Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Las Cataratas de Sangre

Una de las mayores mentiras de nuestra época es ésa según la cual el ser humano ya ha conquistado la Tierra porque ha cruzado y cartografiado todos los horizontes y por tanto podemos volver nuestra mirada hacia el espacio en busca de "la última frontera"... Sin ir más lejos, la serie de terremotos que ha sacudido el planeta en lo que llevamos de 2010 parece una prueba obvia de que no hemos conquistado nada ni lo conquistaremos jamás, porque el hombre es un piojo sobre la piel de la Tierra y carece de poder suficiente para apoderarse de ella, influir de manera decisiva sobre su devenir e incluso hacerle verdadero daño. Podemos contaminarla, esterilizarla y dañarla (por desgracia, lo hacemos a diario) pero hasta cierto punto..., a partir del cual el planeta reaccionará y, si es preciso, se someterá a una ducha con champú antipiojos para eliminar los "picores" a los que estamos sometiéndola.

Entre tanto, existen todavía muchos lugares inexplorados en nuestro mundo, por más que cualquiera pueda examinar vía Internet fotografías aéreas de (casi) cualquier lugar de la Tierra. Para empezar, las tres cuartas partes del planeta son agua y nadie sabe qué hay exactamente ahí abajo. Es más, a medida que vamos construyendo y empleando sondas submarinas más resistentes y obtenemos imágenes y datos de mayores profundidades nos encontramos con nuevas y sorprendentes especies, que parecen extraterrestres...
En cuanto a la superficie emergida, hay vastas extensiones jamás holladas por el pie humano (apenas por un puñado de nómadas que se demoran lo justo en rutas muy determinadas) que guardan, seguro, numerosos secretos: grandes desiertos (desde el Sahara al Kalahari en África, el Gobi en Asia, Atacama en América), grandes junglas (como la mayor parte de la Amazonia o las zonas más impenetrables del sureste de Asia), grandes extensiones despobladas (como la mayor parte de Siberia o el norte de Canadá) y esos dos fascinantes y misteriosos emplazamientos ubicados en el norte y el sur extremos de nuestro planeta sobre los cuales alguien decidió en cierto momento por razones que ahora sería largo explicar (pero que no tienen nada que ver con su presunto afán de conservarlos como "reserva medioambiental") arrojar un manto de secreto. Blanco secreto. Me refiero por supuesto al Polo Norte y al Polo Sur.

La mayoría de las personas se imaginan ambos lugares como una especie de casquetes de hielo, inmaculada y eternamente blancos y lisos, sobre los que no hay nada más que algún pingüino, un par de osos polares y de vez en cuando el kayak de algún esquimal (o inuit, como dicen ahora los esclavos de lo Políticamente Correcto). Sin embargo, ambos esconden un Misterio con mayúscula que cada vez resulta más difícil de guardar para aquéllos que mandan de verdad. En el caso del Polo Norte, la antesala de ese gran secreto es la misma inexistencia del imaginado casquete helado en medio del Océano Ártico (como demuestra entre otras cosas el hecho de que no hay una sola base internacional instalada allí..., ¡porque no hay tierra firme sobre la que instalarla!) pero en el día de hoy me referiré al Polo Sur, donde se ubica la Antártida a la que mi gato conspiranoico Mac Namara se refiere siempre como uno de los Portales a Otro Mundo, del cual existía constancia en la Antigüedad, dice, pero que hoy es "materia reservada" y top secret sólo accesible a determinados niveles de la administración en determinados gobiernos.

