Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 13 de mayo de 2010

Crímenes de guerra

Se considera como crimen de guerra cualquier violación, durante un conflicto armado, de las protecciones fijadas por las leyes y los usos y costumbres de la guerra de acuerdo con lo fijado por el Derecho Internacional Humanitario, incluyendo a la convención de Ginebra. Hechos como los malos tratos a los prisioneros de guerra y a los civiles, el asesinato a los mismos prisioneros o los náufragos, la toma y ejecución de rehenes, el pillaje de bienes públicos o privados, la destrucción sin motivo de ciudades o pueblos y algún detallito más. Para facilitar la captura de los criminales de guerra, de cualquier guerra, en julio del 2002 incluso empezó a funcionar de modo permanente una autodenominada Corte Penal Internacional en La Haya con el objetivo de perseguir de manera formal este tipo especialmente repugnante de delito. ¿Ha servido para algo? Lamentablemente hay que reconocer que para bien poco.

La cínica y maloliente diplomacia internacional emplea los juicios de crímenes de guerra igual que la persecución de cualquier otro tipo de delincuencia, implique a un país o a todo el planeta: es decir, no para hacer Justicia con mayúscula y para todos por igual sino de acuerdo con los intereses de determinados lobbys o grupos políticos, económicos y hasta religiosos. Cada día que pasa, y a medida que se acumulan los expedientes de conflictos encima de la mesa, se hace más evidente que la famosa Corte de La Haya sirve para poco más que para que un puñado de jueces y letrados engorden su ego y su curriculum con potentes inyecciones de autoestima y narcisismo, mientras juzgan los casos que se les ordena juzgar (ni siquiera los que se les deja juzgar).

Una prueba contundente la facilitó el mes pasado la organización de derechos humanos
Aegis Trust, aunque su denuncia cayó como es obvio en saco roto (quod erat demostrandum) y los medios de comunicación hicieron en general caso omiso al preocupante mensaje que trataba de transmitir. Nick Donovan, portavoz británico de la organización (en la imagen), aportó una lista de más de medio centenar de criminales de guerra que viven hoy, ahora mismo, en el Reino Unido con total tranquilidad e impunidad a pesar de su demostrado historial como asesinos, torturadores, violadores, saqueadores y otras lindezas más forjadas en distintos escenarios bélicos. En la lista figuran desde un exjefe de la Policía del Congo hasta varios componentes de la guerrilla de los tigres tamiles de Sri Lanka, pasando por un exmiembro del departamento de Investigaciones Criminales en el Zimbabwe del corrupto Robert Mugabe, un miliciano serbio del temido grupo paramilitar de los Tigres de Arkan, varios oficiales del brutal ejército de Charles Taylor en Liberia o un dirigente de las temidas Janjaweed sudanesas. Todos viven tan felices y contentos en territorio británico, ajenos al mal y el dolor que sembraron en años pasados y viviendo muchos de ellos de lo que pudieron robar en su día durante los conflictos en los que participaron.

¿Por qué no se les pone la mano encima? Donovan lo pudo decir más alto pero no más claro:
porque no son nazis. En efecto, el Ministerio británico del Interior cerró en 1999 la unidad de Scotland Yard especializada en crímenes de guerra que había estado funcionando durante tanto tiempo para dedicarse casi en exclusiva a la persecución de antiguos nazis (¿Hace cuánto tiempo terminó la Segunda Guerra Mundial? ¿65 años?) después de finalizar con los casos de sus archivos porque, o bien habían sido ya detenidos o bien por su edad habían ya fallecido. Así que el amigo Tony Blair optó por cerrar la oficina porque, después de todo y de acuerdo con su limitada capacidad cerebral, ¿acaso existen otros criminales de guerra que no sean los nazis?

Aegis Trust ya ha contestado esa pregunta. Y ha recordado que el año pasado el entonces ministro británico de Interior Jack Straw (en la imagen) se comprometió a revisar la ley para poder analizar y seguir perseguien
do los crímenes de guerra: la reforma entró en vigor hace pocas semanas pero con importantes limitaciones. Por ejemplo sólo se podrá procesar a residentes en el Reino Unido y sólo por hechos ocurridos a partir de 1991. Es decir, si un dirigente de los Jemeres Rojos se va de compras un fin de semana a la londinense Oxford Street, nadie podrá ponerle legalmente la mano encima aunque pese sobre su conciencia la memoria de algunos cientos de miles de los cerca de tres millones de personas que su régimen comunista asesinó en Camboya... Como tampoco se le pudo poner la mano encima a Augusto Pinochet durante su estancia en la capital británica, donde tan sólo se le pudo confinar (y por poco tiempo) en su residencia circunstancial.

