo, por ejemplo. Pausa de nuevo. Si regresamos a la escena número 1 veremos de nuevo todo lo que ya habíamos visto, exactamente igual que la primera vez respecto a nuestra época de bebé. Y tantas veces como vayamos a una escena o a otra, no cambiará en absoluto: siempre aparecerán las mismas experiencias, igual que en cualquier película del DVD por mucho que naveguemos por el menú y cambiemos de escenas, siempre veremos las mismas imágenes. ¿Qué significa esto, mis jóvenes padawan?
Obviamente, que el tiempo no es lineal, como nuestros sentidos nos engañan diciendo que lo es. No sucede primero un pasado, luego un presente y finalmente un futuro sino que, según el gran Thoth, pasado, presente y futuro están juntos y suceden al mismo tiempo constantemente. Nosotros experimentamos uno u otro de manera lineal porque nos movemos linealmente a través de las escenas, pero si fuéramos capaces de desplazarnos como si dispusiéramos de un mando a distancia, podríamos por ejemplo repetir cuantas veces deseáramos las mismas escenas divertidas o placenteras y saltarnos las dolorosas o dramáticas.
Hoy me he acordado de todas estas cosas porque he encontrado una película que refleja de manera asombrosa la explicación de mi tutor (de hecho, tengo la impresión de que el nombre del guionista, Bill Kelly, es un simple seudónimo de Thoth: a veces le da por encarnarse en la Tierra y dejarnos pistas para que las encontremos, en plan jueguecito intelectual). Se trata de un largometraje que ostenta el equívoco título de Premonition (Premonición, aunque en España se estrenó con el subtítulo de 7 días) y que está protagonizada por Sandra Bullock y Julian McMahon, dos semiestrellitas de Hollywood que personalmente no me apasionan lo más mínimo..., pero nunca veo cine por sus estrellitas, sino por los argumentos interesantes, camuflados en el océano de la mediocridad general. A primera vista, Premonition parece el típico thriller de ambiente opresivo y algún que otro susto sobrenatural rodado para pasar la tarde del domingo. De hecho, la crítica se ensañó con ella de manera salvaje. Absurda, triste, siniestra, abusa del flashback, deprimente, falta de lógica, estúpida...; son sólo algunos de los calificativos que encontré para ella, lo cual ya me puso sobre alerta porque, por lo general, las películas que incluyen un mensaje interesante, suelen ser descalificadas de inmediato. Qué digo descalificadas: despellejadas, descuartizadas, arrastradas por el lodo y finalmente rociadas con sal y quemadas en una pira.
Así que me despejé lo más posible y la vi, y por supuesto que recomiendo muy mucho verla. Premonition cuenta la historia de una señora norteamericana que ha alcanzado el cielo del American Way: un marido exitoso, apuesto y fuerte, dos hijas simpáticas y dicharacheras y una de esas casas maravillosas que parece sólo están al alcance de una clase media en todo el mundo: la de EE.UU., pero... Resulta que un día le comunican que su esposo ha muerto en un brutal accidente de tráfico y su mundo de princesita de cuento se desmorona. Tras vivir un día de mucho dolor se va a dormir y al día siguiente ¡despierta con su marido en la cama de nuevo y la vida tan normal como de costumbre! Desconcertada, en un primer momento piensa que ha sido un sueño muy vívido y empieza a temer que tal vez ha sufrido una experiencia premonitoria (de ahí el título de la película) pero al levantarse al día siguiente resulta que sí, que el hombre está muerto de verdad. A punto de volverse loca, la protagonista acaba descubriendo que, por alguna razón que desconoce, el tiempo se ha desordenado y está viviendo una semana (de ahí el subtítulo de la película) trastocada, con el domingo delante del martes y el miércoles después del sábado..., y, lo más grande, consciente de que esto está sucediendo.
¿Significa esto que carecemos de libre albedrío? ¿Que llegamos a este mundo con el destino marcado, sin potestad para alterar nada y que, hagamos lo que hagamos, lo que ha de sucedernos nos sucederá sin que podamos evitarlo? Piotr Demianovich Ouspensky, el más avispado y listo de los discípulos del nuestro querido viejo Gurdjieff ("el Neoplatón del Neosócrates", como solíamos llamarle en broma durante nuestras reuniones en San Petersburgo, no hace tantos decenios pero sí los suficientes como para que parezcan una eternidad), escribió acerca de ello en su Una extraña vida de Iván Osokin. En esta inquietante novela relataba cómo una persona normal a la que, a las puertas de la muerte, se le ofrece la oportunidad de volver a vivir, conscientemente, todos los hechos de su vida, es incapaz de superar sus mecanismos y acaba repitiendo uno por uno, aun conociéndolos con antelación, todos los errores que le condujeron al fracaso existencial.
Sin embargo, aquella vez que Thoth nos explicó la vida comparándola con un DVD nos reveló también este fascinante secreto:
- Así es la vida para la persona corriente. Está destinada a recorrerla desde la escena 1 hasta la escena 8 de su menú. Y punto final. Sin embargo, la persona que sabe, la persona despierta, tiene muchos menúes para elegir. En realidad tiene infinitos menúes de infinitas películas a su disposición, con escenas distintas y tiempos de duración diferentes, que se extienden a un lado y a otro de la película primera. La persona corriente sólo puede ver esa película y en ese orden, en una única dirección, como si fuera el actor obligado a interpretar el papel escrito para él. La persona despierta puede alternar, según su deseo hacia una dirección o hacia otra, viviendo una película o la de más allá, puede escribir su propio guión y dirigirlo, además de interpretarlo.
Y concluyó, sonriendo:
- Todo es un Gran Juego y nosotros no somos sino Jugadores.
interesante ..alquilare la peli...iIvan Osokin la lei varias veces ..en varias vidas y siempre me sorprende...
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