Pues bien, en los últimos meses se ha hecho pública cierta pista acerca del Misterio, gracias a que vivimos en la época de la información inmediata: hoy todo el mundo tiene una cámara de fotos y un ordenador portátil con el que transmitir (para desesperación de los que hubieran preferido mantener Internet bajo su control en lugar de contemplar cómo se les fue de las manos hasta quedar a disposición prácticamente de cualquier persona) las imágenes más sorprendentes obtenidas en cualquier lado. Entre ellas, las escasas fotografías de la cara frontal del Glaciar Taylor, en los llamados Valles Secos de McMurdo, al este de la Antártida. Este Glaciar se ha hecho inesperadamente famoso entre los científicos porque cada vez que mana agua salada, ésta aparece teñida de un rojo intenso similar al color de la sangre, que contrasta fuertemente con el blanco del hielo hasta el punto de que ya le conoce como las Cataratas de Sangre. La cascada fluye regularmente y lo hace además en una de las regiones consideradas como más extrañas y desconocidas del planeta, donde no hay hielo a excepción del de varios glaciares (como el Taylor) y donde se extiende uno de los desiertos más extremos jamás descubiertos ya que (prácticamente) nunca llueve en la zona. A propósito, nadie ha podido explicar de dónde han salido esos glaciares de agua dulce teniendo en cuenta la casi inexistencia de precipitaciones por allí.

Aunque las Cataratas de Sangre eran conocidas por un reducido grupo de personas (algún político, pero sobre todo por militares y científicos, como el que aparece fotografiado aquí a la derecha de pie sobre ellas) desde el decenio de 1960, sólo ahora se ha hecho pública su existencia al resto del mundo, quizás en busca de ideas o hipótesis que puedan explicar por qué se produce este extravagante fenómeno. La teoría más en boga en este momento es que el color rojo se debe a la acumulación de óxido de hierro en las sales del agua del glaciar, pero su procedencia es un misterio. Varios científicos defienden que hace varios millones de años el valle sobre el que se asienta el Glaciar Taylor fue inundado por el Mar de Ross y creó una especie de fiordo pero, al producirse uno de los innumerables cambios climáticos que ha sufrido la Tierra desde tiempos inmemoriales, el mar se retiró de nuevo y dejó el valle ocupado por un gran lago de agua salada. Según esta explicación, el Glaciar avanzó poco a poco hasta congelar el agua y acumular la sal bajo varios cientos de metros de hielo. De esta forma, el Taylor no estaría hoy congelado en su totalidad sino que descansaría sobre una salmuera con una concentración de sal que cuadruplica la media de los océanos. La presión ejercida por la masa de agua congelada haría que la sal sea expulsada adquiriendo en este trance el color rojizo característico de cualquier mancha de óxido de hierro al mezclarse con el oxígeno de la atmósfera.

Pero más interesante que esto es la teoría de los microorganismos extraterrestres, capaces de adaptarse a la vida en lugares tan inhóspitos como éste y de sobrevivir sin necesidad de oxígeno, como responsables del color rojizo. La geomicrobióloga Jill A. Mikucki reveló que los expertos han encontrado cerca de una veintena de tipos distintos de microbios que viven en un particular ecosistema subglacial de bacterias autótrofas, capaces de metabolizar los iones de azufre y hierro. Estas bacterias habrían estado aisladas del mundo exterior durante más de un millón y medio de años, viviendo pese a ello sin problemas sin necesidad de luz solar ni oxígeno. Algunos científicos creen que estos seres tan extraños al modus operandi habitual en la Tierra podrían ser una verdadera colonia extraterrestre llegada a nuestro planeta a bordo de una "nave espacial" natural, como el meteorito Alan Hills 84001. La existencia de este tipo de bacterias ya se había barajado años atrás a la hora de considerar la posibilidad de encontrar seres vivos en otros puntos del Sistema Solar, como por ejemplo en Marte (cuyo sugerente Polo Norte se puede apreciar de manera bastante clara en la muy interesante foto a la izquierda) o en Europa, una de las lunas jovianas más llamativas por el peculiar y original aspecto externo de su corteza, que parece atravesado por autopistas extraterrestres (en la foto de la derecha) y bajo la cual son ya legión los científicos que están convencidos de que se oculta nada menos que un océano de proporciones gigantescas con muchas posibilidades de albergar sorprendentes formas de vida.

Así que aún faltan muchos misterios por desvelar: bajo el mar, en los grandes desiertos, las grandes junglas, las grandes extensiones despobladas, los dos Polos..., y también bajo la tierra... Pero de eso hablaremos otro día.



1 comentario:

  1. ¿oíste hablar de la Tierra de Sannikov?
    Saludos
    Nostromo

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