La vergonzosa reforma de la ley británica (por lo demás extrapolable a todo el mundo occidental: desde los EE.UU. hasta España pasando por Alemania, Francia o Italia) deja impunes a muchos otros criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial que no fueron nazis. Por ejemplo, a los responsables soviéticos de la famosa matanza de Katyn, tan de moda últimamente, o de esos macabros descubrimientos (increíblemente silenciados por la mayor parte de la Prensa internacional, incluso de la europea) que en los últimos años nos han ofrecido las tierras balcánicas.

En marzo de 2009, por ejemplo, se descubrieron en una mina abandonada de Eslovenia significativamente conocida como Huda Jama o Cueva Mala los restos de lo que los expertos han calificado ya como "uno de los mayores asesinatos en masa de la Segunda Guerra Mundial". Más de cinco mil personas (no sólo militares, también civiles -mujeres, niños y ancianos entre ellos-) fueron desnudadas y obligadas a penetrar en sus galerías, donde fueron asesinadas una por una con armas blancas, especialmente con picos de minero. Posteriormente fueron cubiertos con cal y la mina sellada con hormigón. "La típica atrocidad nazi", pensó en un primer momento el jefe del equipo oficial de investigación Marko Strovs..., hasta que se confirmó que en realidad era "la típica atrocidad antinazi" ya que los cadáveres pertenecían a soldados alemanes y a soldados croatas y eslovenos y sus familiares. Todos fueron sádica y bestialmente asesinados por los partisanos yugoslavos de Josip Broz "Tito".

Un historiador llamado Roman Leljak ya había publicado en 1990 un libro titulado Las heridas vivas de Tehar en el que hablaba de lo ocurrido allí y que por supuesto fue ignorado por las autoridades eslovenas (y por la oficina de Scotland Yard dedicada a los crímenes de guerra, todavía en activo en aquella época). Leljak advertía de que "todos saben quiénes cometieron exactamente esos crímenes" y cita como jefe de los verdugos al "comandante Toni Anton Ricek. De la matanza es responsable la 1ª división eslovena de Defensa Popular, el segundo batallón de la 3ª brigada". Y ésta es sólo una de las 600 fosas comunes en la pequeña república de Eslovenia, todas ellas con víctimas en su inmensa mayoría de la vesania comunista. La mayor se descubrió en 2007 en Tezno: ¡más de 15.000 croatas y sus familiares civiles asesinados impunemente por los guerrilleros de Tito!

Sólo un mes después de lo de Cueva Mala, en abril de 2009, se encontraron otros 4.500 cadáveres en media docena de cuevas en la región de Harmica, apenas a 20 kilómetros al oeste de Zagreb, la capital de Croacia. De ellos, medio millar eran oficiales alemanes de la 38º División de la Wermacht y el resto eran militares croatas. Todos se rindieron de acuerdo con las leyes de la guerra y todos fueron asesinados por los partisanos comunistas yugoslavos de acuerdo con el proceder de los criminales de guerra.

Esto sucedía en los Balcanes, pero episodios similares encontramos en otros puntos de Europa. Por citar uno similar, y también del año pasado, de 2009, ahí tenemos el hallazgo en la hoy polaca ciudad de Malbork (la antigua ciudad alemana de Marienburg, en la región de Prusia que fue robada a Alemania al final de la guerra y entregada al gobierno polaco, a cambio de los territorios que a su vez la URSS robó al gobierno de Varsovia en el este de Polonia) de los restos de al menos otros 2.000 alemanes (incluyendo bastantes niños) torturados y asesinados en 1945 por los soldados soviéticos en su avance hacia el Oeste. Uno de los funcionarios polacos de Malbork resumió el hallazgo con esta frase estremecedora: "esas personas fueron enterradas de una forma horrorosa e inhumana".

Hay más casos pero, ¿para qué seguir? El brutal escenario se repite hasta la extenuación en distintos puntos del Viejo Continente y podría repetirse en muchos más, tal vez incluso purificarse en cierto modo mediante la persecución de los culpables, de los criminales de guerra, si tan sólo fuéramos capaces de suprimir esa idea tan hipócritamente británica de que los criminales de guerra sólo fueron..., los mismos nazis de siempre. Los malos perfectos de la película.

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