Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 14 de junio de 2011

36 horas

Como de costumbre preocupado por mi educación cinematográfica y la adquisición de nuevos conocimientos en general, Sua Ilustrissima Eminenza il Condotiero della Comedia del Arte tuvo a bien confiarme hace unos días una copia de una película sobre la Segunda Guerra Mundial que todavía no conocía y que ha resultado ser una grata sorpresa. Se trata de 36 hours (36 horas), dirigida por George Seaton (un realizador hoy prácticamente olvidado a pesar de que algunas de sus cintas alcanzaron gran popularidad, sobre todo en EE.UU., como el caso de Milagro en la calle 34, Sitiados o Aeropuerto, la primera de la saga catastrofista) y protagonizada en sus principales papeles por James Garner, Eva Marie Saint y Rod Taylor.

36 horas es la (enésima) demostración de que para rodar un buen largometraje no hace falta un gran presupuesto: pocos actores, un puñado de decorados y apenas una localización al aire libre en la que transcurre casi toda la historia. La clave está, como casi siempre, en el guión: en lo que nos quiere contar la película. Y aunque éste posee algunos fallos significativos y un buen puñado de tópicos (inevitables, según parece, en los rodajes sobre este tema), funciona en general de manera eficiente y satisfactoria. 

36 horas es, también, un nuevo argumento a la hora de defender el hecho de que el cine hace mucho tiempo que dejó de ser simple divertimento (si es que alguna vez fue sólo eso...) para transformarse en un a menudo sibilino y descarado sistema de propaganda social, política y económica que no duda en alterar las realidades en las que se supone que se inspira históricamente para hacer creer a los espectadores que, después de ver la película, sabe algo más sobre el período que se está contando. Ya que citamos el subgénero de tramas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial, aquí se ve muy claro: irónicamente, los títulos más cercanos en el tiempo a la realidad de este brutal conflicto mundial son mucho más equilibrados y creíbles que los rodados más recientemente, a pesar de que se supone que hoy se trabaja con mucha más información y documentación. 

Un ejemplo obvio lo tenemos en la que sin duda es la peor película del por lo demás siempre excesivo Quentin Tarantino, Malditos bastardos, donde se emplea un argumento real (la no muy conocida pero documentada existencia de una unidad de soldados judíos insertada entre las tropas aliadas que sembraron el terror entre los alemanes secuestrando en sus casas y asesinándoles luego impunemente a antiguos oficiales nazis después de finalizada la guerra) deformándolo (la unidad se ha convertido aquí en un heroico comando que se venga de los nazis matándolos durante la guerra) hasta la reducción al absurdo (todos los alemanes son nazis, malvados, criminales, despiadados y cuanto se nos ocurra, así que está bien que "los nuestros" les hagan de todo, porque "se lo merecen").

Aquéllos que disfruten con esa visión falsa y propagandística de lo que de verdad fue la Segunda Guerra Mundial (en general serán los mismos que, sin haber estudiado con datos reales aquellos terribles años sigan diciendo que no entienden lo que ocurrió en aquella época con Alemania y cómo pudo todo el mundo seguir a Hitler y etc.), se aburrirán con 36 hours, más próxima a títulos como la fenomenal Ha llegado el águila de John Sturges o la reciente y meritoria Stalingrado de Joseph Vilsmaier. Y es que en estas películas el maniqueísmo sobra y se diferencia entre los alemanes en general, representados en la Wehrmacht o ejército regular de la época, y los alemanes nazis, representados en los escuadrones de las SS o, mejor, en el partido hitleriano. Los primeros son gente corriente, obligados a pelear en su bando, el de su país, igual que el de los ingleses o los americanos lo hicieron en el suyo: se les reconoce como seres humanos, aunque fueran adversarios en el campo de batalla. Las peores características se dejan para los declaradamente nazis, que siguen siendo los malos malísimos, a menudo hasta la caricatura de lo diabólico. Pero meter a todos los alemanes en el mismo saco, como se hace ahora en un estúpido y demente intento por destruir la Kultur y las aportaciones de uno de los principales países del mundo es como decir que todos los españoles de la segunda mitad del siglo XX eran franquistas sedientos de sangre que no sabían leer ni hacer la o con un canuto y cuya actividad diaria favorita era torturar y fusilar a republicanos.

El guión de 36 horas, del propio Seaton, está inspirado en dos textos literarios: uno de Roahl Dahl y otro de Clark K. Hittleman y Luis H. Vance, y tiene un desarrollo sencillo en el que lo más importante es el duelo psicológico de los personajes principales. Estamos en junio de 1944 y la invasión angloamericana del Viejo Continente está prácticamente lista. Los alemanes saben que la Fortaleza del Atlántico sufrirá un asalto como jamás antes se ha visto otro en la historia de las guerras con el mayor desembarco planeado de buques de guerra, aviones e infantería, que se concentran en los puertos británicos. Y están listos para rechazarlo: poseen tropas suficientes y muy bien entrenadas incluyendo varias divisiones SS veteranas. El único problema es que desconocen por dónde se lanzará el ataque y por tanto mantienen la duda de dónde concentrar sus fuerzas, de momento agrupadas en torno al Paso de Calais, el en teoría lugar más favorable para intentar el ataque...

(Entre paréntesis, éste es un detalle que los profanos desconocen: el desembarco estuvo a punto de desembocar en el mayor fracaso de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo éxito por muy poco, entre otras cosas gracias a que el lugar escogido para asaltar las costas francesas fue la más desprotegida costa de Normandía... Y también porque Hitler desistió de imponer su opinión, según la cual sería precisamente allí donde se lanzaría finalmente la Operación Neptuno -el desembarco- como parte de la más general Operación Overlord -la invasión-, mientras que todos sus generales le insistieron en que el único lugar lógico donde podrían atacar los Aliados era Calais).

En la película, uno de los oficiales que se encarga de coordinar la poderosa operación es el mayor Jefferson Pike (un James Garner tan poco convincente como siempre ha sido James Garner) que pocos días de comenzar la invasión es secuestrado en Lisboa, país neutral, por agentes del servicio secreto alemán y trasladado inconsciente (en un ataúd, como si fuera un muerto) hasta una clínica militar aparentemente norteamericana ubicada en Alemania, en un apacible y boscoso paraje próximo a la frontera de Suiza. Allí se someterá al curioso tratamiento del Doktor mayor Walter Gerber (Rod Taylor, que hace de alemán simpático, aunque nacido en Estados Unidos para que al público no le resultara tan chocante el papel), convencido de que para obtener toda la información necesaria de un prisionero no hace falta someterlo a tortura sino simplemente engañarlo con un buen teatrillo. La idea es hacer creer a Pike que sufre ataques de amnesia que han obligado a internarle y que han pasado seis años en los cuales la guerra terminó con la victoria de los Aliados. En amable conversación para ver cómo marcha su memoria, se le pedirá al mayor que cuente todo lo que recuerde de aquellos "lejanos años" y él no tendrá ningún inconveniente en revelarlo puesto que el conflicto ya acabó. Gerber desarrolló el método a partir de unos tratamientos similares de "viaje al futuro" aplicados a soldados alemanes que regresaban casi enloquecidos del frente ruso y gracias a los cuales curó a muchos de ellos.

A fin de convencerle del paso del tiempo, los ayudantes de Gerber tiñen el pelo de Pike para hacerle creer que le han salido canas y le administran un colirio que le impide ver bien sin gafas para que piense que ha perdido vista. La enfermera del oficial norteamericano es Anna Hedler (Eva Marie Saint, cuya sosería e inexpresividad habituales resultan muy útiles en este papel en el que hace de dolida ex-prisionera de los campos de concentración), quien le cuida (y trata de sonsacarle información) personalmente ya que hacen creer a Pike que se casó con ella años atrás durante un momento de lucidez. Además, cuentan con periódicos fechados en 1950 con noticias falsas, una radio que transmite música y noticias "norteamericanas" y todo el personal de la clínica, desde los demás enfermos hasta los médicos y los militares que van de visita son alemanes perfectamente disfrazados que sólo pueden hablar en inglés. En medio de la operación aparece un oficial de las SS, Otto Schack (Werner Peters), ambicioso y fullero, que al principio desconfía de los métodos de Gerber y pretende obtener la información de Pike con métodos más rudos. De aquí el título de la película porque el Doktor dispondrá de 36 horas de plazo para sonsacar al prisionero antes de dejarlo en manos de Schack.


El caso es que Pike acaba cayendo en la trampa y revela alegremente a Gerber y Schack (que se presenta como dueño de un restaurante) todos los datos del desembarco de Normandía pero poco después descubre, gracias a una pequeña cortadura en un dedo que se había hecho el día anterior, que todo es una trampa y que en realidad no están en 1950 sino en vísperas de la invasión. Trata de huir con la ayuda de Anna pero son capturados (Gardner no resulta muy heroico, la verdad, durante la película) y sometidos a tortura. Por cierto, el método de tortura SS empleado en la película no fue, que se sepa, utilizado en realidad por los alemanes sino, sarcásticamente, por los servicios secretos soviéticos, norteamericanos e incluso israelíes que sí lo han utilizado en numerosas ocasiones según diversos estudios e informes de especialistas: consiste en no dejar dormir a la persona, manteniéndola despierto a propósito, ya que se comprobó que alguien normal no podía aguantar más de 2 ó 3 días despierto permanentemente sin caer en un estado de desesperación tal que esté dispuesto a revelar o a hacer lo que sea con tal de que le permitan dormir.

Sin saber qué hacer, Pike consigue hacer creer a Schack que él sabía desde el primer momento que todo era ficción y que los datos de Normandía que dio eran falsos ya que en realidad los Aliados atacarán por Calais. Schack le cree, porque coincide con la opinión de sus superiores. Gerber no, porque se ha dado cuenta del engaño de Pike y, a su vez, le engaña a él empleando un reloj con la hora adelantada para que el norteamericano confirme definitivamente que el ataque será en las playas normandas. Pero Schack no cree a Gerber y al final la información no sirve para gran cosa. La venganza de Gerber respecto a Schack es facilitar la huida de Pike y Anna tras entregarles toda la información relativa a sus experimentos y métodos para curar a los soldados alemanes del frente ruso a fin de que otros médicos puedan utilizar este trabajo y seguir con él en beneficio de la sociedad, gane quien gane la guerra. En la persecución final, Pike y Anna son ayudados por un guarda de fronteras de la Volksturm (interpretado por un extraordinario Sig Ruman) que les cobra "peaje" ("En Alemania, hay que aprovechar para enriquecerse durante la guerra porque luego se encargan de empobrecerte hasta la siguiente guerra", dice risueño) para indicarles cómo cruzar hacia Suiza y de paso mata a tiros a Schack cuando éste consigue darles caza a un paso de la frontera.


La película cuenta con no poco cabos sueltos. Por ejemplo, es un poco absurdo instalar la "clínica norteamericana" a sólo 6 kilómetros de la frontera suiza, pues desde el principio ya se está sugiriendo por dónde van a escapar los prisioneros..., aunque eso explicaría el porqué de los paisajes idílicos en los que se desarrolla la acción cuando a esas alturas de la guerra casi toda Alemania era arrasada día y noche por los criminales "bombardeos en alfombra" ordenados personalmente por Winston Churchill para destruir ciudades y pueblos germanos, incluso sin valor militar, a fin de rebajar la moral de los civiles. Es cierto que tan cerca de Suiza no habría bombardeos de ese tipo. Tampoco tiene sentido que la enfermera que se encargue de cuidar a Pike sea una exprisionera judía de un campo de concentración que lógicamente aprovecharía cualquier oportunidad para escapar, en lugar de designar a una enfermera alemana que hiciera el mismo papel y pudiera engañar al mayor como lo hace Gerber. El único motivo para incluirla es darle mayor dramatismo al asunto y crear unas expectativas de romance sentimental que nunca se ven cumplidas. La tortura SS ya se ha descrito como error, igual que es dejarles luego en una cómoda habitación doble en lugar de en un par de celdas o como también lo es el no colocar escuchas en la habitación donde reside Pike (sólo las hay en la oficina de Gerber) por si dice algo interesante. A pesar de todos estos fallos, 36 horas en una película notable, entretenida y sorprendente, aunque sólo sea por recordarnos que los alemanes no eran todos demonios recién salidos del Averno sino gentes en general tan normales como los norteamericanos, sometidos a similares presiones y capaces de lo mejor, además de lo peor.

 

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